Hay días que por su coyuntura noticiosa están destinados a quedar grabados en la memoria por el resto de tu vida. Digamos que no son días sumamente especiales en tu universo personal, pero en esta sociedad de bombardeo mediático estás sujeto a ser acribillado por ráfagas de noticias a cada momento y de pronto, en cuestión de minutos, tienes a 20 mil pendejos hablando del mismo tema, simulando ser expertos y estar demasiado enterados. En México todos los adultos nos acordamos de lo que estábamos haciendo la tarde-noche del 23 de marzo de 1994. Sin duda dentro de muchísimos años (si es que vivimos) nos acordaremos de este intenso 4 de noviembre de 2008. ¿Un día para la historia? Definitivamente.
Puedo apostar que esta mañana todos los periódicos de México teníamos ya lista y diseñada la que sería nuestra portada del día siguiente. En cualquier día del año, por aburrido e intrascendente que sea, en todo diario tienes más o menos definido 24 horas antes lo que publicarás como portada. Vaya, generalmente tienes un reportaje de reserva, mismo que vuelve a la banca en caso de que ese día ocurra algo con el “punch” suficiente como para ser tu nota de ocho. En realidad en Tijuana hace mucho que no vivimos un día de 0-0 noticioso, pues desde hace un tiempo que en esta ciudad no juntamos 24 horas sin un crimen de alto impacto. Ayer tan solo hubo nueve ejecuciones (nada nuevo ya) seis de ellos fusilados en una bodega en Otay. Este día, al menos hasta esta hora, van cinco, además de un atentado contra el subprocurador de Justicia (y sobre la Vía Rápida ya oigo la sinfonía nocturna de sirenas desesperadas, pues al parecer hay policías heridos en una balacera, además de un ejecutado adentro del cine Minarete).
Sin embargo, todo hacía pensar que pasara lo que pasara, nuestra portada de mañana ya estaba más que definida. Digamos que no todos los días tu poderoso y ricachón vecino celebra sus elecciones y hasta donde tengo entendido, no es cosa del diario que un negrito llegue a la Casa Blanca. Nomás 219 años pasaron para que algo así ocurriera. Ante semejante escenario, es lógico que desde temprano ya tuviéremos el flamante diseño de nuestra obvia portada: “Es Obama el nuevo Presidente de EU”. Sólo podría tumbar esa cabeza un improbable triunfo de Mc Cain en el que nadie creíamos. Mc Cain entró muerto a esta campaña. Pero oh sorpresa; sucede que no todos los días se muere en este país un secretario de Gobernación. En términos noticiosos, Juan Camilo Mouriño mató a Obama en México.
Hace unos minutos regresé de casa del Cónsul de Estados Unidos en Tijuana Ronald Kramer. El diplomático encabezó una ceremonia con políticos bajacalifornianos en donde ofreció un mensaje tras la jornada electoral de su país. ¿Saben ustedes quién hablaba de Obama en la cena? Nadie en lo absoluto. El tema era Mouriño. En términos periodísticos lo de hoy fue un choque de titanes. Una noticia de alcance mundial largamente esperada y cocinada, murió a manos de una sorpresota de impacto nacional. Por lógica, en México Obama estará condenado a ser nota dos de cualquier periódico que se de a respetar. Mouriño gana el round.
Este día me interesa, sobre todo, como fenómeno periodístico. La primera gran tragedia política mexicana en la era del periodismo cibernético. Quienes den clases en las facultades de Comunicación deberían ponerlo como ejemplo. Hacía un buen rato que no veía dos headlines de este tamaño competir por la atención.
No voy a eructar teorías ni comentarios editoriales. Cuando los grandes noticiones sacuden a millones, brotan bajo las piedras los sabihondos con sus versiones exclusivas y descabelladas. Prepárense para una avalancha de mierda, de hipótesis sobre conspiraciones, últimas palabras, legados ocultos. El Gobierno Federal dirá que fue un accidente. Diez mil imbéciles con complejo de interesantes e informados dirán que fue un atentado, que lo mató Calderón, que fue AMLO, que fue el EPR, el CAF, el Teo, el Muletas, los extraterrestres, los Mapaches de Nueva Italia. Sobrarán también las plañideras, las viudas, las vestiduras rasgadas que hablarán de un joven ejemplar, de una carrera sin tacha, de un héroe que sin duda sería el futuro Presidente de México cuya carrera fue truncada por oscuros intereses. Me da una hueva insoportable pensar en soportar el cacareo que se avecina, las cantidades de superchería que empañarán la realidad.
En lo personal, me quedo con simples reflexiones.
No por estar muerto lo cubriré de alabanzas. Juan Camilo Mouriño siempre me dio mala espina. En realidad, si quieren que sea sincero, me desagradaba sumamente. Hace unos meses estuve frente a él en una conferencia con el gabinete de seguridad en el Centro de Alto Rendimiento de la UABC y mi impresión sobre su persona fue pésima. Un tipo que me generaba desconfianza.
