Eterno Retorno

Friday, November 14, 2003

Sobre putas y barras libres

Nunca en mi vida he cogido con una puta y como dijo Don Teofilito...ni cogeré. Las putas son un producto necesario para los seres poco agraciados físicamente o carentes de auto estima y seguridad. Seres tan jodidos que no son capaces de tener sexo con alguien por sus propios méritos y recurren a su cartera para pagar por un cuerpo que sin duda sentirá asco por ellos. Las putas y su ambiente me desagradan. Rara vez he ido a un table.
En Tijuana concretamente solo una y fue para hacer un reportaje. Pero ello no implica que yo esté en contra de la existencia de casas de masaje o tugurios coahuileros. Al contrario, toda sociedad ne-cesita de ellos. Queramos o no, toda ciudad tiene que tener un elevado porcentaje poblacional de feos y acomplejados que necesitan saciarse con putas. Claro, me gustaría que la Coahuila fuera tan creativa como las calles aledañas a la Damrack de Amsterdam o al Reperbham de Hamburgo. Me gustaría que hubiera tiendas de sado y teatros. Eso es creatividad, no la monotonía del table. Pero bueno, si a los jodidos caballeros les gustan gordas, allá ellos. Yo sí puedo decir de esta agua o beberé. Jamás he pagado ni pagaré por sexo.
Pero por mí que broten las salas de masaje, no me estorban en lo más mínimo. Escribo esto solo para expiarme por la nota de típico corte moralista que firmo hoy en la portada de este periódico. A mi no me importa que pululen congales y tampoco me importa que los antros tengan barra libre las 24 horas y que le pongan alcohol del 96 a las bebidas en lugar de Absolut. Que brote el alcohol y la pute-ría. Son necesarios para mantener la psyque de la ciudad ¿Qué sería Tijuana sin ellos? A mi no me es-torban en nada. Por lo demás, le doy toda la razón a PG Beas en su crítica contra nuestras mojigatas notas anti alcohol. Y aprovecho este espacio para lavar públicamente mis culpas y reiterar que por mis venas no corre sangre mojigata ni retrógrada.

La música y yo

Cuando me dio por robar casetes

De una u otra forma, aunque no soy músico ni he pretendido serlo, la música ha estado siempre alre-dedor de mi vida.
A mi padre se le da la guitarra, a mi madre el piano y mi hermana resultó ser una virtuosa natural para todo tipo de instrumento y por si fuera poco con buena voz para cantar.
En casa de mis padres en Monterrey hay un piano, un sintetizador, guitarras eléctricas y amplificador. Todo para una buena tocaduka.
Yo no heredé una puta madre de habilidades musicales, pero soy un coleccionista compulsivo de música. A lo largo de mi existencia he comprado y robado discos al por mayor. Antes de los 18 puros ro-bos para ser sincero, pero una vez que fui mayor de edad me cuidé más de la justicia y me dediqué a sangrar mi cartera sin piedad, cosa que sigo haciendo actualmente. En realidad solo una vez me pescaron robando música. Fue en 1990, en el Liverpool de Polanco y el disco en cuestión era el Rust in Peace de Megadeth. Fui capturado por los guardias y luego de unas cuantas horas de encierro tuve que pagarlo. Fuera de eso siempre me la pelaron y siempre salía con unos cuantos casetes de todas las tiendas a donde entraba. Cuando yo era menor de edad, uuuhhhh ya llovió, los sistemas de seguridad no eran tan sofisticado como hoy.
La cuestión es que desde la infancia comencé a conformar mi colección de discos y el primer sueldo que gané en mi vida fue por vender música pues resulta que mi primer trabajo fue a los 17 años en una tienda de discos, Zorba Interlomas en el Edo Mex. Después estuve durante casi tres años con mi primo Héctor conduciendo un programa de música en Stereo 7-
Por una parte está la música que escucho solitario en casa o en mis audífonos y con la que he ido armando el sound track de mi existencia. La música en la que he gastado miles de pesos para generar una acumulación industrial de viniles, casetes y cds. Esta debo confesar, se restringe en un 90% a un solo género, aunque bastante amplio. Llamémosle simplemente rock duro. Si bien Maiden y Sabbath son los grnades dioses de ese Olimpo, mis oídos son en extremo tolerantes dentro del género. Y es que yo disfruto lo mismo Scorpions y Tesla, que Deep Purple y Led Zeppelin, Pink Floyd y Marilion, Sex Pistols y The Clash, Bauhaus y Joy Division, Emperor y Dark Throne, Slayer y Pantera, solo por mencionar estilos diversos que son de mi absoluto agrado. Pero por otra parte existe la música que suena en el radio del taxi, en el antro o en la casa del vecino. La música que de una u otra forma, aunque yo no la haya elegido, ha sido el ruido de fondo de mi vida. Y eso es otra historia que narraré a continuación.

