Eterno Retorno

Thursday, August 19, 2021

Diosito hate us all en la tierra (Revueltas-Slayer remix)


 

Por primera vez en mi camino de vida como reportero estoy parado en el centro neurálgico de la historia, en el punto exacto donde arde la humanidad.

¡Waaaaarrr, Waaaaarrrr WAAAARRR!!!                                                             

El grito retumba desde la misma noche de los tiempos. En mi cabeza retumban tus riffs mientras voy pisando piedras chamuscadas y fierros retorcidos. Huele a muerto a metal quemado.

Mis neuronas tocan tu guitarra y reescriben una prosa afiliada como mil navajas. Este odio venía de lo más lejano y lo más bárbaro. Era el odio de Dios. ¿Te has dado cuenta?  God Hate Us All tiene la pura  esencia de José Revueltas pero el barbón de Papasquiaro, Durango, escribió Dios en la tierra 65 años antes de que ustedes grabaran ese disco.

Toda la locura y la terquedad del mundo en nombre de Dios. Dios de los ejércitos; Dios de los dientes apretados; Dios fuerte y terrible, hostil y sordo, de piedra ardiendo, de sangre helada. La voz profunda y ciclópea de Dios que había pasado por la tierra… y nos dejaba por herencia dos fálicas torres hechas mierda. ¿Leíste alguna vez a José Revueltas? Por supuesto que no. Leías sobre todo historias de guerras, de criminales nazis, de asesinos seriales pero nunca a Revueltas.

Dios nos odia a todos Jeff, en eso estamos de acuerdo pero quedamos en que esta es tu historia, no la mía ni de la de Revueltas. 

Monday, August 16, 2021

Había una pinche niebla de aquellas esa madrugada.

 


Ese mismo sexto sentido me ayudó un par de años después, cuando mi abuela volvió a poner la carabina en mis manos. En los corrales teníamos dos caballos viejitos y una noche nos robaron al menos jodido. En las últimas semanas habían estado desapareciendo varios animales del pueblo. Nadie veía ni escuchaba nada y ni siquiera los perros más escandalosos eran para regalarnos un ladrido. En mi cuarta noche como centinela escuché  un chasquido, un crujir de ramas ahogado en el ulular del viento. Había una pinche niebla de aquellas esa madrugada. No vi ni siquiera un bulto, pero disparé como si el rifle tuviera un radar. Ahora no escuché un rugido de fiera, sino un alarido humano, seguido de ¡un hijo de la chingada! con más tono de llanto que de reproche. Escuché ahora sí claramente el ruido de un cuerpo tropezando entre los pedruscos y las matas baldías. El cuatrero apareció como a unos 800 metros de nuestros corrales. Tenía un boquete en el costado izquierdo, por abajito de la axila. Al amanecer ya estaba desangrado. Yo fingí demencia y me guardé en casa de la abuela. El pueblo festejó la muerte del ladrón, que  tenía asolados a todos los ranchos aledaños, y aunque aplicaron el nadie sabe nadie supo cuando los de la policía rural empezaron a  hacer preguntas, todo mundo sabía que yo había sido el bueno.