¿Nos caerá el 22? Corren apuestas
El 2021 fue una secuela mediocre del 20, una patética versión light del
Apocalipsis del año anterior. La última columna del año pasado en este mismo
espacio se tituló Nunca nos cayó el 20. Pues
bien, hoy podemos afirmar que tampoco nos cayó el 21. Releo lo que
escribí hace exactamente 365 días : “Existe el natural deseo de dejar atrás, de atravesar una línea este 31 de
diciembre y sentir que comenzamos de nuevo, comer doce uvas y rogar porque el
21 no venga con un cuchillo desenvainado. La realidad es que los primeros meses
del 2021 serán casi idénticos a este momento. Acaso los vientos secos sean
sustituidos por lluvias, pero los pésames y los obituarios seguirán siendo
nuestro ritual de lo habitual. Acaso entrando a la primavera llegue el momento
en que la vacuna pueda ir inmunizando gradualmente a un núcleo poblacional
considerable y poco a poco los hospitales dejarán de estar saturados”. La realidad es que el espíritu del 20 fue omnipresente durante todo
el 21, no solo los primeros meses. La ansiada liberación total jamás llegó y la
sombra de la enfermedad se mantuvo como una lapa terca. Cierto, nos vacunamos y
eso nos fue generando un poco de confianza, pero al final de cuentas celebramos
Navidad con miedo y cubrebocas por la irrupción de la variante Ómicron, que
irrumpió en la nueva temporada como esos monstruos de película chafa capaces de
revivir cuando ya los han matado mil veces. Cierto, atrás ha quedado el terror
y la oscura incertidumbre que nos envolvían en abril y mayo del 2020, cuando
yacíamos paralizados, encerrados a piedra y lodo, haciendo solo salidas
indispensables envueltos en “trajes de astronauta”, esterilizando cada objeto traído
del exterior y sintiendo que la enfermedad cabalgaba como jinete apocalíptico
por la esquina de nuestra casa. Cierto, en el 21 nos relajamos e íbamos y
veníamos portando sin mucha convicción un cubrebocas cada vez más percudido y
paseado, pero jamás llegamos a sentirnos del todo libres. Cierto, nos fuimos de
vacaciones, los espectáculos públicos volvieron, las finales del futbol en
diciembre se celebraron con estadios llenos, pero la incomodidad y el miedo no acaban de
exiliarse. Nuestro hijo Iker pasó los doce meses del 21 tomando clases virtuales,
yo multipliqué hasta el hartazgo mis actividades en zoom y solo tuve un único
evento libresco presencial en todo el año, mismo que celebré con boca y nariz
rigurosamente cubiertas. Me siento afortunado y agradecido pues llegamos al
final del año con salud y estabilidad económica. Todos en mi familia estamos
vacunados con una doble dosis de Pfizer y esperamos concretar el refuerzo antes
de un mes. Estar sano y no haber caído en bancarrota ya son dos triunfos dignos
de celebración y reseña, pero siendo brutalmente honesto el 21 no me gustó. En
un ejercicio de autocrítica,
puedo decir que en lo profesional ha sido mi año más flojo en muchísimo tiempo.
Mi único pez en la red es la nueva edición mexicana de Juglares
del Bordo a cargo de Nitro Press, que en verdad ha quedado linda y
hay un sui generis proyecto en puerta que e esperamos concretar la próxima
primavera. Termino el año con la sensación de que el 21 nunca acabó de
arrancar, pero supongo que cada quien habla como le va en la feria. Al final del
día, todo hace indicar que estamos vivos, con una mala salud de hierro y con
ganas de darle vuelta a la tuerca. ¿Nos caerá el 22? Corren apuestas.