Eterno Retorno

Thursday, March 20, 2003



Donde es el reventón?
(fragmento del capítulo I)

Fue así como la pachanguita de Verónica inauguró un rosario de reventones muchas veces rezado en la vida de Zarrapaztrozo Trimigesto, que fue gradualmente aumentando en intensidad orgiástica y dionisiaca y que por momentos pareció no tener final, pues todavía no iniciaba la secundaria, cuando el Zara ya podía presumir haber asistido a más de una decena de bailes quinceañeros, narrando con orgullo que en algunos realizó la épica hazaña de colarse y bailar con la mismísima quinceañera todavestidaderosa.
Y conforme crecía las fiestas se multiplicaban. ¿Como puede haber siempre una mujer que cumpla 15 años en esta Ciudad? Se preguntaba el Zarito que para tercero de secundaria ya había corrido la milla y los bailes comenzaban a aburrirle.
Entonces prefería irse con el siempre buscado amigo- que- tiene- carro a dar vueltas por la ciudad acompañados de su respectivo cartón de cervezas en busca de feminas desprevenidas. Para cuando al Pastorzzo le empezó a crecer la greña, ya se animaban a llegarle a uno que otro antro encomendándose a las hadas de la noche para lograr pasar sin identificación de mayor de edad. Esa fue su etapa que jurídicamente sería clasificada como de ebriedad consuetudinaria. Comenzaba a beber desde que salía de la prepa, hasta que su organísmo le exigía el alto y arrojaba fuera lo ingerido. Más de una ocasión, Zarrapaztrozzo fue arrojado a las puertas de su hogar cuando rayaba el sol en calidad de costal de mazorcas. Ni las noviecitas que tuvo en ese entonces y mucho menos su jefa y su abuela pudieron convencerlo para que bajara la intensa marea de levadura que de jueves a domingo inundaba su cabeza y panza. El principio del fin de su etapa de bebedor y antrero fue cuando se fue a pasar un verano con su primo Mauricio (el primo chilango que todos tenemos) y una tarde estando en Tepoztlán le dieron a probar mota y decidió que sus parrandas de alcohólico eran la historia del tiempo perdido, pues en la Juana había encontrado el eden mutilado que se busca en cada noche de antro. “Con razón es tan buen negocio el narcotráfico”, pensó el Pazz que para pronto se enteró del paradero, precio y calidad que ofrecían todos los macizos caciques de su terruño. Adquirió en poco tiempo los hábitos y precauciones propias de todo pacheco, es decir botecito de gotas para los ojos, pastillas para el aliento, un hitter hechizo para las fumadas de urgencia, su cajetilla de Delincuentes o Paciflores y un sobrecito con sábanas de papel arroz que compró en Coyoacán para las ocasiones especiales. La frecuencia de sus vistas a los antros disminuyó considerablemente y ahora le daba por irse a Icamole o a la Huasteca a contemplar las estrellas, aunque eso sí, no faltaba a las tocadas y una que otra vez se lanzaba al Barrio Antiguo, aunque sin entrar nunca a los bares, a no ser que una fémina se lo solicitase.
Para cuando entró a estudiar a la Facultad de Filosofía y Letras, el Zar era un poco de todas sus radicales etapas de reventado. De repente un six pack futbolero, de repente un gallito campirano, una reunión nostálgica con los compas de la prepa y una que otra exploración a los antros en compañía de Alejandra. Lo que sí nunca pensó el Zara que llegaría a hacer fue estudiar en turno nocturno, pues tal vez por una reminiscencia de las largas esperas infantiles cuando su madre estudiaba, nunca le cayó el veinte de estar refundido en un salón de clases a las diez de la noche y pese a tantas jarras y noches en vela, la idea le parecía simplemente inmoral. Sin embargo para segundo semestre, le ofrecieron una chambita en el Museo de Arte Contemporáneo que aceptó más por la presión familiar que por convicción propia, de modo que dijo adiós a la tienda de discos en la que laboraba por las tardes e inscribió sus materias en el misterioso e inquietante horario nocturno.
Y esa noche de martes parecía estar más arrepentido que nunca de haber decidido ser universitario noctámbulo. Las explicaciones sobre la concepción cosmológica de los pre socráticos simplemente no podía entrar en su cabeza, pues sentía que a esa hora debería estar en casa y le repateaba saber que un largo camino y dos camiones que tardarían mucho en pasar lo separaban de ella.
Finalmente, el maestro se dignó a pronunciar el esperadísimo “continuamos mañana”.


Notas breves por mientras pasa la guerra

Casi nunca leo (y mucho menos compro) libros de “revelaciones” periodísticas. Las verdades sobre el caso Colosio, el asesinato del Cardenal, los nombres ocultos del Fobaproa o lo que usted siempre quiso sobre el salinismo me resultan las formas perfectas del tedio.

De no ser porque me pagan por ello, jamás en mi vida hubiera dedicado cinco minutos a leer, escribir, pensar o reflexionar sobre la política bajacaliforniana. En términos estrictamente personales, me resulta un tópico aburrido, soporífero y sobre todo estéril. Desgraciadamente, tengo que dedicarle todos los días varias horas de mi energía y pensamiento a escribir sobre ello.

Cuando en medio de una relajante carne asada algún amigo o familiar me pide que vierta mis opiniones políticas, me siento tentado a cobrar honorarios. Me sería imposible reflexionar sobre política por el mero gusto de hacerlo.

No hace falta un duro ejercicio de autocrítica para concluir que los periodistas constituimos un gremio despreciable. Basta con un mínimo de sentido común para darse cuenta de ello.

Debo tener anorexia, pero lo cierto es que hace mucho que no siento “el hambre de noticia” propia de todo reportero. Últimamente, si me dan a escoger, prefiero que otros se devoren la noticia por mí. Yo hace rato estoy a dieta.

No me llevo bien con los periodistas de la competencia. Tampoco me llevo bien con los periodistas de casa. En realidad odio a los periodistas. Será por eso que a veces, al más puro estilo Kurt Cobain, me odio a mi mismo.

