Eterno Retorno

Thursday, May 08, 2003


Narrativa de probeta, espermatozoides literarios, prófugos de aburridos onanismos, danzan en la llanura de esta pantalla. La búsqueda es siempre infructuosa, el epígrafe perfecto habita en el cementerio donde yacen los brazos de mi alma. DSB

Las desgracias de Jennifer Sagrario. Un poco de narrativa prófuga de la probeta.

La punta de navaja parece omnipresente en su piel. Cada minuto que transcurre siente un filo deshoyar sus entrañas, cercenar sus arterias, rebanar cada célula viva. Vuelve a tocarse el vientre. La herida palpita, se mueve, parece desafiar a ese hilo en tensión que de un momento a otro reventará y dejará salir el torrente de sangre oscura, mierda y polvo que caerá como catarata sobre el asfalto. El miedo, la sal del sudor sobre sus ojos y la patas de mil insectos que siente caminar bajo su piel se vuelven nada ante las punzadas cada vez más agudas de dolor. No piensa en los policías que jamás repararon en su presencia, tampoco imagina a donde podrá ir después, si aún le resta camino por delante. Sólo siente la inmensa necesidad de tener un cuchillo, unas tijeras, uñas largas carajo, aunque sea, para cortar de un tajo el hilo y dejar abierta la herida.
. Solo es real la invisible navaja, patinando en los extremos de su carne desgarrada que lucha por romper el hilo que los sujeta.
Su frente comenzó a arder cuando aún iba en el autobús. Al ir buscando un taxi afuera de la estación, se dio cuenta que le costaba sostenerse en píe y las punzadas en el vientre deformaban la expresión de su rostro. No pensaba en analgésicos ni remedios. Sólo quería llegar de una buena vez a que la abrieran de nuevo y liberarán el torrente de mierda, sangre y polvo que se revolcaba como una serpiente en su matriz. Ya no recuerda nada del largo recorrido entre las callejuelas del barrio buscando la dirección. Tampoco le queda claro si el chofer hizo demasiadas preguntas, aunque los 56 dólares marcados en el taxímetro fueron suficientes para darse cuenta que la búsqueda había sido larga. No había un centavo más en su bolsillo y pidió bajar en una esquina al azar. Su objetivo no podía estar lejos. No sabe cuantas calles caminó ni como lo hizo. La herida la hacía doblarse y el sudor afiebrado empapaba su blusa. Antes de distinguir el letrero de la calle Feliciano, sintió en su rostro la luz de la torreta y vio frente ella el plástico amarillo que acordonaba el área. Ni siquiera necesitó comprobar que el número de la casa tomada por los agentes de la DEA era el que buscaba. Una última reserva de energía le permitió alejarse de ahí sin despertar sospechas, caminando a paso veloz sin rumbo fijo, hasta que una ráfaga de dolor la hizo derrumbarse sobre la banqueta.
Su mano se desliza entre la accidentada geografía de su cuerpo adolescente. Con los dedos va sintiendo lentamente cada llaga, cada señuelo en su piel flagelada, como si fueran las marcas territoriales grabadas por las fauces de un incubo que la mantiene posesa. Toca sus palmas y su cuello, donde aún persisten huellas de las quemaduras y los cristales enterrados hace más de 10 años. Acaricia su vientre para sentir la herida todavía caliente, a punto de reventar los hilos que la sujetan. Se toca las piernas y los costados, los brazos, el pubis y hasta el rosario que lleva al cuello lo siente ahora como una grieta. Cada marca tiene su esencia, es un testimonio de su historia, Concepción, Concepción, omnipresente en su carne, tatuado en su alma.

