1-Demasiada tinta hemos derramado narrando la paradoja de empezar una guerra de independencia gritando vivas al nombre del rey del que en teoría nos queríamos independizar. Cada 16 de septiembre volvemos a poner el dedo en la llaga en torno a la inexistencia de palabras como “México” e “independencia” en la arenga del Padre de la Patria. Ya hemos hablado del veneno que Allende preparó para matar a Hidalgo, de los amoríos del gallardo capitán de dragones con la Corregidora doña Josefa, del titubeo inexplicable en Cerro de las Cruces y el carro de artillería estallado en Puente Calderón. Hemos hablado de eso y muchas cosas, pero caray… el espíritu de toda liturgia yace en el mito y no en la verdad comprobable.
2- Cuando hablamos de insurgencia me da por pensar en la historia de lo que pudo haber sido. Me da por pensar en que el virrey Iturrigaray estuvo a punto de concretar la independencia sin disparar un solo arcabuz en 1808; en que el movimiento de Hidalgo en realidad entorpeció y retrasó la liberación de la Nueva España en lugar de ayudarla; en que la Constitución de Cádiz pudo haber creado el mejor de los mundos posibles – una suerte de confederación intercontinental hispana, una Commonwealth de la hispanidad- pero Fernando VII, el déspota reyecito al que Hidalgo dedicó vivas, tuvo a bien echarlo a perder todo. De mil y un hubieras se escriben las efemérides.
3- Me encanta el patrioterismo aferrado a narrar la independencia como una victoria de México contra España. Carajo, si ni siquiera existía México ni existía España. Las revoluciones insurgentes de Hispanoamérica fueron la implosión de un imperio que se desmembró desde adentro. No fue una guerra de españoles contra indígenas, pues apenas hubo europeos peleando en el campo de batalla. Tampoco fue de ricos contra pobres. La carne de cañón en ambos bandos la aportaron mexicanos miserables. El grueso del ejército virreinal estaba conformado por no pocos léperos de las más jodidas castas de la pirámide colonial, mientras que los insurgentes tuvieron no pocos padrinos de gordísima cartera. El Marqués de Rayas, el Carlos Slim de la Nueva España, simpatizaba con la independencia.
4-El movimiento insurgente dio inspiración de sobra a los muralistas y nos nutrió de Pípilas, Niños Artilleros, espadas en prenda y cabezas clavadas en garfios. No niego que me apasiona esa narrativa tarantinesca tan embarrada de sangre y tripa, pero sabemos muy poco de los debates de mi paisano Padre Mier contra Ramos Arizpe, de los cimientos de las constituciones de Apatzingán y 1824, de los mil y un descabellados proyectos de naciones posibles que desfilaron a partir de 1821. En el México embrionario de Victoria, Guerrero e Iturbide se definieron buena parte de nuestras malformaciones pero a esa etapa determinante le solemos dar la espalda. Por lo que a mí respecta, el México de los decimonónicos veinte es el que más me apasiona, pero Cartógrafos de Nostromo no tiene para cuándo pinches carajos publicarse.
Friday, September 16, 2016
Tuesday, September 13, 2016
Vientos de Santa Ana se inspira en un homicidio verídico que ha quedado sin explicación en Tijuana, luego de que el presunto autor material ha cumplido su condena, pero ha quedado en el aire quién le dio la orden de matar al columnista conocido como el Gato Barba.
“Celebro la publicación de este gran libro. Para decirlo a secas se ha publicado La Novela de Tijuana, el crimen que se narra en esta obra, el asesinato, elemento medular de la historia cambió para siempre la cartografía de esta ciudad, un comando armado mató al Gato Barba, y ahora para comprender esta ciudad es indispensable entender este libro”, aseguró el escritor Hilario Peña.
“Vientos de Santa Ana no cuenta nada nuevo, recupera uno de los acontecimientos más impactantes en la historia de Tijuana”, refirió el periodista Jaime Cháidez. En tanto el ensayista y académico Joel Flores afirmó que “la pregunta dramática que motiva la novela de Daniel es la misma que un medio de comunicación local de Tijuana llamado la X, se ha hecho semana tras semana en el interior de sus páginas, ¿por qué me mataste?”.
“Este libro le debe mucho a Federico Campbell, él es sin duda la mayor influencia literaria que tiene Vientos de Santa Ana, de todo lo que he escrito hasta ahorita no hay ningún epígrafe que defina tan bien una novela como el epígrafe de Federico Campbell que tiene que ver con ese momento en que la reporteada topa con pared, cuando la verdad legal no te da nada más.
El término acrofilia suele ser utilizado para referirse a la atracción por las personas de estatura elevada o a la pulsión por el sexo en las alturas, específicamente el popular smile high con que se denomina al deseo de experimentar orgasmos en los aviones, aunque lo de Livio está más asociado a la manía de pureza y pulcritud que a algún vestigio erótico. Su obsesión por los pisos elevados se ha agudizado a la par de su repulsión por lo insalubre y su fobia a moscas, mosquitos, garrapatas y pulgas. Los bichos transmisores de enfermedades no pueden elevar demasiado su vuelo. En la terraza de un rascacielos no es preciso preocuparse por moscardones ni zancudos. También le aterran los personajes de la calle.