Eterno Retorno

Saturday, September 18, 2021

El vino te está narrando su historia a través de tu nariz


 

Dicen que de la vista nace el amor y por ello el vino empieza a comunicarse con nosotros a través de los ojos. Mira el vino, obsérvalo al momento ser vertido y ocupar el espacio de la copa.  Lo primero, obvia decir es su color, su tonalidad, pero aún dentro  del rojo o el blanco hay infinitas variedades. El vino tiene su propia paleta cromática. Puede ser límpido o espeso, brillante  u opaco. El envejecimiento clarea el color de los tintos  y oscurece el de los blancos. Los primeros pueden oscilar entre el color granate y el rubí y los segundos entre la transparencia de un amarillo alimonado al tono ambarino o verdoso.  Acaso en la superficie podemos distinguir burbujas o en el fondo sedimentos.

Sí, el juego de seducción comienza por los ojos, pero el primer umbral lo cruzarás  con el olfato.  Si ante la vista puede haber espejismos,  a la nariz no se le miente. Huélelo, respíralo mientras lo haces girar en la copa donde sus aromas rompen y se van lentamente liberando. Acaso lo primero en manifestarse a través del olfato sea su esencia frutal, cítrica o de fruto rojo o seco o la huella de la flor de azahar o espino,  pero espera, no te precipites. Son solo los volátiles aromas primarios. Tras esa inicial sensación irán brotando  aromas más complejos, los que te hablarán de fermentación  y crianza. Podrás palpar el cedro o el roble de la barrica, la esencia de la hierba cortada o el pimiento, la huella achocolatada o balsámica  y el abrazo mineral del terruño en brea o granito. El vino te está narrando su historia a través de tu nariz

Thursday, September 16, 2021

La palomilla insurgente y sus apodos

 


En la pandilla insurgente militaban el Atolero, la Barragana, el Castrador, el Chile Verde, el Cristo, el Comanche, las Coheteras, el Chivero, el Diente Mocho, el Florero, la Gabina, la Griega, el Huajes, el Meco, el Mocho, el Metemano, la Madre de los desvalidos, el Manco, las Once mil vírgenes, el Patitas, el Perro, el Pescuezo, el Pinacate, la Pimpinela, el Pito, el Picador, el Tecolote y el Zapatitos entre otros muchos. Por supuesto, como en toda palomilla barrial que se respete, había unos cuantos a los que apodaban el Chino, el Güero, el Chato, el Indio, el Negro o el Negrito y claro, algunos un poco más célebres que pasaron a la historia como el Pípila y los Pachones. Un acierto incluir en la colección 21 para el 21 del FCE Noticias biográficas de insurgentes apodados, un sui generis diccionario biográfico compilado por el zacatecano Elías Amador Garay (1848-1917). Lo interesante es que el orden alfabético no se basa en apellidos sino en apodos, como en la clica. De algunos de ellos no se sabe casi nada y apenas se tiene referencia de alguna acción en determinado combate o alguna vaga anécdota, pero en algunos pocos casos son reseñas biográficas hechas y derechas. Cierto, sus apodos nunca serán gritados por un político en un 15 de septiembre y sus rostros no aparecerán jamás en una estampita escolar, pero fueron estos canijos los que pelearon la guerra de Independencia a puro machetazo pelón. ¿Sabrían las razones por las que peleaban? Asumo que muchísimos eran analfabetos y posiblemente ninguno tuviera una idea clara o siquiera aproximada en torno a la construcción de una nueva nación independiente de la corona española, pero estas son las manos que hacen las guerras, los cuerpos que se desangran, la pura y vil carne de cañón que acude a inmolarse en su cita con la Historia. Ideal para leer este 16 de septiembre.

Wednesday, September 15, 2021

Hay siempre una dosis de embrujo en el acto de dejar atrás una ciudad


 

Hay siempre una dosis de embrujo en el acto de dejar atrás una ciudad y comenzar a acelerar por la carretera, una dosis de emoción e incertidumbre por ese acto de desprendimiento. Pienso en las ciudades amuralladas de antaño, cuando salir implicaba cruzar un portón resguardado por guardias y entregarse al infinito caos del afuera donde uno es hoja al viento, vulnerable y a la deriva. Conozco estas carreteras de memoria. Me entretengo haciendo un inventario mental de las rutas  que más veces he recorrido en mi vida. Sin duda la campeona es Monclova-Monterrey. Durante los cuatro años que fui estudiante del Tecnológico iba y venía por lo menos tres veces al mes.

Monday, September 13, 2021

y ya entonces veremos si dormimos en Eagle Pass o en San Antonio

 


Bebo una jarra de café. Mi cansancio es tan grande como la excitación y mi reserva de dos horas de sueño en el sillón de la sala parece bastarme para mantenerme en pie. No quiero ni siquiera intentar pestañear, pues no quiero romper la inercia de esta pila alta y a veces después del sueño la perspectiva de las cosas cambia. Quiero agarrar carretera, cruzar de una vez por todas la frontera y ya entonces veremos si dormimos en Eagle Pass o en San Antonio. Lo que ya no quiero es permanecer en Monclova

 Por primera vez en muchísimo tiempo siento emoción y expectativa por arrancar el noticiero a las ocho de la noche. Por supuesto abrimos con la enésima imagen de las torres en llamas para luego dar paso a la información de cosecha propia.

Llama obispo a iniciar cadena de oración por la paz mundial y a tener fe en que esto no será el fin de mundo;  empresarios del grupo industrial Monclova externan su preocupación por un posible colapso en la economía; el presidente municipal llama a guardar la calma y los monclovenses externan su sentir ante esta tragedia.

