Eterno Retorno

Saturday, January 01, 2022

¿Nos caerá el 22? Corren apuestas

 


El 2021 fue una secuela mediocre del 20, una patética versión light del Apocalipsis del año anterior. La última columna del año pasado en este mismo espacio se tituló Nunca nos cayó el 20. Pues bien, hoy podemos afirmar que tampoco nos cayó el 21.  Releo lo que escribí hace exactamente 365 días : “Existe el natural deseo de dejar atrás, de atravesar una línea este 31 de diciembre y sentir que comenzamos de nuevo, comer doce uvas y rogar porque el 21 no venga con un cuchillo desenvainado. La realidad es que los primeros meses del 2021 serán casi idénticos a este momento. Acaso los vientos secos sean sustituidos por lluvias, pero los pésames y los obituarios seguirán siendo nuestro ritual de lo habitual. Acaso entrando a la primavera llegue el momento en que la vacuna pueda ir inmunizando gradualmente a un núcleo poblacional considerable y poco a poco los hospitales dejarán de estar saturados”. La realidad es que el espíritu del 20 fue omnipresente durante todo el 21, no solo los primeros meses. La ansiada liberación total jamás llegó y la sombra de la enfermedad se mantuvo como una lapa terca. Cierto, nos vacunamos y eso nos fue generando un poco de confianza, pero al final de cuentas celebramos Navidad con miedo y cubrebocas por la irrupción de la variante Ómicron,  que irrumpió en la nueva temporada como esos monstruos de película chafa capaces de revivir cuando ya los han matado mil veces. Cierto, atrás ha quedado el terror y la oscura incertidumbre que nos envolvían en abril y mayo del 2020, cuando yacíamos paralizados, encerrados a piedra y lodo, haciendo solo salidas indispensables envueltos en “trajes  de astronauta”, esterilizando cada objeto traído del exterior y sintiendo que la enfermedad cabalgaba como jinete apocalíptico por la esquina de nuestra casa. Cierto, en el 21 nos relajamos e íbamos y veníamos portando sin mucha convicción un cubrebocas cada vez más percudido y paseado, pero jamás llegamos a sentirnos del todo libres. Cierto, nos fuimos de vacaciones, los espectáculos públicos volvieron, las finales del futbol en diciembre se celebraron con estadios llenos,  pero la incomodidad y el miedo no acaban de exiliarse. Nuestro hijo Iker pasó los doce meses del 21 tomando clases virtuales, yo multipliqué hasta el hartazgo mis actividades en zoom y solo tuve un único evento libresco presencial en todo el año, mismo que celebré con boca y nariz rigurosamente cubiertas.  Me siento  afortunado y agradecido pues llegamos al final del año con salud y estabilidad económica. Todos en mi familia estamos vacunados con una doble dosis de Pfizer y esperamos concretar el refuerzo antes de un mes. Estar sano y no haber caído en bancarrota ya son dos triunfos dignos de celebración y reseña, pero siendo brutalmente honesto el 21 no me gustó. En un ejercicio de  autocrítica, puedo decir que en lo profesional ha sido mi año más flojo en muchísimo tiempo. Mi único pez en la red es la nueva edición mexicana de Juglares del Bordo a cargo de Nitro Press, que en verdad ha quedado linda y hay un sui generis proyecto en puerta que e esperamos concretar la próxima primavera. Termino el año con la sensación de que el 21 nunca acabó de arrancar, pero supongo que cada quien habla como le va en la feria. Al final del día, todo hace indicar que estamos vivos, con una mala salud de hierro y con ganas de darle vuelta a la tuerca. ¿Nos caerá el 22? Corren apuestas.

Thursday, December 30, 2021

Los libros llegan a la puerta de nuestra casa mientras bebo un bourbon de Kentucky



Tal vez para ustedes sea lo más normal del mundo, pero para mí, que estoy chapado a la antigua y estoy peleado con el espíritu de la época, es una sensación muy novedosa esto de que los libros lleguen a la puerta de nuestra casa mientras bebo un bourbon de Kentucky frente al pinito. Lo extraño es que aunque los ordené en el mismo carrito de compras, los dos primeros llegaron ayer con una hora de diferencia en distintas paqueterías y el tercero acaba de llegar hoy. El Pappo cumplió con recibir con brincos y ladridos a los mensajeros.