Sobre Camus y mis insomnes revelaciones

A veces, o más bien dicho muy frecuentemente, en medio de un sueño profundo despierto de manera brusca y repentina. Bebo agua y comprendo que me será imposible volver a dormir.
En esos momentos las ideas y pensamientos tienen un matiz absolutamente distinto, diría incluso alucinante. Los pensamientos no emergen como producto de un ejercicio de razonamiento. Se transforman en verdades absolutas. Creo que más bien son revelaciones. Uno tiene de repente certezas absolutas, una conciencia total e incuestionable.
Tal vez los psiquiatras tengan cierta explicación neuro-química en términos más o menos incomprensibles que, palabras más palabras menos, me digan que el sueño interrumpido bruscamente genera alguna descompensación en mi cerebro.
No me gustan esos estados de la mente, pues son ciertamente traumáticos. A menudo, en mis veladas de insomne, las “re-velaciones” tienden a ser crueles. La madrugada del miércoles me sucedió. Desperté a las 2:30 de la madrugada. Me fui a la sala. El engranaje mental comenzó a calentar motor a marchas forzadas
“Soy el Thanatos más absoluto, soy la pulsión de muerte en estado puro”, me decía a mí mismo. Más que un razonamiento parecía un mantra. Me vi de pronto como el ser más oscuro del mundo, un arsenal de energía destructiva. Un No perpetuo, un apóstata hormonal.
Enciendo la lámpara y abro al azar el Mito de Sísisfo de Camus. Las páginas leídas tienen un efecto contundente en mí. El argelino diserta sobre la conciencia del ser absurdo y la forma en que el hombre de fe deposita su deseo en otra persona. Vivir con plena conciencia del absurdo de la vida y de uno mismo. Subrayé varios párrafos. Me gustaría transcribir frases textuales pero he dejado el libro en el carro. Al rato voy por él.
Traté de imaginar como sería mi vida si tuviera yo algún tipo de fe en algo superior o creyera que hay vida después de la muerte. Imagínate, creer ciegamente que hay una suerte de tribunal celestial que evalúa tus actos y que la muerte es solo el paso a un reino de bienestar eterno o en su defecto de condena. Pero hace mucho, antes incluso de adentrarme en el existencialismo, se instaló en mi mente la conciencia del absurdo absoluto. También como una certeza incuestionable. Jajaja, el ateísmo llegó a mi alma por medio de una revelación celestial.
Después la mañana llega, fría y silenciosa a colarse como espectro por la ventana. Las revelaciones y las certezas absolutas se difuminan cual vampiros en la luz. La anestesia de lo cotidiano se infiltra lentamente en mis venas. Sísifo está al píe de la montaña. La gran roca está frente a él. Es un largo camino hacia la cima.

