Eterno Retorno

Friday, April 16, 2004

Sospecho que el taquero que atiende el puesto de Birria “El Jefe”, ubicado en Guaycura y Cucapah, es la reencarnación de un gnomo demoníaco. ¿La reencarnación? No, viéndolo bien es un auténtico gnomo que atiborra de cebolla morada los suculentos tacos mañaneros


Carolina me ha comprado un regalo de cumpleaños. Bueno, más bien dicho son dos regalos de cumpleaños, envueltos en papel plateado. Ambos paquetes pesan mucho y yo me siento como un niño impaciente que no puede esperar un minuto más a la llegada del momento mágico en que uno empieza a romper el papel.

Thursday, April 15, 2004

Historias que de repente se me ha ocurrido escribir y nunca escribo. Historias que se niegan a transformarse en tinta.

Hay una mujer. Se llama Alexis Civilyan, pelo casi a rape, facciones demacradas. Un adolescente de 16 años, (debe tener un nombre horriblemente ordinario, imagino) rostro cacarizo, inocultable expresión de puñeto. Una chica, rayando en los 17, (¿se debe llamar Shirley?) émula fracasada de Britney Spears, ataviada de falsa cachondería. Los tres beben en la terraza de una marisquería en la Calle del Anzuelo en Puerto Nuevo una tarde de lluvia. A unas cuantas mesas de ellos un viejo murmura en silencio frases de odio. Son cuatro monólogos y acaso se agregue un quinto, que es el del propietario del restaurante.


Tiene 18 años. Se llama Alana. Está tendida sobre su cama (la litera de abajo por cierto) del minúsculo cuarto que ocupa en apartamento minúsculo en algún Infonavit de la Zona Este. Cae la noche. En ese momento, es la inauguración formal del supermercado donde a partir del siguiente día comenzará a trabajar como cajera. Ella, por supuesto, no está invitada. En la inauguración están el todo poderoso dueño del supermercado, acompañado del alcalde, y el obispo y el tope de lo tope y el todo de lo todo, los pavos que regodean sus plumas en lo más alto y que nunca después volverán a pararse en ese supermercado periférico destinado a un mercado proletario.


Un hombre muerto, que en vida fue un hippie integrante de los Dead Heads llega a Tijuana a ver su hijo, llamado Govinda, herencia inocultable de su afición hessiana. El hombre muerto camina por el canal empedrado del Río Tijuana. Sólo los tecatos pueden verlo. Su hijo es la más perfecta representación de un esclavo corporativo clasemierdero. El viejo un fantasma que retuerce sus greñas que ni muertas dejan de crecer.

En la calle deambula un niño calvo. Aclaro, no es un niño rapado a causa de piojos y liendres; es un niño calvo, rostro enfermizo, verdoso, mirada huraña, evasiva. Es de noche, siempre es de noche. El Centro está desolado, desde hace mucho está en completo abandono. Los enfermos se amontonan frente a una puerta de hierro pintada ¿de púrpura? Esperan su dosis. Desde adentro el Abad acecha.


Cuando la mujer que será asesinada esa noche despierta, el hombre que va a asesinarla aún duerme o mejor dicho, apenas se ha quedado dormido. Él hombre anda, en sus propias palabras, amanecido. La mujer, sea el día de su muerte o cualquier otro, se habría de cualquier manera levantado a las 8:00 de la mañana. Si bien su naturaleza es noctámbula, ha asimilado bien las obligaciones que le impone su nuevo empleo, aunque no puede evitar concederse trece minutos de modorra antes de tomar fuerzas de quien sabe donde para entrar a bañarse. El hombre empieza a caer en un sueño profundo y ya ni siquiera puede sentir el hormigueo en los brazos y pecho, tan propio de sus amaneceres, siempre antecedidos por veladas de Chivas y coca.



Esta ya la empecé a escribir y dice así: - Todo fue culpa del olor a gasolina. ¿Sabes? He escuchado por ahí que es afrodisíaco-
La madre mira al vacío y arrojando babas le devuelve algo parecido al inicio de una carcajada.
Ferdinand ríe nervioso, presa de ese dulce cosquilleo que lo invade cada vez que hace una confesión impúdica a su progenitora.
Los ojos enrojecidos de la señora Helena Coss, viuda de Zuazua, miran hacia la ventana y se pierden en la inmensidad del Pacífico. Ferdinand sigue riendo, tratando de recordar si la historia de los poderes afrodisíacos del olor a gasolina la inventó él mismo en medio de un ocioso desvarío o la leyó en uno de los píes de página de su libro de litografías de Tom of Finland. En realidad poco le importa conocer el origen de esa hipótesis. Después de todo, piensa Ferdinand, algo de afrodisíaco debe tener esa peste a combustible que lo ha acompañado a lo largo de toda su vida.