Knock en tu idioma

Leo con una buena dosis de nostalgia lo escrito por Bagatela en torno a la época del rock en tu idioma. Aunque en mi colección son contadísimos los discos de eso que llaman rock en español, tengo por ahí algunos raros ejemplares.
No puedo afirmar que fui absolutamente indiferente a esa fiebre. Mal que bien, las fiestas a las que acudía a los 14 años con toda la ilusión de ligarme una chica se movían a ese ritmo y muchas de esas canciones, hasta las de los Hombres G, me recuerdan algún episodio romántico de la adolescencia.
Recuerdo mis 13 años en la primavera de 1988, recién expulsado del Liceo Anglo Francés, cuando pa-saba los días trabajando en el negocio de mi padre. Me enviaban a hacer depósitos al banco que se encontraba en Galerías Monterrey y yo me dedicaba a perder media mañana en Music & More repasando los cientos de discos con el logo de Rock en Tu Idioma-
Un día de julio de 1988, en una tienda ubicada a lado de la Central de Autobuses de Monterrey a dónde había acudido a comprar mi boleto para viajar a México y luego a Chiapas, compré el Yendo de la cama al living de Charly García. Un disco fuera de serie que dio inicio a mi afición por este músico, quizá el único fuera del rock duro (imaginen a los heavy metal en la cama nos dice Charly) a quién rindo culto. Ese casete lo compré con la socorrida práctica de pegarle encima un precio de un artículo más barato. En aquel entonces, recuerden, no había lector de código de barras.
Lo tengo todavía en casete, con el logo de rock en tu idioma. Un discazo en verdad.
Nunca he adquirido ni he pensado en adquirir un disco de Duncan Dhu, pero la canción de En algún lugar de un gran país, me hace vivir nuevo aquel enero de 1989, cuando yo acababa de llegar a vivir al DF y me daba a la tarea de perderme en sus calles. Es un recuerdo muy fuerte y esa canción, quiera o no, va a asociada a una época- Gracias a Bernardo jauregui por traerla a mi memoria.