Esta es apenas la segunda vez en mi vida que compro libros en línea. Ya saben que yo soy de los fundamentalistas que pepenan sus libros en la librería en un ritual que se parece mucho a la cacería y tiene mucho de aleatorio. Los libros elegidos en esta segunda pepena digital son Plano americano de Leila Guerriero, Hamnet de Maggie O’Farell y Una vida en palabras de Paul Auster. Serán sin duda mis tres primeras lecturas del 2022. En el caso de Leila tengo ya un buen rato leyéndola desde que en nuestro primer viaje a Argentina en 2005 descubrí Los suicidas del fin del mundo. En lo que esta periodista es simplemente inigualable es en la confección de perfiles. Es una retratista descomunal. Todavía más que sus crónicas, que de por sí son son magistrales, disfruto la forma en que pinta de cuerpo completo a personajes de lo más complejos. En Plano americano incluye 26 de perfiles de creadores artísticos de Latinoamérica y España. Aquí Leila retrata a mi querido tocayo Daniel Divinsky o al centenario Nicanor Parra, papá de todos los poetas chilenos, o a mi admirado Ricardo Piglia, al anarcopunkarra Fogwill o al máster de los aguafuertes Roberto Arlt entre otros tantos.

De Paul Auster puedo decir que he leído casi todo, pero este libro conversacional llamado Una vida en palabras (de cuya existencia me enteré gracias a Luis Jorge Boone), no se editó en México, solamente en España. Al parecer pepené el único ejemplar impreso disponible en El Péndulo. Se trata de una serie de charlas con la profesora I.B. Siegumfeldt sobre el oficio escritural y las obsesiones que lo han marcado. Ni modo: soy un austero incurable.

Por lo que respecta a irlandesa Maggie O’ Farell será la primera vez que leeré algo de ella. Hamnet es una novela sobre la familia de Shakespeare, en especial sobre su esposa y su pequeño hijo, cuya muerte podría haber inspirado el Hamlet. He leído extraordinarias reseñas. Ya les platicaré.

 


Seguimos siendo los fieles descendientes de los bibliotecarios de Alejandría.

 



En torno al mejor  libro que leí en el  año  yo no tengo duda alguna: se llama El infinito en un junco y lo escribió la filóloga aragonesa Irene Vallejo. Aquí no hay relativismos ni categorías. Fue el mejor y punto.

La vida vale la pena ser vivida cuando algo nos apasiona. En este mundo nuestro hay infinitas pasiones posibles: el deporte, la música, la tecnología, el cine, los viajes, la gastronomía. Pues bien, mi  gran pasión es la lectura y la única constante de mi vida, es que a cualquier edad y en cualquier momento me la he pasado con libro en la mano. El infinito en un junco narra el origen de esa pasión que ha volado las cabezas de tantos Alonsos Quijanos. Inmersos en la era digital, seguimos siendo los fieles descendientes de los bibliotecarios de Alejandría. 


Mi recomendación es que leas a este par de cabrones.

 


También tengo muy claro cuáles fueron los mejores libros de cuentos que leí durante el 21: Padres sin hijos de Hiram Ruvalcaba y La claridad de Marcelo Luján (y mira que me la paso leyendo cuentos).

Si un relato corto fuera el equivalente a una partida de ajedrez (y en cierta forma lo es) este par de colegas son maestros de la apertura. Con un par de movimientos precisos e improbables yaces inmerso en su juego. Hiram es el mejor cuentista mexicano de cualquier edad que he leído en los últimos dos años. Es alucinante la forma en que con poquísimos elementos te sumerge en su trama, como un retratista que con tres trazos te dibuja un perfil en una servilleta. En un solo párrafo lo ordinario se resquebraja, la calma deviene en caos y el dilema del personaje es tuyo. En el caso de Luján, su fuerte es la forma en que juega con el siempre catastrófico futuro inmediato y su manera de dosificar la anticipación, con personajes marcados por un fatal destino de tragedia griega narrado con una prosa pulcrísima, rayana en lo poético. Hiram fractura la realidad con situaciones que tú y yo podemos vivir mientras que Marcelo coquetea con cierta fantasía mórbida a lo Mariana Enríquez (que en el quinto cuento acaba por caer en el lugar común, he de decir). En fin, si lo tuyo es hacerle al cuento y participas en algún taller, mi recomendación es que leas a este par de cabrones.

