El fotógrafo borrachón
El último
gran éxito de la carrera de Radel, lo habría
conseguido al captar las mejores imágenes de los goles de
Rossi, Tardelli y Altobelli que coronaron a los italianos campeones del Mundo
en la final del Mundial España 82 en
contra del pánzer germano. Sus
fotografías superaban en calidad a las de fotógrafos de Roma y Milán e incluso
a los alemanes, que contaban con cámaras
mucho más sofisticadas. Para desgracia de Radel, sus históricas imágenes
tomadas en el Santiago Bernabeu no
alcanzaron a lucir en las ediciones del día siguiente, porque al momento en que
Dino Zoff alzaba la Copa del Mundo, Radel ya estaba demasiado borracho como
para darse a la tarea de revelar y hacer llegar su material y cuando los
diarios aguardaban impacientes el envío, el veterano fotógrafo yacía ahogado en
la crápula noche madrileña celebrando el tricampeonato de la Squadra Azzurra.
En los
corrillos periodísticos era bien sabido que Radel entraba a la cancha con una
pacha de whisky oculta entre las múltiples bolsas de su descomunal chaleco.
Entre lentes y rollos, el veterano fotógrafo siempre tenía un lugar especial
para un pomo que iba bebiendo a lo largo del partido y que estaba rigurosamente
vacío cuando el árbitro silbaba el final.
Lejos de
afectar la calidad de sus fotografías, el licor parecía potencializarlas. Radel
sostenía que sus mejores imágenes solían ser captadas cuando los primeros
escarceos de la embriaguez empezaban a hacer de las suyas en su cabeza. El
fotógrafo borrachón captaba como nadie las pinceladas artísticas del juego que
a sus colegas pasaban desapercibidas. La
mala noticia es que sus neuronas alcoholizadas cobraban la factura a la hora de comenzar con
el trabajo posterior al silbatazo final, cuando llegaba el momento del revelado y el envío.