De raperos, electrónicos y norteños

El rap en cambio sólo me generó asco. Toda mi vida he tenido claro mi absoluto desprecio a ese género musical y su subcultura. Recuerdo la primavera de 1991, un viaje a la Isla del Padre con mis regio amigos, emocionados ellos escuchando Mc Hammer y Vanilla Ice, mientras yo con los audífonos reventaba mis oídos con un disco de Morbid Angel y les obsequiaba honestos insultos racistas contra su música y sus cantantes. Insultos que por cierto me han dado muy mala fama y han hecho correr la versión de que soy un KKK. Me vale madre lo que se piense. Mi infinita y honesta repulsión por el hip hop, rap y derivados se mantiene intacta.
Cuando yo vivía en México, algunos compañeros estaban verdaderamente hipnotizados por The Cu-re y Depeche Mode. El primero me agradaba más o menos, aunque nunca me llegó a hipnotizar, si bien es cierto que por ahí de 1990 compré el Disintegration. Depeche se me hacía fresa y fantoche (DeFres Mode le decía) pero en abril de 1994 los vi en concierto en Mty y a partir de entonces me empezó a agradar mucho.
Debo admitir que en ello influyó mucho una ex novia que era muy fanática de la música electrónica. Ella me presentó a bandas como Front 242 y cosas por el estilo, incluida una banda tijuanense llamada Artefakto a la cual acompañé a ver.
Hoy en día no hay alguna canción callejera que enmarque esta época. Tal vez lo sabré después, cuando esta época sea tiempo pasado. Tal vez me acuerde de los Tucanes que nunca faltan en ningún taxi, pero para ser honesto desprecio con fervor ese grupo. Para asuntos norteños los de mi tierra. Los grupos de Nuevo León rifan (por cierto que ya tengo mi disco de El Piporro que promociona hoy su periódico Frontera) Sinaloa sucks. Ninguna banda de ese estado me gusta en lo más mínimo. En lo norteño hay categorías, castas y jerarquías y la música de Sinaloa es lo más corriente de lo corriente (exceptúo únicamente a los Tigres del Norte ¿Son de ahí por cierto?)
Por otra parte confieso una terrible debilidad hacia los corridos de la Revolución. Me sé de memoria un chingo. Nada de narco corrido y mierda similar. Puro corrido de Pancho Villa.
A mi esposa le gustan los tangos y ella me ha hecho aprender a gozar de Astor Piazzolla. También con ella he aprendido a disfrutar de las guitarras flamencas.
Por lo demás, mí oído de artillero sigue clavado en su metalera tecla. Y como dijo Don Teofilito...seguirá.

Thursday, November 13, 2003

Pasos de Gutenberg
Malebolge
Pablo Soler Frost
TusQuets Editores

Por Daniel Salinas

Malebolge es la palabra con la que Dante llamó al remolino del Infierno en la Divina Comedia. Un hervidero caótico y amorfo en donde los gritos de los condenados se confunden con las risotadas de los demonios.
El escritor mexicano Pablo Soler Frost no encontró un mejor término para titular una novela que también habla de una suerte de remolino infernal.
Pero a diferencia de las escalofriantes escenas narradas por el poeta florentino en su obra cumbre, el Malebolge de Soler Frost nos conduce a través de una espiral maligna que se va gestando en la cabe-za de su personaje, el joven Friederich Jensen y de un país, Alemania.
De entrada, Malebolge es una obra escurridiza que se niega a ser encadenada en alguna clasificación.
Una definición demasiado simple, sería limitarse a señalar que se trata de una novela que habla sobre la vida de un joven fotógrafo y navegante de la Alemania nazi cuyos sentimientos se van tornando malvados como consecuencia de un severo complejo edípico y una decepción amorosa.
Pero con Soler Frost uno se puede esperar de todo menos frivolidad y simpleza. Hay que aclarar que nos encontramos ante un autor de erudición casi borgeana que supo aderezar una novela bastante corta, con una buena dosis historia y algo de filosofía.
De entrada, nunca queda demasiado claro quién es ese narrador en apariencia omnisciente que nos cuenta la vida de Friedrich con ocasionales y brevísimas intervenciones en primera persona.
Al empezar la novela caí en la tentación de pensar que Soler Frost estaba irremediablemente conta-giado de ese efecto germanizante que puso tan de moda Jorge Volpi con el deslumbrante éxito de su Klingsor y que siguió Ignacio Padilla con su Amphitryon.
Después me dio por creer que el autor rendía una suerte de homenaje satírico a autores como Her-mann Hesse o Thomas Mann. Y es que es imposible no encontrar ciertos paralelismos con Demian o Doctor Faustus, novelas que tienen como eje argumental una entrañable amistad entre dos adoles-centes alemanes en los albores del Reich.
La diferencia con Sinclair y Demian o con Adrián Leverkhun y el narrador de Faustus, es que Frede-rich se enamora de su mejor amigo y a la postre es esta pasión homosexual la que lo arroja por un sedero de decadencia moral que es paralelo a la incubación del odio nazi en las cabezas de los ale-manes.
Sin duda, lo más delicioso de la lectura de Malebolge son los juegos de lenguaje empleados por el na-rrador y sus radicales cambios de ritmo. Párrafos escritos en una prosa que peca de extrema elegan-cia, cargados de figuras casi poéticas, desembocan de pronto en expresiones vulgares.
Es precisamente este intencional y bien dosificado choque estilístico, el que arranca a Malebolge de la frialdad propia de los textos eruditos.
Aunque el fuerte de Soler Frost es el brevísimo relato o el aforismo, su incursión en la novela corta resulta más que favorable.
Después de todo, no cualquier escritor que no sea japonés puede presumir tener entre sus fieles lec-tores a un creador de la estatura intelectual de Mario Bellatin, su admirador confeso.
El autor de Malebolge, que se autodefine como un católico que escribe y no como un escritor católico, es una de las plumas menos convencionales de la literatura mexicana. Un narrador atípico que parece sacarle la lengua a géneros y corrientes previamente clasificadas. En suma, una grata e im-probable sorpresa.