 

 

 

Monday, December 27, 2021

Un soplo extra de vida que se le agotó esta mañana a Norzagaray

 


Una escena que sin duda quedará grabada para siempre en la historia de la cultura bajacaliforniana acaeció el pasado domingo 15 de agosto en el teatro del Centro Cultural Tijuana. Se estaba celebrando un concierto a beneficio del dramaturgo Ángel Norzagaray, quien acababa de  sortear dos complicadas cirugías de altísimo riesgo para extirparle un tumor cerebral. Un grupo de músicos dirigidos por Eduardo García Barrios unieron sus talentos para llevar a cabo esta velada musical filantrópica. Semanas antes, un grupo de amigos encabezados por su colega Daniel Serrano se dieron a la tarea de reunir fondos para ayudar a costear las carísimas cirugías. La gran sorpresa de la noche fue cuando al final del concierto, de manera totalmente inesperada, el propio Norzagaray apareció en el escenario, con cicatrices en la cabeza pero moviéndose por su propio pie y en franca recuperación. El aplauso fue apoteótico.  El dramaturgo cumplió esa semana 60 años de edad y aquello fue para él como  una auténtica resurrección. Una resurrección de poco más de cuatro meses en los que pudo palpar el cariño de tantísimos compañeros de andanzas en el camino del teatro, un soplo extra de vida que se agotó esta mañana. Hace unos minutos he recibido la noticia de su muerte.

Nunca he olvidado y nunca olvidaré que fue Ángel Norzagaray quien me llamó la fría mañana del 8 de diciembre  de 2010 y me soltó la buena nueva a bocajarro: “Daniel, pues con la novedad de que acabas de ganar el Premio Estatal de Literatura”.  Era el día en que Iker cumplía su primer año de vida, yo venía retornando de la Feria de Mochis (mi primer viaje libresco) y Norzagaray me anunció el primer premio literario que gané en mi vida. Fue el inicio de una vereda. Ángel me apoyó mucho con la presentación y  difusión de mis dos primeros libros, en la época en que dirigía el Instituto de Cultura de Baja California. Lo recuerdo ligero, bromista y siempre dado al chascarrillo, con ese acento Guasave que jamás perdió. La última vez que hablé con él fue en la presentación del documental sobre Federico Campbell en el cine Tonalá. También es fría la mañana de diciembre en que recibo la noticia de su muerte. Tiempo de escribir cartas y dejarlas al pie de un árbol.

Sunday, December 26, 2021

Cuando la ebria red duermevelera es arrojada a la negra fosa del subconsciente

 



Aquí en este pueblo la gente se viste rara ¿qué es lo raro? Lo no sé: mandiles masónicos, faldas escocesas, gorritos cónicos, vejetes gordinflones sobre algún carrito chocón animando una feria dominguera como en portada de disco de los Dead Kennedys. Yo llevo (o busco) mi roja camiseta de manga larga de la República Checa y visto (o anhelo vestir) mis negras bermudas de tela suavecita. Al parecer hay asaltos y secuestros de niños en este paraje. Te roban en el mar o te llevan al mar, esclavizado a bordo de alguno de sus bergantines. Son piratas pues, pero eso fue antenoche, en un castoreado amanecer ginebrero de tripa doliente.

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En la zona abisal de la madrugada, cuando la ebria red duermevelera es arrojada a la negra fosa del subconsciente en donde solo hay un angustiante delirio de persecución a través de una descomunal nave industrial de donde debo salir. Me persigue una doña vieja típicamente brujeril, acaso la mórbida abuela de Nuestra parte de noche. Casi me alcanza y ahora debo dar vuelta en U y salir por la entrada. Algo le digo de libertades y derechos pero la persecución es tan densa como mi respiración de whisky irlandés que antecede a mi lectura de El infinito en un junco a las 4:00 de la mañana.