Camino de la sede de la PGJE en Sánchez Taboada hasta la Jurisdicción Sanitaria, justo frente a La Ocho. Caminando por la Calle Décima, mirando antiquísimas casas móviles de madera, inciertos tendajos, hogares de abuelita que apestan a flores y nostalgia, talleres, tecuruchos y una que otra ruina en abandono, mientras mi cabeza se va desparramando ideas como revoloteantes demonios desangrándose a mi alrededor. Ideas, ideas, ideas, alucinajes, locuras y la certeza de haber llegado a una suerte de Aleph que se desmorona como un polvorón apenas intento transformarlo en tinta.



De los niños nada se sabe
Simona Vinci
Anagrama

Por Daniel Salinas Basave

Tal vez parezca una frivolidad, pero hay lecturas que hacen una perfecta combinación con la estación del año en que son leídas.
Como si la voz del libro fuera surgiendo en simétrica armonía con el entorno ambiental en que es leído.
Hoy que la primavera parece haberse tomado tan serio su arribo y las flores amarillas se han apoderado de todo el entorno de la carretera de Tijuana a Rosarito, me encuentro con un libro que de pronto me parece parte de ese paisaje.
“De los niños nada se sabe”, es la primera obra de la joven escritora italiana Simona Vinci y cada página parece tener el olor de hierba nueva.
Y no, no hay que mal interpretar la comparación con la primavera con un sinónimo de cursilería o novela rosa.
Al contrario, estamos ante una novela que pese a estar envuelta en una prosa suave, fina, que a cada momento desemboca en lo poético, es bastante fuerte.
Vaya, es una de esas novelas que bien puede escandalizar a las “buenas conciencias” sin necesidad de vestirse de negro. También es una novela profundamente dolorosa.
Desde la primera frase, la narradora revela su obsesión por la creación de atmósferas: “Son las seis de la tarde y la luz es la que corresponde a la de las seis de una tarde de finales de verano: cálida y amarilla, apenas teñida de rosa a lo lejos, en el campo”.
Girasoles, cielos azules, pájaros y atardeceres son el entorno en que la autora coloca a sus personajes, niños en los albores de la adolescencia o recién entrados en ella.
Aunque no son personajes reales, Simona aclara que se inspiró en los muchos jovencitos que veía correr por la campiña del poblado de Granaloro, camino a su natal Bolonia.
A las afueras del poblado, junto a un edificio de la periferia, una niña de diez años llamada Martina y sus amigos un poco mayores Matteo, Luka y Mirko descubren el mundo y sus cuerpos.
Si bien la autora jamás traiciona su apuesta por el lenguaje poético, el néctar del libro está en el hecho de que la historia está contada siempre desde el punto de vista de los adolescentes.
Los adultos están ahí, es cierto, pero jamás dejan de ser unos lejanos y acaso estorbosos satélites que nunca accederán a comprender los misterios del intrincado universo que se desarrolla ante ellos.
Y aunque el lenguaje que utiliza en su narración en tercera persona no es propio de un chico en la pubertad, lo cierto es que el lector de inmediato comienza a mirar con los ojos de los adolescentes, nunca de los adultos.
Habrá quien la pueda catalogar como una novela erótica y sí, hay en todo momento un erotismo al principio imperceptible, oculto, que apenas se anuncia.
Pero la gran diferencia con un clásico de la sexualidad adolescente, como es por ejemplo “Lolita”, en la novela de Vinci no hay espacio para el deseo adulto. De una u otra forma, todo es nuevo y viene acompañada de esa dosis extrema de fascinación, miedo y dolor que produce todo revelación.
Historia de pequeños y grandes descubrimientos, de mínimas transgresiones que suponen el paso de umbral, de precoces fantasías, de una inocencia que parece irse derritiendo en los atardeceres que a cada momento nos describe Simona. Todo ello, inevitablemente, me huele a primavera.

Wednesday, April 14, 2004

Uno de mis sueños recurrentes, es que soy un reo y me fugo de una prisión. Dentro de mi sueño, hay un éxtasis incomparable, absoluto, placentero, al momento en que voy corriendo tratando de alcanzar la salida, saltar una barda, burlar a un centinela. A veces despierto sobresaltado antes de conseguir mi objetivo, pero en aquellas ocasiones en que el sueño se completa y logro mi objetivo, hay un sentimiento pleno de realización. Otras veces, sueño que he cometido un homicidio o un gran robo y que debo escapar de la ciudad a bordo de una avioneta que me llevará al extranjero. Vaya sentimiento de plenitud el que experimento cuando la aeronave se eleva por los aires. Tal vez estos sueños se repitan más de lo que yo mismo creo, pues ahora mismo tengo la impresión de que en la historia real de mi vida existen historias de fugas. ¿Me he fugado alguna vez y ya no lo recuerdo? ¿O es acaso que paso mi existencia fugándome de mi mismo?

