Carcharadón Carcharies
Espero que no haya sido alguno de mis colegas periodistas ensenadenses Diana Venegas o Fausto Ovalle, quién firmó la nota del tiburón blanco de seis metros que atrapó un pescador gringo en las costas de la Cenicienta del Pacífico. Y digo que ojalá no, porque esa nota en la que se alerta sobre la presencia de tiburones blancos en playas bajacalifornianas, desatará la paranoia y más de uno se querrá vestir de héroe matando inocentes escualos.
Según la nota, los corrales de engorda de atún, atraerán a aguas bajacalifornianas a horas de hambrientos Carcharadón Carcharies. La nota, que por supuesto es vendedora, alerta sobre la presencia de tiburones blancos en Tijuana, por supuesto la gente se asusta y no faltarán los imbéciles con vocación de Ramón Bravo o capitán Ahab que quieran colgarse medallas matando a estos pobres peces.
Por lo demás, no me extraña en lo absoluto que haya tiburones blancos en nuestras costas. Más bien me extrañaría que no los hubiera. El ecosistema es perfecto para ellos. Aguas frías, una gran cantidad de lobos marinos y mamíferos diversos que les pueden servir de alimento, además de atunes y peces grandes. Eso sí, dicen que donde hay delfines no hay tiburones y aquí lo que sobra son delfines. Basta que te sientes una tarde en el Terrazas Vallarta y será casi imposible que no veas por ahí un grupo de alegres cetáceos saltarines. Pero en realidad no me extrañaría que hubiera tiburones blancos por estos rumbos. Lo que me cagaría es que los empiecen a matar.
Por cierto, la noche del domingo soñé con un tiburón ballena. Yo estaba en el fondo del mar y veía la sombra del más enorme de los peces, el inofensivo depredador de planctón de 22 metros que pasaba sobre mí. Fue un sueño imponente.
Puma
La noche del domingo también soñé con un puma. En mi sueño me encontraba comiendo en un restaurante de carnes asadas de Monterrey y desde la ventana veía los cerros de la colonia Balcones del Carmen, también de Monterrey y ahí, parado en un peñasco, veía al león de la montaña.
Islas Coronado
El hombre que enciende todas las noches el faro de las Islas Coronado se llama Silverio. Hasta hace pocos años, es farol era de dísel. Unos burros se encargaban de arrear hasta la cima de la isla los tambos de combustible para encender cada noche el faro.
Desde el parque de Hacienda del Mar, cuando doy su paseo nocturno a Morris, me entretengo contemplando la luz del faro desafiando las tinieblas.
Los españoles bautizaron a las islas tijuanenses como Islas de los Santos Coronados. En términos geográficos son las islas más meridionales del país.
Según me contó un biólogo ayer, en las Coronado habita una especie de serpiente de cascabel única en el mundo.
También un pájaro nocturno extremadamente sensible a la luz que tiene en las Coronado su ecosistema principal. La colonia más grande del mundo de estos pajaritos (cuyo nombre científico he olvidado) está en nuestras Islas.
Chingue a su madre Chevron por toda la eternidad.
Avanza el patio
Lento pero seguro. Esa es la historia de nuestro patio. Aún así, a paso de tortuga, su rostro ha cambiado por completo. Incluso debo decir que la cara que patio muestra este día, el domingo, es harto distinta a la que mostraba el sábado por la mañana.
Carol y yo fuimos a un vivero que se encuentra en las Dunas, pasando Puerto Nuevo. Compramos ocho plantas de las conocidas como espadas. Una planta de hoja extremadamente larga. También compramos cuatro enredaderas. El sábado vaciamos tres costales de tierra fertilizada en la recién construida jardinera y plantamos las matas.
El domingo nos dimos a la tarea de cubrir la pila con pintura selladora. El patio es otro. Falta poner el pasto (¿o nos decidiremos por adoquines?) y habilitar de una buena vez la fuente, pero las plantas le han cambiado el rostro. Es increíble como puede influir la presencia del reino vegetal en la atmósfera de un hogar. Una casa sin plantas es un cielo sin estrellas.
Lins y Mankell
¿Hay algo en común entre Suecia y Brasil? Sí, el amarillo de la camiseta de sus equipos nacionales de futbol, esos que en 1958 disputaron la final de la Copa del Mundo en Estocolmo. 5-2 favoreció el marcador a los amazónicos. Pelé, con 17 años, empezaba a escribir en letras de oro su leyenda. El de 1958 es hasta la fecha el único título mundial ganado por un equipo americano en Europa.
