Eterno Retorno

Friday, April 25, 2003


De la misma forma que no me gusta prejuiciar a un autor por su condición de hombre o mujer, tampoco me gusta clasificarlos por nacionalidad. Lo determinante en todo caso, es el idioma en que escriben. Del Kundera checo al Kundera francés hay un abismo. No se si algún día hubo un Conrad polaco o un Nabokov ruso. Pore ello a veces olvidó que el autor de Lolita y el de Humillados y ofendidos nacieron en el mismo país. Se imaginan si Dostoievski hubiera escrito en inglés? Hay algo del espíritu eslavo en Lolita?
Dos formas de ser ruso.

Todos los días se aprende algo nuevo- Uno supone que un escritor austriaco nació en Austria. Pero Thomas Bernhard nació en Holanda concretamente un 9 de febrero de 1931-

¿Influye demasiado el lugar exacto en que un creador sale del vientre de su madre? Julio Cortazar es un escritor argentino que nació en Bélgica y murió en Francia. Descansa junto a Carol en Montparnasse. Por si fuera poco, su novela cumbre se desarrolla en París.

Carlos Fuentes es un escritor mexicano que nació en Panamá, creció en Estados Unidos y Chile y siendo ya un veinteañero descubrió que el México del alemanismo era un manjar de posibilidades literarias. Su vida transcurre entre Londres y un sin fin de universidades gringas. Si se trata de hacer apuestas, apuesto que morirá fuera de México, aunque sin duda lo enterrarán con la típica pompa priista.

Borges es absolutamente universal pero no puede con su argentinez. A veces podría parecer un erudito británico. Su trabajo ensayístico es el de un Thomas de Quincey del Río de la Plata. No hay que olvidar que aprendió a leer en inglés y su primer lectura del Quijote fue en la lengua de Shakespeare. Pero por momentos, Borges ronda los linderos de lo gauchesco. Un osci-lar entre Hamlet y Martín Fierro.

Futbol de media semana

El domingo, como palabra o lugar común, va asociado a la retórica futbolera. Sin embargo, los mejores partidos suelen jugarse entre semana.

Nada como un buen Miércoles Europeo. Un oasis de arte y emoción en medio de la alta mar de entre semana. Un Miércoles Europeo siempre tiene algo de heroico. En el pasado había que desafiar escuela. Hoy en día trabajo. Abandonar, aulas, juntas, entrevistas, saberse escabullir del mundo responsable para penetrar en el universo de un juego mágico.

El pasado miércoles, luego de preguntarle de bocajarro a Santiago Creel si le gustaría ser Presidente de la República, me es-cabullí de la rueda de prensa en busca de la primera televisión disponible del Hotel Camino Real. El bar- tender papaba moscas cuando le exigí con inocultable prisa y angustia que pusiera el ESPN. “¿Pos que a poco hay juego?” contestó el pobre sumido en las tinieblas de la ignorancia futbolera de quien no sabe apreciar un Manchester vs Real Madrid (Eso sí, que no se juegue un Chivas vs América o un México vs Martinica porque el hombre estaría preparado con antelación y el bar estaría lleno a tope) Noches antes, había soñado que Manchester marcaba en los primeros minutos. Ronaldo me bajó de mi nube. Pero Van Nistelrooij devolvió las esperanzas en un momento clave. Al final del primer tiempo la Armada Roja bombardeaba el muro blanco. El segundo inició con diez rojos diablos martirizando con sus tridentes la meta de Casillas, pero en algún lugar de sus mulatas cabezas rapadas la Ro-Ro sacó el destello de genialidad que requería la falange madrilista. Roberto Carlos fue cuchillo en mantequilla en una inexistente defensa roja. La blanca cabeza rapada de Barthez se quedó desierta de ideas que permitieran frenar la caricia de Ronaldo. 1-2. Ahí se acabó el partido. Sí, es cierto, los minutos siguientes fueron entretenidos, verticales como pocos. Una orgía de futbol de vaivenes ofensivos. Pero el partido más emocionante del año requiere la tensión y por ende la emoción de saber que algo está en juego hasta el último minuto. Con el segundo gol madrilista el Teatro manchestariano de Old Trafford se quedó sin sueños. Lo demás fue historia. Un autogol con sello de colmo absoluto en el orgullo de un dream team, el tercer balazo de Ronaldo y luego el par de Beckham, con dedicatoria a Florentino Pérez y a Valdano (miren la clase de tiros libres que podrían llevarse al Paseo de la Castellana por solo 60 millones de dólares). El Diario Marca lo calificó como el juego del año y escuché a algunos decir que del Siglo. Sí, no todos los días saborea uno semejantes manjares de verticalidad y acertividad goleadora. Pero en todo el segundo tiempo desapareció el factor tensión. Tal vez eso mismo liberó a los jugadores, pero el aficionado no estuvo sentado al filo de la butaca hasta el minuto 90, pues media hora antes los franquistas ya estaban cómodamente instalados en semifinales. Otra cosa ocurrió con Milán vs Ajax, pero esa es otra historia.
Al final, ganaron los esbirros de Franco. Los émulos de la España fascista e inquisitorial. La Armada Invencible hundió a la Pérfida Albión. Los niños pijos de la Castellana volverán el último miércoles de mayo a la cuna de la Revolución Industrial y Joy Division a enfrentar seguramente a la bestia rojinegra del Milán, a ese monstruo maquiavélico que hace 14 años fuera su peor pesadilla. Por ahora, no queda más que disfrutar la sobre mesa del manjar.



