Caminar ciudades es uno de esos placeres por los que la vida merece la pena ser vivida. Durante nuestros mochileros años trotamundos, Carolina y yo pateamos asfalto y consumimos suelas en infinitas calles y avenidas. El primer impulso al llegar a un nuevo lugar es caminarlo. Nada de tours guiados ni autobuses. La vocación es caminar y perderse. Aquí estamos en La Rambla catalana en la primavera de 2001. Bonitos ayeres.
Nos duele saber que caminar centros urbanos es hoy en día una actividad de altísimo riesgo. Resulta que los adoradores de un dios celoso e iracundo así lo han decidido. Si caminas por un malecón o un andador peatonal corres riesgo de ser arrollado por los apóstoles del pensamiento único.
Pero quién nos manda a nosotros, perorará el coro chairo. Somos culpables de no temer y respetar a la deidad de esa “hermosa religión de paz y amor” que es el Islam. Somos culpables de ser occidentales, librepensadores y atrevernos a disfrutar de la vida. Culpables de creer en la perniciosa igualdad de género y en los valores de la democracia. Culpables de existir y ser el objeto del rencor de unos mártires monoteístas que quieren imponer a chaleco su visión del mundo. Y claro (peroran los mismos que defienden a Maduro como un demócrata víctima del imperialismo) nosotros somos culpables de no ser empáticos con los “pobrecitos terroristas”, tan nobles ellos. Esos lindos muchachos oprimidos tienen la comprensible reacción natural de atropellar gente inocente porque han sido víctimas del colonialismo, la economía neoliberal y todas esas cosas tan feas derivadas de la infinita crueldad de nuestra occidental estirpe.
Ya en serio: a veces pierdo las esperanzas y la rabia acaba acuchillada por la desolación. Charlotsville, Barcelona, los casi mil asesinatos cometidos en Tijuana en lo que va de 2017 (algunos de ellos en las cercanías de nuestra casa). Hoy no veo demasiada luz al final del túnel. Mundo de mierda, mundo de hoy.
PD- Por favor nunca olviden que los KKK de Charlotsville y los terroristas de ISIS son devotos creyentes, adoradores de un dios monoteísta, de ese cruel tirano del antiguo testamento que mata primogénitos, derriba murallas y ahoga pueblos enteros. A ese ser de siniestra fábula es al que aman, temen e invocan a cada instante. Ni modo: así suelen ser los corderos de dios.
Por favor me avisan el día que un ateo cometa un atentado en nombre de la razón, la ciencia o el librepensamiento. Voy a estar esperando.