Eterno Retorno

Friday, May 15, 2015

Nuestra vida está llena de pequeños grandes rituales. Algunas culturas debían bañar con sangre los altares de sacrificio para que el Sol se dignara a seguir saliendo. Por lo que a mí respecta, mi ritual para garantizar que el mundo gire y las ideas fluyan tiene que ver con inmolar grano de café en el altar de una prensa francesa dentro de la cual derramo agua hirviendo. El aroma cafetalero es una fantasma que va impregnando cada rincón de la casa y solo entonces el engranaje de la existencia vuelve a funcionar mientras las primeas luces de la mañana se cuelan furtivas por las ventanas. Este ritual se repite cada amanecer (Todas las mañanas del mundo diría Pascal Quignard) y como sucede con toda ceremonia litúrgica, soy metódico y obsesivo con los pasos a seguir. Desde hace once años bebo siempre en las mismas dos tazas. Una vez que doy el primer sorbo puedo hablarme de tú con los espectros de la duermevela. Hoy la mañana arrastra su falda de agua. Una atípica lluvia fría en pleno mayo la da la bienvenida a este viernes. Pienso en las palabras que como aves migratorias pasarán de largo sin ser escritas, en la cuenta regresiva hacia “el olvido que seremos” (Faciolince dixit) y es la proximidad de ese olvido irremediable que nos tragará como hoyo negro, lo que hace delicioso e irrepetible este poderoso café mío, empeñado en jurarme que los embrujos existen.

Wednesday, May 13, 2015

1- Vaya paradoja: el nombre del equipo más famoso de Turín significa Juventud en latín, pero su apodo es la Vieja Señora ¿más sabe la señora por vieja? Lo cierto es que la oncena de Los Alpes es la peor pesadilla europea de los pijos de la Castellana en lo que va del Siglo XXI. Algún embrujo tiene Turín que fascina y enloquece. Pregúntenle a Nietzsche y a Pavese. Ambos se sentían atraídos por esa ciudad alpina y ambos se derrumbaron en ella. Fue en Turín donde Nietzsche sucumbió a la demencia abrazado al cuello de un caballo y fue en Turín donde Pavese escribió la última página de su diario antes de cubrirse con el manto oscuro de su autoinmolación. Es en Turín donde Real Madrid irremediablemente se quiebra cuando más rimbombantes son sus sueños de grandeza. No me sorprende el triunfo de Juventus. Me las olía. La final soñada se niega. Creo que hay una suerte de hechizo o maldición astral que impedirá a merengues y azulgranas enfrentarse en una final por la orejona. Y mucho ojo mis amigos Barcemodas, no quiero echarles la sal, pero no me extrañaría nada que la Vieja Señora del Calcio les arrebate la de orejas grandes. 2- Para no dejar abajo a los seguidores de las rayaditas, yo también voy a compartir la foto del momento más feliz que pasé en la cancha del Tecnológico. ¿Les dice algo esta camiseta que conservo desde hace 22 años? Me la regaló Roberto Andrade el 31 de mayo de 1993 cuando el Atlante hizo llorar al Tec. Yo estaba parado atrás de la portería donde Daniel Guzmán clavó el tercer gol. Vaya humillación. Fue un funeral de rayaditas y ustedes perdonarán mi brutal honestidad, pero yo disfruto inmensamente el sufrimiento de la afición más pedante y mamona de México (my only pleasure is to hear you cry dice Mercyful Fate) ¿Buenos momentos en el Tec? El clásico del 6-3 que el reglamento arrojó a la región límbica donde yacen las ficciones, el 2-0 en 87 cuando Paco Sánchez le reventó el hocico a la abuelita Cruz, el 4-1 que mandó a Lavolpe a Laredo y el concierto de Bon Jovi en febrero de 1990. Sí, de vez en cuando uno puede pasarla bien en la casa del vecino más cagante.