Suecia y Brasil han escenificado otros enfrentamientos. Recuerdo el de 1990, en Torino, que favoreció 2-1 a los sudamericanos. Un par de enfrentamientos en USA 94. 1-1 en primera ronda y 1-0 favor Brasil en Semifinales.
Suecia y Brasil son dos de los países donde el Heavy Metal es más fuerte en el mundo. Ambos han sido semillero de grandes bandas. Este estilo musical tiene en esos dos países sus catedrales mundiales.
Tengo la costumbre de tener un libro para la calle y uno para la casa. El de la calle es el que paseo para todos lados, en taxis, camiones, salas de espera, sobremesas y tiempos muertos.
El de casa es el que tengo en el buró y cuya lectura me acompaña cuando Carolina duerme y yo me dedico a conjurar mi insomnio con los largos preludios de lectura que anteceden la llegada de Morfeo.
Este verano mi libro de calle ha sido Ciudad de Dios, del brasileño Paulo Lins. Mi libro de casa ha sido Pisando los Talones del sueco Henning Mankell.
¿Tienen algo que ver estos libros? Al igual que las selecciones de Suecia y Brasil, sólo comparten el color de la carátula. Por ser ambos ejemplares de TusQuets, son rigurosamente negros. Fuera de ahí, son dos universos absolutamente contrastantes. Como la casa y la calle, como el calor de Brasil y el frío de Suecia.
Ambos son libros gordos, rechonchos. 400 páginas Ciudad de Dios. 534 Pisando los Talones. Sin embargo, nada hay en sus párrafos que los hermane. Debo confesar que disfruto mucho repartiendo mi lectura entre universos tan dispares.
Ciudad de Dios es una novela de tipo social que expone de manera crudamente desnuda la existencia en una favela de Río de Janeiro.
Pisando los Talones es simplemente una novela policíaca de tipo deductivo.
En Ciudad de Dios hay de tres a cinco muertos por página y una cantidad de atracos, violaciones, esnifadas de coca, fumadas de mota, todo a ritmo de samba y con olor a sudor.
En Pisando los Talones hay sólo unos cuantos muertos (que son los que ponen a trabajar a Kurt Wallander), cero pasajes de tipo sexual y sólo unos cuantos vasos de vino que ocasionalmente bebe nuestro detective.
Los muertos que se cargan a la cuenta de Inferninho o Miúdo son leves, desechables, gratuitos.
Las muertes que investiga Kurt Wallander son densas, absolutas, ocupan todo su universo y le quitan el sueño.
Mientras Wallander recorre más de 200 páginas haciéndose preguntas y deduciendo ínfimos detalles sobre la muerte de su colega Svedberg, Infieninho o ,Miúdo se han llevado de encuentro más de 50 almas sin que el sueño se les perturbe en lo más mínimo.
Los negritos de Ciudad de Dios son carnales.
Wallander es racional hasta la médula.
En Ciudad de Dios van, vienen, matan, esnifan, fuman, roban y después duermen. Ni uno de los personajes de Ciudad de Dios ha tenido crisis de insomnio a lo largo de la novela.
El solitario Wallander nunca tiene sexo, apenas bebe de vez en cuando, escucha opera y recuerda con nostalgia a Baiba Liepa, su amor de Riga
En Ciudad de Dios se vive de prisa y la muerte se despacha como en restaurante de comida rápida.
Pisando los Talones es lento, muy lento. Aún no se cuál es el secreto de Hanneing Mankell para lograr atraparme de esa manera en cada uno de sus libros. Son libros larguísimos, caminan despacio, están atiborrados de detalles. Wallander en su insomnio medita, recuerda, deduce, compara y elimina posibilidades. Regresa al lugar del crimen, bebe café, examina fotografías con lupa y nada pasa.
Hace una semana y más de 100 páginas que mataron a Svedberg y seguimos en las mismas. Sin embargo, Mankell me gusta.
No me imagino a Kurt Wallander trabajando en la PGJE de Tijuana. Con el homicidio de Svedberg y la desaparición de tres chicos, Wallander declara que hay una sobrecarga de trabajo. En su apacible Ystad las muertes anuales se cuentan con los dedos de las manos y aún así Wallander siente que Suecia se ha vuelto cruel y violento. En Ciudad de Dios he perdido la cuenta de los muertos que ha habido únicamente en la Favela.
