Eterno Retorno

Saturday, June 25, 2022

Disney Pistols...Hoy es el futuro

 


 

¿Me sorprende ver a Sex Pistols en Disney? No, en realidad no. En el fondo y en la superficie Sex Pistols nació como una irreverente caricatura prefabricada. Cierto, una caricatura desafiante, soez Y grosera, pero al final cuentas construida a priori con el fin de escandalizar. Malcolm McLaren concibió a Sex Pistols como después Luis del Llano concebiría a Timbiriche. Le salió chingona la caricatura, no digo que no, pero eso no le quita lo prefabricado. Vaya, Sid Vicious no era un músico sino un personaje para escandalizar en el escenario. El pobre Sid jamás aprendió a tocar el bajo e incluso se lo desenchufaban, pero los navajazos que se daba en el escenario y los escupitajos que arrojaba al público se traducían en un buen bonche de libras esterlinas. Vaya, hasta en su propio himno contracultural anarquista, los Pistols anticiparon su posteridad: “Your future dream is a scopping scheme”. Nada errados que andaban. En realidad los punks se han pasado la vida echándose en cara su mercantilismo y su falta de autenticidad.

“They got Burton suits, you think its funny, turning rebellion into money”, canta The Clash, advirtiendo desde 1977 que la rebelión se estaba convirtiendo en dinero. Pero muy poquito tiempo despues, llegó Crass a echarle en cara los Clash el haberse vendido al sistema: “CBS promote The Clash, But ain,t for revolution, its just for cash”. Los Crass se anticiparon a muchas de las causas y banderas en las que se envuelven los actuales wokes, pero esa es otra historia. El caso es que los punks siempre se están echando en cara su falta de honestidad ¿Hay acaso algún género musical que se autoflagele tanto? “Punks not dead, it just deserves to die when it becomes another state cartoon”, cantaban los Dead Kennedys hace más de tres décadas.

Al menos los Pistols nunca han pretendido ser otra cosa. En el verano de 1996, cuando se reunieron, tuvieron la brutal honestidad de llamarle a su gira The Filthy Lucrative Tour. Nunca mejor dicho: el puerco y lucrativo tour y ahí voy yo a ser parte del negocio. Yo estaba viviendo entonces en Massachusetts y me emocioné de poder ir a ver a los Pistols a Great Woods. Boleto caro, lugar bueno, neo punkies bien portaditos, cero drogas y chingazos. Eran los tiempos en que Green Day, Offspring y los felices punkitos simpáticos hacían de las suyas en el mercado. Nada que ver con los portazos demenciales y las redadas que viví en la tocada de La Polla en el LUCC o de Eskorbuto en Tlalnepantla cinco años antes o las madrizas salvajes en las tocadas de Massacre 68 y los rituales slameros de bajo presupuesto oyendo a Disolución Social con los mismos 15 cabrones borrachos de siempre bebiendo Carta Blanca caliente en bolsa de plástico.

No lo niego, disfruté la tocada de los Pistols, me prendí y cante a grito pelado “No Future for me”, contento de ser parte de esa lucrativa porquería con la certidumbre de que no faltó una sola rola del repertorio, pues basta una hora para que los Pistols canten todas las canciones que compusieron en toda su triste, efímera y lucrativa existencia. Aquella vez el Rotten salió vestido de Cachirulo y a mí me parecía ya el non plus ultra de la vejez, pero tenía tan solo 40 años, ocho menos de los que tengo yo ahora. En aquel 96 habían transcurrido solo 17 años de la muerte de Sid Vicious, pero este verano se cumplirán 26 años de aquella porquerioza y lucrativa reunión. Yo, a diferencia de Steve Jones, sí sigo escuchando punk, hard core, Oi hooligan y no creo que alguna vez vaya a dejar de hacerlo por anciano que sea (aunque siendo franco escucho muchísimo más Metal).

