Eterno Retorno

Friday, March 25, 2005

Respiración artificial
Ricardo Piglia
Anagrama

Por Daniel Salinas Basave


De entrada, aclaro que me parece un reto más que complicado hablar de una novela como Respiración artificial en unos cuantos párrafos.
De por sí su autor Ricardo Piglia es, en cada uno de sus textos, como un pez mojado resbalando en las manos de quien intenta definirlo o encasillarlo en un género.
Y Respiración artificial son palabras mayores. Después de todo, no cualquier libro puede presumir ser considerado entre las 10 mejores novelas que se han escrito en Argentina. ¿Y quién incluye a Respiración artificial en semejante decena, teniendo como vecinos a Borges y Sabato? Pues nada menos que una encuesta realizada entre 50 escritores argentinos.
Respiración artificial no es una novela cómoda ni complaciente con el lector. El autor es muy cuidadoso en la forma en que va arrojando sus cartas y es muy fácil dejarse llevar por un sentido equívoco en los primeros párrafos.
Lo que en un principio parece ser un anecdotario genealógico del escritor Emilio Renzi, se va transformando en un epistolario entre éste y su tío Marcelo Maggi.
Pero el intercambio de cartas es sólo el principio, la punta de un iceberg profundo y laberíntico.
¿Qué hay detrás de los recuerdos de infancia de Renzi? Una difusa memoria de la vida errante del tío, que abandona y roba a su mujer.
Marcelo Maggi, vagabundo y autoexiliado que inevitablemente hace pensar en el devocional tributo que Piglia se empeña en rendir en cada texto suyo a Macedonio Fernández, es el hilo conductor que nos lleva hasta Luciano Ossorio, el viejo senador inválido y retirado.
Éste a su vez, es la máquina del tiempo que nos lleva hasta su abuelo Enrique Ossorio, el cercano colaborador del dictador Juan Manuel de Rosas.
Entonces, casi sin darnos cuenta, hemos viajado hasta el año 1850 y nos encontramos acopañando a Ossorio en su exilio en un burdel de Nueva York.
En unas cuantas páginas hemos viajado entre el epistolario, la reflexión, el dilema metafísico y la indagación policial.
¿Cómo definir Respiración artificial? Parece no solo atrevido, sino hasta ocioso tratar de hacerlo. ¿Es una metáfora de la historia de Argentina? ¿Un tratado filosófico sobre la naturaleza de la traición? ¿Una sucesión de enigmas? ¿Un crónico acertijo?
Acaso sea una de las mejores encarnaciones literarias del Mito del Eterno Retorno, de la existencia como espiral, con lo que Piglia parece jugar hasta en la prosa y en esa manía de repetir rítmicamente las palabras finales de las frases al comienzo de la oración inmediata posterior. Un constante escarceo entre literatura de ficción, historia y filosofía.
En fin, estas impresiones me quedan de una primera lectura, pero confieso que tengo la sospecha de que una segunda vez podría arrancarme comentarios diferentes. Tan mutante parece Respiración artificial, que no me extrañaría encontrarme con otra novela oculta si caigo en la tentación de iniciar a las de ya con su relectura.

Exodos absurdos del Bajo Drudolph


En la contraportada del libro que Milena Herzingova robó de la biblioteca pública de Manheimm Alemania, se lee que Galaor Zuazua Cota nació en el Municipio de Tecate un 6 de octubre de 1943.
Estudiante de la preparatoria Lázaro Cárdenas, realizó estudios de derecho en la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde se tituló en 1966, para luego partir a la Universidad Belgrano en Argentina donde se inscribió a una maestría en Historia de las Culturas.
Su tesis, titulada Mitos y falacias en torno a la aparición del hombre americano, estuvo envuelta en la polémica, pues rechazaba ferozmente la hipótesis del cruce de tribus por el Estrecho de Behering en Alaska.
Sin un mínimo de rigor científico en sus investigaciones, una pandilla de teorreícos se ha dedicado a darnos atole con el dedo durante años, postuló Galaor en uno de sus artículos más incendiarios.
De acuerdo con la hipótesis de Galaor, las culturas del Pacífico Oriental habían desarrollado avanzadas técnicas de navegación y eran capaces de recorrer cientos de kilómetros en mar abierto.
El punto más discutido de toda la obra de Galaor, y sin duda el que motivó a la estudiante checa Milena Herzingova a viajar hasta Baja California, es el referente al contacto entre las culturas isleñas del Pacífico Oriental con las hordas exiliadas del Bajo Drudolph y Zacrozzdahal. Según el historiador tecatense, los prófugos de Daxdalia, todos practicantes del culto Zaffra Burdakk, habrían enseñado a los isleños las técnicas de fabricación de grandes navios con madera de cedro, capaces de resistir las agresivas corrientes del Pacífico. Es obvio, sostiene Galaor, que siendo practicantes de un culto eminentemente lunar como el Zaffra Burdakk, los de Daxdalia enseñaron a los isleños a elegir sus días de navegación guiados por las fases de la luna.
Ayudados por las fuertes corrientes que se registran en otoño y por vientos inusualmente benignos y favorables, los exiliados de Daxdalia, acompañados por al menos 40 isleños, habrían llegado a las cuatro islas que el historiador sueco Dronjack bautizó como Nueva Daxdalia.
Amber y yo pasamos las primeras cuatro noches que siguieron a nuestro encuentro platicando sobre las teorías de Galaor. Ella pensaba que Galaor en efecto existía o había existido y su única duda era si se trataba de un genial visionario o un demente empeñado en materializar sus alucinaciones. Yo en cambio pensaba que Galaor mismo era una ficción, un personaje inventado por algún investigador excéntrico que al no querer hacerse responsable de una hipotesis alocada, decidió atribuirla primero a un personaje inexistente para medir las reacciones que suscitaba en los círculos académicos. Pensaba esto porque como periodista me di a la tarea de investigar en la Sociedad de Historia de Tijuana el paradero de Galaor Zuazua. Mis intentos fueron infructuosos. Lorenzo Carvajal, presidente de la Sociedad de Historia de Tijuana y Argemiro Montaño, decano de los cronistas de la ciudad, negaron que hubiera existido algún historiador llamado Galaor Zuazua en toda la historia de la Sociedad. Lo que más les preocupaba, aunque yo fingí demencia y argumenté no estar seguro, era que alguien hubiera podido violar los sellos de la Sociedad de Historia de Tijuana para producir obras apócrifas. Aunque jamás tuve la oportunidad de ver el libro amarillo que Milena robó de la Biblioteca de Manheimm, en las copias que Amber me enseñó podía verse claramente el sello de la Sociedad de Historia de Tijuana.