PD: Cambiando de continente: ojo, mucho ojo con el Santos de Brasil. Una sinfonía de buen futbol alegrando las cacofónicas patadas de la Libertadores. Ese equipo puede dar de que hablar. El 4-4 con Nacional también fue de antología.

Thursday, April 24, 2003


Literatura doñil

Para completar lo discutido por Mayra Luna y por Lorena Mancilla sobre la bisexualidad de la literatura, me sumo a señalar que no me gusta clasificar o prejuiciarme por una obra tomando a priori el sexo de quien la hizo. Pero en muchos casos, sobre todo con las escritoras “consagradas”, es inevitable. Para ello retomo un comentario que creo ya haber hecho en este espacio sobre la existencia de un género denominado Literatura Doñil. No faltará quien me eche en cara una dosis de machismo en esta clasificación, pero el género doñil es perfectamente identificable. Su máxima sacerdotisa es Isabel Allende, escoltada por su paisana Marcela Serrano, por Laura Esquivel, Zoe Valdez, Ángeles Mastretta, y en un nivel aún más denigrante (es decir, un paso más abajo) Guadalupe Loaeza. Son peces en el agua chapotenado en las vitrinas de todos los Sanborns. De hecho las imagino comadreando una tarde en la Casa de los Azulejos. Sus temas, su ambientación y sus motivos e ideales literarios son odiosamente idénticos. Por ello admiro a las escritoras que rompen con todo vestigio de influencia doñil.
La antítesis más absoluta del concepto doñil, son los relatos de la Nana X. Es una de mis escritoras favoritas. En el taller de Ramírez Heredia conocí a una escritora llamada Cristina (no recuerdo su apellido) originaria de Obregón que escribió un cuento llamado Ad Livitum. Alternaba de forma más que inteligente expresiones en latín en medio del texto. Una gran pluma que no he vuelto a leer. Me gustaba Lucía Etxebarría como un desafío a lo doñil, pero estas dos escritoras la superan.



Camino por los siniestros pasillos del Palacio Municipal. Me entretengo en contemplar burócratas y meditar sobre sus vidas. El aire apesta a tedio, sopor y malas vibras. Dirección de Impuesto Predial. Escritorios de latón, sillas giratorias destartaladas. Papeles sepultados en polvo, computadoras de la Era Terciaria. Por momentos tengo iluminaciones. Destellos de absoluta claridad. ¿Que clase de dios mediocre y conformista pudo parir este mundo?


Escape a la Biblioteca Municipal Benito Juárez. Oasis en el desierto de la mañana. Las espaldas de un libro son invitaciones al más allá. Sugerencias de universos ocultos y conversaciones con el absoluto. Adán Buenosayres, El sudario de hierro, La casa pierde llaman mi atención. Abro al alzar Bestiario de Arreola. Leo El bisonte, Los sapos y El rinoceronte. Me dirijo a la mesa. El entorno empieza a desfigurarse. Apoyo mis brazos en la superficie, cual suculento lecho para recibir a mi cabeza. Mi rostro queda a milímetros de la cubierta. Un beso no dado, una caricia de aliento. Voy escapando súbitamente. Duermo. Duermo deliciosamente. Alquilo unos minutos fuera de este mundo. Despierto. El Universo no es el mismo.

