Eterno Retorno

Saturday, January 04, 2020

El 2020 irrumpió con un nuevo cachorro. Furtividad bajo palabra, el libro número catorce de la estirpe, ya ha llegado a casa (y a la librería El Día, por si alguien lo quiere pepenar). Me preguntarán ustedes ¿y qué lleva en las entrañas el recién zarpado barquito? Lleva trazos, retratos, perfiles y furtivas croniquitas en torno a creadores bajacalifornianos o norteños. Aquí encontrarás el romance de dos artistas visuales; el cuarto de juegos de un científico explorador del mundo nano; la historia de un librero legendario y los secretos de un moderno chamán. Para abrir boca te recibe en la primera página la historia de Rocío Hoffman y Manuel Lizárraga para después mirar a través del microscopio de Roberto Vázquez y viajar con don Alfonso López Camacho a la Barcelona anarquista del 36. Escucharás latir el nuevo corazón de Miguel Ruiz y seguiremos la huella de Nonaka en Tijuana y Ciudad Juárez (los cimientos y las primeras costuras del Samurái están aquí). Hay una sección dedicada a puros libros de compinches en donde leeremos sobre Graciela Rascón, Gerardo “Yadivio” Ortega, Joel Flores, Máster Nayar Luna, Vicente Alfonso, Luis Felipe Lomelí, Víctor Bancalari, Federico Guzmán, Liliana Blum, Jaime Muñoz Vargas, Toño Ramos Revillas, Lorena Durán, entre otros. También toparás con crónicas sobre la visita de Roberto Alifano a Tijuana y la genial representación de Diario de un loco de Mario Iván Martínez. Por supuesto, hay una sección de consejería para los secuaces que se inician en las artes narrativas con un par de anti-decálogos de escritura y cerramos el libro con obituarios dedicados a colegas que nos dejaron el pasado lustro como Pilar de Pina, la Señorita Supermán Swain, el Físico Cuéntico Nacho Padilla y el Detective Acuario Sergio González Rodríguez. Por supuesto, faltan muchísimos. Este libro es producto de un premio estatal en el género de periodismo cultural que gané en 2018 y se ajusta a los lineamientos de temporalidad y número de páginas que marcaba la convocatoria (no podía pasarme de 150 cuartillas). Vaya, son textos publicados principalmente entre 2016 y 2018 en medios como Laberinto de Milenio, Confabulario de El Universal, InfoBaja, Palabra, Espiral, San Diego Red y otros tantos. Si me diera a la tarea de compilar todas las crónicas y reseñas que he publicado en dos décadas, me salen unos siete libros de estos (no exagero). Por lo pronto, ya les avisaré cuando presentemos en sociedad a este nuevo cachorro y lo bauticemos en una pira de puro whisky malevo. Arrieros somos…

Thursday, January 02, 2020

La divina borrachera de los veinte

La divina borrachera de los veinte y su hedonismo ansioso. ¿De verdad fueron tan locos aquellos años? En Tijuana somos hijos de ese exabrupto, pues en la idílica década del Charleston y el Cabaret encarna nuestro mito fundacional. Nuestra Avenida Revolución, nuestra ensalada Caesars y el alma de nuestra noche eterna, son tan hijas de los veinte como la Bauhaus y el Art deco. La semilla de nuestra ciudad no se explicaría sin ese decenio. En los veinte nacieron mis abuelos (y acaso muchos de los abuelos de mi setentera generación). No deja de sorprenderme que se cumpla un siglo de la llegada al mundo de personas que fueron parte de mi camino de vida y en cierta forma me definieron. Desde el cómodo palco del historiador podemos delinear los parámetros de una época y sus contradicciones, pero no nos será dado vivir su espíritu, un Zeitgeist irrepetible y fugaz. Después de conocer el infierno de las trincheras y los gases, la humanidad intuía que el Apocalipsis podía estar a la vuelta de la esquina y la reacción natural fue dar rienda suelta al deseo y la experimentación artística. Cuatro macro imperios reducidos a ceniza y un mundo nuevo en ciernes. Europa despertaba de la pesadilla de la Gran Guerra y los mexicanos mirábamos con asombro el rastro del millón de muertos tributado por la tormenta revolucionaria. Por herencia nos quedaba la catarsis del caos, el idealismo y el exceso; Fitzgerald y su Gatsby; el orgasmo lingüístico de Joyce; Picasso, Dalí y el ojo del Perro Andaluz contemplando el acelere del primer gran reventón de la especulación capitalista. En la rabia y el desborde de los murales de Siqueiros y Rivera habita un hambre y un impulso que solo pueden surgir en un momento de fervor. De este lado del mundo teníamos ley seca y especulación bursátil de alto riesgo, mientras en el Berlín de Weimar la gente vendía sus cuerpos porque no había nada más para vender y el trauma del Tratado de Versalles se conjuraba en una dulce orgía cabaretera donde Nosferatu se hermanaba con las máquinas de Metrópolis mientras el tango porteño tomaba los salones de París y Gardel se jugaba entero por una cabeza que aflojó en la raya de Palermo pero bien pudo aflojar en el Hipódromo de Tijuana, donde también había desengaños y bocas de fuego. ¿Qué nos deparará nuestra nueva veintena? Parece ser que el “veinte” aún no nos cae en nuestro sectario y eternamente ofendido mundo donde la democracia liberal vive horas tan bajas; nuestro planetario ágora digital en donde los nuevos déspotas presidenciales desbarrancan economías en soliloquios tuiteros y surgen santos oficios listos para incinerar a los herejes que transgreden la biblia de lo políticamente correcto. La década loca murió el Martes Negro del 29 y fue inmolada poco después en la pesadilla nazi-fascista y el infierno del Gulag. ¿Y nosotros? ¿Hacia qué desbarrancadero viajarán ahora nuestros mil y un trenes del mame?