Las flores amarillas se han decididio a invadir Tijuana. Han hecho suyas las colinas, praderas, camellones. Nunca antes en cinco años de exilio bajacaliforniano había visto a esta tierra tomarse tan en serio la Primavera.


De los niños nada se sabe (Dei bambini non si sa niente) me demuestra una vez más que hay cierto olfato bibliófilo que se agudiza en Primavera. Luego de un periodo de desencuentros, me he vuelto a topar con libros que casi, pero casi, amenazan con ser inolvidables. A Simona Vinci le perdono que abuse de metáforas en apariencia innecesarias. Esta historia me está gustando. Me ha hecho trepar a una máquina del tiempo (y justo ahora que traigo una vibra que se pasa de nostálgica) ¿Qué hacía yo los 12 años? ¿En qué carajos estaba pensando? Son las seis de la tarde y la luz es la que corresponde a la de las seis de una tarde de finales de verano. ..


Leo en el blog de Latiuchis una anécdota sobre una presencia inquietante en su habitación, cierto fantasma que evoca a un anciano vecino recién muerto. Me llama la atención su reacción: “Me puse en oración” e inevitablemente he sentido nostalgia de la fe. A veces me gustaría tener un dios, creer en algo. Desamparado ontológicamente en un cosmos gobernado por las leyes del caos, el hombre recurre a la oración. Es una de las reacciones más humanas. Hasta los más encarnizados ateos tenemos esa tendencia involuntaria. ¿Qué es la oración? Invocar el auxilio de lo absoluto, de lo divino, de un defensor del más allá. Y sí, también los ateos sentimos de vez en cuando, presencias oscuras o como diría el Fuentes gótico, una inquieta compañía.


La caída del Real Madrid es el desplome del hipercapitalismo del deporte frente al espíritu combativo del Osasuna. Hay quien dice que los genios del balón son los únicos poseedores de las llaves capaces de abrir los cercos ultradefensivos de los sistemas. Pero resulta que los emporios capitalistas como los pijos de la Castellana han decidido que el dinero asesine el espíritu del deporte y compre a esos genios y figuras capaces de atiborrar de copas orejonas las ya de por si atiborradas salas de aburridos trofeos. Pues bien, Javier Aguirre demostró que once hombres bien ordenados por un sistema pueden eclipsar una constelación de nombres. El futbol es de humanos, no de robots. Aguirre sabía bien que la constelación de figuras galácticas, humana al fin, regresaba del Principado de Mónaco con tremendo latigazo en la moral. Y una moral baja y herida camia todo. Saques de banda largos, pelotazos al área, centros a la olla, Casillas nervioso, Beckhamm impotente, Valdo inspirado. 0-3 mis compas. Con que le pagan a Ronlado pagarían toda la nómina de Osasuna toda. Por fortuna en el futbol no está todo escrito.

Tuesday, April 13, 2004

No hace falta estudiar comunicación

En febrero de 1993, mi primo Héctor y yo empezamos a hacer nuestros pininos en la radio. Ninguna experiencia previa, ninguna mínima clasecita de introducción a la teoría de la radio y la comunicación. Nada. Así como vas. Dos mocosos, de 16 y 18 años respectivamente, se iniciaron como conductores de programas de radio. Y creo que no lo hicimos nada mal los más de tres años que duramos ahí. Vaya, al menos teníamos bastante audiencia y dentro de nuestra absoluta falta de profesionalismo, éramos originales. Sin duda la envidia de miles de aspirantes a comunicólogos que mientras presentaban su examen de taller de radio, se preguntaban ¿Y por qué tú y yo no? Así es la vida. ¿Por qué? Hablar frente a un micrófono y entenderte a señas con un operador no tiene nada de difícil y cualquiera que tenga un poco de fluidez en el habla y una dosis de seguridad en si mismo, puede hacerlo. ¿Por qué nosotros? Como todo en la vida, un poquito de suerte, un empujoncito por acá, estar en el lugar adecuado y ya. Así es casi todo en esta vida.


Burgués: El reporteo, gráfico o escrito, es el néctar mismo del periodismo. El ejercicio más puro, más absoluto de la actividad periodística, es el de un reportero que como cazador, busca esa información oculta en tinieblas o aguarda el instante de esa fotografía precisa, irrepetible, única. Eso es ser periodista. El periodismo, como la prostitución, se aprende en la calle. Lo demás, casi siempre, es burocracia, talacha de oficinista, simple paquetería.



