Eterno Retorno

Tuesday, February 04, 2025

La Casa del Son Naciente no está en Nueva Orleans, está en la rampa de la Altamira


 

El rock mexicano nació en las bancas del Parque Teniente Guerrero en Tijuana, donde un adolescente de la colonia Altamira solía practicar con su guitarra.

El jovencito de trece años de edad, bajaba por la rampa Altamira al caer la tarde y llegaba hasta el parque en donde se sentaba a tocar bajo los árboles.

Tenía el pelo negro y rizado, mirada profunda y una habilidad natural para improvisar con la guitarra

Se llamaba Javier Isaac Medina Núñez y había nacido en Tijuana el 3 de junio de 1944. Tal vez ese nombre no les resulte muy familiar, pero muy pronto el mundo del rock conocería a ese joven con el nombre de Javier Bátiz.

En 1957 la juventud estadounidense estaba emocionada con la música de Elvis Presley, Jerry Lee Lewis y Buddy Holly, pero el joven tijuanense era más feliz escuchando a guitarristas negros del Mississippi y el Medio Oeste como Muddy Waters, BB King y Chuck Berry

Javier Bátiz empezó a escuchar a esos músicos en la estación XEAH de Tijuana, La Voz de las Californias, que después de tocar el Himno Nacional Mexicano trasmitía blues en las madrugadas

Inspirado por ese ritmo, tomó la decisión de formar su primera banda llamada los Tj,S,  nombrada así en honor a su ciudad natal. La banda tocaba lo mismo en fiestas de XV años que en bares de la Avenida Revolución atestados de marines que cruzaban la frontera para ver al naciente grupo.

Fue en aquel tiempo cuando un niño de doce años de edad natural de Autlán, Jalisco y recién llegado a Tijuana, fue a ver a los TJ,S, quienes tocaron una tarde en el quiosco del parque Teniente Guerrero.

El pequeño, quien estaba tomando sus primeras lecciones de guitarra, quedó maravillado al ver tocar a Bátiz. Logró averiguar dónde vivía y días después tocó la puerta de su casa de la Altamira para pedirle que le enseñara a tocar la guitarra.

El jovencito, quien estudiaba en la escuela Miguel F. Martínez, resultó ser un prodigio para las cuerdas. Se llamaba Carlos Santana y se convertiría en el discípulo más célebre de Bátiz.

Conforme fue progresando en sus lecciones, Bátiz se permitió invitar al niño de Autlán como bajista ocasional de los TJ,S. Fue entonces cuando Bátiz y Santana, con 16 y 13 años de edad respectivamente, tocaron juntos en una banda.

Los TJ,S  fueron el primer grupo de rock tijuanense y estuvieron activos desde 1957 a 1963. En esos seis años marcaron una época en la historia de la ciudad fueron el alma de la Avenida Revolución.

En 1963 Bátiz se marchó a la Ciudad de México, invitado por los Rebeldes del Rock para reemplazar a Johnny Laboriel.

Bátiz era admirado por no pocas figuras a ambos lados de la frontera

En 1969, el Brujo de Tijuana ofreció una temporada de conciertos en el centro nocturno Terraza Casino y la gente recuerda que una noche tuvo un espectador de lujo sentado en primera fila.

Se trataba de Jim Morrison, el célebre cantante de The Doors, que estaban de visita en la Ciudad de México

Se habla mucho de Carlos Santana como su alumno más aventajado, pero la realidad es que el tijuanense fue maestro, guía e influencia de muchas personalidades del rock y el blues, como el célebre Alex Lora, Guillermo Briseño, Fito de la Parra o Abraham Laboriel.

Bátiz amaba el rock y el blues, pero como dice el dicho “no cantaba mal las rancheras”, pues en su último disco interpretó canciones como En el último trago nos vamos, de José Alfredo Jiménez o Mi cariñito de Pedro Infante.

El pasado 14 de diciembre Javier Bátiz nos dejó y el rock mexicano quedó huérfano de padre. Ahora hay una guitarra tijuanense sonando en el cielo. La Casa del Sol Naciente no está en Nueva Orleans, está en la rampa de la Altamira.

Sunday, February 02, 2025

FUCK THE ZEITGEIST AGAIN

 


 

Enero es el único mes que transcurre lento y este en particular transcurrió a paso de caracol. En la vida adulta el tiempo suele volar, pero por alguna razón los primeros 31 días del año tienen piernas de chicle. A partir de febrero todo será una carrera loca y desquiciada hacia el navideño epílogo (lo cual tampoco me hace feliz). Prefiero contar de lunes a diciembre, como en el calendario poético de mi amigo Ortega.

La verdad colegas habría sido bello no encender pantalla alguna durante estas semanas.  Hay temporadas en que al espíritu de la época le da por vomitar mientras baila y esa es la esencia de este tiempo hostil: una ráfaga inclemente e incesante de mierda e inmundicia.

En ese sentido, la máxima encarnación de la pestilencia son las omnipresentes jetas de Trump y Musk como amos del mundo

En esos rostros repugnantes se manifiesta hasta al barroquismo el más mórbido Zeitgeist del que me ha tocado ser testigo en medio siglo de vida. Lo peor es que esas basuras humanas tienen la posibilidad de aplastarte a placer porque millones de personas así lo han querido y les han otorgado el poder. La época actual suele coronar esas personalidades y festejar esas actitudes. Los Millei, los Bukele.  Y si a eso le sumas el ruido nocivo de porquerías como Fofo Márquez o debates ridículos como Emilia Pérez, es cuando reparas hasta qué nivel estamos hundidos en la cañería.

Este tiempo encarna la derrota total de la Ilustración y su herencia. Es la derrota del espíritu de las leyes y la luz de las ideas en nombre de la omnipotencia narcisista. Es la derrota de la razón y el laicismo en nombre de un sectarismo oligofrénico. Horas bajas para quienes nos proclamamos liberales. No son buenos tiempos para quienes somos hijos del Siglo de las Luces