Sabbath 55 Sabbath
Llovía aquel Viernes
13 de febrero como llueve hoy en Tijuana.
Hace 55 años alguien puso en el tornamesa el recién salido vinilo y lo primero
que escuchó fue la canción de la helada lluvia cayendo sobre la abadía, antes
del tristísimo doblar de las campanas que anteceden al riff más siniestro que
el mundo había conocido hasta ese momento. Imagina las sombras y el hollín de
las fundidoras acereras en el barrio donde Aston Villa colocó una de las
piedras fundacionales de la Liga Inglesa en 1888; esas rudas calles obreras donde moraban los
Peaky Blinders en los años 20. En una de esas inhumanas fábricas fueron
rebanadas las yemas de los dedos de un obrero llamado Anthony Frank Iommi. Imagina
las puntas de metal que le sirvieron como prótesis, rasgando la Gibson hasta
dar con la densidad de ese riff en tritono. Hoy, hace cinco décadas y media, el
mundo escuchó por vez primera esa siniestra progresión armónica que deriva en
una quinta disminuida a la que llaman Diabolus in Música. Escuchamos la lluvia,
las campanadas de la iglesia y después la voz de Ozzy pregunta: ¿Qué es eso que
está parado frente a mí? Una figura de negro señalándome. Pues bien, después de
la aparición de esa negra figura cruzamos un umbral y nada absolutamente volvió
a ser igual en la historia de eso que llaman rock.
En 1968, Iommi había
sido invitado por Ian Anderson para ser el guitarrista de Jethro Tull, pero
luego de un par de meses intentando seguir el ritmo de la flauta, optó por
continuar con el proyecto de armar su propia banda. Entonces fundó la oscura
matriz de la que amamanta absolutamente todo el rock pesado. La criatura que se
llamaba Earth mutó a Black Sabbath y su disco fundacional irrumpió el viernes 13
de febrero de 1970, con apenas 600 libras de presupuesto y solo dos días de
grabación. Contra todo pronóstico se colocó en el número 8 de los charts
británicos, ahí donde moraban Simon and Garfunkel, Santana y Jackson 5. En
nuestra rockola neuronal se quedó a vivir la armónica blusera de Wizard y el
galopante bajo de Geezer abriendo Nativity in Black.
Nuestro amor se hace
más fuerte ahora con cada hora
Mírame a los ojos,
verás quién soy
Mi nombre es Lucifer,
por favor, toma mi mano
Fue entonces cuando el
poder de las flores hipitecas fue usurpado por la oscuridad y le tomamos la
palabra al Ángel Apóstata.
¿Los pactos fáusticos
tienen fecha de caducidad?
El próximo 5 de julio
en el Villa Park de Birmingham, Ozzy, Iommi, Geezer y Ward darán su adiós
definitivo en un aquelarre llamado Back to the Beginning en donde más de una decena de bandas
metaleras irán a tributarlos. Metallica, Slayer, Pantera, Gojira, Anthrax,
Halestorm, Mastodon, Alice in Chains y
Lamb of God, entre otros. Los boletos salen a la venta mañana no son nada
baratos. De hecho cuestan una fortuna. Ozzy apenas puede caminar pero la voz le
alcanzará para el canto de cisne (o en su caso debería ser de murciélago).
¿Llegará vivo al último aquelarre? Cinco décadas y media después, este parece
ser, ahora sí, el adiós definitivo. Mefistófeles
no los salvó de la maldita vejez, pero sospecho que su música tiene un pacto
con eso que llaman eternidad. La Bruja nos sigue mirando desde la abadía,
aunque los cerdos de guerra hayan vuelto al poder y tengan el control de
Washington (No more Warpigs at the power. Dedicado a Trump y Musk)
Podrás decir misa,
pero si lo tuyo es el rock duro en cualquiera de sus acepciones y
deformaciones, entonces le debes muchísimo a este álbum y le debes muchísimo a
este cuarteto. ¿Quién fecundó la sónica semilla que definió el soundtrack de mi
existencia? ¿De quién diablos fue la culpa? Fueron las plateadas cruces de
Black Sabbath y su resplandor. 55 años han transcurrido y mira esas flamas…
¡llegan más alto y más alto!