Produce particulares nauseas el contemplar un funcionario público que en su fuero interno quiere creerse un ente necesario para una sociedad. Siento más aprecio por los que descaradamente se asumen como unos perfectos rufianes.

Las empresas privadas son entes declarada y orgullosamente antidemocráticos. Su sistema de castas y privilegios jerárquicos los acercan demasiado al feudo o al latifundio. En este infierno globalizado, las empresas gobiernan el mundo. Luego entonces, seguimos viviendo en un mundo feudal.

Se supone que vivimos en una nación democrática, pero en ella mi margen de elección es tan deficiente y podrido, que prefiero no ejercer mi derecho al sufragio. De cualquier manera, mi opinión jamás podría cambiar nada.
La empresa donde laboro es particularmente antidemocrática y aquí a diario se toman decisiones que sí atañen a mi existencia y la de mi ser querido. Aún así, mi opinión suele ser lo de menos.
Si me dieran a escoger preferiría vivir en un país de monarquía absoluta y trabajar en una empresa democrática y republicana (decir anarquista sería mucho pedir)

Siempre he detestado el estilo ejecutivo. Será por las nauseas que me provocan las calvas y las corbatas.

Los practicantes del estilo ejecutivo han hecho de las juntas laborales una suerte de liturgia sagrada e intocable más importante que el trabajo mismo. Será porque las juntas son el espacio perfecto para chapotear en los sudores narcicísticos de su incurable pendejez.

Los temas de moda suelen conducirme al aburrimiento con particular rapidez. No han pasado 24 horas del primer ataque y ya me da una hueva espantosa oír hablar de la guerra.

Que aborrecibles resultan los expertos y sabelotodo inherentes a todo tema de moda. Este día me he topado con varios co-nocedores capaces de disertar científicamente sobre misiles y bombas nucleares.


Me gustan los libros de TusQuets. Tal vez esa hermosa presentación en negro y las portadas casi siempre artísticas e ingeniosas han contribuido a mi especial gusto por los autores de su catálogo. Después de todo, la primera impresión cuenta mucho.

En contra parte, cada vez me gustan menos los libros de Alfaguara. Con su afán llamativo, han sido capaces de provocarme un empalague de melcocha.

Bukowski, Welsh y Burroughs, han provocado que el sello Anagrama me evoque necesariamente marginalidad anglosajona, hasta cuando se trata de Martin Amis.

Pocos conceptos han sido tan prostituidos y mal utilizados como Generación X-

- Las prostitutas y los mendigos son los seres más universales que ha parido la historia de la humanidad. Son los únicos que pueden presumir estar siempre al lado del camino “fumando el humo mientras todo pasa”.
-
No se si los expertos lo catalogan como un libro policíaco, pero Plata quema de Ricardo Piglia merece ser considerado un non plus ultra del género. Un auténtico no va más de la psicología criminal. Si diera clase en una escuela de criminología no dudaría en recomendarlo a mis alumnos.

Pocos autores infuyen tanto en mi estado de ánimo como Fernando Vallejo. Para las personas que me rodean, suele resultar nocivo que yo lea a ese irreverente colombiano.

Las feministas radicales podrían proponer que me quemaran en leña verde, pero yo he creado el término de literatura doñil para referirme a cierta clase de libros. Las máximas exponentes de la literatura doñil son Marcela Serrano e Isabel Allende. Ángeles Mastretta y Laura Esquivel son sus embajadoras en México. Su hogar natural es la vitrina de Sanborns.

"Que es Teresa? Es...los castaños en flor" de José Pierre es una de las mejores novelas eróticas que recuerdo haber leído en mi vida.

Cuando trabajaba en la Librería Castillo leí una antología de cuentos llamada Erótica femenina. Lógicamente, puros cuentos eróticos escritos por mujeres. Recuerdo con particular antojo el relato Las nalgas de Claudia, una deliciosa apología femenina de la sodomía.

Cuando tenía 13 años de edad empecé a escribir compusivamente cuentos pornográficos con vocación romántica. Estaban para morirse de risa.


Sobre las malas novelas

No existe un conjuro contra los libros malos. Tampoco contra los discos. Son riesgos que generan estas aficiones. Uno puede toparse siempre con un ejemplar prescindible. De repente, suelo obsesionarme con la idea de todo aquello que nunca conoceré. Las ciudades, los países y los paisajes por los que nunca podré caminar, simplemente porque hay más mundo que vida.
Con los libros me sucede lo mismo. A veces imagino todos los libros del mundo y me veo a mi mismo en el centro de algo que bien podría ser la Biblioteca de Alejandría. Aunque viviera 80 o 90 años y suponiendo que los dedicara de manera íntegra a leer (está bien que tengo el vicio de Alonso Quijano pero no llego a tanto), no alcanzaría a leer apenas un ínfimo porcentaje de los mismos.
Tendré que resignarme: moriré y en el Mundo quedarán miles de grandes libros que nunca leí y habré perdido largas horas de mi vida sumergido en páginas estériles y olvidables, que con gusto canjearía por una buena obra que se me escapó.
Alguna vez he deseado que todos los libros de mi biblioteca fueran libros excelentes, memorables, irrepetibles. Hay tantos libros buenos que no poseo, que me gustaría poder asegurar que al menos esos pocos que están en mi librero fueran todos im-prescindibles. Pero no es así La posibilidad de comprar y leer un libro malo le da sabor a este asunto.

