Eterno Retorno

Saturday, March 23, 2019

El Quijote criollo o el Buscón virreinal-

Es sabido que tanto Miguel de Cervantes como Francisco de Quevedo (cada uno en su momento) desearon embarcarse a América e incluso solicitaron licencia a la Corona, misma que en ambos casos fue negada (en los siglos XVI y XVII se requería una autorización real para embarcarse a las Indias). Por pura ley de probabilidad, si Cervantes o Quevedo hubieran vivido en la Nueva España se habrían inspirado para escribir una obra con temática americana. Tal vez un entremés, alguna novelita picaresca o (por qué no) una obra mayor. El 7 de febrero de 1582, Cervantes - recién liberado de su cautiverio en Argel- escribió al Consejo de las Indias (concretamente a Antonio de Eraso) una carta en donde le solicitaba licencia para embarcarse al nuevo mundo. La solicitud fue denegada. Volvió a intentarlo en 1590 y nuevamente encontró una negativa. Las grandes deudas que arrastraba fueron el impedimento para viajar. En cualquier caso, ambas solicitudes fueron hechas mucho antes de 1605, fecha en que se publicó la primera parte del Quijote. De haber recibido el permiso para ir a América, el Quijote no habría sido escrito en la cárcel de Sevilla. ¿Sería posible imaginar un Quijote novohispano? Alonso Quijano pudo ser un criollo que cabalgara con su rocinante al pie de los volcanes y se indignara ante las injusticias de la sociedad virreinal y el Buscón don Pablos de Quevedo habría sido un pícaro en las calles de la Ciudad de México. Tal vez la primera gran novela mexicana pudo anticiparse por dos siglos de Fernández de Lizardi y su Periquillo.

Wednesday, March 20, 2019

La carretera de los prófugos estaba ahí, marcada con su nombre después de la caseta (¿o era acaso una garita?) Sobre aviso no hay engaño: ahí podía leerse profuge y si tomabas esa autopista sabías a qué atenerte. Las patrullas estaban listas para perseguirte, pero acaso esa ruta de escape era una suerte de ley fuga, un rayito de esperanza para el buen criminal en aquel país oriental. Cuando comenzaba yo a acelerar, decidido ya a jugarme el todo por el todo y descararme como un prófugo, algo me hacía pensar en estar cometiendo un suicidio y optaba por meter reversa, aunque no sin jurarme a mí mismo que antes me dejaría matar que volver a pisar una cárcel (al parecer ya había estado encerrado en una milimétrica celda en aquel terruño asiático y fue una experiencia claustrofóbica). Así, decidido a huir o morir, pero sin querer auto etiquetarme como un prófugo, metí reversa y di vuelta en U. Aún no sé por cuál autopista infernal estoy circulando ahora mismo. El límite entre dos entidades federativas de una asiática nación a la que llamé Malasia solo por llamarla de una forma, los contrastes entre la aplicación del reglamento y la tolerancia en cuanto a límites de velocidad. Las ciudades en cuestión, a las que llamaremos Peng y Peong, rivalizaban en materia de ingeniería vial. La única certidumbre es que pasando el tope fronterizo todos disminuíamos la carrera y nos íbamos a pasito hacia el extraño hotel balneario de madera que nos recibiría justo en la duermevela de los Idus de Marzo. ¿En qué parte de ese alojamiento se oculta el cuchillo afilado listo para matarme? ¿O acaso el asesino soy yo?

Tuesday, March 19, 2019

La Vía Rápida es un torrente de mierda y lodo, un caudaloso río de pestilencia tomado por trascabos que en mangas cortas de camisa contemplo desde la Buena Vista, resignado a que no me será dado volver andando hasta Playas y he de resignarme a aparecer por la redacción con esta cara de amanecido y con la ropa salpicada de lodo, sabiente ya de lo endeble de la nota que acabo de publicar, con apenas una fuente y una versión débil y subjetiva sobre el despoblamiento de los partidos. Por ahora tengo mil dudas y alguna certidumbre sobre el merdoso torrente como autor intelectual del caos vial que desquicia a Tijuana. ¿Dónde he dormido la noche anterior? Me espera la mórbida densidad de una mañana en la redacción, la necesidad de cazar reacciones a mi notita chafa y ahora hay un moreno flaco que me aguarda en la planta baja de un edificio que no es ya el de la Rápida sino el de Washington, quien me busca por segunda vez con fines facinerosos y me aguarda del lado poco convencional del elevador, aquel al que llaman Rosarito y una supervisora me acompaña para tenderle una celada. Lo demás será la filtración de una carta de finiquito que nos entregarán por la tarde o en la noche y hay una premonitoria KJ en la firma, y alavarito filtrador y espía y acaso (aunque esto al parecer es totalmente aparte) un inocente-culpable y mórbido y espontáneo toque incestuoso que alcanzo a atajar con templanza. Tampoco vale omitir la sombra del mastodonte mirándome desde la pared y la densidad de la rica modorra que en este amanecer me sepulta.