Una historieta que me inspiró la conviviencia con cierto jefe de prensa. Si esta Semana Santa es aburrida, chutáosla.

ARIEL X FACTOR


La carretera está ahí otra vez pero ya no es como anoche, cuando sentía deslizarse hacia el abismo sobre una lengua de serpiente.
Esta mañana la carretera es un amontonamiento de minutos muertos atiborrados de sudor y migraña. Ni siquiera sentir hundirse el acelerador de la Navigator le devuelve una dósis de placer. Su dolor de cabeza y esa sensación mierda de tener un millón de hormigas caminando debajo de la piel lo arrancan de toda posibilidad hedonista aunque por lo menos, piensa, aún no lo empiezan a torturar los demonios de la culpabilidad.
En realidad, Ariel Zazueta considera que no hay acto suyo consciente que sea capaz de generarle algún remordimiento. No importa cuan cruel o baja haya sido su acción. Si actuó en sus cinco sentidos, eso que llaman culpa o cualquier pensamiento que se le parezca, puede darse por descartado.
Pero nada odia más que albergar dudas sobre lo hablado o lo hecho la noche anterior. Eso es una tortura y últimamente se tortura cada vez más. Tiene pavor de imaginar las palabras no calculadas y de pronto, es como si su lengua se volviera insurrecta y actuara con sus propias reglas. Después de las palabras venían los actos y después, a veces mucho después, llegaban las consecuencias.
Pero hasta la culpabilidad parace estar amodorrada esta mañana. Es como si el taladro que siente en la cabeza fuera capaz de extirparle todo razonamiento. Ni siquiera tiene ganas de escuchar música y solo acierta a clavar la mirada en el Oceano Pacífico.
Aunque sabe de su poder de sugestión, no deja de atribuir a un castigo divino esa manía de despertar tan temprano de sus parrandas más inconscientes. Parece que se tratara de un principio matemático; a mayor cantidad de alcohol, cocaína e inconsciencia en la cabeza de Ariel Zazueta, menos horas de sueño tendrá derecho a gozar. Ahora delante de él están los 87 kilómetros que aún lo separan de Tijuana y un domingo insufrible en el que por más esfuerzos que haga, no le será dado conciliar el sueño.
Con la mirada puesta en la inmensidad del Pacífico y observando tan solo de reojo el trazado de la Carretera Escénica que conoce de memoria y en donde esta mañana parece ser el único automovilista, Ariel vuleve a transformarse en el director de Comunicación Social del Ayuntamiento de Tijuana. De repente, sus mortificaciones, planes e ideas obsesivas se vuelven a apoderar de él y entonces hasta la migraña y la taquicardia parecen neutralizarse. Sus conjeturas de Maquiavelo se reanudan justo en el punto en que anoche fueron interrumpidas.
Ariel es ante todo el vendedor de un producto. Su producto se llama Francisco Fernando Sevilla de la Fuente, al que el pueblo llama cariñosamente Paco y quien hoy en día y hasta el próximo 30 de noviembre, para el que faltan aún 74 días, es Alcalde de Tijuana.
Ariel sabe bien que él es el principal responsable de que Paco albergue todavía algún futuro político. La derrota en la precampaña por la gubernatura es un fracaso del que aún no se repone del todo, pero está convencido de que la guerra, al menos para él, no está perdida. Pero le duele admitir que desde el maldito domingo de la derrota en las preliminares ante el santurrón acartonado de Eleazar Madero Belmonte, ha perdido un poco el control sobre si mismo, lo que equivale a perder control del entorno. Desde el domingo maldito, ha sentido remordimientos por la pérdida de control de sus actos en al menos seis ocasiones. Ahora sus ganas de escape son incontrolables. Lo atacan como un síndrome de abstinencia y siente que debe enfocar toda la energía de su pensamiento en cualquier exceso que no sea la imágen política de Paco Sevilla. La sed de escape no es nueva, la diferencia es que ahora no puede controlarla.
De cualquier manera el ritual de sus días sigue siendo más o menos el mismo. Siempre sucede igual. El engranaje de su mente empieza a moverse, primero a marchas forzadas, lentamente y depués, como si fuera un carro al que le van cambiando las velociadades, alcanza el punto de máxima velocidad. En ese punto se puede pasar varias horas hasta que llega un momento en que la maquinaria está tan caliente que se quema y cuando esto sucede, después de 15 o 16 horas, solo tiene un deseo incontrolable de subir a la Navigator y correr a 120 millas.