Descarto que Mouriño hubiera sido el próximo presidente. No tuvo ni tendría los nunca los tamaños. Gobernación, de hecho, le quedaba grande.
Mouriño es el muerto mediático, pero me hace más ruido la muerte de Santiago Vasconcelos. Ojo con él, que puede ser la clave.
Y por cierto, en México nadie se muere de casualidad. La aleatoriedad rara vez asesina.
Puedo apostar que esta mañana todos los periódicos de México teníamos ya lista y diseñada la que sería nuestra portada del día siguiente. En cualquier día del año, por aburrido e intrascendente que sea, en todo diario tienes más o menos definido 24 horas antes lo que publicarás como portada. Vaya, generalmente tienes un reportaje de reserva, mismo que vuelve a la banca en caso de que ese día ocurra algo con el “punch” suficiente como para ser tu nota de ocho. En realidad en Tijuana hace mucho que no vivimos un día de 0-0 noticioso, pues desde hace un tiempo que en esta ciudad no juntamos 24 horas sin un crimen de alto impacto. Ayer tan solo hubo nueve ejecuciones (nada nuevo ya) seis de ellos fusilados en una bodega en Otay. Este día, al menos hasta esta hora, van cinco, además de un atentado contra el subprocurador de Justicia (y sobre la Vía Rápida ya oigo la sinfonía nocturna de sirenas desesperadas, pues al parecer hay policías heridos en una balacera, además de un ejecutado adentro del cine Minarete).
Sin embargo, todo hacía pensar que pasara lo que pasara, nuestra portada de mañana ya estaba más que definida. Digamos que no todos los días tu poderoso y ricachón vecino celebra sus elecciones y hasta donde tengo entendido, no es cosa del diario que un negrito llegue a la Casa Blanca. Nomás 219 años pasaron para que algo así ocurriera. Ante semejante escenario, es lógico que desde temprano ya tuviéremos el flamante diseño de nuestra obvia portada: “Es Obama el nuevo Presidente de EU”. Sólo podría tumbar esa cabeza un improbable triunfo de Mc Cain en el que nadie creíamos. Mc Cain entró muerto a esta campaña. Pero oh sorpresa; sucede que no todos los días se muere en este país un secretario de Gobernación. En términos noticiosos, Juan Camilo Mouriño mató a Obama en México.
Hace unos minutos regresé de casa del Cónsul de Estados Unidos en Tijuana Ronald Kramer. El diplomático encabezó una ceremonia con políticos bajacalifornianos en donde ofreció un mensaje tras la jornada electoral de su país. ¿Saben ustedes quién hablaba de Obama en la cena? Nadie en lo absoluto. El tema era Mouriño. En términos periodísticos lo de hoy fue un choque de titanes. Una noticia de alcance mundial largamente esperada y cocinada, murió a manos de una sorpresota de impacto nacional. Por lógica, en México Obama estará condenado a ser nota dos de cualquier periódico que se de a respetar. Mouriño gana el round.
Este día me interesa, sobre todo, como fenómeno periodístico. La primera gran tragedia política mexicana en la era del periodismo cibernético. Quienes den clases en las facultades de Comunicación deberían ponerlo como ejemplo. Hacía un buen rato que no veía dos headlines de este tamaño competir por la atención.
No voy a eructar teorías ni comentarios editoriales. Cuando los grandes noticiones sacuden a millones, brotan bajo las piedras los sabihondos con sus versiones exclusivas y descabelladas. Prepárense para una avalancha de mierda, de hipótesis sobre conspiraciones, últimas palabras, legados ocultos. El Gobierno Federal dirá que fue un accidente. Diez mil imbéciles con complejo de interesantes e informados dirán que fue un atentado, que lo mató Calderón, que fue AMLO, que fue el EPR, el CAF, el Teo, el Muletas, los extraterrestres, los Mapaches de Nueva Italia. Sobrarán también las plañideras, las viudas, las vestiduras rasgadas que hablarán de un joven ejemplar, de una carrera sin tacha, de un héroe que sin duda sería el futuro Presidente de México cuya carrera fue truncada por oscuros intereses. Me da una hueva insoportable pensar en soportar el cacareo que se avecina, las cantidades de superchería que empañarán la realidad.
En lo personal, me quedo con simples reflexiones.
No por estar muerto lo cubriré de alabanzas. Juan Camilo Mouriño siempre me dio mala espina. En realidad, si quieren que sea sincero, me desagradaba sumamente. Hace unos meses estuve frente a él en una conferencia con el gabinete de seguridad en el Centro de Alto Rendimiento de la UABC y mi impresión sobre su persona fue pésima. Un tipo que me generaba desconfianza.
Descarto que Mouriño hubiera sido el próximo presidente. No tuvo ni tendría los nunca los tamaños. Gobernación, de hecho, le quedaba grande.
Mouriño es el muerto mediático, pero me hace más ruido la muerte de Santiago Vasconcelos. Ojo con él, que puede ser la clave.
Y por cierto, en México nadie se muere de casualidad. La aleatoriedad rara vez asesina.