Sobre los amigos

Medito sobre las palabras de Morcillo sobre el destino de los amigos. Cito textualmente: “Unos han muerto, otros se han ido, unos mas se han casado y alejado de la vida mundana, unos más continúan el desmadre hasta sus últimas consecuencias”.
Yo soy un vivo ejemplo de ello. Me fui, me casé y me alejé de la vida mundana. Voluntaria o involuntariamente mandé al carajo a mucha gente desde hace cuatro años.
Los amigos comparten épocas, circunstancias, estados de ánimo, realidades irrepetibles. Después todo se transforma en fantasmas de polvo. Mis grandes amigos de la prepa en el DF, los de Monterrey. Los quiero, los recuerdo con cariño. Hasta ahí. Hoy todo se reduce, si acaso, a una llamada en el cumpleaños o un mail corto, un ajeno y ritual ¿que has hecho?
“¿Y que se hizo Basave?”, preguntará distraídamente alguien en medio de una peda en Monterrey. Imagino la respuesta: “No se, supe que se casó y se fue a Tijuana, creo que trabaja en un periódico. Quien sabe si siga ahí. Siempre estuvo loco ese cabrón”.
En Tijuana me he dedicado consciente e intencionalmente a cerrar puertas, tender barreras y rechazar invitaciones. No sabría decir exactamente la razón. Creo que simplemente porque hay cierta convivencia que no me nace. Si algo aborrezco son esas borracheras club de Toby exclusivamente masculinas, donde los comensales eructan verdades absolutas y chismorreos deformes. Pero aborrezco aún más esas tertulias laborales de tinte oficialista, en donde verás los rostros de la gente que miras todos los días. El tema de esas reuniones, inevitablemente, será el trabajo, los rencores laborales, los viboréos, los rumores. A la mierda. Si algo detesto es hablar de este universo, platicar acerca de los compañeros ausentes y las fuentes, las notas, los reportajes, del estúpido y aborrecible mundo de los periodistas, que somos una raza despreciable como pocas. Mi paraíso de fin de semana, es beber un vino con Carolina en casa o en un buen restaurante, con buena música de fondo o unas cervezas en mi adorada playa tijuanense. Dosis extremas de metal, un buen partido de futbol, mucho mar, mucho vino. Lo demás, es la historia del tiempo perdido.
Luego de cuatro largos años, en esta ciudad no tengo amigos ni enemigos. Tan solo un gigantesco montón de conocidos, una que otra persona que me cae bien y cordiales relaciones fundadas en la sana distancia.
Alguien, que me pide no mencionar su nombre, decía en su blog que le hubiera gustado haberme conocido en un lugar distinto a esta redacción. Tiene toda la razón del mundo. Esta redacción es el peor lugar para conocerme. Aquí se cuecen mis peores vibras y es por ello que tiendo murallas de hierro. En cualquier otro lugar o circunstancia se encontrará un mejor Daniel que aquí.

Wednesday, May 07, 2003


Olvidé donde había dejado este inicio de cuento que desde hace un buen rato tengo en mente- Mejor lo dejo en el blog para que ya no se me pierda-

- La Princesa Rusa

Mi princesa rusa. Sólo hasta ahora nos venimos a dar cuenta que un retortijón de hambre es capaz de aventar al lodo cualquier juramento de amor. De verdad que me avergüenza el solo hecho estar considerando esta alternativa, pero ahora sí ya no tengo para donde hacerme. Entregarte en manos de esos sardos que parecen piojosos recién pelados es la única esperanza que me queda para tragar algo. Ya no te digo para asegurar el trague de un mes, sino para tragar ahorita, en este preciso momento. Ya después veremos.
Mi princesita, tan codiciada por todos. Contigo a mi costado siempre fui la envidia de cuanta tropa me tocó integrar. Ya estaba muy acostumbrado a que hasta los comandantes y chacas me miraran celosos. “¿Y de donde sacaste esa preciosura?”, me preguntaban y yo serio, altivo, permitiéndome mirarlos con desprecio. “Pos ahí cuando quieran una probadita cabrones”, y no es por nada, pero contigo a mi lado cualquiera me tenía miedo. Por si las dudas yo nunca me separaba de ti. Me dormía contigo bien amarrada a mi cintura y ni para ir a cagar te dejaba sola.
Pero que perra es la pinche vida. Que chingaderas tan humillantes llega uno a cometer con tal de satisfacer la necesidad más básica. Después de cuidarte tanto, de quererte más que a cualquier ser u objeto en el mundo aquí estoy, pensando en de-jarte en manos de unos jodidos que a punta de fuetazos no han aprendido a disparar una pinche carabina 22.
Y no quiero que suene a reclamo, pero tu bien sabes que también tienes mucha culpa de esto. Si no estuviera cojo, tu y yo juntos saldríamos de este atolladero como lo hicimos tantas veces. Nada más fácil mi princesita que ir a esa tienducha de abarrotes que está enfrente y servirnos con la cuchara grande. Ni cartuchos nos harían falta. Cosa de que te vieran conmigo y ahora sí jijos de puta madre, cáiganse con la lana y el trague que tengo hambre. Hasta unas botellas de tequila caro sincharíamos. Pero así cojo, ¿A donde chingados me voy a poder largar después del atraco? Nos apañarían mi princesa, lo sabes muy bien. Lo viejo no es problema. Tu viste que con más de 50 añitos me la seguían pelando, pero con la cojera si tendría yo que hacer magia. ¿Te imaginas que chistoso me vería asaltando en muletas o dándole piso a un cristiano mientras brinco en una pata? Ni modo mi rusita. Tú también tienes tu parte de responsabilidad. Tú me lo hiciste y no es que te lo reclame, yo te quiero con el alma aunque me hayas mochado una pata, pero la realidad es esta: Tengo mucha hambre y en el mundo no tengo nada más que a ti. ¿Dime que puedo hacer?
Vieras como me gusta recordar cuando nos conocimos. Ya más de 20 años pasaron y como si nada mi princesita. Se fueron como agua todos los pinches días, repartiendo plomo, juntando billetes y atascándome pericazos.
¿Te acuerdas? Fue allá por el 79, en la sierra de Michoacán, cuando yo jalaba todavía para la Federal de Seguri-dad...continuará-