Wednesday, November 12, 2003

El matador de toros David Silveti se suicidó. Debe haber sido el karma; se le aparecieron los espíri-tus de cientos de inocentes toros masacrados sólo para deleitar una morbosa concurrencia sedienta de sangre. Si te querías morir ¿Porqué carajos no te aventaste al ruedo a pelear tu solo con un toro? Así con tus puños, sin tu espada y sin tus pinches rejoneadores de mierda listos para hacerte el paro. Hubiera sido más digno morir frente a un toro, sentirlo enterrándote su cuerno en los huevos, en lugar de morir de un simple balazo. Ni pedo, quién te manda ser torero. ¿Descansarás en paz? A todos los toreros del Mundo: I will piss on your grave-

Sobre las nocturnas alucinaciones

Leía hace unos días a Judith en el blog De quereres y otros males. La narradora platicaba acerca de una extraña experiencia nocturna en medio del sueño o la duerme vela en que la que sentía que se iba o la jalaban from beyond.
La lectura me hizo recordar algunas experiencias realmente alucinantes en medio del sueño. Me ha sucedido con relativa frecuencia cuando duermo siestas en la mañana o en la tarde, pero hace mucho que no me ocurre.
Las últimas veces que me ocurrió fue cuando vivíamos en el depa de Playas y siempre fue durmiendo durante el día. Era impresionante, pues me veía a mi mismo dormido en la cama y cuarto tal como estaba en ese momento y a mis alrededores merodeaban seres extraños. Creo recordar niños deambulando por la recámara. Nunca sentí que me jalaran los patas, com creo entender que le sucedió a la autora De quereres y otros males, pero producía algo similar al escalofrío el mirarlos.
Otras veces soñaba que estaba dormido y el mar se tornaba furioso, al grado que las olas llegaban hasta la recámara y el departamento se cubría de agua mientras yo dormía, al grado que la cama se transformaba en una suerte de embarcación. Eran sueños en verdad alucinantes. Será eso un viaje astral vía marítima?
Recuerdo una experiencia escalofriante: Fue el 15 de septiembre de 2001, la noche en que arribé a Nueva York luego de un agotador viaje. Llegué casi de madrugada a hospedarme en el viejo Herald Square Hotel y caí rendido. De pronto en la alta mar de la madrugada desperté sobresaltado: Alguien había abierto la puerta del cuarto y estaba parado frente a mí. Yo intentaba gritar, pero la voz no me salía. No se cuanto tiempo pasó, minutos o acaso segundos. De pronto fue como si la conciencia vol-viera a mí. Estaba en medio de la habitación. La puerta estaba cerrada y no había nadie aparte de mí.
Estas cosas suelen sucederme cuando duermo solo, lo cual ocurre muy contadas ocasiones en mi vida. Por fortuna, el 98% de mis noches las paso a lado de Carolina y ella se encarga de conjurar a los fantasmas.
Pd- Eso sí, cientos o miles de veces he soñado que me drogo y en mi sueño me pongo loquísimo, hiper high. La droga más potente es el sueño y no necesitas dealer que te provea.