Wednesday, January 01, 2020

LOS VEINTE

Esa maestra de la vida llamada Doña Historia dice que en nuestro país las décadas de los veinte suelen ser de lo más intensas. Entre el 20 y el 30 suelen irrumpir radicales metamorfosis y al final del decenio ya nada es igual. Podríamos irnos lejos en la máquina del tiempo y narrar que 1520, Moctezuma - preso de Cortés- aún gobernaba el Imperio Azteca y Tenochtitlán estaba en pie. Nada de eso quedaba en 1530. Echémosle ahora un ojo a lo que sucedía hace exactamente 200 añitos. En enero de 1820 éramos un virreinato casi pacificado que obedecíamos al déspota absolutista Fernando VII. En diez años pasamos por la forzada restauración de la Constitución de Cádiz, la firma del acta de Independencia, la creación del malogrado Imperio Mexicano de Iturbide, la promulgación de una Constitución Federal implantada como zapato a la fuerza, la primera presidencia de la República, la pérdida de Centroamérica, la primera deuda externa, el intento de reconquista española, el primer fraude electoral con su respectivo motín y el primer golpe de estado que depuso a un presidente, todo esto de 1820 a 1829. Una década caótica y apasionante en donde se inauguraron muchos de nuestros lastres contemporáneos y que me inspiró a escribir Cartógrafos de Nostromo. ¿Y hace cien años dónde estábamos? Con una Constitución recién estrenada, Carranza intentaba operar la primera transición presidencial pacífica heredándole el poder a un civil, pero los generales sonorenses dijeron “nanany” en Agua Prieta y se despacharon a Venustiano en Tlaxcalantongo. En 1920 Pancho Villa entregó las armas y Álvaro Obregón se quedó con la presidencia. En el 20 arrancó un periodo de efervescencia artística, una volcánica erupción de creatividad. Los murales de Siqueiros, Rivera y Orozco tomaron por asalto los edificios y la gran cruzada cultural de Vasconcelos llevó los libros a los más refundidos rincones del país. No es exagerado afirmar que nuestra identidad cultural moderna se gestó en esa década. Después Calles intentó amaestrar la caótica economía y creó el Banco de México, despegó la industria manufacturera, el laicismo a rajatabla hizo estallar la Guerra Cristera y después Obregón se pasó por el arco del triunfo el principio de no reelección, se despachó a su compadre Panchito Serrano, pero luego en la Bombilla León Toral le firmó su última caricatura a puros plomazos. Para evitar el despertar de la fiera, Calles institucionalizó la Revolución en un partido de estado, instauró el Maximato e inauguró la dictadura perfecta en 1929. Y qué decir de los 20 en Baja California, nuestra década dorada de ley seca estadounidense, cuando Tijuana, como el París de Hemingway, era una fiesta que multiplicó por once su población en tan solo diez años. La Tijuana que no dormía regodeándose en su iluminada noche y también la Tijuana que vio nacer la escuela Miguel F. Martínez y el Centro Mutualista Zaragoza. Tijuana y los tijuanenses somos hijos de los veinte. Y ahora… ¿qué nos espera en nuestros nuevos 20? ¿Qué historias narraremos en 2029? Corren apuestas colegas.