Tuesday, May 06, 2003



Antología del nido

Mi primo Héctor reflexiona sobre la historia de las calles en donde ha vivido. “Son pequeños mundos dentro de la gran ciudad y acompañan con una personalidad única a los días que pasan, tienen su propio carácter, se comportan de determinada forma y parecen ser marcos de épocas”. Me ha dejado pensando. En las casas se queda un poco de uno. La borra del café de Benedetti inicia con las descripciones de cada una de las casas en donde el personaje vivió de niño.
Mi vida está dividida en demasiadas casas y tres ciudades, con un par de paréntesis en apacibles ranchos estadounidenses. Casas, calles, escuelas, trabajos, parejas. Los marcos que encierran el entorno y las circunstancias de la vida humana.
En algunas casas he pasado apenas unos meses. En otras he pasado largos años (nunca más de 8) Por alguna u otra razón no ha habido demasiada estabilidad en ese aspecto. De ahí que el hecho de cumplir esta semana cuatro años de vivir en la misma casa y de ir cada mañana al mismo trabajo me haga reflexionar. Definitivamente ha pasado demasiado tiempo. Más del que yo esperaba-

He aquí autobiográfica y egocéntrica antología de los nidos.

Cumbres (1974) - Consta en testimonios históricos que la casa donde estuvo mi cuna fue un pequeño departamento en la Colonia Cumbres cuando este sector pertenecía a las afueras de Monterrey y estaba repleto de áreas baldías. Solo por fotografías conozco este sitio donde viví mis primeros meses de existencia. Ni siquiera en mi vida adulta he sabido dar con su ubicación exacta.

Río San Juan- (1974-1982) Esta fue mi casa en todo el sentido de la palabra. Absolutamente tatuada en mi subconsciente. Por alguna razón, muchos, muchísimos de mis sueños nocturnos se desarrollan en esa vieja casa de la Colonia Miravalle. Grandes jardines, árboles inmensos, paredes tapizadas por libros de filosofía. Palomas en sus ventanas, urracas y gorriones patrullando el jardín, mandarinas, toronjas y limas en las copas arbóreas. No exagero si digo que en ninguna casa he visto tantos libros. No en balde era la casa de un filósofo. Cada rincón es en si mismo una leyenda cargada de pensamientos, ideas, temores. Mi personalidad no sería la misma si hubiese crecido en otro lugar. La casa fue vendida y demolida en 1992. Hoy en día es un hospital. En la sala de la casa tengo colgado un cuadro de esa casa pintado por mi madre. Demasiadas veces he sentido sed de revelar o redescubrir esa casa escribiendo sobre ella. Hasta ahora no lo consigo.


Avenida Loma Grande- (1982-1983) Mi primera “nueva casa” fue efímera. Apenas un par de meses de noviembre a enero. Un pequeño departamento en tercer piso circundado por un terreno baldío inmenso que hoy en día son las instalaciones del Canal 28. Muchos estudiantes, unos españoles y una niña con parche en un ojo, eran nuestros vecinos. Pese a lo efímero, tuvo un fuerte significado.