Sobre los libros prescindibles

Pienso en lo que señala Bernardo Jauregui sobre el tiempo perdido en las novelas pasatiempo o como él mismo las llama, novelas- culpa.
No se si leer una mala novela me haya generado culpabilidad alguna vez. Tal vez, al igual que Jauregui, me genere coraje por el tiempo perdido, pero ni modo de empezar un proceso de des-lectura. Lo leído, leído está.
Creo que más que culpa, me generaría vergüenza si algún día se da el caso que me tome en serio un libro motivacional (su-poniendo que tuviera que leer uno por la fuerza)
Pero si un día leo una novela comercial, como he leído muchas, y resulta que me agrada mucho, pues que bueno. Bienvenido sea el gozo. Hedonista como soy, nunca he dicho que no al placer. Y la lectura es uno de mis actos más hedonistas. Jamás me forzaría a leer por simple masoquismo o por obligación un libro que me genere tedio. No pienso retacarme los siete tomos de En busca del tiempo perdido solo porque es una obra considerada “imprescindible”. No creo que la misión a priori de los libros sea dejarte algo o cambiar tu vida de una manera. Si lo hace, pues que bueno, pero si una novela, por comercial y chatarroza que sea, logró abstraerte y entretenerte en niveles aceptables, pues no queda más que darle las gracias.
De hecho, yo tiendo a rechazar los libros que tienen la intención de cambiar tu vida o de convencerte de algo. Un ejemplar chatarrozo de Paulo Cohello o Carlos Cuauhtémoc tiene la clara y firme intención de motivarte o hacerte reflexionar y eso para mi es motivo para otorgar un pasaporte a la basura.
Un libro policíaco o de aventuras no pretende otra cosa que entretenerte o mantenerte en suspenso, pero le vale madre si cambias tu vida. Con que pagues su precio en la librería se da por bien servido.
A menudo se considera a ciertos géneros o autores como “menores”. Sucede a menudo con el género policíaco. En el mundo de los teorréicos, nadie toma en serio a Agatha Cristhie, siendo que la doña, por comercial que sea, tiene su innegable maestría. Manuel Puig siempre fue considerado un escritor menor o chatarra, sobre todo si se le compara con compatriotas suyos como Borges o Bioy, pero quieran o no, sus obras tienen un valor.
En su momento, Juan Rulfo descalificó a la llamada “literatura de la onda” llamándolos payasos, pero es innegable que libros joséagustinianos como La tumba o Se está haciendo tarde marcaron un camino a seguir para nuevas generaciones.
Papillon, de Henry Charriere es un típico best seller de aventuras. Lo leí a los 14 años y hoy en día lo recuerdo como uno de los textos más emocionantes que he leído en mi vida y no lo cambiaría por ningún autor vanguardista o rebuscado.
Alguien, no me acuerdo si fue Javier Marías o Guillermo Cabrera Infante o ninguno de los dos, escribió hace poco un ensayo en defensa de los géneros “menores” reivindicando a autores que los “entendidos” en literatura han considerado chatarra comercial. Estoy de acuerdo con ellos.
Sí, creo que uno debe apostar a leer (y a escuchar) cosas complicadas de digerir. También una buena obra puede implicar cierto desafío, pero ese desafío no debe implicar jamás tedio o aburrimiento.
Hay paladares refinados. Sin duda un niño no goza de comer un queso azul y un vino Santa Rita y se pronunciará por unas papitas y un refresco de naranja. Pero disfrutar un buen queso azul o la carne tártara, no me impide gozar de unos buenos rufles de maquinita.
Con la literatura sucede lo mismo. Uno puede disfrutar honestamente a un Bernhard, Kafka o Mann y no por ello se privará de leer con gusto a un Paco Ignacio Taibo.
Leer es un placer y a menos que me paguen por ser crítico o maestro de literatura, no hay razón de forzarme a leer un libro por masoquismo. Esto es como coger. No hay que hacerlo nunca por “cumplir” o por batir un record olímpico. Hay que hacerlo por puro simple y llano gozo o auténtica calentura. Si no es así ¿pues que chiste tiene entonces?



Pasos de Gutenberg
Por su nombre
Álvaro Uribe
TusQuets Editores

Por Daniel Salinas Basave


Hay algo de obsesivo la pulcritud prosística de Álvaro Uribe. Da la impresión de ser un narrador que es capaz de pasar días puliendo al máximo el orden exacto de un párrafo.
En sus páginas, cada palabra parece estar en su sitio sin alternativa alguna de movimiento o modificación. Con tal grado de perfeccionismo, Uribe parece estar vacunado contra arrebatos de inspiración literaria. Su narrativa es absolutamente cerebral y da la impresión de no dejar un resquicio para la pasión en su actividad creadora
Licenciado en Filosofía por la UNAM y con una larga carrera en instituciones culturales de Gobierno, Uribe ha destacado antes que nada como ensayista y cuentista, siendo muy reciente su incursión a los terrenos novelísticos.
Su formación de filósofo queda en evidencia en Por su nombre, su más reciente novela. Pese a ser una obra ficción que en un acto de extrema simpleza puede ser catalogada como una historia de amor, la novela de Uribe tiene la estructura de un discurso filosófico.
Esto es palpable desde el primer párrafo de la obra, donde Uribe recurre a la tercera persona para presentar la que será su historia valiéndose de un método que tiene más sabor de tratado de lógica que de novela “romántica”.
Después, el autor le concede la voz a su personaje Manuel Artigas quien empieza narrar en retrospectiva su historia con Patricia, un amor de juventud que marca su existencia.
Artigas es un maduro profesor que huyendo de los tumultos que atiborran París para celebrar el falso milenio, decide pasar sus vacaciones en la costa de Jalisco en compañía de su novia francesa.
Radicado en Francia desde hace más de 20 años en donde trabaja como profesor de tiempo completo, una serie de circunstancias, acciones y omisiones, llevan a Artigas hacia los territorios del recuerdo y sin desearlo, pronuncia el nombre de su amor de juventud.
Empieza entonces el viaje retrospectivo narrado en primera persona que comienza en la década de los 60, cuando Artigas era un estudiante de Filosofía y Letras y Patricia una preparatoriana.
En el terreno anecdótico la historia podría resultar bastante ordinaria; dos jóvenes estudiantes que se conocen en un parque, un noviazgo estrechamente vigilado por una familia conservadora, un deseo siempre reprimido parecen lugares demasiado comunes. Lo que sí resulta fuera de serie es la forma en que Uribe narra una historia que podría ser ordinaria y que lleva al lector hacia planteamientos mucho más profundos.
La eterna historia de lo que pudo haber sido, la casualidad, el destino, la fatalidad, el arrepentimiento y esos millones de mínimas circunstancias caprichosas que son capaces de tejer una historia.
Esto por no hablar de la inigualable originalidad del autor para narrar episodios eróticos y bucear en la racional mente de su personaje.
Por su nombre es un producto atípico en la narrativa contemporánea mexicana. Un trabajo armado con la precisión de un relojero de oficio que pese a su aparente frialdad cerebral, fue capaz de entregar una historia fluida y hasta cautivadora.
La pregunta que cabe hacerse es: Con ese nivel de obsesiva racionalidad ¿A Uribe le divertirá el acto de escribir novelas?

