Eterno Retorno

Friday, August 01, 2008

Pasos de Gutenberg

Camille de Toledo
Punks de Boutique. Confesiones de un joven a contracorriente
Almadía

Por Daniel Salinas Basave


A la rebelión no la derrotaron las balas, ni los gases, ni la patada asestada en pleno rostro por la bota del poder. A la rebelión, cualquiera que esta sea, la derrotó el absurdo. El rebelde ya no es digno siquiera de la represión y no le queda ni el derecho de ser tomado en serio o asustar. El rebelde, en el mejor de los casos, aspira a convertirse en imagen publicitaria, en símbolo “cool”, en un elemento simpático y pintoresco de los grandes centros comerciales. La rebelión ridiculizada es más mortífera que un golpazo de macana. Son miles los que buscan la rebelión perdida como quien busca el Santo Grial. Es patético ser joven y no poder siquiera darse el lujo de tener unos años ilusos para embriagarse de un ideal. El licor de la utopía se ha convertido en un placer prohibido, una droga ilegal. Camille de Toledo, en el fondo, es uno de los infinitos buscadores de ese diminuto diamante que acaso yace en el carbón mil veces quemado de la contracultura. Un francesito que en su momento, como tantos de sus compatriotas, se alucinó con el neozapatismo mexicano, que sin duda acudió a raves en los 90 y que entrado al Siglo XXI se pregunta ¿Y ahora qué? El autor se asume como el resultado de esa operación algebraica resultado de la suma Caída del Muro de Berlín + Derrumbe de las Torres Gemelas y multiplicado al cuadrado por las rebeliones globalifóbicas. Con ustedes, señores, la generación del Fin de la Historia, de los cuerpos anulados por la magia minimalista y omnipresente del ciberespacio, el sheeze hiperconectado en un aeropuerto cualquiera.
“Punks de boutique”, el rompedor ensayo de este joven francés cayó en mis manos con esa aura engañosa de libro maldito, destinado irremediablemente a transformarse en culto generacional, algo así como un Bakunin del ciberespacio. Al final de su lectura, me confieso poblado de sinembargos y asegunes, de un sí pero no. Cierto, es un libro “muy de estos tiempos”, con todo lo que ello pueda significar, aunque ninguna obra puede ser de culto a priori. Un libro que sacude, cierto, capaz de zangolotear más de una mente, pero al final de cuentas, pese a su estilo intencionalmente provocador y la redacción tan típica de ensayo francés, siento que hay más academicismo que corazón. La mentirosa contraportada habla de un punk que leyó a Rousseau y a Fukuyama, pero la verdad es que la esencia bruta del punk no se encuentra en demasiadas páginas y sí en cambio la del académico empeñado en recitar autores como un mantra. Mucho Deleuze, mucho Focault, pero hay un mundo que se está chamuscando y no precisamente por debates filosóficos.
Toledo es uno más de los que goza demasiado otorgando certificados de defunción, gritando a los cuatro vientos que todo ha muerto, que todo es ridículo. Pero el mundo muerto de Toledo es estrictamente cultural, por no decir académico.
Al final de cuentas, las filosofías de vanguardia, esas que se supone transformaron al mundo, fueron y son un platillo que degustan poquísimos, pero aún frente a los cadáveres de las vanguardias y las contraculturas occidentales, los jinetes del Apocalipsis, esos ancestrales espectros medievales, cabalgan de nuevo, con renovados bríos y ganas de proclamarse eternos.