Loma Larga (1983- 1984) Esta casa se ubica a tres cuadras de la anterior. Una terraza gigantesca cuyo tragaluz rompí en pe-dazos, un jardín aceptable y la presencia del cerro Loma Larga justo enfrente a donde realicé cantidad de excursiones. Mucha bici, mucho cerro, mucho disparar la escopeta de diábolos. Un año y ocho meses la habitamos. Fui feliz.

Privada 16 de Septiembre (1984-1986) Una angosta y larguirucha casa de tres pisos ubicada en un fraccionamiento privado.
El tercer piso lo constituía mi cuarto y la lavandería, lo que me generaba sensación de independencia. En esa casa padecí el primer enamoramiento de mi vida y según mi experiencia de 10 años de vida, el más doloroso. En esa casa vivíamos cuando nació me hermana Ana. Me gustaba pasar noches en vela contemplando el mundo desde mi ventana. En ese cuarto tuve mi primera grabadora y torturé a mis vecinos con Van Halen, Quiet Riot y Twisted Sister, sound track que musicaliza esa época.

Avenida Vasconcelos (1986-1988)- Arquitectónicamente es por mucho la casa más horrorosa que hemos tenido. Aún no se definir si era depa o era casa. Estaba refundida entre locales comerciales en una caótica avenida. Sin embargo la recuerdo con bastante carga erótica Ahí llegué con la pubertad a tope, leyendo Caligula, hojeando furtivamente mis Hustler . Por consiguiente esa casa fue bañada en esperma. Mis primeras cervezas, mis primeros tabacos, mi expulsión del Liceo, peleas recurrentes con mis padres. En época de caos y cambios nació mi hermana Elisa. Tiempo de mis grandes fugas en bicicleta y mi afición futbolera más radical (nos cambiamos en pleno México 86) La horrible casa de Vasconcelos fue la que le dio la bienvenida al niño malo.

Cerrada de Yuridia (1989- 1991) Contra mi voluntad, cambio de ciudad. En México, en la colonia La Herradura, me esperaba una casa inmensa con dos jardines y tres pisos, muy distinta al hogar regiomontano que añoraba. Una pinche casa de rico a la que pese a su hermosura yo no me adaptaba, pues odiaba a muerte la idea de vivir en el DF. Tal vez como una reacción a la adversidad me hice de los peores amigos que puede encontrar en el entorno y le abrí la puerta a todos los vicios posibles.
Los muros de mi casa de adolescente fresa me cobijaron en los peores años de mi vida.

Paréntesis #1 Fort Collins—(abril- julio 1989) Menciono esta etapa porque si bien el rincón paterno estaba en la casa de la Herradura, la casa de la familia Linder fue mi hogar en ese memorable verano. En términos reales pasé más tiempo en casa de esa familia belga que en dos de las que han sido oficialmente mis domicilios. Una gigantesca y confortable casa de madera en medio de las montañas de Colorado, lejos, muy lejos de la urbe y el caos humano. Los venados bajaban puntualmente a pastar por las tardes y las aves rapaces sobrevolaban el cielo. Malcolm me llevó a lomo de Harley de Fort Collins a Cheyenne Wyoming. Buenos amigos, mucho deporte, mucha excursión. Nunca antes ni después he pasado tanto tiempo en la montaña, en armonía con la naturaleza.

Lomas de San Fernando (1991-1992) Otro México el que viví en esa casa. Para entonces yo amaba la capital. Tenía grandes amigos, convicciones firmes y una inagotable sed de exploración interna y autocuestionamiento. Una casa grande, estilo manchego, de paredes blancas, tejas rojas y patio central. Un gran amor y varias lindas damitas pasaron por ese cuarto con terraza en donde algo de mí se ha de haber quedado. Alucinajes y sueños inconfesables rondan por ahí como fantasmas. Ex-traño esa casa, extraño esa vida.