Para seguir echándole leñita al fuego...

¿Escritores profesionales? ¿Periodistas profesionales?

Ja, ja , ja. No me hagan reír. A diferencia de quienes se dedican profesionalmente a las ciencias exactas o al desarrollo de alguna disciplina anatómica, las actividades propias de toda facultad de Humanidades no ofrecen graves retos al practicante. Digo, una cosa es el profesionalismo de un músico de conservatorio, de un cirujano, de una bailarina de ballet, de un ingeniero físico- matemático de la Nasa, pero cuando entramos al terreno de los profesionales de las “humanidades”, la cosa empieza a perder seriedad.
Yo me dedico profesionalmente al periodismo. Llevo más de 10 años de dedicarme a esta actividad, pero seamos realistas: Cualquier tipo con un poco de imaginación, creatividad y ganas, puede elaborar un buen reportaje (y la ventaja de un amateur es que no tiene un castrante, aberrante y anti-idiomático manual de estilo que respetar)
Para dedicarte al periodismo no necesitas haber ido a la Universidad o tener fundamentos sobre la teoría de la comunicación. Yo mismo jamás estudié ni me pasó por la cabeza estudiar comunicación.
Sí, digamos que necesitas una pequeña dosis de cultura general, de imaginación, de malicia e iniciativa y ya. La realidad es que cualquiera puede hacer un buen reportaje si se lo propone.
Mis ventajas como profesional del asunto no son que yo puedo y los otros no o que yo se lo que otros no saben. En realidad cualquiera puede. Digamos que al ser profesional te haces un poco más canchero, como sucede con toda aquella actividad que repites una y otra vez hasta hacerlo casi en automático. Además, tienes los contactos, la directriz adecuada, las mañas y los trucos. También tienes el engañoso empujoncito de que te respalda la trayectoria, tus reconocimientos y sobre todo el tiraje o audiencia de tu medio. Fuera de esas pequeñas dificultades que pudiera enfrentar un periodista amateur, lo cierto es que a cualquier persona medianamente inteligente le concedo la capacidad de llevar a cabo una labor periodística.

¿Literatos profesionales? ...Pffff, no me hagan mear de la risa.

Exactamente lo mismo sucede con la literatura- ¿Qué significa ser escritor profesional? Significa ser un tipo que gana unos cuantos centavos por lo que escribe. Y al igual que sucede con el periodismo, creo que cualquier tipo con una inteligencia regularcita puede escribir un cuento o un relato. En realidad basta que no seas analfabeto, que sepas como se escriben las letras, que entiendas el significado de las palabras y listo. Lo demás viene por añadidura.
Carajo, si es de los ejercicios más comunes de la primaria: Escribe una historia. Todo mundo hemos escrito alguna. Un escritor profesional no posee ningún saber ni técnica extraña, ajena e incomprensible para el común de los mortales. Simplemente trata de acomodar palabras para narrar cosas o evocar imágenes. Sí, unas creaciones pueden ser peores que otras, pero creo que cualquier persona con un IQ normal que se lo proponga puede escribir algo. ¿Quién es un escritor profesional? Un tipo que las más de las veces se dio a la tarea de “vender” su propia figura, de crear una imagen de escritor, de labrarse una carrera en los medios adecuados, de tratar y alabar (y felar) a las personas que podrían ayudarlo y listo. Asunto arreglado.
Al igual que el profesional del periodismo, se vale de su conocimiento del medio, de los trucos, de sus contactos y de lo canchero que se vuelve uno cuando desempeña una actividad durante muchas horas al día (y en este mundo uno sólo dedica muchas horas a aquellas actividades que reportan ganancias) Fuera de eso, nada hace diferente al escritor profesional del escritor aficionado. Es más, a menos que seas una rockstar tipo Vargas Llosa o Fuentes, la vida de un escritor profesional es bastante aburrida y sosa. Mírenlos, échenle un ojo al menú de escritores de la blogósfera: La mayoría dan clases en alguna institución académica (las más de las veces una universidad pública que les paga un sueldo de hambre), mendigan de alguna beca, trabajan de prostitutos en alguna institución cultural del gobierno y ahí se la llevan. Deben acudir periódicamente a lecturas, ferias de libro y fungir como presentadores de otras obras igualmente aburridas e intrascendentes escritas por sus socios culturales. A dichos eventos acudirán puros seres tan aburridos, trepadores y prostitutos como ellos. Jamás habrá público que acuda de manera espontánea o por genuino interés (el interés más auténtico, en el mejor de los casos, es mendigar un poco de vino) Cito una sabia frase de Bernardo Jauregui: “Los lectores de libros publicados con fondos estatales son otros proyectos de escritores que esperan su turno para publicar en esas mismas editoriales. Los lectores de escritores son otros escritores. Esa condición no es propia de otros oficios. ¿Se puede imaginar una sociedad en la que los únicos pacientes de los médicos sean estudiantes de medicina?” Sin embargo, a los escritores “profesionales” marca Conaculta, les fascina seguir siendo emperadores en ese microcosmos. ¿El blog? No, es como si su mecenas cultural les dijera “Vámonos tesoro, no te juntes con esa chisma”. Pues da la casualidad que muchos de esos seres quedan en horrible evidencia cuando entran a una cancha igualitaria y comunista como es el blog. Porque resulta que hay mil tipejos sin bases de géneros y teorías literarias, que en su vida han ido a una lectura o presentación de libro y que sin complicarse mucho la vida, escriben mejor que los maniquíes de la literatura, porque resulta que escribir es bien facilito. El blog expone a los escritores, los pone en evidencia, les demuestra que un cascarero de barrio que trabaja como albañil puede driblar a un futbolista mediocre que cobra una nómina en un club profesional.
Por eso rehuyen el blog. El blog los desnuda, los desarma, los deja desamparados en medio de un planeta hostil de analfabetos que son capaces de escribir mejor que ellos. El calabozo del papel es ante todo un seguro de vida para ellos. Aunque nadie se tome la molestia de leer su libro (si acaso lo medio hojean sus compadres hipócritas que deben decir frases rimbombantes en la presentación a cambio de beber vino corriente) la existencia de ese montón de hojas los justifica. ¿Miedo al plagio? Ja, ja, ja. El plagio es una de las formas más acabadas de homenaje a las que puede aspirar un creador y me parece que muchos de ellos rogarían al cielo que alguien se tome la molestia de homenajearlos.