La bibliófila rehabilitación


Dice mi colega Manuel Lomelí el Chango 100 que si un día tuviera que madrearme sería por causa de mi incorregible vicio de la lectura.
Y yo le digo a mi colega que aceptaría de buena gana toda clase de escupitajos, tomatazos, sopapos e insultos diversos el improbable día que me vean leyendo en público y en voz alta, convocando a la gente a que me escuche leer. Si algún día yo convoco a una lectura en un espacio cultural o me inscribo en un foro de discusión literaria, autorizo a cualquier persona a madrearme. Es más, como buen cristiano pondré la otra mejilla para que me surtan un chingazo sin oponer resistencia.
Ojo, eso no significa que yo no participe en foros públicos. Solo que yo hablo, dialogo, discuto o mo-nologo si ustedes quieren, pero nunca leo en público. En la mesa no hay papeles. Eso es un insulto a la concurrencia. Ya bastante tienen con soportar el mal vino. Yo prefiero recuperar la tradición oral de bardos y juglares. Para eso me curtí ganando concursos de oratoria política en la prepa y la universidad. Las lecturas son el mayor escupitajo en el rostro de la literatura. Y para colmo los lectores o presentadores de libros leen espantosamente. No he escuchado uno solo que no contagie sus palabras con una insufrible monotonía apta para combatir mi insomnio. La lectura, señores, la auténtica lectura, es un acto onanista.
Hace algunos meses un señor me invitó amablemente a participar en unas tertulias literarias que organizaba en su departamento. Agradecí la invitación, pero jamás acudí. Considero una horrible pérdida de tiempo el juntarse para discutir sobre un libro. Prefiero que me inviten a ver futbol.
Tampoco tengo amigos ni seres queridos que gusten de la literatura, al menos no con el grado obsesivo que padezco. A mi esposa le gusta leer, pero se clava en libros de terapia psicoanalítica y trastornos mentales, textos que le son útiles para el desempeño de su profesión. Mis mejores amigos casi no leen o por lo menos no se pasan la vida sumergidos en un libro como lo hago yo. Es más, jamás tuve una novia que le gustara la literatura y mucho menos los ambientes literarios. Por lo que a mí respecta, padezco con abnegación esta enfermedad incurable.
En el mundo sólo conozco una persona que lee más que yo: Mi abuelo, pero resulta que él es filósofo y como quién dice, esa es su chamba. A mí en cambio me pagan por elaborar reportajes de investigación, chamba que descuido por estar enganchado a los pinches libros que nada han aportado a mi vida salvo un insano esparcimiento y muchas horas de escape de la realidad. Es un chingado vicio y ningún vicio, que yo sepa, conduce a nada bueno. Pregúntenle a Alonso Quijano. Tal vez, al igual que los tecatos, necesito que me desintoxiquen a punta de reatazos en un centro de rehabilitación para bibliófilos estilo Cirad. ¿Conoces alguno Lomelí?