Colinas de San Jerónimo (1992-1999) Me costó horrores adaptarme a esa casa. Sangre sudor y lágrimas trajo consigo mi retorno a Monterrey. Menos de cuatro años fuera de ella, me bastaron para que considerara a mi tierra natal una Disneylandia de la mojigatería y el provincianismo. Odié a muerte su verano, odie mi cuarto y sus paredes ardientes. Odie mi sobriedad forzada. Nunca quise demasiado a esa casa, aunque acabamos ella y yo por firmar un armisticio. Al final le tome cariño. Hoy en día esa sigue siendo la casa donde viven mis padres y hermanos. Gracias a su inagotable creatividad han aprovechado sus paredes altas para maximizar sus espacios, ponerle un toque verde al patio, una dosis de frescura y han terminado por transformarla en un oasis bello.
Esa casa es una muchacha fea a la que un buen maquillaje y la perfecta combinación de ropa acabaron por hacer parecer bonita.

Paréntesis # 2 Groton (Junio- Diciembre 1996) Segundo paréntesis estadounidense, en otro sitio casi tan rural como el primero. Una típica aldea en el corazón de Nueva Inglaterra fundada en 1650, en donde sobreviven fantasmas de los pioneros ingleses y las brujas de Salem. La paciencia y la hospitalidad de la familia Davy fue infinita. No niego que por momentos me aburrí, pero mi espíritu y mi cuerpo se limpiaron bastante. Mucha bici, muchos sueños, mucha vida. El parteaguas donde se pudo definir mi vida. Ese paréntesis tuvo a su vez el suyo en los meses de octubre y noviembre cuando emprendí mi primer mochilazo europeo. Un año inolvidable ese 96.


Avenida Zaragoza (Febrero- abril 1999) Sin aspavientos, sin grandes planes ni ceremonias un 14 de febrero de 1999 Carolina y yo rentamos un departamento. Saqué las cosas de casa de mis padres y sin decir agua va comencé mi vida de hombre casado. Un departamento amplio, viejo y ciertamente polvoriento en pleno centro de Monterrey. Dos meses dulces, cachondos, atiborrados de proyectos. La vida tenía demasiadas direcciones enfrente. Recuerdo con nostalgia las tardes en la terraza contemplando el viejo Monterrey y la sensación de estar volviendo a nacer. Un Monterrey dentro de otro el que vivimos en ese oasis.


Parque Baja California (Mayo de 1999- La casa más pequeña que he tenido y al mismo tiempo la más acogedora. La casa donde más me gusta estar. La encontramos por casualidad, recién llegados a Tijuana, cuando en su ventana se leía “se renta”. Firmamos el contrato esa misma tarde. Después nos marchamos a la vieja Europa. Llegamos a habitarla un 7 de mayo. Desde entonces nuestros vecinos se han tenido que acostumbrar a nuestros ataques románticos de media tarde, nuestras veladas nocturnas de vino tinto y mis descargas metaleras. A mi me sigue seduciendo la idea de despertar cada mañana y poder saludar al Pacífico. Mañana se cumplen cuatro años y pronto nos mudaremos. Estos también son tiempos de metamorfosis.




