Colegas: entre estas dos fotografías que les comparto, transcurrieron
cuatro días y muchísimo sudor a través de 110 kilómetros de puro desierto. La
primera foto, corresponde al helado y lluvioso amanecer del 23 de enero en
Playa Altamira, frente a la terca furia del Océano Pacifico. La segunda foto
fue tomada bajo el bravísimo sol del mediodía del 26 de enero en Bahía de los Ángeles,
cuando el Mar de Cortés nos daba la bienvenida con su serena caricia. Estos dos
mares abrazan nuestra tierra, una península embrujada que es mi sitio en este
mundo, el lugar que elegí para vivir en este planeta. Pero estos dos mares abrazaron también una transformación
interior. Entre rocas, arena y un millón de cactáceas se desató una tormenta en
mi cabeza y sucedió algo: me reencontré con mi cuerpo. Miren colegas, este
espacio facebookero he hablado muchísimo de libros, de ideas, de viajes, a
veces de vinos y whisky, pero nunca me había dado por hablar del estallido
interior que puede desatar un reto físico. En mis últimos años me olvidé de mi
cuerpo y pagué las consecuencias, pero esta terca anatomía es muy noble y tiene
memoria. Estas piernas y este corazón aún se acuerdan que hace muchos años y
muchísimos kilos fui un buen ciclista y jugué futbol y podía hacer estallar una
bomba de endorfinas cuando batía mis propios límites. Si el 1 de enero alguien
me hubiera dicho que iba a conseguir hacer esto, simplemente no lo habría creído.
Cuando mi amigo Carlos me habló para invitarme a formar parte de este reto, yo
estaba seguro que mi destino sería morir en el desierto y cuando mi amigo Luis
Fernando me llevó a comprar mis nuevos tenis y a mandar hacer mis plantillas,
yo me imaginaba que me estaba preparando para un suicidio. Soy un mastodonte
que peso mas de 100 kilos y estoy por cumplir 50 años de edad, pero hoy puedo
decir que crucé la Baja California de mar a mar valiéndome tan solo de mis
piernas. Hundiendo los pies en el lodo el primer día, trepando laderas de
piedra y peinando planicies de arena, los músculos me mandaban la señal de que
estaban a punto de engarrotarse, pero esa palabra de aliento de algún colega
senderista y un gajo de naranja bastaban para hacerme volver a la vida. Por muchísimos
kilómetros caminé solo, en profundo diálogo con mis demonios internos, pero también
en muchísimos tramos caminé con colegas senderistas y de todos aprendí algo. Es
contagiosa la siempre positiva hiperactividad de Carlos que tiene el don de impulsarte
a ser mejor persona y la capacidad de formar grandes equipos y hacer brotar lo
mejor de cada uno. Impresionante la fuerza de voluntad y la nobleza de Luis Fernando
que ha sido mi Sensei en este gran reto. Y créanme colegas, de cada conversación
aprendí algo. Yo creo que hay quienes pagarían muchísimo dinero por tener un seminario
de excelencia empresarial con Don Alejandro Bustamante y yo pude escucharlo sin
interrupciones en el desierto, como escuché a Raúl Cárdenas hablar de las
ciudades sustentables del futuro, a Camarillo hablando de marketing político y
a su hermano Hugo de rescates de migrantes en la Rumorosa. Emocionante hablar
de templos futboleros y herencia euskera con Iker, de proyectos cinematográficos
con Abelardo o de la simbología en la fundación de las antiguas ciudades con
Adolfo y el gran equipo Val Quirico de Puebla o de recetas campiranas con el
chef Xavier Loera. Mi gratitud con Raúl Argüello y su gran equipo en Baja Camping.
Su calidez y hospitalidad fue la clave. Se los juro colegas: el desierto consumó
una transformación. Cuando por primera vez distinguí el brillo azul del Mar de
Cortés en el horizonte, experimenté una emoción y una euforia equivalente a
cuando Tigres anota gol en una final, a cuando Iron Maiden toca The Trooper, a
cuando recibo una llamada para decir que gané un premio literario. Hoy celebro
el reencuentro con mi cuerpo. Sí, soy un mastodonte que pesa más de cien kilos,
pero ya no por mucho tiempo. No sé cuántos años me queden de vida, pero en lo
que reste del tramo voy a vivirlos en armonía con esta anatomía y voy a sumarle
miles de kilómetros a mis piernas. Ya no hay vuelta atrás colegas. El fuego ya
está encendido. ¡A mantener el Corazón Ardiente!