Monday, April 12, 2004

Langosta

No recuerdo si cumplía siete u ocho años de edad, lo que significa que no recuerdo si fue en 1981 u 82. Lo que es un hecho es que ocurrió en Mazatlán, necesariamente el día 21 de abril, cuando se me metió en la cabeza celebrar un año más de vida probando la langosta. Digamos que yo había escuchado que la langosta era un plato suculento y no resistía las ganas de develar el misterio.
Y se me hizo probar la langosta. Me acuerdo que me resultó complicado comerla, e inhábil como soy para toda cuestión de coordinación manual, es de suponer que debí ser auxiliado en la labor por mis padres. De esos dos viajes a Mazatlán que hice en la infancia me quedan una buena cantidad de recuerdos. Ayer sólo me vino a la memoria la langosta.


Un fría noche de diciembre de 1986, estando de visita en casa de la familia Davy en Nueva Inglaterra, fuimos invitados al puerto pesquero de Kittery en el Estado de Maine a probar la suculenta langosta que pescan por esos litorales el platillo más célebre de la entidad (De hecho cuando escucho la palabra Maine, inevitablemente pienso en una roja langosta gigante) Tal vez porque mi paladar de doce años de edad estaba más educado, pero el hecho es que el platillo resultó más suculento aún y aseguré que de existir el cielo, en el se debe comer langosta.

Mito del Eterno Retorno: Diez años después, un día de diciembre de 1996, terminaba mi estancia de seis meses en la casa de la familia Davy y dado que ellos recordaban el gran placer con que disfruté la langosta diez años atrás, volvieron a llevarme a Maine para despedirme. Para chuparme los dedos. Mi paladar con 22 años de edad y un buen kilometraje gastronómico recorrido sintió que nunca le había sabido tan deliciosa la carne de este crustáceo.

Ayer Domingo de Pascua, teníamos la firme intención de ir a comer al Costeau, restaurante francés de Rosarito, pero decidimos seguir por la carretera e ir hasta Puerto Nuevo en donde comimos rechonchas langostas bajacalifornianas acompañadas de su respectiva dotación de frijoles, arroz y sus tortillas de harina tamaño disco (he pensado en exportar la receta a Maine) Acompañados por una botella de vino rosado y la panorámica de un Pacífico calmo nos dimos a la tarea de extraer hasta el último reducto de carne de la concha de los infortunados crustáceos. Una rica comida.

Dado que la langosta ha estado presente en importantes festejos de mi existencia, he pensado que bien valdría la pena festejar el próximo 21 de abril con un buen banquete en Puerto Nuevo y cubrir una langosta con 30 velitas.