Eterno Retorno

Saturday, March 26, 2011


Vamos a ponerle al asunto una dosis de romanticismo diciendo que todo esto comenzó con una botella arrojada al mar con un mensaje dentro. Después de todo, así es como comienzan las grandes novelas de aventuras. La botella que yo recibí en mi casa de Valparaíso no era de cristal ni tenía un papel con tinta corrida en el interior y tampoco llegó flotando por el Pacífico. Llegó, como nos llega todo en la vida (amores incluidos) a través de la pantalla de la computadora. Qué es la blogósfera sino un inmenso y caótico mar atiborrado de improbables botellas con mensajes. Un blog es sólo eso: un recipiente arrojado al océano con un mensaje dentro. Me refiero, claro está, a un auténtico blog que no venga recomendado y apadrinado por una página editorial de prestigio, porque la sección de blogs de los grandes diarios suele ser tan soporífera, académica y políticamente correcta como sus columnas. Yo hablo de los blogs- exabrupto, los blogs- terapia, los blogs- vómito, como los miles que he intentado crear yo usurpando personajes e identidades. Sí, debo empezar por aclararlo: Amber Aravena es una bloguera compulsiva e inestable. He creado muchos blogs con personalidades distintas y nunca he podido mantener uno por más de dos meses. Pero si como escritora soy inconstante, como lectora suelo mantener una fidelidad religiosa una vez que encuentro un blog capaz de comunicarme algo. Tengo unos seis o siete blogs que leo a diario y el de Demian Lozano es uno de ellos.

Thursday, March 24, 2011


Los rumores son ciertos; diabólicamente ciertos: tiene melena y rayas en todo el cuerpo y es enorme, mucho más que un león o un tigre normal. En realidad es descomunal. Creo que de ese tamaño deben haber sido los tigres dientes de sable en la prehistoria. Parece salido de un bestiario medieval, el monstruo prófugo de un tratado de zoología fantástica. Tiene la cabeza melenuda de un león macho y el cuerpo rayado de un tigre de Bengala. ¿Cómo se llamaba esa criatura? Sí, ya lo tengo: Mantícora. Así es como se llama en el bestiario y así creo que debería llamarse este animalejo. Advierto: esto ya no forma parte de lo que me han contado. Yo, Amber Aravena, lo he visto y también quisiera poder decir que lo he tocado, pero esas zarpas ya desgarraron alguna vez un ojo humano y esta misma tarde he saludado al hombre que hace algunos años conoció las uñas de la bestia, así que me conformo con ver sin mallugar desde afuera de la jaula. Sí, ya lo sé, pueden creer que estoy alucinando, que el largo viaje y las horas sin sueño han acabado de trastornarme, pero estoy segura que la bestia me miró a los ojos. Vaya, no es como esos típicos leones flojos de zoológico que yacen despatarrados mientras un enjambre de moscas les zumba en la cara. Tampoco parece como esos felinos estresados que dan vueltas compulsivas alrededor de la jaula. Nada de eso. Puedo jurar que el Mantícora me estaba observando y quería decirme algo con la mirada. El felino me miraba con una intensidad que me acabó por aterrar, como si tuviera esa capacidad de hipnosis de las serpientes para acorralar a sus presas. Me tenía embobada contemplándolo, como si en su cuerpo rayado se confirmaran todos mis temores y sospechas en torno a las leyendas que vine a descubrir hasta esta ciudad. Si el Mantícora hubiera tenido voz y me hubiera ordenado que entrara a su jaula, sin duda lo hubiera hecho y acaso me hubiera dejado devorar. De repente todo parece tan irreal, tan onírico, tan absurdo. Todo: el felino, el hipódromo, el veterinario tuerto, la cofradía de lacayos vestidos de rojo; Tijuana entera es una alucinación de duermevela.