Caras y letras

Dice Rafadro que dice Don Nadie: “Ví las caras de las letras”- La frase me dejó pensando. En verdad es un interesante dilema. En lo personal siempre he preferido ver letras. Saber quien lo escribe, como es su vida, o constatar si son historias reales o imaginarias las que en estos espacios se narran, es algo que me tiene sin cuidado.
Tal vez lo que más me gusta del fenómeno blog es la posibilidad de encontrar letras en estado puro. Dado que no tengo prejuicios, afectos o rencores personales hacia el creador de ningún blog, (puesto que con excepción de un par de compañeros de trabajo no conozco a nadie) mi apreciación se basa única y absolutamente en su labor creativa.
De esta manera, el factor que determina mi gusto por un blog está fundado en lo que las letras pueden producir en mí y no en los sentimientos que me genere el bloguita en cuestión.
A menudo en las tertulias cantineras, uno se entera que tal o cual amigo escribe y claro, entre trago y trago uno siempre pre-gunta, acaso por borracha amabilidad o tal vez por genuina curiosidad: “a ver cuando nos lees algo de lo tuyo”. Pero ese día nunca llega y cuando llega estás demasiado ebrio o el futbol está muy bueno como para prestarle atención.
Y cuando uno medio lee el garabateo del compañerito, es inevitable caer en la tentación de ponerle su rostro y su voz a las letras.
Con el blog sucede lo contrario. Uno conoce a las personas a partir de sus creaciones y los lee por elección propia y cuando uno lo desea. Si el blog es bueno, tendrá un nuevo lector. Si es aburrido, simplemente no se lee más y se acabó. Por ello prefiero conocer a los bloguitas únicamente dentro del universo gráfico y abstenerme de participar en veladas y convenciones. Después de todo, lo más delicioso de un individuo es lo que su imaginación puede crear. Los seres humanos en cambio, así en estado bruto, somos tópicos bastante más aburridos. Casi siempre un par de brazos, otro tanto de piernas, un rostro al que traicionan ciertas expresiones y una voz que cambia conforme las neuronas metamorfean por obra y gracia de una sustancia activa. De las caras a las letras, definitivamente me quedo con las letras.


La burocratización de la literatura

Mi preferencia de las letras sobre las caras es el motivo por el que no acudo a lecturas, mesas redondas, presentaciones de libros y de más parafernalia innecesaria.
Aunque la literatura es en mi existencia algo más duro que la adicción de un heroinómano, lo cierto es que los eventos literarios en general me parecen soporíferos y tediosos como pocas cosas en la vida. Hasta el informe de un diputado panista puede ser más divertido.
En mi, la literatura se limita al placer de leer y escribir. Ambos son placeres solitarios y onanistas. La última vez que acudí a un evento literario (y antes de ese tenía años sin acudir a uno) fue a la lectura de Sergio Pitol sobre Conrad en el Cecut. El tema me resultaba a priori por demás interesante y sin embargo me aburrí tanto que me salí a los 20 minutos. La voz del viejito y la acústica del lugar no favorecían nada mi entendimiento. Me hubiera gustado tener una copia del escrito en casa para leerlo a mi ritmo, dos o tres veces si es necesario, en mi sillón favorito y acompañado de un Jack Daniels. Así es la lectura. Un fenómeno de total abstracción. Una cópula absoluta. Lo demás son tertulias y pretextos para beber con los compadres y viborear al adversario del crónico esgrima intelectual. ¿De que me sirvió o que me produjo ver u oír en vivo a Pitol? Es un viejito como tantos otros. Mejor me llevo su Divina garza a casa y lo apreciaré más.
A las ferias del libro, prefiero acudir por la mañana, cuando hay poca gente, ver detenidamente los títulos, hojearlos, olerlos (oler los libros es un placer orgásmico para quienes no lo sepan) compararlos, hacer mi selección, abrir la cartera y adiós. Lo demás es prescindible. Hasta ahora, las únicas lecturas que he disfrutado en serio se remontan a hace muchos años, cuando era un niño muy pequeño y me leían cuentos antes de dormir. El resto me ha generado una hueva insoportable con mención honorífica aquellas en las que yo leí, en la lejana época en que pertenecí al disneylándico planeta de los talleres literarios del que por fortuna me he autoexiliado.
Foros de discusión, charlas, conferencias, presentaciones, aburrimiento total. La burocratización de la literatura en todo su esplendor. Que forma de partirle su madre a algo tan hermoso.