Wednesday, March 19, 2003




Vomitorio antes de la guerra

En este día, en este preciso instante, podría atiborrar el blog del néctar más oscuro de mis sentimientos que amenaza con brotar como lava volcánica de las profundidades desconocidas de mi interior.
Hay veces que el odio y la absoluta tristeza se diluyen en un solo fluido. Es triste acordarse de la insignificancia, de la impotencia que uno puede sentir cuando es simple polvo en la noche de los tiempos.
Un pueblo entero será inmolado dentro de unas horas. Mujeres, niños y hombres que en el momento en que escribo esto están vivos, no lo estarán dentro de unos instantes. A una nación le hará falta mucho más que dignidad para no ser aplastada como una cucaracha.
Un criminal de guerra decidirá por nosotros, por todos nosotros, por millones de nosotros. Nosotros no contamos, no existimos, no somos nada.
¿Principios generales del derecho? ¿Diez mandamientos? ¿Orden internacional? A la mierda, a la puta mierda. La fuerza manda, la ambición manda, la avaricia manda, la más absoluta de las soberbias dictará que hacer.
“Me opongo, protestaré, me expresaré, escribiré”. “Muy bien, felicidades, puedes hacerlo, ahí está tu libertad de expresión”, me dirán, “pero digas lo que digas, hagas lo que hagas, serás una vaca mugiendo en el desierto. No importa si escuchan un millón o cien millones de mugidos”.
Hoy me quedó muy claro: En este mundo tu opinión es lo de menos. Alguien decidirá por ti y decidirá cuando y como destruye tu vida.
En el macrocosmos de la política mundial no somos nada. Pero no se preocupen, en el microcosmos de nuestra vida cotidiana tampoco. Hoy lo he vuelto a comprobar.
¿Que hago? ¿Salgo a la calle a gritar? ¿Rayo una pared? ¿Tomo un arma en mis manos? ¿Para que? ¿Para que chingados?
No, mejor sigo aquí, sentado en mi escritorio, cumpliendo con mi trabajo, esperando que depositen dinero en mi cuenta, aguardando el fin de semana para dormir, beber, divertirme y seguir por esta existencia procurándome las dosis de hedonismo que están en la medida de mis posibilidades. ¿Para que hacer otra cosa? Mejor aferrarse al principio del placer, del gozo fácil e inmediato. Total siempre habrá alguien que decida las catástrofes por mí y mi opinión, de todas formas, será lo de menos.
No escribiré más de la guerra, ni del odio. Basta ya. El ambiente ya está bastante contaminado para que aparte ponga yo de mi cosecha. Además ¿servirá de algo? Ni siquiera como desahogo es efectivo.

Sobre la influencia anímica de la arquitectura.

Leer la reflexión de Mónica Arreola respecto a la incapacidad de ciertas obras arquitectónicas de conjurar el dolor o brindar tranquilidad, me ha dejado pensando mucho. Cito textualmente sus palabras: “El dolor nunca es enlistado en el programa de actividades de un arquitecto. No se ha encontrado ‘el espacio’, en el cual podamos permanecer y olvidar el sufrimiento”.
Tal vez yo nunca me había puesto a reflexionar sobre lo mucho que un estilo arquitectónico o la distribución de un espacio puede influir en el estado de ánimo.
Arte al fin, la arquitectura debe tener un cordón umbilical conectado a las profundidades del subconsciente humano. La simple contemplación de la materia es capaz de transformar un estado interior.
Sin embargo, aquí mi duda es de carácter epistemológico: ¿Hasta que punto los sentimientos que evoca la materia obedecen a ideas preconcebidas? ¿O acaso existen formas, colores y estructuras que son capaces por si solos de provocar una reacción interior?
La contemplación de un fraccionamiento habitacional de varios centenares de casas en un área periférica de la ciudad desprovista de toda vegetación, me genera una profunda depresión.
Casas estrechas, de colores opacos y sin un mínimo destello de individualidad, me hacen pensar en las nuevas formas de es-clavitud. Inevitable evocar Brave New World.
Recuerdo una noche de mayo del 2001 cuando Carolina y yo llegamos a Barcelona. Nos hospedamos en una pensión paralela a La Rambla y decidimos salir a buscar el Barrio Gótico.
Sabíamos por referencias que estaba cerca de ahí, pero desconocíamos su ubicación exacta. Decidimos “perdernos” en las calles y caminar sin preguntar referencias. El cielo estaba nublado y las calles vacías. De pronto aparecieron ante nosotros las cúpulas, las gárgolas, las columnas y todo entonces se volvió lúgubre. Fue inevitable. En nuestro interior había un ánimo oscuro. Seguimos caminando entre estrechas callejuelas hasta llegar a estar frente a la Catedral.
Fue una visión impresionante. Es tal vez la ocasión en que me he sentido más sobrecogido por la visión de un edificio. ¿Porque evoqué historias de vampiros? ¿Porque nos cobijó un aura de misterio? ¿Fueron nuestras ideas preconcebidas sobre lo gótico? ¿O acaso hay una auténtica carga emocional en cada una de esas piedras? Son dudas, nada más que dudas.

Nunca encuentro lo que busco y lo que no busco, siempre me encuentra.