Creo que la banda más brutalmente honesta parida por esa cosa llamada punk ha sido Eskorbuto. Al menos nunca se envolvieron en banderas anarcas o libertarias ni pretendieron ser otra cosa que unos pobres tecatos nihilistas cuya más sincera recomendación es que te tiraras abajo de un tren.

En fin, creo que lo mejor de todo esto es que la próxima vez que vayamos a Disney, tal vez ya se haya inaugurado una nueva atracción, un ride consistente en recrear sobre un barquito la tocada del Jubileo de la reina navegando por el Támesis y al puro estilo de guardianes de la galaxia, unos polis británicos irrumpirán de repente y te agarrarán a macanazos mientras el barco empieza a moverse como montaña rusa a ritmo de God save the Queen, todo debidamente controlado eso sí.

Después, mientras paseas por Fantasy Land o Small Wolrd, te podrás encontrar a la botarga de Sid Vicious, jeringa en mano, dando tumbos entre los niños mientras apuñala a su novia. La selfie con la botarga te costará unos 25 dólares y habrá una larga fila alrededor del alegre Sid de peluche. Yo, por supuesto, sacaré boleto.

Friday, June 24, 2022

We saw dead restaurants

 


¿Cuánto hacía que no entrábamos a un bar de Sanborns? ¿20 años? ¿18 tal vez? Ayer se nos ocurrió ir y la sensación fue (digamos) extraña. Muy extraña. I see dead people, dice el pequeño Cole en Sexto Sentido. We saw dead restaurants, podríamos haber pronunciado anoche. Cuando éramos unos recién llegados a la ciudad, hace más de dos décadas, Carol y yo solíamos rolar de vez en cuando por el bar del Sanborns de la Ocho. Inolvidables los tarros fríos de porcelana blanca con dibujos azules, mismos que solíamos acompañar con banderitas tricolores de tequila, sangrita y limón. En cualquier caso, el detalle infaltable de ese bar (y de cualquier bar de Sanborns en realidad) era la presencia de algún crepuscular cantante interpretando rolitas de José José en su organito Yamaha. Pasara lo que pasara y fueran cuales fueran las circunstancias, la música de fondo tenía que ser del Príncipe de la Canción. Eso era invariable, como si José José fuera el único soundtrack posible para ese bar. Ayer, después de refinarnos unas tostadas y unos taquitos en La Corriente Cevichería, Carol y yo tuvimos un extraño arrebato de nostalgia y se nos ocurrió la improbable idea de pasar al bar de Sanborns.

Lo primero que nos extrañó al entrar, fue la desolación absoluta que reinaba en la tienda. Ni un alma en el área de revistas, ni siquiera un empleado. Nada, nadie. Solo el silencio. Dentro del bar únicamente una mesa estaba ocupada por tres hombres de avanzada edad. Incluso la barra estaba vacía y no parecía haber nadie atendiendo, pero aún en el abismal vacío algo se mantenía imperturbable, como las rocas ígneas a través de los milenios: ahí estaba un crepuscular y triste cantante interpretando, por supuesto y como no podía ser de otra forma, canciones de José José. Tal vez lo único que rompía con el estereotipo era la edad del cantante, en este caso un treintañero. Una sola mujer se repartía como cajera, mesera y cantinera entre el bar y el restaurante (en donde también había solo una mesa ocupada). Tardó un buen rato en atendernos. Pedimos nuestra tradicional bandera tequilera, pero a falta de sangrita nos pusieron clamato. El cantante no perdía el estilo. “Pido un aplauso para el amooor”. Recordé mis tiempos de estudiahambre de preparatoria, cuando mi amigo Salvador Adame y yo compartíamos los molletes y eternizábamos el refill del café en Sanborns Interlomas. “Es que la vida es asííí, o túúú o yooo”. La máquina del tiempo me llevó al Sanborns de la calle Morelos en Monterrey, donde a mediados de los noventa solía eternizarme leyendo revistas enteras que nunca compraba. Casi nunca consumíamos nada y sin embargo la sección de revistas del Sanborns de la Morelos era un punto infalible de encuentro antes de los celulares y el WhattsApp. Ahí recalaban los punks, los poetas, los teatreros, los gays.

