Eterno Retorno

Tuesday, June 06, 2017

Y una invernal mañana de junio (coronada por el cielo gris de la costa bajacaliforniana que a veces también parece una negra flor carnívora) retornas a casa tras dejar a tu hijo en la escuela y así, sin decir agua va, te encuentras con que en la entrada te aguarda un cardumen de Peces Banana. Peces voladores y rejegos que salieron furtivamente de Hermosillo y cual salmones anarquistas cruzaron el desierto de Altar desafiando la Rumorosa hasta hacer su arribo a la playa tijuanera. Hierves un café de tiniebla y al azar pepenas un ejemplar en donde te pierdes a la deriva sin reparar en que las horas son devoradas por este cardumen facineroso aferrado a no soltarte. Y te enfrascaste tanto en la piscívora lectura, que hasta la noche te acordaste de darle la gracias al gran Iván Ballesteros Rojo por tan poderoso cargamento. Creí que sería una pecera pero ahora tengo un acuario.

Con claridad extrema recuerdo lo que yo estaba haciendo, pensando y sintiendo el día de otoño en que mi hermana Elisa S. Basave vino al mundo, de la misma forma que recuerdo el lugar en que estaba (nueve meses antes) en la tarde de invierno en que me anunciaron que tendría una nueva hermanita. Apenas una ráfaga de viento ha transcurrido, un soplo de eterno retorno para llegar a la nublada mañana de junio en que recibo la noticia de que mi pequeña hermanita ya es mamá. Mi lindo y recién llegado sobrino comparte cumpleaños con el mismísimo Pancho Villa y en afán de ser fieles al santoral revolucionario, yo me pronuncio por llamarlo Doroteo. El destino lo ha marcado para ser Centauro norteño.

Monday, June 05, 2017

Hay (no puede no haberlo) un viaje en puerta y la convicción (acaso sea la manda) de utilizar el mismo pantalón durante toda la travesía, de viajar ligero, con espacio de sobra en la mochila huichol, con un solo libro compañero. Hay (cada vez con mayor frecuencia) un furtivo gallito y un parque a oscuras, de solitarias porterías y paredes grafiteadas por donde al caer la noche caminamos sin tener muy claro quién trae a la mano cerillos o encendedor, con un par de posibles cómplices en plan Bartleby… y yo, desprovisto de fuego pero con ganas de alucinar, caminando con el menos indicado compañero de fumada, guardando una magra bocanada en los pulmones, cartografiando rutas de escape a otros mundos, conjurando forzosos aterrizajes. Una libreta perdida. Uno de tantísimos errabundos cuadernos olvidado en manos de alguien, acaso una no tan extraña y no tan confiable mujer. Perder mi cuaderno me sumió en la devastación y desencadenó la angustia ante la inminencia de una persecución fiscal, un pago compulsivo en línea y la inmediata respuesta de los sabuesos hacendarios. ¿De dónde viene el dinero?