Horas antes de ese punto tan crítico, cuando su mente se acerca al nivel más agardable de velocidad, Ariel sabe que ha llegado el momento de consumir el primer pase del día. Eso ocurre generalmente a la una de la tarde, cuando ya ha despachado los pendientes inmediatos del día. Le gusta aspirar el polvo mirando a la ventana y últimamente fija su vista en la Pirámide Monumental que se ha convertido por obra y gracia de grillos resentidos y periodistas de afanes quijotescos, en su más grande dolor de cabeza.
Con la coca debidamente colocada en su cerebro, suele Ariel empezar a hacer las llamadas fuertes del día, aquellas que requieren de cierto tacto para conducir la conversación hacia el resultado deseado que por lo demás siempre obtiene.
Nunca falla la llamada a los directores editoriales de los dos diarios aliados. A veces tan sólo para comentar el punto y sondear el ambiente, medirle el agua a los frijoles de la grilla y hacerse a una idea de lo que verá en las portadas del día siguiente. Tampoco falta el telefonazo a alguno de los regidores incondicionales para indagar por donde pegarán el grito los opositores, que declaraciones han eructado y que nuevo resentimiento traen oculto entre las telarañas de sus mentes ponzoña.
Cuando de negociar se trata, siempre hay de por medio una invitación a comer. Esto sucede sólo cuando en el aire flota algún rumor que considera pueda perjudicar la imágen del Alcalde o bien cuando es él mismo el interesado en empezar a promover el rumor o sembrar cizaña. En esos casos Ariel jamás inicia un estira y afloja si antes no puso en claro que es él quien lleva las reglas de la negociación. Para ello utiliza procedimeintos que ha ido afinando con el tiempo. Jamás pregunta a su interlocutor si tiene tiempo o si le apetece ir a comer. Simplemente lo cita dentro de media hora en un lugar que él fija de antemano. Para cuando el periodista o regidor arriba al lugar de la cita, ya lo aguarda un mesero que le indica cual es la mesa que el Director de Comunicación Social ha reservado. El invitado debe esperar entre 15 o 20 minutos antes de ver aparecer a Ariel que ritualmente se acerca a la mesa inmerso en una conversación através de su inseparable celular misma que suele demorarse entre tres y cinco minutos antes de que se digne a dirigir al menos una mirada a la persona que lo espera. Cuando por fin cuelga, suele saludar a su interlocutor con algún sarcasmo distraído. Para entonces el mesero ha llevado a la mesa una botella de Black Label. Ariel finge estar ausente y con sumo desinterés hacia la persona que ha citado y espera a escuchar las primeras sandeces del individuo en cuestión, generalmente relativas al clima o a alguna idiotez por el estilo, para arremeter de golpe con el meollo del asunto. Si se trata de parar un golpe inminente contra el Alcalde arremete directo con un sentido ?hijos de su puta madre estos desagradecidos, me anadan grillando al Presidente?.
Si se trata de pedir que le echen flores, ante todo trata de vender la idea; ?si vieras el proyecto tan cabrón que va arrancar el Presidente, me pidieron que no lo suelte todavía pero yo ahí te lo paso al costo, en exclusiva mi buen, tu sabes el trato que le das?, y eso era suficiente para ver el asunto desplegado a ocho columnas si se trataba del director de un diario o el cabildeo efectivo y el voto a favor si era un edil el invitado.
Cuando el asunto es inyectar algo de veneno contra algún ente estorboso para los planes del Alcalde, Ariel lo disfruta de sobremanera. Comienza generalmente ninguneando al cizañado como si ni siquiera mereciera el ser llamado con demasiada familiaridad.
? ¿Te acuerdas de Marco Antonio??, pregunta en forma desinteresada.
?Sí, ese, el Sindico Procurador, ¿a poco no es un pendejo? El pinche negro amargado, ahí lo tienes haciendo su luchita para agarrar un hueso?, y suelta entonces el chisme que invariablemente aparece publicado en la columna sin firma del periódico.