Aclaración para un teorreíco-

Hoy por la mañana, merodeando o sourrandeando por la red, llegué a hasta las puertas de un blog teorreíco. Pero eso no era lo peor de todo; se trataba de un blog teorreíco chilango. Joder- Ahí nomás pal gasto. Creo que no necesito más adjetivos para describirlo. El teorreíco en cuestión hablaba de revistas literarias, talleres literarios, tertulias literarias, críticas literarias y escatología similar. Con tanta mierda teorreíca el lugar parecía un resumidero. Ya ni mi adorable cuna de porquería luce tan mal. Bueno, la cuestión es que como yo andaba en plan caga palos, le pedí al señor teorreíco que me aclarase la razón por la que llama -Maestro de Baltimore al buen amigo Poe-

-Algunas precisiones sobre el maestro de Baltimore: Hasta donde tengo entendido, Poe se murió ahogado en sus vómitos en una cantina de Baltimore, ciudad en la que estaba de paso y por mera casualidad un día de elecciones de 1849. Pero si la memoria no me falla, el maestro de Baltimore jamás vivió en esa ciudad. Por ahí dicen que nació en Boston en 1809, aunque de una u otra forma, la ciudad dónde se puso la última peda de su existencia le debe estar muy agradecida. Y es que Poe es el único escritor que puede presumir el haber inspirado el nombre de un equipo de la NFL, una nocturna aparición llamada The Baltimore Ravens cuyos jugadores, después de cada Touch Down pronuncian un enigmático Nevermore- DSB


El DF y yo

La gente me pregunta si yo tengo algo en contra de los chilangos. La respuesta es No. Yo viví en el DF durante 4 años, de 1988 a 1992 e hice grandes camaradas. Algunos de los mejores amigos que he tenido en mi vida son chilangos. Rodolfo Cruz, Carlos Macías, Salvador Adame y Gaby Menéndez fueron algo más que hermanos en mi adolescencia.
Pero sucede que ninguno de estos amigos era teorreíco. Todo lo contrario- La combinación chilango y teorreíco produce resultados abominables- Durante el tiempo que yo viví en esa ciudad habité en la colonia La Herradura y en Lomas del Olivo e hice como que estudiaba la prepa en el Centro Edu-cativo Albatros y como que trabajaba en el Zorba de Interlomas.
Jamás fui asaltado, robado, tranzado o algo por el estilo. Tampoco se me vio dando el rol en Coyoacán ni frecuentando ambientes maextrozos, llámese exposiciones, presentaciones de libros o conciertos de géneros distintos al metal o hard core. Acudía con devoción al Estadio Azteca, Olímpico 68 y Azulgrana casi cada fin de semana, era asiduo a las tocadas hardcoreras del LUCC y a las tocadas metaleras de Tlalnepantla, a los reventones del Colegio Alemán en un jardín de Constitución, a co-mer quesadillas a la Marquesa y a visitar a una amante que vivía hasta casa de la rechingada allá por el Viaducto. Creo que algo de lo mejor que me pudo haber pasado en mi vida, fue vivir mi adolescencia en el DF y no en la aburrida y mojigata Monterrey. Desde 1997 no pongo los píes en la Gran Tenochtitlán. Confieso que a veces extraño mucho esa ciudad, aunque más bien creo que extraño una época-

Tuesday, November 11, 2003

La tentación llegó de Burdeos

No me fui invicto el fin de semana. Confieso haber bebido una copa de un suculento Burdeos que compró Carolina para acompañar el filete que preparó para cenar el sábado. Una copa nunca me basta, pero en esta ocasión mi organismo se dio por satisfecho con la módica ración de ese tinto seco con aroma de madera y cuero.