Odio este sitio

La era del rumor. La era de la desconfianza. La era del miedo. La mala vibra y el desencanto se encarnan en el aire al sonar de teclas y teléfonos, entre corbatas-horca y calvas sudorosas. Una pirámide de desinformaciones creciendo en el altar mismo del templo de la información. Una barrera de oscura mierda se esparce en las pieles de quienes exigen y regalan claridad al Mundo. Todo esto me da un asco absoluto. Y ello, hay que decirlo sin tapujos, me hace sentir asco de mi mismo, pues yo soy parte íntegra de todo esto.
He aquí la mayor parodia de la pendejez clasemediera: Estamos condenados a luchar con uñas y dientes, como ratas de barco en un naufragio, por permanecer a como de lugar sobre una embarcación que odiamos con el alma. Criatura del señor, habrás de luchar por tu lugar en el Infierno. Ni siquiera la esclavitud es gratis. Aborrezco este sitio.


Llevo leídas 62 páginas de Donde no estén ustedes de Horacio Castallanos Moya. Me queda demasiado claro: Es de esas veces que puedo afirmar despojado de toda pretensión que estoy ante un gran escritor. Una pluma encabronadamente maliciosa. Un narrador simplemente chingón. Oscuro como el solo, profundo como un pantano de arenas movedizas. Luego de enmelcocharme con la Materia del deseo, vuelvo a sentir lo que se siente estar ante una obra tatuaje. Satanás bendiga estos ejemplares.

Por Daniel Salinas Basave

La materia del deseo
Edmundo Paz Soldán
Alfaguara

Se puede afirmar que un libro comienza a leerse desde su portada. Desconozco si las pretensiones del boliviano Edmundo Paz Soldán llegaron a tanto como para que fuera él mismo quien escogiera la fotografía que adornaría la cara de La materia del deseo, pero lo cierto es que esta novela, al igual que sucede con ciertos libros, engancha al futuro lector desde el escaparate mismo de la librería. Como un fugaz cruce de miradas de carro a carro o un furtivo ligue de barra fresa, La materia del deseo le apuesta a la atracción a primera vista.
Una rubiecita de ojos azules, un corto vestido color agua y unas piernas blancas diluidas en la magia de los territorios del fuera de foco, pueden cazar fácilmente a un buscador de novedades editoriales. Confieso que me fue mi caso. El título también resulta más que invitante. Pero al adentrarnos en la materia literaria de esta materia del deseo descubrimos que el romance con este libro está condenado a la superficialidad de un amorío de ocasión.
Edmundo Paz Soldán, joven escritor boliviano que es profesor en los Estados Unidos escribe, fílese usted que casualidad, sobre un joven boliviano que es profesor en Estados Unidos. En fin, nadie ha dicho que los delirios autobiográficos, tan celebrados últimamente por la crítica, sean un pecado y en todo caso esto es lo menos importante.
No hace falta avanzar demasiadas páginas para darnos cuenta que Paz Soldán se sumerge en recurrentes obsesiones latinoa-mericanas. El exilio, la traición, el triangulo amoroso. Frustrados sueños revolucionarios y cómoda rendición ante el orden establecido. Temas que Mario Benedetti ha explotado hasta la saciedad. Agréguese además la típica comparación entre Tercer y Primer Mundo. La caótica república sudamericana y la quietud de una universidad estadounidense.
El personaje de Paz Soldán, a quien es imposible no imaginarlo con el rostro del autor, es un profesor que decide dejar la uni-versidad estadounidense donde da clases para volver a su natal Bolivia. El profesor huye de su tórrido romance con su alumna Ashley y llega a Río Fugitivo buscando quitar las telarañas que cubren la historia de su padre, un guerrillero de los años setenta que murió asesinado por la dictadura.
Interpretando los símbolos de Berkeley, la novela que escribió el progenitor en su juventud, nuestro personaje empieza a des-entrañar una cadena de traiciones, mentiras e infidelidades. Al mismo tiempo se sumerge en recordar su idilio romántico con la alumna a la que el lector, irremediablemente, pondrá el rostro de la rubiecita de la portada, pues su descripción es más que exacta. Lástima que no se deje espacio al lector para explotar un poquito la imaginación.
La novela tiene sus puntos favorables. Es fluida, entretenida, casi ágil. Retrata con inteligencia las pasiones e ideales de dos épocas y dos culturas. Pero adolece de un exceso de de lugares comunes. Los pasajes de pretendido erotismo parecen salpi-cados de cierta melcocha rimbombante propia de una pluma políticamente correcta. Su alternancia de frases en inglés cuando se da voz a los personajes estadounidenses es para reírse, pues parece que es un mero efecto ambientalista ¿O pretende que una estudiante bostoniana habla en spanglish chicano? Su repentina transformación a novela de suspenso y su final propio de telenovela, dejan mucho que desear. Pero es una novela entretenida. Un Benedetti globalizado e integrado a la era del Internet. Un ligue de primera vista destinado a no ser un amor profundo. ¿Pero quien dice que lo superficial no divierte de vez en cuando?

