Unos cuantos factos a un sello editorial
Feliz inicio de semana y feliz inicio de diciembre.
De entrada la noticia es que ya
tengo en mis manos un ejemplar impreso del libro. Me lo trajo un buen amigo de
Monterrey con el que fui al juego Xolos vs Tigres, que por cierto concluyó con una
voltereta espectacular. En un mundo ideal lo coherente habría sido recibir en
la puerta de mi casa una caja con ejemplares enviados por la editorial, pero ya
me ha quedado claro que aquí el mundo ideal no existe.
Yo entiendo que la editorial no
tiene presupuesto. Eso no es novedad. Algo he aprendido ya de este negocio. Yo he
publicado con corporativos y con sellos caseros, con fondos públicos y privados.
La falta de presupuesto suele ser la regla y no la excepción, pero precisamente
aquí la clave es saber recurrir a quién SÍ tiene presupuesto y conseguir que
sea la misma Feria o una institución la que te invite.
Yo con la venta de libros nunca espero
ganar ni es algo que me quite el sueño (aunque contra todo pronóstico
el Samurái de la Graflex me acaba de generar regalías por sexto año
consecutivo). Vaya, yo no juego pensando en ganar, pero tampoco puedo jugar a perder. Creo que
por lo menos se debe aspirar a salir tablas. Desde que publiqué mi primer libro hace 15
años todavía no pago mi primer centavo por un vuelo o un hospedaje para ir a
presentar un libro a otra ciudad y mira que he ido a lugares lejanos a presentarlos
(Buenos Aires mismo, un par de veces).
Es una suerte de regla básica en mi código personal: la literatura puede no generarme ganancias, pero bajo ninguna circunstancia puede generarme pérdidas
Claro que las editoriales no
tienen presupuesto, pero yo espero que al menos tengan creatividad, se que
pongan las pilas, que se muevan, que les trabaje el ratón. No se trata de
invertir sino de moverse. Gestionen
entrevistas, hagan videos, generen conversación. Yo me muevo en la medida en que ustedes se
muevan.
Pero caray, si yo tengo que pagar
mi boleto, tengo que pagar mi hospedaje, tengo que hacer toda la promoción por
mi cuenta y ni siquiera tengo derecho a recibir un ejemplar impreso en mi casa,
la brutalmente honesta pregunta me queda en el tintero es: ¿y de qué carajos me
sirve entonces publicar con la editorial? Para esas me lo autopublico, como
hacen tantos amigos. Yo hasta ahora nunca me he autopublicado un libro, pero
vista la situación, creo que habría resultado mejor.
En fin, mi conclusión es que
cometí un error y ahora me toca aprender de él para no repetirlo.