Monday, December 30, 2019

Las infinitas posibilidades de un final abierto (cuidado, este capítulo contiene spoilers)

Si tú no estás ahí, de la banda española Barón Rojo, es una de las mejores baladas heavys de toda la historia. El ‘ultimo estribillo de la canción repite obsesivamente "no habraaaá finaaal”. Pues bien, ese “no habrá final” es aplicable a muchas de mis narraciones. Dice Horacio Quiroga que las primeras y las últimas tres líneas de tu cuento son las más importantes. Tengo mis dudas. No creo que sean necesariamente equiparables, o al menos no en mi forma de trabajar. Por lo que respecta al fraseo y la contundencia de las palabras doy más importancia al arranque. El primer párrafo es un trancazo seco y directo, al punto, pero en el final me permito una suave ráfaga de viento. La frase “y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido” de Joaquín Sabina podría ser aplicable a muchos de mis finales. Sí, lo admito: tengo una inocultable tendencia a los finales abiertos. Claro, hay excepciones, pero la mayoría de mis cuentos suelen acabar en puntos suspensivos. Si mi regla no escrita del arranque es que en el primer párrafo debe habitar el centro neurálgico del cuento, mi regla no escrita del cierre bien podría decir que el último párrafo debe invitar a un hipotético lector a que sea él quien escriba la secuela del relato. Muchos de mis relatos están diseñados para tener segunda parte. Dejo al personaje a la deriva, dejando que seas tú quién imagine que le va a pasar. Hay historias cuya razón de ser es desembocar en un final sorprendente, casi orgásmico. Pienso en el relato policiaco tradicional estilo Agatha Christie con su teoría de la habitación cerrada. Cada párrafo te va a acercando a la resolución de un misterio y solo hasta el final sabrás que el asesino es el mayordomo. Como yo suelo ir al grano desde el primer párrafo y en muchos casos empiezo por el final, la secuencia del relato solo pretende ir desentrañando las razones por las que llegamos a ese desenlace. Hago un resumen de mis finales y reparo en que casi nunca cierro el relato con candado. “Y una noche más caerá sobre el resto de mi vida, que seguirá como siguen algunas cosas absurdas” es el final de Saurio Sangrante, donde al final no sabemos si la pierna es finalmente cortada. Asumimos que sí, pero acaso algo pueda ocurrir camino al hospital. “Y sigues deshojando, una flor tras otra, sabiendo que en esta vida tan marra e hija de puta ya no te restan muchas cosas por hacer”, leemos al final de Corona de muerto en donde no sabemos si Acadio Borregastre será finalmente asesinado o si lo dejarán plantado, deshojando su propio arreglo fúnebre. Lo mismo pasa en Dispárenme como a Blancornelas cuya frase final es “pronto será noche cerrada en Tijuana”. Muy alta es la probabilidad de ser plantado por los sicarios que contrató para garantizarse una muerte heroica. “La única certidumbre que me queda en esta vida es la de poder reconocer a mi princesa persa entre un millón de seres humanos”, es el final de Ella es nabokoviana, donde el personaje se marcha al aeropuerto a bordo de su carcacha para esperar a Lila Azam sin saber si vendrá o lo dejará plantado. “Desde la gasolinera observan la camionetita hacerse sustancia de niebla y correr por la oscura avenida en viaje hacia el final de la noche, en donde quiera que ese improbable sitio se encuentre”, es el final de Entreveros de Rendichica. Cualquiera de estas historias admite perfectamente una segunda parte. “Su primera noche sin mañana ha caído sobre la frontera”, es el final de Juglar del Bordo, cuando Tello recoge del piso los ejemplares de la última edición de la historia del periódico El Bordo. Al final siempre hay un camino abierto y la aleatoriedad, el destino o esas deidades tan jijas de puta pueden hacer de las suyas.

Sunday, December 29, 2019

Esta selección libresca coordinada por mi tocayo Daniel de la Fuente, que año con año publica el periódico El Norte, se está convirtiendo en toda una tradición. Es una de las listas más democráticas e impredecibles de todas las que se publican en México y sé bien que si algo define a los votantes consultados por Daniel, es la diversidad de perfiles, su seriedad y su trayectoria. De ahí que los resultados suelan ser sorprendentes y rompan con el predecible cliché. Por ello me honra en verdad que el Samurái de la Gráflex aparezca en primer lugar de los libros de No Ficción publicados en México. Mi gratitud también con Martín Solares y Diego Enrique Osorno, que incluyeron al Samurái en sus selecciones personales publicadas en sus respectivas redes. Lo valoro especialmente, pues se bien que son lectores ocupados y exigentes. Por lo pronto, le traigo ganas a algunos de los libros incluidos a los que aún no he podido meter diente.