Siete reflexiones otoñales
1- Creo que el otoño 2014 está marcando el cruce de un umbral para los mexicanos. Quisiera saber cuál será la trascendencia histórica de estos aciagos días una vez que haya transcurrido tiempo para poder evaluarlos con frialdad. ¿Marcarán un antes y después, o serán solo lágrimas en la lluvia? La historia se construye con símbolos y el de este otoño encarna con desparpajo el horror y el absurdo de una época. Una pesadilla puede repetirse sin apenas variaciones hasta formar parte de nuestra vida cotidiana, pero de repente ocurre algo que se transforma en gota derramadora de mil vasos, en despertador de la rabia dormida. La masacre de Iguala es uno de esos momentos que pueden torcer el camino. En un país donde la sangre forma parte del ritual de lo habitual y los crímenes se cuentan por decenas de miles, la vida de 43 humildes estudiantes podría parecer polvo en el viento, pero sucede que aunque a menudo parecemos anestesiados, nuestra capacidad de indignación todavía respira.
2- El centro neurálgico de la rabia y el horror va mucho más allá de oficializar lo que ya todos sabíamos. Lo que aterra es tener la fatal certidumbre de que tú, yo o nuestros seres queridos moriremos el día que molestemos o estorbemos a alguien y lo único seguro es que nuestras muertes quedarán impunes, pues en este país tu vida y la mía no valen un carajo. La verdadera catástrofe es saber que Iguala es solo uno de los cientos de municipios mexicanos controlados a placer por monstruos y basuras humanas.
3- Lo terrible es comprobar que ya ni siquiera se trata de una lucha de las “fuerzas del orden y la ley” contra un enemigo al que llamábamos pomposamente narcotráfico, sino de un estado criminal corrompido hasta sus entrañas, un sistema cuyo cáncer ya no es curable. Ya no basta amputar miembros. Pueden caer gobernadores, alcaldes y secretarios; se pueden saturar las "plazas calientes" de soldados y gendarmes y el cáncer seguirá estando ahí.
4- ¿Servirá de algo que renuncie Peña Nieto? De acuerdo, sería muy simbólico, pues desde que Lázaro Cárdenas inauguró los periodos sexenales en 1934 ningún presidente ha truncado su gestión. Un gran símbolo, sí, pero que no serviría de un carajo. ¿Renuncia Peña y quién carajos se queda? ¿Manlio Fabio? ¿Gamboa Patrón? ¿Osorio Chong? ¿AMLO? No pinches gracias.
5- EPN puede renunciar este día, pero mi vecino seguirá cantando a grito pelado sus corridos alterados que elogian la impunidad y la prepotencia. EPN renuncia y esta tarde una señora sacrificará despensa por comprar una revista Tv y Novelas en la caja del Oxxo. Puede renunciar Peña y seguirá habiendo millones de mexicanos creyendo ciegamente los sermones de sus sacerdotes o las peroratas de sus pastores evangélicos. Millones de mexicanos apostando al milagro antes que al trabajo o la educación, soñando con el enriquecimiento fácil, con su vertiginoso salto en la pirámide social, admirando a los personajes de la revista Caras, deseando ser envidiados. El mexicano clasista, mojigato, hipócrita y corrupto, cuyo concepto de patria empieza y termina en la camiseta de la selección nacional de futbol. EPN no es la causa; es la consecuencia. Lo más grave de EPN es el México que lo empoderó, la tierra fértil de ignorancia y valemadrismo que sostiene a un gobierno así.
6- Durante la campaña electoral del 2012 consagré mis energías a motivar el voto contra EPN. Un día sí y otro también escribí en su contra. A las hemerotecas y a internet me remito. No sirvió de nada. Esto lo publiqué el 2 de julio de 2012, el día después de la asquerosa elección que le dio el triunfo: “Quisiera poderle dar el beneficio de la duda a Enrique Peña Nieto, pero no puedo. Es alguien que me inspira una profunda desconfianza. Pese a todo, no le deseo el mal a Peña Nieto por una simple y sencilla razón: yo no quiero que le vaya mal a México, porque este es el país donde vivimos, donde pensamos seguir viviendo, el lugar del mundo donde está creciendo mi hijo y la historia dice que el fracaso de un presidente va asociado al fracaso de una nación. Tristemente, no tengo en este momento muchas razones para ser optimista. Ojalá en 2018 estemos vivos y pueda yo escribir una columna donde reconozca humildemente que me equivoqué, pero al menos este instante veo un horizonte infestado de nubes negras”. Eso escribí aquel verano. Dos años y medio después de ese día el cielo es más negro que la oscuridad.
7- Nadie con dos dedos frente podría creer que hay partidos buenos y partidos malos en un sistema que está podrido en su totalidad. Aunque el coro indignado de las redes sociales es un buen termómetro, sospecho que un hashtag no basta para derrumbar a un gobierno. Hacen falta acciones, pequeñas y grandes, empezando por no quedarnos en casa el día de las elecciones o poner nuestra firma en un amparo colectivo cuando la entidad donde vivimos es martirizada por una política fiscal inhumana. Exigir transparencia y cuentas claras todos los días, ejercer nuestros derechos, confrontar, hostilizar, resistir pacíficamente. No castrar la rabia ni asumir como ley de vida o destino irrenunciable que nos escupan en la cara una y otra vez. EPN y sus meteorólogos del temporal político están tratando de calcular cuándo amainará la tormenta. Desean en el alma que para 2015 todo esté olvidado. Ellos cuentan con tu desmemoria y tu valemadrismo. Saben que tu apatía y tu capacidad de olvidar no tienen límites. La historia dirá si el otoño de 2014 marcó el principio del fin de una era de muerte e impunidad. De ti depende que el olvido no vuelva a ser el amo y señor de nuestra historia.