Más bien dicho nunca busco nada. Soy un centro delantero cáscara que nunca hace por ganar el balón. Me quedo en el área esperando un pase y cuando veo la bola, remato a gol.
Yo nunca soñé con trabajar en un periódico ni me esforcé en hacerlo. Cuando egresé de la Universidad solo quería viajar. Cuando acabé de viajar (o se me acabó el dinero para seguir viajando) me bastó desear trabajar en el Periódico El Norte para lograrlo. Sin cursos, solicitudes, exámenes, largas esperas, eliminatorias y de más. Simplemente quise entrar y entré. Miles de comunicólogos se rompían la madre por hacer lo mismo y yo, un abogado, ocupaba su lugar.
Tampoco soñé nunca con venir a vivir a Tijuana ni imaginé que mi destino sería trabajar en el nuevo periódico de una ciudad tan lejana.
Un día recibí una llamada en mi escritorio. “Vamos a abrir un periódico en Tijuana ¿Te gustaría trabajar con nosotros?” Y yo dije sí. Y aquí estoy. Tijuana me gusta y mucho. No busqué esta vida, no la soñé. Ella me buscó a mi y sin embargo puedo decir que soy bastante feliz.

Tampoco busqué amor

Cosas de la vida. Crecí atiborrado de compañeros burgueses que pensaron en el matrimonio desde que eran unos adolescentes. Procuraron ir a bailes, ligarse chicas y formalizar noviazgos. Por supuesto, celebraban San Valentín.
Yo nunca hice nada por ganarme el amor de nadie. De hecho soy bastante hostil con la gente. Jamás salí a algún lado con la intención de ligar y sin embargo casi nunca me faltó pareja en mi juventud y adolescencia. Casi siempre hubo novia o amiga en turno.
Aún así me veía a mi mismo en el futuro como un eterno solitario cuyas únicas relaciones interpersonales serían de mera sa-tisfacción sexual. La idea del matrimonio, como es concebida en nuestra clasemediera sociedad, me repugnaba de sobremanera.
Cosas de la vida, a los 24 años ya estaba yo felizmente casado con una mujer que es todo lo contrario a la chica casadera que va a la Universidad a buscar al padre de sus hijos. Ella, al igual que yo, tampoco soñaba con el matrimonio. Y sin buscarlo ni soñarlo la aleatoriedad nos cruzó de frente y nos abrió la puerta de una feliz convivencia y tras cuatro años de vida juntos, sostengo que es lo mejor que me pudo haber pasado en la vida y que ni buscando en cinco continentes a la esposa ideal, hubiera jamás en-contrado una persona así.

Tuesday, March 18, 2003


Notas breves

Hay tres entes en este mundo a los que siempre y en cualquier circunstancia les desearé la derrota: Estados Unidos, el PAN y los Rayados de Monterrey.

Pero ya no voy a pensar en Estados Unidos. Ya fue suficiente encabronamiento por hoy. Cambio de tema.

Sobre mi escritorio tengo una biografía de Kafka, en cuya portada aparece la fotografía del escritor. Hace rato, un compañero de trabajo me preguntó que si era el Terrible Morales.

Hace rato, el disco Engines of creation de Joe Satraiani me inspiró demencialmente. Lo mejor es que comulgó totalmente con mi labor periodística.

De cualquier manera, la neta del planeta es Rainbow con Dio en la voz. En un rato más haré mi primera escucha del día.

En el mundo tengo muy pocos, en realidad poquísimos seres queridos. En eso sí soy como un prototípico regio codo que ahorra hasta sus afectos. Pero eso sí, a esos pocos los quiero muchísimo.

Ayer conseguí por fin el número 50 de Letras Libres. Se había agotado muy pronto, al grado que primero compré el 51 sin poder encontrar el número anterior.
Enrique Krauze y Letras Libres me parecen productos colaboracionistas. Sin embargo, sigo comprando la revista. Es la única publicación de la que puedo presumir poseer todos los ejemplares. Es mi lastre.


El disco Horror Epics de Exploited se caracteriza por su buen bajo. Un bajeo muy traqueteante al inicio de las rolas, muy punketo. Me pasa Exploited. Me pasa ese tipo de punk rock atascadón. Ayer lo traje todo el día en el carro. Hoy también.

Hay blogs que checo diario, blogs que checo a menudo, blogs que checo de vez en cuando y algunos que he dejado de checar. Aún así, casi todos los días entro a alguno nuevo y algunas veces me llevo agradables sorpresas.

La primera vez que supe del lenguaje cibernético de los “ke” fue cuando me comuniqué en el mesanger con mi hermanita de 14 años. Yo, ilusamente, la corregí y le dije que se escribía “que”. Entonces me enteré que así escribe hoy en día la adolescencia en sus chats. De cualquier manera los blogs que utilizan el “ke” me generan ñáñaras. Como cuando alguien rasga un pizarrón con las uñas.

Los entendidos en literatura me han dicho que si quiero entender la narrativa contemporánea D-E-B-O de leer En busca del tiempo perdido de Marcel Proust.
Aquí en mi escritorio, frente a mi, estoy mirando la pasta negra de Por el camino de Swann que parece contemplarme con indolencia. “Durante mucho tiempo me he acostado temprano”, inicia Marcel yo siempre me acuesto temprano con Proust que es un buen conjuro contra el insomnio, pues debo confesar que nunca paso de unas cuantas páginas. Definitivamente, no entiendo la narrativa contemporánea.

En cambio, sí he leído de pe a pa y sin saltarme un solo párrafo El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha que es una obra divertidísima que te hace reír mucho más que tantos programas que se hacen pasar por cómicos.

Aquí en mi escritorio tengo algunos libros. Cuando tengo sobre dosis periodística tomo alguno y abro una página al azar. Aquí frente a mí tengo Lolita de Nabokov en una edición rosa, Grandes escritores rusos en edición de pasta dura de Océano, Guerrillas de Naipul en edición gabacha, Trópico de Cáncer de Henry Miller, Amsterdam de Mc Ewan, Dracula de de Stoker en ediciones de oferta de librería gabacha, El valle del Caos de Dürrenmatt, muchos cuadernos, revistas y cosas inutiles. También tengo muchas fotos de viajes.