Wednesday, March 23, 2011



“El periodismo, como la prostitución, se aprende en la calle”. Hay libros que merecen un lugar en la biblioteca solo por su primera frase y la novela Tinta Roja, de Alberto Fuguet, vale por esa verdad absoluta enunciada en su apertura. El resto del libro, preciso es reconocerlo, te quedó a deber, pero esas palabras iniciales las expropiaste para llevarlas contigo siempre que te invitan a dar charlas ante apáticos y amodorrados estudiantes de comunicación. Cuando inicias tu plática sosteniendo con contundencia y cinismo que el periodismo como la prostitución, se aprende en la calle, ellos inmediatamente paran oreja y al menos te conceden cinco minutos de su atención. Claro, la frase la dices como una forma de resaltar el espíritu zorruno y callejero que debe tener un buen reportero y ante ellos sostienes que algunos de tus colegas que más admiras, son tipos sin estudios que aprendieron el oficio mordiendo asfalto y respirando tinta. Después, con algo de vergüenza y una pisca de orgullo, les confiesas que tú no eres comunicólogo ni nada parecido ni lo pensaste ser nunca y que en algún lugar del sótano tienes refundidos y empolvados tu título y tu cédula profesional que te acreditan como licenciado en ciencias jurídicas. Con tu habitual sarcasmo les comentas que llevas casi 18 años usurpando el lugar de algún licenciado en ciencias de la comunicación y rematas sosteniendo que para ejercer el oficio requieres únicamente elevadas dosis de sentido común, una pizca de cultura general (que casi nadie tiene) y un arsenal de huevos para aguantar las malpasadas e ingratitudes de la carrera. En cada salón de clases que te has parado eructas orgulloso la frase del periodismo como la prostitución se aprende en la calle, pero salvo las risitas nerviosas de algunas alumnas, nadie te censura por ello. Lo que por supuesto jamás les dices, es que el periodismo, como negocio, se parece muchísimo a la prostitución y se maneja con jerarquías y códigos de conducta muy similares. Imaginas que algún día, cuando seas libre de las tenazas de una nómina castrante y seas un periodista independiente con el suficiente prestigio y reconocimiento social como para hablar sin tapujos ni pelos en la lengua, tus charlas ante estudiantes serán muy distintas y les dibujarás la pirámide de la prostitución periodística, o más bien dicho la pirámide del periodismo, pues lo de prostitución te huele a pleonasmo.

Monday, March 21, 2011



Para la renovada GUIA de mi amigo Hugo

The World is Yours. MOTORHEAD

POR DANIEL SALINAS BASAVE

Una verdadera señal de alarma, un auténtico espanto como para preocuparse en serio, sería empezar esta reseña hablando sobre el “experimental e innovador nuevo disco de Motörhead donde el trío vuelve a sorprendernos incorporando dos dj, voces femeninas, sintetizadores y elementos de hipo hop y bosanova”. Ya en serio… ¿Se pueden imaginar a la pandilla de Lemmy cometiendo una aberración así? Dejemos que los grupitos fashion marca Coachella sigan sufriendo sus crisis de identidad y traten de vendernos su artificialidad alternativa. Aquí el mensaje es muy claro: ¿Quieres que el mundo sea tuyo? Hay que seguir tocando el mismo rock and roll sucio, potente y machacón que has tocado toda la vida y podrás prescindir de cualquier ridículo accesorio trendy. La actitud, la rudeza y la dignidad no se compran con tarjeta de crédito. ¿A qué suena The World is Yours, el nuevo disco de Motörhead? ¿Está muy complicada la adivinanza? Pues suena a Motörhead, igualito al disco de hace dos años o al de hace diez o al de hace veinte o al de hace treinta. Esa declaración de principios pronunciada por Lemmy al arrancar cada concierto parece ser la respuesta: “We are Motörhead and we play rock and roll”. Y los conciertos al igual que los álbums son igualitos, rituales donde nada cambia. Gira tras gira abren con Doctor Rock y We are Motörhead e invariablemente cierran con Ace of Spades y Overkill. Uno sabe lo que va a escuchar y sin embargo lo desea tanto. Los placeres simples son los que hacen que la vida valga la pena ser vivida y Motörhead es uno de ellos. Born to Lose, frase emblemática del grupo, abre el nuevo disco con ese doble pedal tan característico del bestial Mikkey Dee, el monstruo sueco de la bataca, mientras el galés Phil Campbell parece dispuesto a desgarrar el amplificador con sus riffs rudos y distorsionados. La voz de Lemmy suena tan aguardientoza como siempre, voz de fumador comprometido y al igual que la de Chavela Vargas, se escucha mejor conforme se adentra en la tercera edad. I Know How To Die podría parecer un epitafio, pero el contenido de la letra es más bien cachondo. Get Back in the Line es el tema rápido y potente que sin duda elegirán para los conciertos. Brotherhood Of man me recordó demasiado a la pesadérrima Orgasmatron mientras que Bye Bye Bitch Bye Bye es puramente rockanrollera. Pero acaso la esencia de todo el disco esté contenida en la quinta rolita llamada simplemente Rock and Roll Music, todo un credo de la carrera motorhediana: Rock and Roll Music is the true religion… do it to the day I die. ¿Así o más claro?