Wednesday, April 23, 2003


Historia del cumpleaños

Virginia Woolf me dejó pensando: ¿Como recordar lo que hiciste en un día X en la vida? ¿Como reconstruirlo? Un día ocupa en algún momento la absoluta universalidad del presente y con extrema facilidad se vuelve olvido. Pero nuestra cultura de consumo nos ha enseñado a maximizar el día en que cumplimos 365 días más en este Mundo. E indagando un poco en mi mente, me doy cuenta que recuerdo lo que he hecho en casi todos los abriles 21 de la historia. No importa si fueron reventones memorables o días de extrema tranquilidad. Uno, quiera o no, tiene extrema conciencia de su cumpleaños.
Aquí una pequeña bitácora histórica-

21 abril 1988- Una tregua de felicidad en medio de una difícil primavera. 41 días antes había sido expulsado del Liceo Anglo Francés. Festejé en el patio de la casa en turno (en ese entonces ubicada en Avenida Vasconcelos) con los fresiamigochos de la escuela de donde recién me habían corrido. Ya era entonces un adolescente problema y nada me hacía parecer un prototípico catorceañero regio.


21 de abril de 1989- Cinco meses antes me había ido a radicar a la Gran Tenochtitlán con mi familia. La idea me era repugnante. Luego entonces, mi regalo fue poder ir a Monterrey a celebrar con los chicos fresas del Liceo. Por la mañana me hice el primer hoyo de arete de mi vida que causó un escándalo en la familia. Por la noche fiesta en el jardín de casa de mi abuelo. Mi amigo Jordi se agarró a putazos con el novio en turno de mi prima. El viaje tan solo sirvió para sumar más puntos negros en mi ya de por sí oscura reputación.

21 de abril de 1990- Un año después, ya era feliz en la Gran Tenochtitlán. Pasé el día con mi amigo Carlos Macías y por la noche una pedilla adolescente en casa de Gaby Menéndez que fue rematada con un delicioso churro a la madrugada


21 abril 1991- Primavera del amor la de 1991. Una semana antes había empezado de novio con Carime. El día anterior Eskorbuto en Tlalnepantla. Mi camiseta de Suicidal Tendencies quedó en girones luego de slam con Cerebros destruidos. Al otro día a comer huitlacoche y carne tártara al Tras Lomita de Cuajimalpa. Un cumpleaños feliz


21de abril 1992- Sex, drugs, rock and roll. El primer semestre del 92 ha sido la época más atascada de mi vida. Nunca antes ni después emulé tanto a Sid Vicios como en esos meses. Luego entonces mi fiesta debía ser un ritual de atasque. Trabajaba entonces en discos Zorba Interlomas (mi primer trabajo en nómina) Fiesta en mi casa de Lomas del Olivo con los compañebrios del trabajo. Acabé peleando con mi amigo Federico por una putilla intrascendente. Mucho alcohol, mucha mota, mucho metal, mucho sexo. Eso fueron mis dulces 18.


21 de abril 1993- Guerra fría y recesión en mi retorno a Monterrey. Mi propósito de quedarme en México a estudiar en la UNAM había fracasado por falta de fondos. Me resignaba a volver a una aburrida y provinciana regiolandia. Un cumpleaños austero e insustancial, sobrio como pocos. Nada para recordar. Un 0-0 total.

21 de abril 1994- Examen final de Procesal Civil. Una sobredósis de café negro y catovit me mantuvo sin pegar un ojo la noche anterior. Por la mañana me vino a visitar Patricia y por consiguiente recibí mis 20 con delicioso maratoncito sexual. Por la tarde al examen que pasé sin problemas.