En el Sanborns de la Ocho los muebles seguían siendo los mismos. Sillas de madera firme y cuero, servilletas con dibujitos rimbombantes. En cualquier caso muebles más cómodos que las sillas de tortura que tienen en La Justina o los banquitos de castigados de El Lunario. “El que quiere pretende olvidar y nunca llorar, nuuunca lloraaar”. El entusiasmo del émulo de José José no decaía, aunque su público estaba conformado por espectros.

De pronto empecé a pensar que el bar de Sanborns es tan descarada y radicalmente anti trendy, que podría acabar siendo trendy con un pequeño cambio de chip. No hay mezcales hípsters (no hay mezcal de ningún tipo en realidad), no hay tragos coquetos ni cervezas artesanales o vinos de nuestro valle. Solo hay un crepuscular intérprete de José José.

El espíritu de la época no perdona. El Sanborns de la Ocho ocupa un espacio envidiable de casi media manzana en uno de los puntos más concurridos de Tijuana. Tiene suficiente estacionamiento y su terraza frente a la Revolución es amplísima. Por espacio y ubicación es un lugar privilegiado y sin embargo está muriendo y creo que le queda muy poco tiempo de vida. Carlos Slim nunca juega a perder y aquí nos queda claro que está perdiendo.

¿Lo que envejece y no se renueva muere? Mentira. El Hussongs en Ensenada y el Dandy del Sur tienen el mismo mobiliario de hace un siglo, la misma ordinaria cerveza y sin embargo están y seguirán estando siempre a reventar.

Tacos Don Esteban tiene las mismas tristes mesas de lámina de 1965, su menú se limita a dos variedades de tacos y sin embargo nunca lo hemos visto vacío.

En 2009 el emblemático Caesars estaba muriendo e incluso habían sido ya desalojados por no pagar la renta, pero llegó Don Tana Plascencia, lo rescató, le dio nueva vida con su aire antiguo y si hoy vas al Caesars un sábado por la tarde, tardarás más de una hora en poder entrar, pues siempre está a full.

Sanborns, en cambio, con su gran ubicación y su espacio, ya no atrae ni a las moscas y está condenado a muerte. Es el anti Zeitgeist absoluto. Anoche no había ni siquiera un triste ocioso hojeando revistas. Ni siquiera la clásica pareja furtiva de amantes oficinescos, romances Godínez de subdirector, subgenrente o subcualquiercosa con la secretaria o la asistente que se ponen románticos y querendones con Gavilán o paloma. Nada, nadie. Fuerte era el silencio cuando se acababa cada canción.

La única mesera-cajera-cantinera tardó más de media hora en traernos la cuenta. El cantante seguía en lo suyo sin perder el estilo. Los fantasmas empolvados aplaudían desde algún universo paralelo.



Wednesday, June 22, 2022

¿Celebra usted la derrota magonista? ¿Conmemora usted, alcaldesa morenista, la victoria de un ejército porfiriano?

 


