Si la fase decisiva de la Champions se
hubiera jugado en primavera, con público
y en duelos a ida y vuelta ¿habríamos visto este mundo patas arriba? Una
atípica guerra franco-prusiana se escenificará en semifinales y aunque en el
campo de batalla Bismark humilló a Napoleón III, a estas alturas de la vida es
mejor no andarse con certidumbres a la hora de las apuestas. La combinación obvia es una final Bayer Múnich vs París SG en
donde los bávaros adelanten el Oktoberfest y llenen la orejona de cerveza, pero
en estos duelos a partido único yo no meto las manos al fuego por nadie. El
pobre Barcelona ha escenificado el “final de una era” más largo del mundo. Un
camino de bajada que lleva ya siete años. En 2013, en la primera temporada post-Guardiola,
con Tito Vilanova ya enfermo de cáncer, Bayer Múnich aplastó a los catalanes en
semifinales por global de 7-0. ¿Y qué creen que se dijo entonces? “Es el final
de una era”. Con todo, a ese Barcelona de capa caída le alcanzó para el
mentiroso resurgimiento de 2015 con Luis Enrique, pero era un espejismo. Llegaron
las hecatombes de Roma y Liverpool ¿y qué se dijo? “Final de una era”. La
sinfonía azulgrana de Gaurdiola-Messi- Iniesta- Xavi fue tan sublime, tan
perfecta, que todo lo posterior nos sabe a camino de bajada. Demasiadas veces
he visto la extraviada mirada de Messi buscando señales en el vacío cuando
irrumpe la tragedia y también la mirada matona Müller desollando sin piedad al adversario. El caballazo negro, obvia decir, es Leipzig. Ojo, que en esa antiquísima ciudad
se firman pactos fáusticos. Ahí, en el corazón de Sajonia, sobrevive la
Auerbachs Keller, la taberna donde se fraguó el pacto entre Fausto y
Mefistófeles. El equipo más joven de Europa, apenas once años de vida y tres en
la Bundesliga, embriagado de su bebida energética, pudo haber firmado un pacto
diabólico con la eternidad para traer la gloria a una ciudad marcada por Bach y
Leibniz. El otro huésped no invitado son los auténticos leones negros del
Ródano. El Olympique Lyon ha tenido equipazos alegres y goleadores con casta de
campeón continental y hoy sumaron el enésimo descarrilamiento de Guardiola,
otro genio roto que no se encuentra a sí mismo desde que dejó Cataluña. Tendremos una final entre alemán y francés, o
entre alemán y alemán o entre francés y francés. Para que se den una idea de lo
atípico de la combinación, baste decir que durante todo lo que va del Siglo
XXI, nunca habíamos tenido un cuarteto de semifinalistas en donde no hubiera
por lo menos un español o un inglés. La
última vez que tuvimos una semifinal en donde no hubo ni ingleses ni españoles fue
en 1996. Si ampliamos un poco el abanico, creo que es la primera vez en toda la
historia de la copa Orejona en que entre los cuatro semifinalistas no hay por
lo menos un español, un inglés o un italiano. ¿Dos franceses? Ni pensarlo.