En ese momento de la conversación, Ariel suele levantarse de la mesa para dirigirse al baño y una vez ahí aspirar el segundo pase del día. La coca le cae al centavo a esas alturas. Cada palabra dicha, cada gesto, cada silencio está en su sitio. Pasa su brazo por la húmeda nariz como si quisiera aspirar también una dósis del olor de su piel y después se mira detenidamente en el espejo. Ahí está el rostro aguileño y la mirada de lobo, inquisitiva, dominante. Siempre, o casi siempre está satisfecho consigo mismo. Se gusta y mucho. El día de mañana es suyo. Sabe que el sentido de la información que aparecerá en los diarios aliados es el que ha dictado. Su interlocutor, quien quiera que sea, está en sus manos y con la coca empezándo a danzar en su cerebro, Ariel se da el lujo de divertirse un poco arrojando a la mesa algún trapillo puerco de su invitado.Eso, lo sabe bien, le beneficia de sobre manera para sus planes y nunca pierde la oportunidad, sin importar quien esté sentado delante de él, de mostrar lo mucho que sabe de su vida privada. Información es poder, eso sí que lo tiene demasiado claro. Es una regla de oro, inviolable. Todo su poder se basa en eso; información, mucha información, de quien sea y de lo que sea, lista para usarse, dosificarse u ocultarse. De todo el entorno que podía de alguna manera influir en la suerte de su Alcalde, conocía Ariel el trapo más sucio, el mórbido secreto que toda vida, hasta la más simple, virtuosa o soberbia, arrastra. Nunca era mal momento para demostrar a los demás lo que sabía y enseñar su información como quien muestra a su oponente que oculta un arma de fuego que puede disparar en cualquier momento. La coca le venía muy bien para empezar con esos procesos de chantaje bromista.
? ¿Entonces que Enrique?, ¿Muy buena la nalguita que te sacaste del Bolero la otra vez? La verdad no es por ofenderte, pero una vez la ví de día y se carga una celulitis del puto asco, pero en fín, en tiempos de guerra...? e invariablemente nota en el director editorial de El Patriota un sudor delator impregnandose en el cuello de la camisa.
?A que pinche Abel ¿Nomás 10 mil bolas te fuiste a mamar Las Vegas? No tienes madre cabrón, ya ni yo, mínimo comprales zapatos a tus reporteros condenado, la verdad que en Palacio ya los confunden con pordioseros? y el director adjunto de El Alba de Tijuana sonríe nerviosamente. Para entonces el mesero trae la cuenta obedeciendo a una seña de Ariel que se limita a firmar. El interlocutor todavía hace el intento de fingir que piensa pagar su parte, pero Ariel ni siquiera lo voltea a ver, pues para entonces suele estar marcando su celular y apenas se despide con un gesto impersonal.
Pero también sus invitados han logrado aprender algo de Ariel; saben que cuando los deja en el restaurante no deben marcharse inmediatamente. Generalmente, si las cosas fueron bien, el mesero se acerca al invitado y le extiende un sobre que lo mismo puede contener de 100 a mil dólares dependiendo la delicadeza del asunto, o bien un boleto para la próxima pelea del Terrible Morales en Las Vegas o una reservación en un hotel de Los Cabos. Para cuando el invitado está abriendo el sobre, Ariel pisa el acelerador de la Navigator con dirección a la oficina sabiendo que cada palabra y cada silencio estuvieron en su sitio exacto.
Pero últimamente es a esas alturas de la tarde al regresar a la oficina cuando empieza a perder control sobre si mismo. Para empezar, siente ganas de más cocaína cuando no ha pasado ni media hora de la aspiración de la segunda raya del día. El tercer pase, que entra en su nariz cuando la mirada está colocada nuevamente sobre la estructura triangular de la incompleta Pirámide Monumental, empieza a romper cadenas. Ni siquiera es entonces obsesivo con la manera de servir el Blak Label que guarda en el refrigerador de su privado. Incluso se dio el caso, otrora impensable, de que ante la urgencia bebiera el whysky al tiempo en una tarde en que su secretaria había olvidado colocar hielos. En las más recientes semanas, ha concluído la mayoría de sus días jugando arrancones sobre el Bulevar Padre Kino. Cuando hace la primera apuesta de la noche y se dispone a pisar a fondo el acelerador del Thunderbird modelo clásico que acondicionó especialmente para los arrancones, Ariel ha consumido entre cinco o seis rayas de coca, pero aún así, jamás ha dejado de lado la precaución de llamar al Comandante de la Municipal para pedirle que cierre el Bulevar a la circulación normal. Todavía no se da el caso que pierda el control de su auto, aunque empieza a odiar esos arrebatos de lujuria obsesiva que lo han llevado incluso a terminar la jornada masturbándose cuando maneja de regreso a casa.