La Sexta es la calle donde arde y ha ardido la noche tijuanense. Ahí están el Dandy del Sur, el Tropics, la Estrella, la Ciruela Eléctrica y ahí estuvo la mítica primera sucursal de la Librería El Día. El nombre oficial de la Sexta, por cierto, es Ricardo Flores Magón. También se llama Flores Magón la Plaza de la Libertad de Expresión en Bulevar Kino. Lo fascinante es que en nuestra linda Tijuana hay también una calle llamada Defensores de Baja California mientras que nuestro parque más tradicional se llama Teniente Guerrero y cada año celebramos el 22 de junio como una fecha heroica frente a un monumento donde yacen los restos de los combatientes que rechazaron la invasión promovida  (fíjese usted nada más) precisamente por los señores Flores Magón. En nuestra polarizada historia de buenos y malos (hoy más polarizada que nunca por la narrativa oficial), Tijuana puede presumir estarle rindiendo homenaje, al mismo tiempo, a su invasor y a sus defensores, algo muy poco común en nuestro país. Algo que adquiere particular relevancia en este 2022, Año oficial de Flores Magón. Vaya, toda la documentación e iconografía oficial del Gobierno Federal trae la imagen del anarquista oaxaqueño. Por si fuera poco, el nombre de su periódico histórico, Regeneración, fue retomado por el órgano oficial de difusión morenista y yéndonos más lejos, no es casualidad que la palabra Regeneración forma parte de las siglas del partido en el poder. Conclusión: Flores Magón es un pilar fundamental en al actual narrativa oficialista y sin embargo hoy en Tijuana, como cada 22 de junio,  el Ayuntamiento honra con fanfarrias y ceremonia oficial a los militares que derrotaron a un movimiento magonista.

Si yo siguiera siendo reportero en activo, iría hoy a la ceremonia oficial frente al Monumento a los Defensores de Baja California y le preguntaría a la alcaldesa Monserrat Caballero:  ¿Celebra usted la derrota magonista? ¿Conmemora usted, alcaldesa morenista,  la victoria de un ejército porfiriano? ¿Tendría una mínima idea Monserrat de lo que le estoy hablando? No creo.  Cierto, el 22 de junio de 1911 Porfirio Díaz tenía 26 días de haber renunciado a la presidencia, pero en México gobernaba el interino Francisco León de la Barra, porfirista de cepa y el ejército era la misma tropa que defendió a don Porfirio. 

El monumento en donde cada 22 de junio se celebran honores militares fue construido a iniciativa de la profesora Josefina Rendón Parra y la Asociación de Descendientes de los Defensores de Baja California y ahí están enterrados cuatro civiles y dos militares que fueron parte de esa gesta. Se trata de “un Monumento que conmemora la expulsión del movimiento magonista y del filibusterismo, la protección a la soberanía nacional. Siendo un altar a la defensa de la Península de Baja California”, se expresó en la exposición de motivos de su edificación.

Es cierto que entre los atacantes había muchos estadounidenses, de la misma forma que había europeos y por supuesto, muchos mexicanos. Había anarquistas de la organización Workers of the World, socialistas estadounidenses como John R.  Mosby o Simon Berthold, algunos aventureros que llegaron con una mano adelante y otra atrás y oportunistas de toda especie (hasta mi querido Jack London apoyaba a la distancia). Aunque los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón tuvieron mucho que ver en su gestación, tampoco es acertado estereotiparlo como un movimiento única y estrictamente  magonista, pues hubo otras corrientes involucradas y algunos de los participantes eran o acabaron siendo maderistas declarados. Por supuesto, no es descartable que en un río tan revuelto haya habido algunos pescadores que deseaban obtener ganancias personales y el anarquismo libertario que pretendía emancipar a los trabajadores y abolir el gobierno, haya degenerado en el filibusterismo vil de Louis James. En teoría, un auténtico movimiento anarquista ortodoxo discípulo de Bakunin repudiaría la idea de una anexión imperialista. Pero ya sabemos que la bandera de la libertad ha sido tradicionalmente utilizada por muchos oportunistas.

Ya se ha derramado muchísima tinta y saliva sobre los polémicos acontecimientos de 1911. Sin duda los expertos como Samaniego o Gabriel Trujillo tienen mucho más para explicar.

El libro de la historia de lo que pudo haber sido tiene infinitas páginas. Hay quien cree que la rebelión de 1911 pudo representar la creación de la República de Baja California. Hay también quien sostiene que en aquella primavera se pudo definir la transformación de Baja California en una estrella más entre las barras rojas estadounidenses y que si actualmente el Estado 29 es parte del territorio mexicano y no de Estados Unidos, es gracias a los mártires encabezados por Celso Vega. Al final, la historia dice que el 22 de junio los invasores fueron derrotados y expulsados de la región para pasar a la posteridad como filibusteros, mientras los defensores de Baja California entraban por la puerta grande a la inmortalidad, si bien el reconocimiento a su valor quedó limitado al ámbito regional bajacaliforniano, pues la “historia de bronce”, siempre tan centralista, les ha negado un sitio en el pandemonio de los “héroes” de la nación.