Tuesday, May 12, 2015

La tarde del 2 de abril de 1903 la sangre cubrió la Plaza Zaragoza de Monterrey cuando integrantes de la Gran Convención Electoral Nuevoleonesa que apoyaban la candidatura del abogado Francisco Reyes se enfrentaron a las fuerzas del orden que defendían (en teoría) al gobernador Bernardo Reyes, quien retornaba a Nuevo León tras dejar la Secretaría de Guerra y Marina. Los convencionalistas eran en su mayoría estudiantes o jóvenes profesionistas egresados del Colegio Civil, periodistas y activistas de la clase media. El festejo del 36 aniversario de la Batalla del 2 de abril (máxima gloria militar porfirista) fue el pretexto que hizo chocar a dos marchas integradas por facciones antagónicas. El saldo final fue de nueve muertos y más de setenta heridos frente al Casino Monterrey. Suficientes testimonios coinciden en que Bernardo Reyes nada tuvo que ver con el zafarrancho, que habría sido maliciosamente provocado por positivistas porfirianos venidos de la capital, quienes estaban muy interesados en sabotear la carrera política del gobernador de Nuevo León, quien siempre fue visto como el potencial sucesor de don Porfirio en la silla del águila. La revista Relatos e historias en México ha tenido a bien narrar la anécdota en su número de abril. Lo cierto es que en mi estado natal las pasiones políticas suelen desbordarse. Recuerdo cuando siendo niño vi en agosto de 1985 a decenas de miles de panistas enfrentarse a golpes contra la policía para exigir la renuncia de Jorge Treviño, que en un descarado y grosero fraude le robó la elección a Fernando Canales Clariond (nadie me lo contó, yo estuve ahí). Desde mi lejanía bajacaliforniana veo cómo en Nuevo León los ánimos se calientan y la guerra sucia se recrudece. Yo no tengo duda alguna: si todavía viviera en Monterrey mi voto sería para Jaime Rodríguez. No lo admiro ni me seduce su discurso (con toda franqueza me gustaría más un Fernando Elizondo) pero resulta que el Bronco es el camino más corto y a la mano para evitar que se burlen de nosotros. Me dicen que el Bronco es un ex priista de vieja guardia y no lo dudo. Tan ex priista como fue Salvador Nava en San Luis Potosí, quien fue el primer candidato independiente en ganar una alcaldía en 1958. Tan ex priista como Cuauhtémoc Cárdenas en 1988. Ex priista, sí, pero hay un abismo de diferencia entre ganar una elección con todo el aparato de un gobierno, un partido y sus medios de comunicación aliados, que en Nuevo León son particularmente nocivos (saludos arquitecto Benavides y María Julia) que ganarla construyendo una candidatura en la calle y las redes sociales. Me dicen que lucra con el hartazgo y la impotencia. En todo caso es más digno votar furioso que votar motivado pro un vale de Soriana. No se hagan bolas ni se compliquen la vida paisanos míos. Ivonne Álvarez es un insulto a la historia de Nuevo León, un escupitajo a su dignidad. El triunfo de Ivonne significa cagar en la cara de mil y un empresarios, académicos, trabajadores y líderes sociales que con dignidad construyen y han construido Nuevo León. En serio mis paisanos, piénsenlo: habemos casi cinco millones de nuevoleoneses. Cinco millones. Evaluándolos a todos ¿de verdad Ivonne es lo mejor que tienen? ¿Ese aborto de la telebasura es su mejor carta para los próximos seis años? Qué bajo han caído. ¿Tienes tan poca dignidad y autoestima como para permitir que te gobierne esa porquería? Digo, una cosa es que no podamos meter en la cárcel a Rodrigo Medina (y aún no pierdo mis esperanzas) pero de eso a entregarle mi estado natal a esa basura hay un largo trecho. El voto por Jaime Rodríguez es la naturalísima reacción de un ciudadano que actúa movido por un sentimiento tan humano como el hartazgo. Y el voto del hartazgo es más digno que el voto del suicidio. (DSB)

Sunday, May 10, 2015

Creo que las experiencias boxísticas más apasionantes de mi vida han sido el cuento del Rayo Macoy de mi master Rafael Ramírez Heredia y un relato de James Ellroy sobre la pelea de Terrible Morales contra Barrera. Fuera de eso no puedo decir mucho más. Tal vez les cueste trabajo creerme si les confieso que la única pelea de box que he visto completa en mi vida fue la de Rocky contra Iván Drago. Hay días como éste en que al más puro estilo José Alfredo me siento un prófugo de un mundo raro. Un mundo rarísimo en donde la “pelea del siglo” se suma a las mil y un cosas que me valen un reverendo carajo en este mundo. Ese mundo raro en el que suelo habitar en los domingos de súper bowl o la noche de los óscares, que me resultan tan importantes y trascendentes como la pelea de esta noche. Sí, ya sé que Cortázar y Hemingway eran fanáticos del deporte de los puños, que hay historias apasionantes en las vidas de los pugilistas, pero ¿qué carajos quieren que haga? A mí el box me aburre horriblemente como en realidad me aburre cualquier deporte que no sea futbol. Si en literatura soy omnívoro y disfruto leyendo casi de todo, en deporte y en música me precio de ser un intolerante. Un partido de futbol de tercera división me apasiona más que la pelea del filipino ese. En lo que a deporte espectáculo se refiere, mi momento más apasionante del fin de semana fue el segundo gol que los Tigres le atascaron a las chivitas. Inevitable sentir esa extraña sensación de plenitud y libertad al saber que no formo parte ni le aporto un centavo al “negocio del siglo”.