En lo que va del 2004, se han cometido en Tijuana 193 asesinatos, 38 menos que en 2003. No se que pasaría si el procurador Antonio Martínez Luna contratara al inspector Wallander. Sospecho que el super policía de Ystad se volvería loco. Tijuana, en definitiva, se parece más a Ciudad de Dios. Por eso es mi libro de calle. ¿Nuestra casa se parece a Ystad?
En fin, confieso que he disfrutado inmensamente ambos libros.
Marcas
Hace rato mataba el tiempo (como si me sobrara) con unos compañeros de trabajo. No sé por qué salió el tema de las marcas. Recordé a la juventud regiomontana, obsesionada hasta lo enfermizo por las marcas de bolsos, zapatos, blusas, lentes. Pensé en algunas personas de Tijuana que son capaces de gastar entero su salario de maquila en Fashion Valley en un par de prendas. De pronto reparé en mí y caí en la cuenta de que no tengo la menor idea de qué marca es la ropa que llevo puesta en este momento. No sé que marca es el pantalón, ni la camisa y tampoco los zapatos (¿o son tenis?) ni me importa. Salvo los tenis que me los regaló Carol, no recuerdo dónde compré la camisa y el pantalón ni mucho menos cuánto me costaron. Deben haber sido muy baratos, pues difícilmente invierto en una prenda de trabajo más de lo que invierto en un disco o en un libro. De lo único que tengo conciencia es del reloj, Swiss Army, que me regaló Carol y de los calzones, rigurosamente Hanes. Fuera de eso, confieso no tener la más mínima idea de la marca de las prendas que en este momento cubren mi cuerpo.
La única marca por la que algún tiempo mantuve cierta obsesión y en la que invertía cantidades más o menos fuertes de dinero en mi juventud, son las botas Doctor Martínez y los jerseys originales de equipos de futbol. Entre más raros, mejor. Fuera de eso, el resto del kit me vale un carajo. Puedo presumir y me siento orgulloso de no haber comprado nunca en mi vida una corbata. Hasta la fecha, en 30 años de vida, nunca he gastado un sólo centavo de mi bolsa en un inservible pedazo de tela de esos.
Un poco de reseña musical
Cathedral
En mis oídos una recopilación de Cathedral. The Serpent Gold es un disco doble que reúne 27 canciones de esta banda inglesa comandada por Lee Dorrian, quien fuera fundador de Napalm Death en sus tiempos de anarquista radical.
Cathedral es un fiel practicante de ese culto que los críticos han bautizado como Doom Metal. Con los suecos Candlemass como padrinos, el Doom encontró en Inglaterra su semillero con bandas como My Dyng Bride y los primeros Paradise Lost (los de aquel inolvidable Gothic)
A menudo se confunde el Doom con el metal gótico que hacen bandas noruegas como Tristania o los antiguos Theatre of Tragedy (hoy en día cuasi techno)
Sin embargo la esencia de lo Doom, creo yo, es lo que hace Cathedral. Sin arreglos orquestales, sin voces femeninas, Cathedral toca básicamente un rock and roll, lento, corrosivo y penetrante que inevitablemente hace recordar los mejores momentos de un Black Sabbath.
Sistem of a Down.
Carol me ha regalado el Steal This Album, de los armenio-libaneses- americanos de Sistem of a Down. Puedo afirmar que de todas las bandas nuevas, Sistem of a Down es por mucho la que más me prende. Su disco anterior, Toxicity, ha sonado varios cientos de veces en mi aparato y aún no e aburro de él. En el verano de 2002 tuve la oportunidad de irlos a escuchar en vivo al OzzFest y puedo jurar que es un alucine de potencia y adrenalina. Steal this Album sigue fiel a esa misma línea de extrema potencia hardcorera que sin embargo jamás renuncia al buen ritmo y a la vibra arábiga. Pocas bandas me ponen de tan buen humor.
Judas Priest
Hace una semana conseguí en Cd el mítico Sad Wings of Destiny, uno de los discos más viejos de Judas Priest y el que marco en ellos el pasaporte definitivo al Heavy Metal. Hay quien dice que este disco, grabado en 1976, es el primer álbum de Heavy Metal en estado absolutamente puro. Yo prefiero no otorgar bautismos ni actas y me limito a disfrutarlo. Por ser grabado en otra disquera, el Sad Wings es difícil de encontrar (en cambio, la discografía ochentera de los Judas ha sido remasterizada y se encuentra hoy en día en cualquier supermercado) Junto con British Steel, Screaming for Vengance y Pain Killer, Sad Wings está en el cuadro de honor de Judas y contiene tres de mis rolas favoritas de esta gran banda: Tyrant, The Ripper y Victim of Changes. Un señor discazo.