Sobre mis sentimientos antiestadounidenses

¿Porque diablos albergo en mi interior tantos y tan francos sentimientos antiestadounidenses? No lo se. Yo creo que es algo genético, una vibra que va incrustada en mis endorfinas. Los gringos comunes y corrientes no me han hecho nada. Fuera de un par de revisiones secundarias en aeropuertos y cientos de horas hombre perdidas en la Línea, nunca me han hecho sufrir o pasar malos ratos. Sí, me desespera su congénita idiotez, su patética ignorancia en cuestiones de elemental geografía política, su falso puritanismo y su visión hollywoodesca de la vida, pero en el fondo, si ando de buen humor me dan risa. De otra forma me dan una enorme hueva. Al Juan Pueblo norteamericano no lo odio. El gringo se me hace, en los más de los casos, un ente baboso que se regodea chapoteando en la mieles de su estupidez. Los imagino bailotenado en la Revo, bebiendo margaritas adulteradas y enseñando nalgas celulíticas. Otros, los menos, son inteligentes, analíticos, y hasta críticos. Me caga que no les guste el futbol y que se claven en pasatiempos tan soporíferos. También me desagrada que sean tan fashion en lo que a música se refiere. Pero me caen bien. Tengo familiares que son ciudadanos de ese país y no hablan una sola palabra de español y los quiero sinceramente. También he tenido amigos ocasionales que me han hecho el gran paro en diversos viajes.
En algunas ocasiones me han invitado a dar pláticas sobre periodismo en Latinoamérica a las universidades de Pomona y a la Católica de San Diego y me han tratado de forma excelente. Los maestros que he conocido son capaces de sostener pláticas de lo más interesantes. Los alumnos, aunque genuinamente pasguatones, me dirigen preguntas que reflejan por lo menos atención. Me caen bien. Buen pedo los gringuitos. Después de todo me pasa Bukowski, Auster, Kerouac, Lovecraft y Allan Poe. También Morbid Angel, Pantera y Slayer son gabachos. Que decir de la Samuel Adams.
Desde niño cruzo con cierta frecuencia la frontera. Como todo prototípico regiomontano, fui muchas veces a Mc Allen, Laredo y la Isla del Padre. Como prototípico tijuanense, paseo con cierta periodicidad por rumbos sandieguinos y sudcalifornianos.
En 1989, a los 15 años, fui a vivir varios meses a un rancho cercano a For Collins Colorado. En 1996, a los 22 años, pasé más de siete meses viviendo con mis familiares que habitan en Groton Massachussets. He viajado mucho a lo largo de ese país. Conozco sus principales ciudades y me la paso muy bien cuando voy ahí. Nada mejor que beber una buena Samuel Adams con unos aros de cebolla al frente en un típico sportsbar donde recetan la jornada completa de la NFL.
¿Porque entonces soy tan antinorteamericano? ¿Porque no sentí compasión cuando se destruyeron las Torres Gemelas? ¿Porque deseo que Sadam les parta la madre? ¿Porque me siento tan solidario con Chirac y Francia? ¿Porque festejaría hasta reír si Bush corriera la suerte de Kennedy? ¿Porque disfruto que los parisinos traten tan mal a los turistas gringos? ¿Porque de niño deseaba sinceramente que Ivan Drago noqueara a Rocky? ¿Porque me da gusto escuchar los corridos donde se narran las hazañas de Pancho Villa en Columbus? ¿Porque? ¿Porque? Ya lo he dicho, no tengo nada contra los gringos, pero detesto haber nacido en la época en que su cerdo país tiene agarrado del culo al Mundo donde vivo.



Recuerdos washingtonianos

Frente a mi, tengo mi fotografía en la Casa Blanca. Fue tomada el 1 de abril de 2001, cuando todo era paz y buenos deseos en el Mundo. Estoy recargado en una reja negra. Tras de mí se ven los cerezos, los jardines y el hogar del creador y dador de guerra, luciendo petulante el brillo de su blancura inmaculada. Acudí a Washington DC invitado por la Embajada de Estados Unidos en un viaje en el que particiapamos seis periodistas de Baja California. En ese mismo viaje visité el Capitolio y el Pentágono. El acuerdo migratorio marchaba viento en popa. Nadie imaginaba lo que vendría. Caminé mucho por Washington. En las horas libres mandé al carajo a mis colegas (nunca me he llevado bien con los periodistas de la competencia, aunque tampoco con los de casa, en realidad, debo confesarlo, nunca me he llevado bien con los de mi misma especie) y caminé solo por las calles de Washington imaginando el rostro y las vibras de los malos espíritus que habitarían en las paredes de esos blancos edificios con ambiciones de emular un Partenón helénico y una Francia dieciochesca. ¿Que mierdas de planes bélicos se habrían cocinado tras esas paredes? ¿Que enfermos alucinajes imperialistas habrían sido paridos tras esos muros? De cualquier manera, jamás imaginé lo que pasaría cinco meses después.

Recuerdos de Nezayorkas

Y cinco meses después volvía yo a estar en las entrañas del monstruo, pero ahora en condiciones harto distintas. El 15 de sep-tiembre aterrizaba en New Jersey con la misión de cubrir las secuelas de la tragedia.
La gente lloraba y se abrazaba en el avión. El aeropuerto tenía el ambiente de una funeraria. Las paredes de la Gran Manzana estaban tapizadas de fotografías y números telefónicos. Las esquinas, los parques y los andenes del metro regados de flores.
Aunque soy sumamente insensible, el dolor de cierta gente, solo de cierta gente, me pudo. El domingo 23 de septiembre acudí a una oración masiva en el Yankee Stadium. A la entrada regalaban banderitas de los Estados Unidos. Yo iba como periodista y sin embargo sentí que no era correcto rechazarla. Es la única vez en mi vida que he portado conmigo una bandera de las barras y las estrellas. El evento fue repugnante, pletórico en God bless América y de más parafernalia patriotera y puritana. Ahí no sentí tristeza, sentí asco. Un evento mediático, controlado, inducido para hacer llorar a las “buenas conciencias” y motivarlos sentir rencor contra los malvados moros y todos aquellos masiosares del mundo exterior que albergan en sus cabezas sentimientos contrarios a la sacra misión de la tierra de la libertad.
La noche del 28 al 29 de septiembre, gracias al apoyo del grupo Topos México, pude ingresar al Ground 0 no como periodista, sino como rescatista. Fue una noche impactante. Pero ni aún caminando entre los escombros de las Torres Gemelas pude sentir compasión o solidaridad con los Estados Unidos. Me dolían las miles de víctimas, sobre todo aquellos empelados sin nombre que por ser indocumentados no tendrían derecho siquiera a una indemnización, pero ¿solidaridad con Estados Unidos? No, no he podido sentirla. Tienen lo que se merecen. Punto. Si has sembrado odio, odio cosecharás. Lástima por los inocentes pero en Casa Blanca habitan todo tipo de abortos, menos inocentes. De eso sí que podemos estar seguros.