De relecturas y otros vicios

Pensaba consultar un pasaje sobre el que tenía cierta curiosidad y acabé releyendo todo un libro: El arma en el hombre, de Horacio Castellanos Moya que leí por vez primera hace unos tres años. No cabe duda que la relectura de un buen libro encierra grandes dosis de placer.
El arma en el hombre tiene la contundencia de un balazo de pistola 45 en tu jeta. Fue con ese libro con el que descubrí a un autor que en verdad rifa, un colega periodista del que hasta ahora no tengo queja. Ninguno de sus libros me ha fallado ni les pongo un pero. Castellanos Moya me pasa un chin-go. Además, El arma en el hombre te lo chutas en una sentada, pues no te deja levantarte. Y como suele suceder, a este salvadoreño nadie me lo recomendó, yo lo descubrí solito en mis correrías por El Día. Me he dado cuenta de eso; me pasan más los autores que yo descubro al azar que los que me recomiendan los teorreícos de mierda. Puedo mencionar muchos casos.
El domingo estuve leyendo una novela que compré en La Comercial por 65 módicos pesos: Malebolge del buen Pablo Soler Frost. Un prosista educado este Pablito y me pregunto hasta qué punto influido por el efecto Klingsor de Volpi. Al igual que Arma en el hombre, es un librito pequeño de apenas 103 páginas y lo acabaré en la próxima sentada. No se si es un homenaje, un tributo o una sátira a los libros de Hesse y Thomas Mann. Y es que tal vez por la temática y la ubicación geográfica, la novela me hace recordar irremediablemente el Demian o Doctor Faustus. ¿Me lo tomo por el lado humorístico? Supongo que Soler Frost es un tipo muy inteligente. No cualquier cabrón puede presumir entre sus fieles lectores a Mario Bellatin. Y es que una vez le pregunté al autor de Poeta ciego acerca de sus autores favoritos y me dijo que Soler Frost rifa machín. Algo tendrá el muchacho para no ser japonés y gustarle a Mario. Aquí en el cajón de mi escritorio tengo un librito de cuentos que se llama Birmania que me agrada bastante.
Por lo pronto, para empezar bien la semana, ayer cedí a la tentación de adquirir en El Día un nuevo título: - Cartografía de los animales celestes- de un tal Enrique Rentería del que jamás he escuchado una chingada. ¿Por qué adquirí este libro? No sé la razón. Parafraseando a Bruno Ruiz, diré que el libro me compró a mí, pues es adicto a mis ojos que en breve se posarán sobre sus páginas.
Y así se ha ido conformando mi biblioteca, regida por el criterio del ojo de buen cubero, una biblioteca a la que faltan muchos autores que los teorreícos consideran fundamentales y que a mi me dan una hueva enorme. En cambio en mi biblioteca ya está el mundialmente desconocido señor Enrique Rentería esperando a ser leído sólo porque el título o la portada de su librito me llamó la atención.

Día de los veteranos

Vaya amanecer- El centro hecho una mierda, la puta línea escupiendo su tráfico más allá de Cate-dral, la sinfonía del claxon en caos mayor deleitando mis oídos. Y ahí viene todo el atajo de pochos haciendo bulto en la calle. Ya me los imagino a los mal paridos, disfrutando su asueto- Día festivo: Vamos a Tijuana a echar desmadre.
Odio los días festivos de los pinches gringos. ¿Día de los Veteranos? Ja, ja, ja- Los veteranos no son más que un montón de tecatos psicópatas que blasfeman al aire desde sus sillas de ruedas. Como bien dice La Polla Records: Las medallas son chapas de hojalata, las banderas son trapos de colores, en la guerra morirás por su dinero, en la guerra morirás por su interés. Mierda al héroe mutilado, mierda al héroe radioactivo, mierda al héroe muerto, moriréis como imbéciles, yo no pienso ir.
No me explico como Julio el sueco extraña los pinches desfiles y los actos militares. A la chingada con los veteranos de guerra, quién les manda ir a la guerra, quién les manda creerse el cuento barato del patrioterismo. Tu país te necesita, debes luchar por tu nación. Ja, ja, ja. ¿De que chingados te sirvió ir a Vietnam, pinche heroinómano de cagada? ¿Qué carajos ganaste en Corea si no tienes ni donde caerte muerto? El día que veamos a Bush mutilado en una silla de ruedas pidiendo limosna en la calle para su cura de heroína, podremos empezar a celebrar con jolgorio el Día de los Veteranos.