Uno de esos arrebatos calientes fue el que lo atacó anoche, cuando con tal de llevarse a la morenita de la pañoleta empezó a vomitar incoherencias.
En realidad, medita Ariel, el problema empezó desde el medio día. Supone que debe haber sido ese pinche pase tan duro que se atacó al servirse el segundo Black Label. Es cierto que la culebra blanca sobre el espejo estaba excepcionalmente gorda para la hora, pero lo cierto es que el pase lo enloqueció como nunca. Era una coca ruda, áspera y picante que calaba duro en las fosas nasales. Miró a la ventana y trató de concentrar su vista en la maldita Pirámide Monumental, pero no conseguía estarse quieto y sus pensamientos eran como una bestia rejega, desbocada, incapaz de entender órdenes. Lo único que le quedó claro en ese momento, es que no le sería dado negociar con nadie por la tarde. También se le hizo insufrible la idea de acompañar al Alcalde a dar el Grito de Independencia. Que se jodiera Paco, carajo, por una noche al menos tenía que poder prescindir de él. Había grillado lo suficiente durante la semana como para poderle asegurar que le tenía el camino allanado. Había asegurado que tanto El Patriota como El Alba llevarían en portada una foto del Alcalde agitando la bandera a lado de su esposa y resaltarían como titular alguna frase rimbombante y patriotera del discurso que él mismo se había encargado de corregir.
La instrucción para los dos directores editoriales había sido de lo más clara: Resaltar fotos del Alcalde abrazando a la señora Zuelma y de ser posible incluir alguna frase de la primera dama. Había que tapar a como diera lugar los rumores sobre el inminente divorcio del Paco que se habían convertido en el tema de sobremesa de todos los grillos.
Debían aparecer en las fotos como una pareja sólida y aunque fuera mucho pedir, enamorada.
Lo peor de todo es que Paco no lo disimulaba y hasta se había dejado retratar con una nalguita de lo más corriente en el cumpleaños de Valladolid. ¿Que no pensaba el imbecil la forma en que podían chantajearlo con esa foto? Esos carcamanes de mierda, con sus cámaras del Siglo XIX se las arreglaban para seguir al Alcalde hasta la tasa del baño y él no se daba cuenta que pese a su bandera de inocentes pordioseros, podían ser muy perjudiciales con sus flashasos indiscretos. Hasta la saciedad le había aconsejado a Paco que moderara sus indiscreciones relativas a sus segundos y terceros frentes, pues en el interior del partido, una inestabilidad matrimonial que trascendiera el mero ámbito privado, podía pasar una factura política muy alta. Paco le hacía caso a medias, pero la putita de Zulema, carajo, nomás no aprendió jamás a ser primera dama. En fin. Que se las arreglaran como pudieran, pensó Ariel. Por una vez, al menos por unas horas, quería echar fuera de su mente todo lo relativo a la imágen pública de Paco.
Miró una vez más hacia la Pirámide. Que pinche está, la pobre?, pensó Ariel, que se enorgullece de su capacidad para hacer defender lo indefendible. Paco, su precampaña estupida, su adefesio de Pirámide, sus zorras de mal gusto, todo era cada vez más indefendible y ahí estaba él, Ariel Zazueta, manteníendole sus niveles de popularidad en las encuestas, asegurándose que no pasará una semana sin que los periódicos aliados dieran por lo menos dos primeras planas destacando los inexistentes logros de su administración.
Sí, eso es. Paco se está arrojando solo al matadero, piensa Ariel. De nada le serviría tener el mejor vendedor de imagen del mundo, si está empeñado en sepultarse políticamente.
Yo lo salvaré hasta donde humana o inhumanamente sea posible, se dijo. Pero si el insiste en no salvarse, yo tengo con que asegurar mi salvación.
Una vez más, Ariel no está equivocado. Hasta el santurrón de Madero Belmonte, quien será Gobernador de Baja California dentro de 44 días, le insinuó hace una semana que en su administración podía haber un lugarcito disponible. Hasta un costal de virtudes cristianas como ese mojigato tradicionalista necesita su Maquiavelo que le haga el trabajo sucio, se dijo Ariel cuando ya enfilaba la Navigator hacia la primera caseta de cobro de la Carretera Escénica.
Ahora piensa que fue en ese momento, cuando empezóa perder el control, porque estaba pensando en lo fácil que sería hacer crecer aún más a la imagen de Madero Belmonte, mientras iba dando tragos a pico de botella de Black Label, con la Navigator a 150 kilómetros por hora.
Al ver esta mañana el Pacífico nebuloso, cae en la cuenta de que anoche el trayecto en la escénica se le fue en blanco, como si estuviera inmerso en un coma de whisky, coca y música electrónica donde la velocidad y las curvas eran apenas una caricia.
Solo cuando cayó en la cuenta de que ya estaba en Ensenada, pasadas las nueve de la noche, se le ocurrió la idea de ir a las cavas. Conocía bien al hijo de Luciano Galletti, el gran señor de los vinos bajacalifornianos y la veladas en torno a las barricas le traían buenos recuerdos. Nada como saborear las reservas de cosechas especiales mientras aspiraba un puro. Para su fortuna, la ansiedad frenética que lo había sacudido anoche no había sido lo suficientemente fulminante como para hacerlo olvidar la caja de Cohiba que guardaba en el cajón de su escritorio, comprada en La Habana durante su último viaje, hace tres semanas.
Su amigo Casio Galletti no estaba en las cavas, pero los empleados no olvidaban fácilmente sus propinas de 50 o 100 dólares, por lo que se desvivían por atenderlo a cuerpo de rey. Las botellas de Duetto o Nebbiolo, reservadas para las grandes celebraciones, eran descorchadas apenas veían aparecer a Ariel.
¿Cuando carajos fue que le empezó a alborotar la hormona la pinche morenita? ¿En que momento se transformó en el centro de todas sus obsesiones?
Ariel se lo pregunta justo en el instante en que empieza a sorber el café comprado en la tienda de comida rápida que está a la entrada de Rosarito. El café parece empezar a poner las cosas en su sitio, pero no logra reconstruir con precisión los detalles en torno a la aventura con la de la pañoleta. Vaya, ni siquiera puede reconstruir la imagen de su rostro pero siente traer encima de él esos ojos verdes color agua puerca que brillaban en la oscuridad del cuartucho. También recuerda el trapo rojo que llevaba en la cabeza y la falda larga, pero no ubica en que momento se le trepó tan endemoniadamente a ese infierno donde habitan los demonios más oscuros de su deseo.