Mis oscuros deseos

Me muero de ganas de poder ver algún día una revuelta masiva en los Estados Unidos. Una revolución sanguinaria que culmine en una carnicería de gringuitos. Nada me haría más feliz que ver a los gabachorrios matándose entre sí, usando toda su capacidad destructiva, su retórica petulante y su circo mediático para hacerse daño mutuamente.
Si pudiera pedir un deseo, desearía que de pronto, en una manifestación de cientos de miles de pacifistas frente a la Casa Blanca, cada uno de los participantes se inyectara de adrenalina, se contagiara del odio que invadió a las turbas parisinas de 1789 y se abalanzara sobre la Casa Blanca como si fuera la Bastilla.
¿Que harían los pobres guardias con su jeta de pambazo? ¿Dispararían contra la multitud para defender a su presidente?
Quisiera ver las turbas destruyendo los jardines de la Casa Blanca, derrumbando los cerezos, haciendo explotar cristales, linchando a batazos a congresistas republicanos, pidiendo a gritos la muerte de Bush.
Sí, una revuelta que se propagara al mismo tiempo en las principales ciudades, con barricadas, bombas molotov, linchamientos, incendios y sobre todo odio, mucho odio. ¿Que haría el “guardián” de la democracia en el mundo? ¿Como se sentiría con una rebelión estilo Latinoamérica en casa?
Lo más cercano a ello que yo he visto o fue el riot de LA en 1992.Yo quisiera ver eso, pero a décima potencia y no como un movimiento de odio racial. La guerra de secesión no tuvo las características de una revolución. Fue una guerra civil en todo el sentido de la palabra
Pero mi deseo es un imposible. Los estadounidenses están muy bien anestesiados. En el mejor de los casos son pacifistas, medianamente conscientes de la imperfección de su sistema, algunos son críticos, pero no hay auténticos rebeldes. ¿Se ima-ginan un grupo armado que llame a deponer al supremo gobierno? Sí, tienen sus terroristas y sus loquitos de esquina, pero las más de las veces son onanistas desquiciados o pasguatos de guerra que emprenden a plomazos en un Mc Donalds o en una escuela. Hasta ahí les llega el gas. Después de todo, son cortos de ideas. No se dan cuenta que el verdadero terrorista está en casa.

Monday, March 17, 2003

Una purga efectiva

“Y que Dios siga bendiciendo a América”. Con esas palabras terminó el bastardo su discurso y su ultimátum de 48 horas. ¿Cual Dios? ¿Cual América? ¿El Jehová que defiende un pueblo elegido y condena a otros a morir bajo sus bombas? ¿Cuál Dios hijo de puta?
Detesto muchas cosas de Estados Unidos, en realidad detesto casi todo de ese país, muy pocas cosas son las que podría rescatar de su cultura.
Pero si algo me hace vomitar es su “God bless América”. No lo puedo evitar. Me hace efecto de purga.


Los colores del Arco Iris

Me compré un disco más que apetecible de Rainbow. Justo lo que necesitaba para iniciar la semana. Precisamente hace poco me quejaba con los ciruelos de no haber encontrado nada de esta legendaria banda en Cd y justo en el 2003 se edita una antología de 28 canciones. Más que completa. Su nombre “Catch the Rainbow, The Anthology” Emblemáticas rolas como Man of the Silver Mountain, Tarot woman, Gates of Babylon o Kill the King han retumbado este día en mis oídos. Efectivamente, Rainbow es la fuente de néctar divino donde abrevaron tantas bandas, desde Stratovarius a Dream Theatre. Si algo critican al Nu metal los grandes profetas de este rucanrolero negocio, es su poco virtuosismo instrumental. Nada de solos. En cambio, Rainbow te deleita. En este momento escucho la versión en vivo de Mistreated que dura más de 13 minutos, de los cuales, más de la mitad se van en puro y exquisito guitarreo. Delicioso.
Y que decir de la voz. Bien dice Dio: Los cantantes deben cuidar y pulir su voz, educarla y mimarla y aquí las sagradas vo-cales de Dio suenan limpias, puras. ¿Quereís comprender el hard rock y el metal? Hay que ir a buscar la gran olla que brilla al final de este alucinante viaje por el Arco Iris.
LONG LIVE ROCK N´ROLL


Conciertos en puerta

Ya me anda por ir a una buena tocada metalera, pero lástima, el 2003 luce pobretón en conciertos. La única buena noticia es Motörhead el 24 de abril en Anaheim y el 25 en LA. Me la pone muy difícil para acudir, siendo días de entresemana, pero algo se puede hacer. Esa será la semana de mi cumpleaños y Motörhead sería una forma más que adecuada para celebrar.
Precisamente el día en que sumaré un año más a la cuenta, Sepultura estará tocando en Anaheim pero ¿quien quiere ver a Sepultura sin Max Cavalera y con su pinche cantante rasta?
El 8 de de abril Zack Wylde y su Black Label Society estarán en el 4 and B. Es el único concierto sandieguno en puerta. Chance y me lanzo, chance y no. Por otra parte, ya quedó confirmado el Ozzfest 2003- El 3 de julio será en Chula Vista. La mejor noticia de todas es que Cradle of Filth si cruzará el Atlántico para participar en el Festival. La peor es que el segundo en el cartel después de Mr Osbourne es Marilyn Manson. Txale, eso sí que es cagante. Acompaña como gran invitado Korn que más bien ni me va ni me viene y Disturbed que sin ser santo de mi devoción es de lo más rescatable que arroja el Nu Me-tal.
Claro, cuando abro las páginas de buenas bandas de metal, sus tours están repletos de fechas a Estocolmo, Gotenburgo, Oslo, Helsinky, Hamburgo, Berlín, Kracovia y la mayoría se permite incluir además dos o tres ciudades españolas en las giras. Otros incluyen ciudades sudamericanas y mexicanas. Europa mueve las melenas. Latinoamérica vibra aún por le metal. Pero los desabridos Estados Unidos son uno de los rincones más antimetaleros del mundo. Para ellos muy ahuevo existe el Nu metal. ¿Pero que se puede esperar de un mierdozo país que en sus tiendas de discos pone al metal revuelto con todo el rock pop y en cambio abre secciones especiales para el rap y la música electrónica? ¿Que se puede esperar del país de MTV?