Sunday, March 20, 2011


Con feroces tempestades apocalípticas (diría la chica del pronóstico del tiempo) el Invierno dice adiós a Baja California. Domingo helado, de vientos salvajes, de cielos hostiles. Bienvenida Primavera. La liebre loca de marzo danza empapada. Los Idus se fueron sin cuchillos ni sangre.
La Doncella de Hierro ha tocado en Monterrey. La Mejor Banda del Universo al pie del cerro que me vio nacer. Lo que hubiera dado por estar ahí.

INTRO

Hay pequeños grandes placeres por los que la vida merece la pena ser vivida. Poder contemplar el Sol ocultarse cada tarde tras las Islas Coronado mientras sus rayos se desparraman sobre las aguas del Pacífico es uno de ellos. La vecindad de este bestial océano, que no parece conocer un minuto de paz, es hedonismo puro, un privilegio de ser bajacaliforniano. La mañana del viernes 11 de marzo recibí algunas llamadas de angustiados familiares que me exhortaban a salir rápido de casa e internarme tierra adentro tan lejos de la playa como fuera posible, pues los profetas del desastre ya hablaban de la inminencia de un tsunami sobre las costas bajacalifornianas. La catástrofe nipona, se intuía, habría de replicar irremediablemente en la Península. Por fortuna los científicos ensenadenses, con las armas del saber en la mano, se encargaron de sosegar a los heraldos del Apocalipsis. Los cuatro jinetes otra vez nos han dejado esperando.

Dedicado a mi amigo Gerardo Ortega que en días pasados ha tomado una de las decisiones más sabias de su vida. Nací en la Sultana, pero me enamoré de la Cenicienta ¿Qué chingados quieren que haga? Chutaos esto que he escrito para La Huella del Coyote (¿cojo?)