Wednesday, March 23, 2005

23 de marzo

Todas las iglesias requieren de su mártir para existir y justificarse. Rasgarse las vestiduras ante la tumba del sacrificado es la liturgia que dignifica al credo. Por ello la figura de Luis Donaldo Colosio le viene tan bien a los priistas. Anillo al dedo es poco para decir lo bien que les viene esta fecha como pretexto para emprender sus soporíferos rituales. Luis Donaldo hecho como traje a la medida de las ambiciones del priismo tijuanense. Poco importa que entre los funcionarios tricolores que hoy gobiernan Tijuana no haya un solo colosisita. En realidad, los verdaderos discípulos de Luis Donaldo han abandonado el PRI. El Grupo Atlacomulco y la Marea Roja representan la antitesis total del discurso del 6 de marzo de 1994, elevado hoy en día a la categoría de testamento del colosismo ¿No es una incoherencia que acudan a llorar a Lomas Taurinas portando propaganda de Madrazo para Presidente? ¿Qué pensaría Luis Donaldo Colosio de un Jorge Hank? ¿Qué pensaba de su señor padre, el Profe Hank González? Eso no importa. Lo que pensara Colosio es lo de menos. De hecho, aquí el que menos importa es el pobre candidato del pelo afro al que la bala de Mario Aburto se llevó de encuentro. Olvídense de Colosio. Lo importante es tener un mártir. Los aniversarios luctuosos suelen ser pretextos buenísimos para reunirse, llorar y decir que la lucha del partido tiene sentido, que el tricolor está vivo y vaya que lo está. Lomas Taurinas entró en la geografía y la historia nacional gracias a una bala. El 23 de marzo, sus lodosas laderas ven desfilar carros de lujo y sus pobres habitantes se aburren soberanamente con peroratas solemnes. Los otros 364 días del año, Lomas Taurinas vuelve a ataviarse con el traje de la miseria y el anonimato.

Sobre Tercera Nación y otras formas de esterilidad

Con aburrimiento y desatención he seguido los debates que se han generado en torno al tema de Tijuana Tercera Nación, a los que algunos blogueros han destinado tanta energía. Poco o nada se puede extraer de una discusión tan estéril. En lo personal, lo poco que he visto, o lo que creó que son las obras que conforman esa exposición, casi nada me dicen. Me confieso un ignorante en materia de arte y honestamente tiendo más al clasicismo antes que a la experimentación. Hay obras de arte que me dicen mucho e incluso me inspiran. Francisco de Goya y Lucientes es un ejemplo de ello. Por lo que a Tercera Nación se refiere, o al menos a los murales que colocaron en el Río Tijuana, la realidad es que nada me produjo y mira que todos mis días hábiles cruzo por esos puentes y contemplo ese río asfaltado.
Que si refleja o no la realidad de la frontera, que si el compromiso con los migrantes, que si la contracultura. Bla, bala, bala. Si de algo estoy seguro, es que los migrantes son los menos interesados en que una exposición vaya de Tijuana a España, o en que intelectuales con complejo de guerrilleros se den a la tarea de bombardearla con dardos verborreícos. Con o sin exposición, con o sin cuadros, con o sin compromiso político de los artistas multidisciplinarios que se dicen defensores de causas populares, los migrantes seguirán cruzando, seguirán muriendo y los sobrevivientes trabajarán en condiciones de esclavitud en el vecino país ajenos absolutamente a los debates imbéciles de los seres cultos. Que los teorreicos de seudo izquierda se rasguen sus vestiduras, corten sus venas, proclamen huelgas y ataquen la exposición por prostituir u ocultar la cruel realidad de la frontera, no va a cambiar en un ápice las circunstancias de este éxodo. Que los artistas multidisciplinarios beban buen vino en el Museo Reina Sofía y se regodeen paseando por el Parque El Retiro mientras se sienten importantes y contraculturales tampoco va a cambiar en nada su suerte. Es más, en todo el tiempo que se ha invertido a esta guerrita epistolar en los medios, varios cientos de migrantes han sido deportados, otros han muerto y en el preciso instante en que el ocioso de mí redacta estos desvaríos, hay varios cientos en La Rumorosa o en el desierto de Altar intentando burlar a la Patrulla Fronteriza.
Hoy más que nunca, me queda claro que el arte debe olvidarse de pretensiones mesiánicas o guerrilleras y limitarse tan honestamente como sea posible a jugar su pendejito papel de heraldo del ocio y la frivolidad. Nunca resulta tan ridículo un artista como cuando pretende proclamarse redentor social.

Y por cierto...

A mí me tocó cubrir la inauguración de dicha exposición el 20 de abril de 2004 en el Cecut. Bueno, en realidad no cubrí el lanzamiento de Tercera Nación, sino la visita del Presidente Vicente Fox y mi nota de portada, que salió publicada el día de mi cumpleaños 21 de abril, no fue sobre el evento, sino sobre una frase inmortal y contundente pronunciada por nuestro mandatario. Como si quisiera remarcar en letras de oro la inmensidad del absurdo de esa broma llamada Tercera Nación, Fox Quesada, sin venir al caso y saliéndose totalmente del tema, pronunció en aquella ocasión su inolvidable y célebre frase:
TIJUANA ES UN EJEMPLO A NIVEL NACIONAL DE SEGURIDAD
Me fue imposible reprimir una honesta carcajada. Creo que nunca en mis once años de trayectoria en los medios y con hartas giras presidenciales cubiertas, había sido una ironía la que desbancara en la jerarquía noticiosa a todo el resto de la información generada en ese día memorable. Sólo por eso recuerdo a Tercera Nación.