21 de abril 1995- Tengo idea que por la mañana acompañé a mis padres a un Club Hípico donde bebí unas cervezas. Por la noche en la alberca de casa de Patricia. Bebidas preparadas del Chez, unos tenis nuevos y mucho calor.

21 de abril 1996- La última fiesta en grande. El día coincidió con mi último examen de la carrera. Una sana fiesta políticamente correcta en el Deportivo Cemex con todos los recién graduados abogangsters. Aunque usted no lo crea, en ese entonces era amigo de mis compañebrios de escuela (siete años después no se nada de sus vidas) Incumplí mi promesa de cortarme el pelo al terminar la carrera y recibí cantidad de regalos. Dulces recuerdos de un gran año.


21 de abril 1997- Otra vez de regreso en Monterrey tras una temporada en Nueva Inglaterra y un ya emblemático mochilazo a Europa. Por la madrugada un ritual baño en las aguas azufrosas de Icamole. Los místicos y aletórios meses en que mis días transcurrían a lado de Jopy y Del Bosque. Por la noche una sencilla fiesta en casa y el primer orgasmo después de un ayuno de meses.

21 de abril 1998- Tener dinero en la tarjeta y cero responsabilidades, puede derivar en un pandemonio de excesos. No fue el caso de de este sano cumpleaños en que todo quedó en una sencilla cena nocturna. Por lo demás, fue significativo por ser el último cumpleaños que pasaría en la casa de mis padres y en la ciudad que me vio nacer. Mi hermano me regaló la camisa del Boca.

21 de abril 1999- La Ciudad de la Luz iluminó mi cuarto de siglo. Carolina y yo aterrizamos en París en la mañana del 21 de abril. Dos días antes me había despedido para siempre de Monterrey. Tiempo de cambios y decisiones. La Torre Eifel marcaba una cuenta regresiva de 455 días para llegar al cambio de milenio. Por la noche al Barrio Latino. Mucho vino y queso brie. Primer cumpleaños a lado de Carolina que por cierto me regaló la camiseta del Arsenal.

21 de abril 2000- Escapamos en improvisado y matadísimo viaje a San Francisco. Todo sea por celebrar de forma original. Caldo de almejas, panes deliciosos y un hotel de chinos un tanto tenebroso. Paseo por el Castro y Golden Gate Park, un vestido chino para Carolina y un paseo en bote a Alcatraz. También, de pilón, un corte de pelo.

21 de abril 2001- Primer cumpleaños que celebré en Tijuana. Ese día amanecí en San Diego a donde acudí a participar como ponente en un panel sobre narcotráfico con huéspedes colombianos de lujo. De regreso a casa por la noche, un pozole y buenos tragos de Jack Daniels. Carolina me regaló la camisa de Lazio.

21 de abril 2002- Una carne asada en la playa en pleno medio día de domingo. Deliciosas Heineken y mucha arena en los píes. Carolina me regaló la camisa de Leeds United.

21 de abril 2003- La noche anterior como un borracho de cantina cantando Piporro y Chavela Vargas en casa de mis suegros en Rosarito. Pese a mi notorio estado, me empeñé en volver manejando a Tijuana en la madrugada (confieso que nunca antes había manejado tan hasta la madre) Por la mañana a desayunar caldo de pescado al Terrazas Vallarta. Nueva rocola. A nadie más que a mi se me ocurre amenizar una palapa marisquera con música de Black Sabbath y Scorpions. Tres coronitas fueron mi primera bebida de los 29.Por la tarde a la playa el Vigía. Friazo absoluto y perritos juguetones. Carolina me regaló la nueva camisa del mejor equipo del mundo: Tigres Vengan los 30, no le stengo miedo-




Tuesday, April 22, 2003

Días de guardar no son para mi, días de bloguear.

Cuatro días sin computadora, más de 96 horas fuera de la blogósfera. Me siento extraño.

El último de la década a cuestas. Un 21 de abril más que se tatúa en mi rostro y en mi cuerpo. He llegado a la edad que durante años señalé como la ideal para morir. Incluso proclamé más de una vez la lapidaria recomendación: Sucídate a los 29. Si no me viera al espejo, podría pensar que me siento como cuando despreciaba todo aquello que oliera a vida adulta. Lo sigo despreciando en realidad. Pero sigue habiendo libros nuevos para leer, ciudades desconocidas por visitar y una linda esposa a la que puedo besar cada noche. Luego entonces, tal vez la edad para morir se alargue un poco.