Eterno Retorno

Wednesday, November 25, 2020

D10S ha muerto

 

Estoy seguro que cuando Nietzsche habló de deicidio no era capaz de dimensionar lo que para millones de personas significa la muerte de una deidad humana. El futbol es la religión con más feligreses del planeta y hoy su D10S ha muerto. En la historia de este deporte hay un pandemonio de cinco o siete jugadores superdotados, pero solo uno elevado a la categoría de santo patrono. Puedes discutir sobre goles, jugadas o copas, pero lo que el Diego significa social, cultural y ontológicamente va más allá de cualquier categoría y eso no hay Pelé ni Cruyff ni Messi que lo alcance. El problema fue que el 10 se acabó por creer la divinidad que le atribuían y por eso mismo le costó tanto arrastrarse por su propio infierno cuando le terminaron de cortar las piernas. Dado que el Mundial 86 fue mi ritual de iniciación en la pubertad, las hazañas maradonianas quedaron tatuadas en la zona donde yacen los recuerdos más emocionantes. En mi temprana adolescencia, el domingo comenzaba a las siete de la mañana cuando Imevisión trasmitía los juegos del Nápoles. Después de Italia 90 y el “hijos de puta” pronunciado en el Olímpico de Roma, comenzó el viaje de bajada al averno, pero aún hubo tiempo para el golazo contra Grecia y la dupla con Caniggia en Boca. Recuerdo cuando en la segunda mitad de los noventa corrían apuestas sobre quién moriría primero, si Charly García o Diego Armando Maradona, inmersos cada uno en sus respectivos desbarrancaderos existenciales, pero ambos resucitaron y reinventaron su locura. Recuerdo cuando Carolina y yo visitamos por vez primera la Bombonera y el estruendo ensordecedor al momento en que el Diego llegó a ocupar su lugar al palco y recuerdo mi peregrinaje a la Paternal para visitar la cancha de Argentinos, el histórico paraje de su debut. Pensar que Maradona visitó la cueva del Tigre cuando tenía 20 años recién cumplidos y pensar que hace no mucho vino a Tijuana con Dorados. Al menos por lo que respecta a la historia de Argentina, creo que solo los funerales de Gardel y Evita se le podrán comparar. Cuando un anti futbolero de cepa llamado Jorge Luis Borges escribió Historia de la eternidad, acaso no dimensionó que lo eterno yace en un barrilete cósmico de fantasía y en la siempre desafiante mano del dios que hoy se revela mortal.

Tuesday, November 24, 2020

La primera frase

 Ánimas parecía haberse echado a cuestas una maldición al obsesionarse con la absoluta trascendencia de las frases de apertura. Bajo su criterio, el destino de un cuento o novela se jugaba entero y sin cortapisas en la primera frase. Era absolutamente  imposible llevar a buen puerto una narración si sus primeras palabras eran sosas o fallidas. En los talleres literarios que impartió y en los no pocos decálogos escriturales que improvisó, machacaba la importancia de tirarse a matar en el párrafo inicial. Era la única manera de agarrar del cuello al distraído juez de un concurso literario o al saturado coeditor de algún sello. Semejante obsesión daba como resultado que a menudo Ánimas se pasara horas y horas improvisando frases que a menudo acababa odiando.  Después de un largo rato de intentar sin éxito dar con las palabras precisas e insustituibles   que seducirían a un hipotético jurado, Ánimas se sentía como si hubiera subido corriendo a la cima de un cerro e irremediablemente tiraba la toalla.