Monday, May 05, 2003


Una plaga de ideas infesta mi cabeza los lunes por la mañana. Revolotean y zumban cual tenaces abejorros y en el momento en que tomo la decisión de aprehenderles, huyen sin dejar rastro.

Hoy es lunes y no estoy crudo. Luego entonces este lunes no es santo ni aspira siquiera a ser beatificado. Solo la resaca es capaz de santificar un día como este.

Honestidad brutal

Uno de los espectáculos más deprimentes que depara el cotidiano teatro de las redundancias es contemplar la pelea entre dos escritores que se jalonean el pelo y se pican los ojos chillando cual gatas en celo. Ya lo dije una vez en este blog: dos escritores que discuten sobre su prestigio tomando como base premios otorgados por mediocracias locales, becas de hambre y privilegios de rancho, me resultan peor que dos putas de baja ralea disputándose a arañazos la verga de su padrote. Perdonen por la brutal honestidad, pero así los veo.
Es un añejo vicio inherente a todos los creadores atacar públicamente a alguien que hace lo mismo que ellos y decirle, palabras más palabras menos, “yo soy mejor que tu”.
También se aplica a los periodistas por cierto. Que lástima me da Blancornelas, quien ha dedicado ya dos de sus prestigiadas columnas Dobleplana a despotricar contra el trabajo de Jorge Morales. Pobre viejito chocho y amargado, delirante en su paranoia senil, viendo Arellanos con tranchete en cada rincón de la cocina.










Sola. La redacción está deliciosamente sola. Así me gusta. Únicamente mi teclado, y algunos inoportunos telefonazos rompen el silencio.
La redacción es un cuerpo que tiene temperatura. Acaso deba existir un termómetro que se coloque en la axila de esta sala y denote como anda su nivel de fiebre.
(Por cierto: ¿donde se ubica la axila?, ¿olerá a sudor?)

Otra vuelta al reloj. Lunes. Inicia la primera semana completa en mucho tiempo. Entre puentes, Semana Santa y mis días libres, hacía un buen rato que no iniciaba una semana de tiempo completo. Vale más que las ideas acudan a mi invocación-

Real de 14

Miro las fotografías de la convención de los bloguitas del noreste en Real de 14. Siento nostalgia y a la vez cierta tristeza al recordar ese sitio. Ciertamente Real de 14 me evoca anécdotas memorables. Comencé a visitar ese abandonado mineral a principios de la década de los 90 cuando aún vivía en México DF. Durante mi etapa regia lo visité regularmente. Una ocasión viajamos en un microbus rentado con la banda más ultrapacheca del Itesm. Otra ocasión fui con Leonardo del Bosque pidiendo aventón en la caseta de cobro de la carretera Saltillo. Nos levantó un trailer y nos dejó en Matehuala. Conocimos unas morritas y retornamos en tren. La última vez que estuve ahí fue la Navidad de 1997 en compañía de Jopy Montero, su hermano Seris y mi amigo Villasáez. Pasamos la noche de Navidad durmiendo, o más bien dicho congelándonos, en la tierra del ruedo. Esa fue mi última visita. Extraño Real de 14. Miro la fotografía. La fuente y la Presidencia Municipal siguen igualitos, pero la esencia de Real ya no es la misma.
Tal vez mi comentario suene al típico lamento de un anciano jipioso que considera que el pasado de ciertos lugares míticos es un edén irrecuperable, pero lo cierto es que a Real de 14 lo han prostituido demasiado.
De la primera a la última vez que fui parece haber un abismo. Botellas de cerveza en el Cerro del Quemado, federales patrullando un desierto cuya tierra ha sido saqueada, lacras en espera de turistas desprevenidos. Lo peor que le puede pasar a un sitio es volverse turístico. Lo mismo le sucedió a Zipolite y Puerto Escondido. Les acuchillaron el espíritu ¿O es mi espíritu el que está sangrando?