El teatro de las redundancias

En el periodismo pasé muy pronto de ser un novato a ser un veterano. No hubo punto intermedio ni escala. En El Norte yo era el inquieto jovencito que empieza a hacer sus pininos en el oficio y debe aprender de sus mayores. Siete años después soy el señor de experiencia que debe aportar ideas para sacar temas novedosos, pegadores, rebosantes de carnita. El problema es que esa carne ya la hemos vendido muchas veces. Vaya, en esta carnicería llevamos cuatro años y medio ofreciendo los mismos cortes. Un bistec a la medida, como le gusta a nuestro cliente pequeño burgués, con los mismos in-gredientes y la misma sazón.
El periodismo es el teatro de las redundancias. El mito del Eterno Retorno o el perpetuo Deja Vu se quedan cortos cuando llevas varios años metido en la dinámica de una redacción. ¿Para que nos hacemos pendejos? Ya hemos escrito de todo y varias veces. Hace un chingo que no escribo o leo, aquí o en la incompetencia, un reportaje que me sorprenda, algo que de verdad nunca hubiéramos tocado.
Revisemos nuestras últimas portadas y les puedo asegurar que cualquiera de los temas que tocamos ya lo hemos tratado por lo menos tres veces antes. Todo aquello que escribo no es más que un reciclaje de algo que ya escribí antes.- Y no, no somos los únicos: checas al pinche cuino de mierda y ya no sabes si reír o cambiar de marca de papel del baño y luego esperas al viernes para leer los alucines paranoicos de mi abuelito, clavado en su eterna tecla. Puta madre, le urge una sacudida a mi mente, unos cuantos putazos a ver si le brota por ahí alguna idea nueva. Me pongo a pensar en que nuevo reportaje sacar y me doy cuenta que la palabra nuevo se vuelve inexistente. Quiero empren-der alguna investigación novedosa, buscar algún hilo negro y te das cuenta que todos los hilos están más blancos que la chingada y aún en caso de que encuentres el más oscuro, a nadie le importa un carajo. Todas las reacciones son medibles. Yo puedo escribir las reacciones que va a generar cada tema y redactar textualmente las respuestas de los funcionarios desde ahora. Es más, desde ahora voy a ir escribiendo la nota que saldrá en la portada el lunes siguiente a las elecciones de 2004 y verán que no me equivoco.

Será más o menos así: – Luego de una jornada dominada por el abstencionismo y la apatía, el candi-dato panista Jorge Ramos Hernández se convirtió en el virtual alcalde electo de Tijuana. Aunque la Comisión Estatal Electoral aún no acaba de computar la totalidad de las casillas, los resultados preliminares que se manejaban hasta el cierre de esta edición señalan al panista como el triunfador de la contienda. Anoche en rueda de prensa, el dirigente del PRI Enrique Acosta Fregoso dio a conocer que ya tienen listas una serie de impugnaciones y aseguró que cuentan con pruebas para exigir la anulación del conteo en por lo menos la mitad de las casillas...bla, bla, bla- Eso sucederá. Me pueden dar un chingazo o escupirme a la cara si no. Armaremos un pedote de cobertura para algo que desde 10 meses antes podemos ir escribiendo.

A veces me pregunto si el periodismo en verdad justifica su existencia y estoy a punto de coincidir con Borges y Bioy cuando conversan en torno a la inutilidad del parloteo mediático. Dice Borges que una noticia tal como -Colón descubre América- sí que merecería ser publicada en los periódicos, pero el resto son inutilidades (y por desgracia la mañana del 13 de octubre de 1492 nadie en Occidente se enteró que ese loco andaba viendo nativas desnudas en Las Indias) Pero seamos honestos y autocríticos: Los medios ofrecemos siempre las mismas chingaderas arropadas en un vestuario hipócrita de - yo quiero cambiar el mundo- y con nuestra aureola moralista le decimos a la gente lo que está bien y lo que está mal. Hay veces que amanezco pensando que un obrero maquilador puede presumir un poco de más variedad en su estilo de vida laboral.