Nortec

Aunque musicalmente fui formado en el metal y moriré en el metal, ello no me impide apreciar otras expresiones musicales y reconocer cuando hay profundidad, calidad y autenticidad en ellas.
En ese sentido, creo que la propuesta del colectivo Nortec es por mucho el fenómeno musical más trascendente y auténtico que se ha generado en la Tijuana contemporánea.
No coincido en absoluto con quines han querido equipararlo con la frivolidad de Tercera Nación. Lo que el coelectivo hace, me queda muy claro, se cuece totalmente aparte y no necesita de mecenas artísticos con chequera abierta.
Tampoco coincido con los señalamientos que hace mi buen colega Fausto Panter en torno a estos músicos.
Nortec ha llegado al gran nivel en que se encuentra gracias únicamente al esfuerzo y la creatividad de sus integrantes.
Lo que han construido hasta la fecha, que es bastante, es consecuencia de sus méritos propios. Su buen trabajo les ha costado.
Su propuesta es original y a diferencia de lo que sucede con otras manifestaciones artísticas de nuestra ciudad, me parece que es la que refleja de una manera más auténtica la esencia actual de Tijuana.
No han recibido hasta la fecha ningún tipo de apoyo estilo Televisa ni han tenido que prostituir sus ideas musicales por un buen contrato. Eso en el mundo de la música, me consta, muy pocas personas pueden presumirlo. Además, no es fácil hacer masiva una música casi en su totalidad instrumental. Los contratos exigen productos pop debidamente masticables y Nortec dista mucho de ser un producto de fast food musical. Dentro del mundo del rock, he visto a demasiada gente transformarse en viles putas del nu metal a cambio de unos centavos de MTV. Luego entonces, es un mérito que Nortec sea fiel a su propuesta.
Como habitante de Tijuana, me siento en verdad contento de ver que una creación musical auténtica nacida en esta ciudad, esté triunfando en el mundo.

El sueño de mi razón produce monstruosEntre vigilias y duermevelas, el sueño de una razón amodorrada se dedica a parir monstruos. Es en esos momentos de la madrugada cuando me imagino a mi mismo como la más siniestra figura de Goya. Mi cabeza sobre la almohada circundada por demonios y pájaros nocturnos, negros heraldos prófugos del pincel maldito. El Universo entonces vuelve a ser infinitamente extraño, un todo edificado con los fragmentos de un alfabeto incomprensible. La cordura patinando despreocupada sobre una delgada capa de hielo a punto de romperse, bajo la cual aguardan los avernos.Lejos de la falsa paz, separada por un abismo de la cadena de significados, respuestas y verdades absolutas, la razón es una cáscara de nuez que yace a la deriva flotando en un océano en tormenta. Solo entonces puedo pedirle consejos a La Muerte, cuyo aliento puedo sentir diluirse sobre mi cuello.

Damian (relodead)

Siempre me seducen las dualidades, esas encarnaciones de dios y demonio, el drama de Jekyll y Hide. Después de todo, el Abraxas de Hesse tiene parte de la paternidad de mi ateísmo. Recuerdo el verano de 1986, después del Mundial, en la Isla del Padre a donde viajamos mi tío José Manuel y yo. Mi lectura de viaje fue el Damian de Hesse. Mi madre me lo había regalado días antes (si mal no recuerdo me lo compró en Soriana San Pedro) Recuerdo el rostro que le puse a Fanz Krommer, recuerdo el ros-tro que le dibujé a Damian (no recuerdo el de Sinclair) Finalmente llegué al momento de la revelación: El dios se llama Abraxas. Yo tenía 12 años Desde entonces el concepto de la dualidad ha vivido en mí. Desde mi adolescencia no he vuelto a clavarme en Hesse, pero lo reconozco como uno de los formadores de mi pensamiento.

Y para leer en Semana Santa, reciclo algunos conceptos bataillanos que bailotean en mi cabeza. El crimen, el deicidio, es lo que favorece la comunicación. Con Dios muerto, los hombres pueden comunicarse a través del recuerdo del asesinato que cometieron. La muerte de Dios, hemos de convenir, hizo factible la alianza entre los hombres, obligándolos a mirarse como seres absolutamente desgarrados que se comunican en la complicidad del homicidio. Situar la vida a la altura de lo imposible es a lo que aspira la experiencia espiritual ateológica.Tan necesario es el sistema, como imprescindible su parodia.(Sobre Madame Edwarda)Ella encarna el exceso de Dios; es Dios revelado muerto. Claros vestigios de una feroz carnicería son sus andrajos divinos. Al final, el narrador despierta de un sueño profundo. Ante los dos cuerpos que yacen sin Dios en el interior de un taxi, queda la ironía...Sólo la ironía-

