Horas después de conocerse en el mundo la noticia del fallecimiento de Jorge Luis Borges en Ginebra, la Selección Argentina de futbol supo que Inglaterra sería su rival en los cuartos de final del mundial mexicano, pero de ello hablaré en días posteriores. Hoy prefiero narrarles que anoche releí (o leí, porque en Borges cada nueva lectura es la primera) el cuento 25 de agosto de 1983. Un Borges de 61 años se encuentra con un anciano Borges que acaba de cumplir 84. El lugar es la pieza 19 de la alucinante Quinta de Adrogué. El tema del doble es recurrente en el buen Georgie, pero ninguno de sus cuentos de otredades me parece tan fuerte como éste. Se habla de una vocación suicida, de la inutilidad de toda arquitectura prosística, de la imposibilidad de escribir el “gran libro”. Al final el Borges viejo muere. Al de 61 le aguardan otros sueños. Por lo que a mí respecta, mi manera de homenajear al argentino universal a 30 años de su partida, es leyendo sobre el misterio de Shakespeare. Me confieso clavado en esa tecla últimamente. Fuente de mil y un supercherías y teorías de conspiración, el enigma sobre la personalidad del Bardo de Startford-upon-Avon sigue vigente. Pese a ser uno de los máximos tótems de la humanidad se tienen poquísimas certezas biográficas sobre el Cisne. Shake-speare, Shakspere o Shakespeare, improbable teatrero que de la nada irrumpe en Londres y desaparece o simple usurero de provincia. En cualquier caso, el dilema del Bardo me parece insoportablemente borgeano. ¿Quién es el autor de una obra? ¿Importa acaso si Shakespeare es uno solo o si es muchos o si es Marlowe? No sabemos si en verdad existió Shakespeare, pero nos basta con que exista Macbeth. Bardólatra confeso, Borges aborda el misterio de la identidad shakespereana en El Hacedor. Shakespeare le dice a Dios: “Yo, que tantos hombres he sido en vano, quiero ser uno y yo”. La deidad le contesta: “Yo tampoco soy; yo soñé el mundo como tú soñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estabas tú, que como yo eres muchos y nadie”. En fin, en estas cosas anda uno sumergido cuando se cumplen 30 años de la partida del creador que le definió el camino.