Eterno Retorno

Friday, April 29, 2016

Adiós Capitán Fernando

Su camino de vida fue peinar cielos, pero su esencia fue la del árbol de raíces firmes. En él encarna una de las más radicales expresiones de lo que es un hombre fuerte. Su vida estuvo en el aire, no en la tierra. Cuarenta años capitaneando aeronaves sin suspender ni retrasar nunca un vuelo por fallas mecánicas o contratiempos. Entre las nubes aprendió algunos trucos y el verano jarocho del 42 le enseñó que la magia existe y que a veces al duende del amor le da por la eternidad. ¿Cómo se contempla el entorno cuando te antecede una vereda de 102 años? ¿Cómo se despliegan en la memoria mil y un cielos surcados en cuatro décadas de vuelos? ¿Cómo se reinventa la música de un baile en Villa del Mar, Veracruz, celebrado hace casi 75 años? ¿De qué yacimiento embrujado brota la energía que te hace ponerte los tenis y correr kilómetros y kilómetros cuando eres centenario? ¿O acaso un siglo de vida se reduce a unos cuantos instantes? Adiós Capitán Fernando. Me hubiera gustado poder conocerte más Adiós Abuelo.

Intuyó que en su vida era demasiado tarde cuando perdió el asco a limpiar secreciones. Solo entonces intuyó Venecia la inminente condena a envejecer y pudrirse en ese hotel malamuertero, que era, después de todo, lo más parecido a un hogar que había encontrado en dos décadas de exilio bajacaliforniano. La gente va a los hoteles de paso a secretar, a derramarse y dejar en las sábanas la marca de sus fluidos. Todo cuerpo humano es un recipiente: de mierda, de sangre, de sudor, de semen, de mocos, de saliva, de vómito. En algún lugar leyó Venecia una frase: “toda secreción humana es indigna” y las sábanas limpiadas por ella son el resumidero a donde va a parar una catarata. Para Venecia las secreciones son solo desgaste y tedio, una monserga cuya cotidianeidad la ha inmunizado contra el hedor, pues hace años ha dejado de taparse la nariz. Los primeros días, cuando era una recién llegada a su nuevo trabajo, pensó que la repugnancia sería más fuerte. Todos los derrames posibles cabían en media hora de sexo furtivo. No solo era el semen pringoso sobre la sábana y las huellas de sangre menstrual, sino los sellos marrones de culos cagados y los vómitos de licor barato desparramados sobre la almohada cuando el mazazo de la peda era más fuerte que el deseo. Eran las bachas de carrujos agujerando la colcha, las jeringas oxidadas y más tarde, cuando llegó la fiebre cristalera, los focos quemados y la peste a acetona. Al hotel Bermejillo se va a coger, a derramarse o a morir, o a hacer las tres cosas a la vez: primero drogarse, después coger y al final morir, o drogarse y coger, drogarse y morir o chaquetearse antes del adiós para siempre. Todas las posibilidades caben en esos cuartos que limpia Venecia (se podría decir que el orden de los factores es lo menos importante, pero la muerte, accidental o voluntaria, es logísticamente el último paso) aunque cada vez son más frecuentes los que solo vienen a morirse.

Thursday, April 28, 2016

Se siente como si el Diablo mismo soplara desde la puerta del Infierno, porque sólo el aliento de un demonio enfurecido puede levantar tanto fuego en tan poco tiempo. Es un aire seco, rasposo, como un abrazo de arena; un aire cargado de presagios y malos augurios. Llegan en otoño, a veces en primavera y dejan la región sembrada de incendios y premoniciones. Los antiguos les llamaban vientos de brujas; en la región se les conoce como vientos de Santa Ana. (Pie de página del diario de Amber Aravena)

Pudo haber sido el olor a gasolina (en algún lugar escuchaste que es afrodisiaco) o acaso el recuerdo de un poster pegado en la pared de una cantina malamuertera donde una güera con shorcito de mezclilla y culo prominente carga combustible en el tanque de un Ferrari rojo. Tu austera camioneta blanca rotulada con el escudo del Ayuntamiento de Tijuana no se parece al Alfa Romeo de la foto y Rendichica no tiene semejanza alguna con la rubia ni aciertas a dibujar su imagen si llevara a esos shorts diminutos, pero aun así te las has arreglado para tomarle una furtiva foto con tu celular, misma que ahora contemplas con la devoción que nunca has profesado a tantísimas güeruchas de revista que te han acompañado en tus magras noches de onanista. ¿Serán entonces sus ojos? No es preciso ser muy observador para concluir que ese par de charquitos verdes es lo primero que resalta en su rostro. Sí, pudo ser esa miradita esmeralda, pero acaso no haya sido tan matadora como la sonrisa. Admítelo ¿cuándo carajos te habían sonreído de manera encanijadamente seductora y cachonda como hizo Rendichica el primer día en que fuiste en calidad de urgencia a echar un escupitajo de combustible a la gasolinera del bulevar Rosas Magallón? Nada tenías que estar haciendo por esos rumbos a esa hora ni tendrías manera de justificar ante tus superiores tu presencia en esa zona de la ciudad. Cierto, no eres el primero ni el único empleado de la dirección municipal de Obras Públicas que hace o intenta hacer negocitos vendiendo material de construcción, pero en cualquier caso ibas a tener que inventar una muy buena excusa para justificar el haberte quedado sin gasolina en las inmediaciones de la colonia Divina Providencia, donde fuiste a llevar dos bultos de cemento para venderle a tu primo, el Carnitas Mascorro, aunque en este caso vender es un decir, pues un centavo en efectivo nunca verás y en el mejor de los casos tal vez algún día sean remunerado con unas caguamas