Pd- Tengo serias dudas en torno a si el libertario y siempre indómito Ricardo Flores Magón se sentiría identificado con el estilo personal de gobernar del actual presidente.

Tuesday, June 21, 2022

...mientras la insomne madrugada delira como un tecolote en llamas.

 


 

El canijo verano irrumpió como si tal cosa (como perrucho Guarumo por su casa) e impúdico desparramó su primer atardecer en el día más largo del año. A partir de hoy y hasta el cumpleaños de Carol (con la respectiva coronación del Sol Invicto) cada día será un instante más corto, pero nadie pensará en eso mientras ardan las hogueras de San Juan y Julio irrumpa con cuchillo desenvainado y alas de lumbre. Pinta para bravo este veranito y el agua tampoco sobra por estos rumbos. Por lo que a la primavera respecta solo puedo decirles que me zarandeó bien y bonito. Estuve mucho  más ocupado en los últimos tres meses de lo que estuve en los últimos tres años. Muchísimo trabajo,  aunque no precisamente literario. Muchísima escritura por supuesto (después de todo, no sé hacer otra puta cosa en este mundo) pero no precisamente de cuentos o ensayos. “They call me the working man. I guess that's what I am”, mandan decir mis canadian compitas de Rush y sí, eso es lo que he sido, pero cuando de talachar se trata me sé poner las pilas,  me lo tomo bastante en serio y nunca te dejo abajo con un encargo. Tecleo tan veloz como cuando era reportero y las ideas corren como un hámster en su rueda.

Detalle pintoresco de junio ¿Se han dado cuenta de la abundancia de girasoles? ¿De lo brillante de su amarillo y lo baratos que están en las florerías? Ignoro en qué mes pinto Van Gogh los suyos, pero sospecho que era junio porque la girasoliza anda en plan impresionista por estos días. Leo Tristes sombres, mi red duermevelera arroja sueños premonitorios y aún con todas las dosis de apolíneos deberes, me doy tiempo para desparramar un poco de dionisiaca escritura a mano en un nuevo cuaderno muy coqueto que tiene cara de Biblia mientras la insomne madrugada delira como un tecolote en llamas.



Monday, June 20, 2022

La Tumba de las Luciérnagas es una de las películas más tristes que he visto en la vida

 


 

Mi hermano Adrián me lo había advertido: La Tumba de las Luciérnagas es una de las películas más tristes que he visto en la vida. Cuesta trabajo creer que pueda caber tanta melancolía que en dibujos animados, pero vaya que cabe. Ayer fuimos a verla a la Cineteca. Vaya película. Nada que ver con los argumentos y tramas de Disney y Pixar. El horror de la guerra en el Japón de 1945 bajo las bombas y dos hermanos huérfanos tratando de sobrevivir en medio de la más absoluta carencia. Seita, el adolescente, lucha desesperadamente por mantener con vida a su pequeña hermanita Setsuko. La música elegida por Studio Ghibli te toca el alma en lo profundo. El detalle chusco de la función fue que en el momento más dramático de la película, la pantalla simplemente se congeló como cuando a los Cácaros de antaño se les enredaba la cinta. Retrocedieron unos minutos y volvió a congelarse en la misma escena como si quisiera conjurar el inminente llanto de la concurrencia. Quitando esas pequeñas fallas, qué gran idea del Cecut la de instaurar los sábados de manga clásico.

En fin, si ayer les hablaba del efecto que me produjo la muerte de Hamnet, la de la pequeña Setsuko es en verdad desoladora. Para rematar la jornada, nada mejor que una cena japonesa.