Cuanto sin vernos

Tengo la sensación de que cuatro eternidades y 17 minutos han transcurrido desde la última vez que me interné en este alucinante kaleidoscopio cibernético.
No se porque razón no se me da el blogueo en casa. Será que rara vez enciendo la computadora por entretenimiento. La computadora está encendida solo cuando debo trabajar. La cuestión es que a veces me cuesta horrores decidirme a “laburar” o la inspiración periodística simplemente se muere. Es entonces cuando incurro en la práctica del blogueo. De cualquier manera, el lunes, al entrar a los diferentes blogs, tengo la sensación de encontrarme de nuevo con un buen amigo y al verlos en mi pantalla me sale un espontáneo y sincero, “que gusto verte”.
Dado que yo no conozco personalmente casi a ningún bloguita, para mi el Universo blog es como si se tratara de un gran personaje con múltiples personalidades. Un ser multifacético con estados de ánimo contrastantes, pero un solo ser al fin y al cabo.

Fin de semana Idus de Marzo

Mi fin de semana fue relativamente sano, aunque debo confesar que no respeté las estrictas barreras abstemias que yo mismo me había impuesto.
No me la pasé a fruta y agua como había prometido y más de una gota de alcohol entró en mi organismo, pero por fortuna no incurrí en los excesos acostumbrados. Eso ya es ventaja.
Además, no bebí como resultado de arrebatos compulsivos. Pero era un crimen no acompañar con vino blanco el salmón y los mejillones que cocinó Carolina la noche del viernes.
Un Santa Helena fue descorchado y después compartimos entre ambos cuatro latas de Heineken mientras escuchábamos Chavela Vargas.
El sábado sí que me pasé de sano. Más de lo que es políticamente correcto. Desayunamos huevo tibio y toronja. En lo que a mi respecta nada de café. No cruzamos la puerta de casa. Preferimos mirar llover sin mojarnos. Dormí un buen rato al medio día. A las 15:00 estaba más que listo para ver Tigres vs Atlante. Primer tiempo horrible. Pese a no tener a Chamagol en la cancha, los Potrancos nos iban ganando desde el minuto cinco. Segundo tiempo. Estábamos comiendo la segunda parte del salmón de la noche anterior pero ahora sin vino. Ochoa recuperó una pelota casi en la línea de meta, retrasó a Irenio, este de primera para Gaitán que bajó de pecho casi frente a la nariz del portero azulgrana y fusiló. Empate al fin. Todo hacía presagiar nuevos zarpazos felinos sobre la piel del potro, pero en eso ¡ZAS¡ la pantalla se apagó. Por un instante pensé que la luz se había ido, pero no. Se había ido solo el Canal 45. Maldije mil veces a todos los dioses del Olimpo y a los espíritus chocarreros que gobiernan el alma de las antenas de televisión. Privarme del juego de los Tigres es algo más que un escupitajo en mi cara, una tragedia que los no aficionados a este gran equipo no pueden dimensionar.
El canal jamás se compuso y mi resignación no fue fácil, pero tuve que asimilarlo. Finalmente, acabé siguiendo el juego por internet y por fortuna ganamos 2-1. De hecho dos minutos después de que se fue el canal, Hugo Sánchez (sí, hay un Hugo Sánchez en Tigres pero es defensa y tiene como 21 años) asestó el testarazo letal. 2-1 y yo respiré tranquilo al final.
Al atardecer, mientras llovía, Carolina y yo pasamos un buen rato jugando cartas sentados frente a la ventana mientras veíamos la tormenta. Nos pusimos música pachecoza y relajante. Primero el Siempre es hoy, luego el Lifeforms de Future Sound of London, luego el último de Björk y después el Kid A de Radiohead (no solo de metal vive el autor de este blog). Es justo en esos momentos cuando disfruto ese estilo de música. Por la noche, inicié la lectura de Los perros de Riga y sí, a veces tengo buen olfato para los libros. Llevo como 70 páginas y aunque es una novela fiel los cánones típicos de todo espécimen policíaco que se de a respetar, hasta ahora me ha agradado bastante. Después de todo, a mi me agrada lo policíaco.
El domingo fuimos a hacer algunas compras. Unos jeans y un sweter para Carolina y unos jeans para mi. Un disco de Piazolla en la Ciruela Eléctrica (no solo de rock viven los ciruelos) y posteriormente fuimos a comer a un resturante italiano ubicado en Revolución y Novena (Victorios, creo que se llama) Delicioso y muy económico. La cuenta es la mitad de la de Saverios, pero creo que lo supera en sabor. El lugar es sencillo, con sillas de oficina en las mesas y vino de la casa muy barato (aunque ahí sí falló la cosa, pero por una jarra de 70 pesos no me podía poner exigente) Berenjenas con queso y una deliciosa pizza con cangrejos y camarón. Se me hace agua la boca de recordar. Después compramos flores en la Calle Quinta, tulipnaes morados para la sala y olorosos azahares para la recamara. Por la noche, de regreso a casa, una película muy tonta (Casarse es-tá en griego) y entre sueños vimos La tarea en el Canal 22. Y esta fue la historia de nuestro delicioso fin semana en plenas Idus de Marzo, mientras el mundo está en píe de guerra. Pero ¿se supone que uno deba deprimirse? Si iba a ser el último día de nuestra vida, pues que bueno que lo vivimos tan deliciosamente.