El matrimonio del Sol naciente y el Brazo poderoso

Por Daniel Salinas Basave

Le llamamos Lejano Oriente y Marco Polo nos enseñó a concebirlo como el non plus ultra de lo remoto. En nuestros bajacalifornianos atardeceres, mientras el Sol se oculta tras las Islas Coronado, podemos fantasear con que allende la mar, miles de millas náuticas más allá del horizonte, se encuentra esa tierra mítica y fascinante que nos cuenta historias milenarias mientras intenta dirigir la caótica orquesta de la economía mundial. Nuestro Pacífico, cuyas olas no suelen conocer un momento de paz, se transforma de pronto en una pequeña laguna, un charco donde a tiro de piedra yacen los puertos con los que compartimos algo más que el riesgo de un tsunami. En lo cultural y en lo económico, Asia está más cerca de Baja California que del resto de Latinoamérica (aunque acaso Perú tenga algo que decir al respecto) Nuestra convivencia con lo asiático es tan cotidiana, que el adjetivo lejano acaba por resultar mentiroso cuando en Baja California hablamos de Oriente.
No es exagerado afirmar que los primeros pescadores bajacalifornianos que se tomaron la pesca en serio y en serie, fueron japoneses, así como los primeros algodoneros fueron chinos. En tiempos de Porfirio Díaz había más pescadores japoneses que mexicanos atrapando abulones frente a las costas ensenadenses de la misma forma que hubo un tiempo en que en el que los chinos fueron mayoría en el Valle de Mexicali, si bien también hubo una importante presencia nipona en los algodonales cachanillas. Imposible narrar la historia de los campos algodoneros sin esas oleadas migrantes procedentes en su mayoría de Cantón, capaces de sacarle la lengua a la hostilidad del clima y del entorno. Hace poco, tuve la oportunidad de platicar con Adelaida Ojeda Márquez, una lúcida mujer centenaria que cumplió un siglo de vida en noviembre de 2010. Oriunda de Santa Rosalía, llegó al Valle de Mexicali en 1916 con las primeras migraciones de campesinos mexicanos a los ardientes algodonales. Adelaida lo recuerda bien: en aquellos años los mexicanos eran minoría frente a la avalancha asiática y en los campos cachanillas el cantonés se imponía al español. Algo similar sucedía en las costas ensenadenses donde abulones, atunes y sardinas eran pescados por manos japonesas, mientras que en Maneadero impulsaban el cultivo de hortalizas. En noviembre de 1888, en pleno esplendor del porfiriato, México y Japón firmaron el Tratado de Amistad y Comercio que abrió las puertas de nuestro país a los primeros inmigrantes nipones. Para nadie es un secreto que la península de Baja California fue objeto del deseo del Imperio del Sol Naciente. Se puede desparramar demasiada tinta al respecto y elucubrar teorías de conspiraciones diplomáticas y pactos en la oscuridad, pero lo cierto es que los pescadores japoneses fueron omnipresentes en las costas bajacalifornianas en los primeros años del Siglo XX, tema que generaba noches de insomnio y pesadilla en los Estados Unidos, donde la prensa radical conservadora advertía los riesgos de una inminente colonización de Baja California por Japón.
Vaya, no es una casualidad que el fotógrafo que inmortalizó las imágenes de la Tijuana más antigua, haya sido un japonés: el inmortal Nonaka. Además de la pesca, los nipones pueden ostentar la paternidad de la fotografía profesional en Tijuana, pues el de Nonaka fue el primer estudio fotográfico de la naciente ciudad. Genaro Nonaka, heredero del clan, es actualmente presidente del Patronato del Archivo Histórico de Tijuana y sigue disparando su cámara a la menor provocación. La historia de su padre, fundador de esa dinastía migrante de fotógrafos, tiene anécdotas que alucinarían a cualquier novelista. Una de ellas, es el hecho de haber sido él quien sacó el cuerpo del sanguinario lugarteniente villista Rodolfo Fierro de la laguna chihuahuense donde se ahogó. Buceador experto con pulmones de acero, Nonaka fue el único capaz de recuperar el cuerpo del carnicero.
En su ambicioso ensayo Inmigrantes japoneses. Baja California 1935-1945, Catalina Velásquez proporciona abundantes datos contenidos en los censos poblacionales de las primeras décadas del Siglo XX. Aunque advierte que la cifra puede ser inexacta, el reporte oficial es que en 1921 había 405 japoneses viviendo en Baja California. La cifra podría parecer baja, pero hay que tomar en cuenta que en todo el territorio había apenas 18 mil habitantes de los cuales más de 5 mil eran extranjeros.
Cuando uno deambula por el Bulevar Industrial de Otay, de donde cada año salen dos millones de televisores hechos en Tijuana para el mundo, y al caminar por las líneas de producción de la planta de Toyota, al pie del cerro del Gandul, la única conclusión posible es que el matrimonio entre el Sol naciente nipón y el brazo poderoso bajacaliforniano ha dado algunos frutos. Si algo queda claro, es que hoy Baja California es el nuevo capitán de la Nao de la China, que en tiempos del virreinato desafió las tormentas las tormentas del Pacífico para ir a buscar seda y especias a cambio de productos americanos. Tras más de un siglo de convivencia, compartimos algo más que el omnipresente temor al apocalíptico tsunami.

Epílogo

La palabra japonesa gaman no tiene un exacto equivalente en el español, pero una posible traducción sería la de fuerza de espíritu y capacidad de sacrificio frente a fuerzas, naturales o humanas, devastadoras e incontrolables. En Hiroshima y Nagasaki en 1945 y en el cruel marzo de 2011, los nipones debieron sacar fuerzas de flaqueza y reservas de gaman. A nuestra manera, los bajacalifornianos hemos sabido construir en nuestro espíritu peninsular nuestros propios gamanes.