Tuesday, March 22, 2005

Mis malas experiencias con la policía

Cuando era un morro quinceañero y acudía a las tocadas hardcoreras de la legendaria banda Masacre 68, el clímax de la velada se producía cuando el Aknez interpretaba la rola Policías Corruptos. No más policías, no más represión, era el coro de la histórica pieza. De hecho toda banda hard core que se diera a respetar, tenía en su repertorio una o varias rolas contra la policía. Aún recuerdo al cantante de los newyorkinos de Sick Off It All, pronunciando con su acento gringo chingue a su madre la policía en aquella tocada que se recetaron en Tlalnepantla en 1992.
Siendo un adolescente, yo odiaba sinceramente a la policía. Varias veces fui robado, maltratado y detenido únicamente por mi aspecto antisocial. Aún recuerdo a un cerdo policía de Huixquilucan que prácticamente me asaltó una vez que andaba yo caminando por el monte.
Las peores experiencias de mi vida se dieron con policías del DF, pero los regios no cantaron mal las rancheras. Una vez, afuera de la escuela, me agarraron dentro un carro inmerso en una típica escena de faltas a la moral. Hijos de su puta madre. Me querían tumbar mi amada chamarra de cuero, que se quedó en sus manos como rehén en lo que yo iba a conseguir 300 pesos (pesos de hace más de 12 años), que fue el precio que pagué a cambio de no ser llevado a comandancia (confieso que a lo que más temíamos era a la ira del padre de la novia con la que cometí los mencionados actos inmorales)
Y no nada más en México me sucedieron cosas con los uniformados. En el invierno de 1996, en el poblado de Groton Massachussets, caminaba yo entre las desoladas calles nevadas rumbo al video club, cuando una patrulla se me acercó y me ofreció darme aventón para que no tuviera frío. Sin embargo, al subir y cerrar la puerta, me di cuenta que estaba encerrado en la parte trasera sin posibilidad de escapatoria y que los policías comenzaban a hablar de mí por la radiofrecuencia. Era evidente que me había transformado en un sospechoso. En un lugar donde todo mundo usa el carro y donde caminar en Invierno es visto como cosa de dementes, encontrar a un tipo con acento extranjero caminando en la noche por las desoladas calles de un pequeño pueblito les parecía digno de las peores sospechas. Los policías me llevaron al video club, verificaron que estuviera suscrito ahí, me esperaron afuera y volvieron a subirme a la patrulla. Me trajeron más de 40 minutos dando vueltas, hasta que le cayó el veinte de que no había delito que perseguir, fuera de ser un ciudadano de a píe que se atreve a desafiar las temperaturas bajo cero del invierno en Nueva Inglaterra. Me llevaron a la casa de mis tíos con quienes vivía y nos despedimos con un apretón de manos.

Queremos una policía que no se toque el corazón

Sin embargo, con el paso de los años mi opinión sobre la actuación de la policía se ha ido modificando. Hoy en día, creo que hace falta una policía más dura, más estricta y más despiadada con los delincuentes. Hay seres con los que no es posible tocarse el corazón.
Hace unos días platicaba con un viejo comandante de la Policía Judicial Federal que hoy en día se encarga de la seguridad personal de un célebre político.
La plática giraba en torno al descaro con que actúan los picaderos y los ladrones de baja estofa en las calles de nuestra ciudad.
Y sí, como todos los hombres maduros, el comandante añoró los viejos tiempos.

Oye mi Dany ¿Sabes cuándo se fue todo al carajo? Cuando empezaron con sus pinches derechos humanos. Antes de que salieran con esas jaladas, podías limpiar las colonias de malandrines y los vecinos vivían en paz. Ahora en cambio les tocas un pelito y ya están llorando, llamando a la PDH y pegando de gritos en la prensa.

Eso me decía el comandante.
En algo coincido con él. Es cierto que hoy en día la Policía se la piensa dos veces para actuar con impunidad y que de algo sirven esos solemnes cementerios burocráticos llamados Comisión de Derechos Humanos, pero también es real que muchos abortos sociales exigen ser tratados como angelitos y que no se les toque ni con el pétalo de una rosa. Los ciudadanos somos los que la pagamos máxime en una ciudad como Tijuana, inundada de lacras con la cabeza atiborrada de crystal que se dedican a depredar todo a su paso.
Hoy en día en Tijuana ha estallado una tremenda polémica, ya que se considera que la Policía Municipal se ha vuelto de gatillo fácil, pues da la casualidad que en los últimos incidentes con narcopoquiteros, ha habido seis muertos. Aunque las versiones oficiales dicen que los policías sólo se defendían de disparos con arma de fuego, las malas lenguas dicen que los uniformados han tirado a matar a los malandrines, pudiendo haberlos detenido. La polémica seguirá. A mí mismo me tocó cubrir uno de esos incidentes y pude ver el cadáver del malandro, tirado en un terreno baldío. Un típico vendedor de poca monta, con la típica cara de tecato chupada por la heroína, con sus tatuajes de repugnante cholo. Un tipo que no se hubiera tocado el corazón para matar a cualquiera. Los tipos que mataron la madrugada del sábado estaban por el estilo. Unos malandros estándar. ¿Para qué detenerlos vivos? ¿Para que salgan de la cárcel en dos semanas? ¿Para que nuestros impuestos paguen su comida en la Penitenciaría? ¿Para que engorden la lista de delincuentes reciclados? ¿Alguien llorará por ellos? ¿Alguien los echará en falta? ¿Para qué queremos esos seres en las calles? ¿Para que le sigan vendiendo su puerco crystal a niños de primaria? ¿Para qué roben carros y casas eternamente? ¿Pasaría algo malo en el mundo si un día amanecen muertos todos los tecatos que se cruzan delante de los carros en la Avenida Internacional? ¿Pederíamos algo? Seamos honestos con nosotros mismos y despojémonos de ese falso puritanismo de exigir trato especial hasta para el más miserable de los seres. En mucho coincido con eso de que los derechos humanos son para los humanos derechos.