 

Al final del noticiero llega el momento más esperado

 

Y bueno, hoy queremos anunciarle que en un esfuerzo sin precedente y como parte del gran compromiso que tenemos con nuestros televidentes , en TeleMonclova iniciaremos nuestra propia cobertura de las secuelas de esta tragedia desde el lugar mismo de los hechos. Un equipo de profesionales de la información encabezado por su servidor, parte esta misma noche rumbo a Nueva York desde donde estaremos enviando diariamente información fresca, oportuna, exclusiva  y de primera mano  para que ustedes pueda mantenerse bien informado. Mi compañera Claudia Estrada, conductora del telediario matutino, me sustituirá temporalmente en este espacio a partir del día de mañana. TeleMonclova está lista para asumir este gran reto. Seguiremos informando.

 

Concluido el noticiero siento una urgencia enorme de encender el carro y enfilar hacia la carretera. Alcira ya me aguarda afuera del estudio con su mochila, un pequeño back pack de excursionista en donde no creo que quepan demasiadas prendas.  Sebastián nos estará esperando en Piedras Negras. Me habría gustado más salir en trío o ir acompañado por un reportero del sexo masculino. La idea de partir solo con una chica de 26 años siempre puede dar lugar a la maledicencia en este pueblo mojigato. Si mi suegra se enterara sin duda le llenaría la cabeza de mierda a Rosalía y a mi esposa hace falta muy poco para encenderle la válvula de los celos. Claro, Alcira no es por fortuna la prototípica chica del clima por la que un conductor de noticias perdería la cabeza. Con su pelo cortado casi a rape, sus rudas camisas de leñador  y su rostro sin gota de maquillaje es fácil confundir a Alcira con un muchachito.

Son las 21:14 de la noche cuando enciendo la camioneta. Si no hay contratiempos deberemos estar llegando a Piedras Negras justo a la media noche. Serán 243 kilómetros a través de la carretera 57. Enciendo un cigarro y ofrezco uno a Alcira que acepta de buena gana. Con las ventanas abajo fumamos en silencio mientras enfilo hacia la salida. Sopla un liego viento fresquecito y la noche es atípicamente clara.

Sunday, September 12, 2021

A veces cuesta diferenciar el instante de la eternidad.


 

“Que 20 años no es nada” nos dice Carlos Gardel y “no es lo mismo los Tres Mosqueteros que 20 años después”, sostiene un dicho popular. En el tango gardeliano dos viejos amantes se encuentran tras dos décadas de no verse y en su idilio quieren sentir que es un soplo la vida, aunque las nieves del tiempo les hayan plateado el cabello. En la novela de Alejandro Dumas, escenificada en 1648,  D’Argtagnan reúne a los mosqueteros para una nueva misión en la Inglaterra de Cromwell,  pero el tiempo ha hecho de las suyas y los cuatro amigos ya no son los mismos. ¿Cuánto cabe en dos décadas? Por alguna razón,  20 años es un parámetro muy socorrido para medir los estragos de Cronos y a estas alturas me cuesta dimensionar si es mucho o poco tiempo. Este sábado se cumplen 20 años de los atentados terroristas de Nueva York y Washington. Estoy seguro que todos los que somos adultos recordamos lo que estábamos haciendo ese día y cómo vivimos la mañana de aquel martes. Por lo que a mí respecta siento que ha sido una ráfaga de viento, apenas el soplo del que habla Gardel. El 11 de septiembre de 2001 yo era un  reportero de 27 años de edad que estaba a punto de enfrentarme al mayor desafío profesional de  mi vida cuando el periódico Frontera me comisionó para ir a Nueva York a cubrir las secuelas de los atentados. Me cuesta horrores dimensionar el tiempo transcurrido, sobre todo porque yo siento ser el mismo que caminaba por las calles de la Gran Manzana en busca de historias para narrar, aunque el mundo ha cambiado muchísimo desde entonces. Baste señalar que en términos periodísticos, aquella fue todavía una cobertura del siglo pasado en donde la antigua televisión fue ama y señora. ¿Se imaginan cómo se habría vivido el 11 de septiembre con Twitter, Facebook y la omnipresencia de los teléfonos inteligentes? Yo juro que no he cambiado nada pero hoy a la distancia mi única conclusión es que mi cobertura fue anacrónica, diría prehistórica. El mundo no es el mismo y tampoco el espíritu de la época. El planeta es un sitio inseguro, el terrorismo ha matado a miles de personas desde entonces, Afganistán vuelve a ser noticia de primera plana y cruzar fronteras requiere armarse de paciencia y tolerancia. México se ha polarizado políticamente a niveles patológicos y el omnipresente ágora de las redes sociales es una cacofonía de dogmas y linchamientos en nombre de verdades absolutas. Los 20 años que han corrido del 2001 al 2021 tienen esencia de tren bala, máxime si los comparo con los transcurridos de 1981 a 2001. Vaya, en septiembre de 1981 yo tenía siete años de edad y acababa de entrar a segundo de primaria en el Liceo Anglo Francés de Monterrey. De ese momento a mis correrías reporteriles en Nueva York transcurrió la eternidad. Esos dos periodos de 20 años se vivieron en velocidades contrastantes. Me aterra cuando pienso que ahora mismo estamos tan lejos del 2001 como lo estamos  del 2041 y más aterrorizante aún es anticipar la prisa con la que correrán los años venideros. Con brutal franqueza no imagino llegar a los 67 años, pero tampoco esperaba llegar  a  esta edad para ser franco. ¿Cómo será nuestro mundo en ese entonces? ¿Estaremos ya en vías de convertirnos en el híbrido de homo sapiens y robot que ha pronosticado el filósofo israelí  Yuval Noah Harari? Lo más alucinante es pensar que mi hijo Iker tendría 31 años. A veces cuesta diferenciar el instante de la eternidad.