En el improbable caso de que usted sea un antiguo lector de esta cuna porquerioza, disculpe por resucitar demonios del pasado. Lo escrito este viernes es polvo de lodos ya antes desparramados sobre esta cibernética estepa del desvarío. Pero de vez en cuando es bueno resucitar, volver al origen. No olvide que este blog obedece a los caprichos del nietzschiano Eterno Retorno.
Friday, May 28, 2004
Blast from the past
En el improbable caso de que usted sea un antiguo lector de esta cuna porquerioza, disculpe por resucitar demonios del pasado. Lo escrito este viernes es polvo de lodos ya antes desparramados sobre esta cibernética estepa del desvarío. Pero de vez en cuando es bueno resucitar, volver al origen. No olvide que este blog obedece a los caprichos del nietzschiano Eterno Retorno.
En el improbable caso de que usted sea un antiguo lector de esta cuna porquerioza, disculpe por resucitar demonios del pasado. Lo escrito este viernes es polvo de lodos ya antes desparramados sobre esta cibernética estepa del desvarío. Pero de vez en cuando es bueno resucitar, volver al origen. No olvide que este blog obedece a los caprichos del nietzschiano Eterno Retorno.
Sobre Kundera, Nietzsche y el Eterno retorno
Que conste: La conciencia del Etreno retorno me llegó por vía kunderiana y no nietzschiana. No hay que olvidar que el primer párrafo de una obra como La Insoportable levedad del ser comienza refiriéndose a este concepto.
""Einmal ist keinmal". Lo que solo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca. Si el hombre solo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto."
"Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada (das schwerste Gewicht). Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad."
Dice Milan Kundera que...
Los hombres quieren ser dueños del futuro sólo para poder cambiar el pasado. Luchar por entrar al laboratorio en el que se retocan las fotografías y se reescriben las biografías y la historia-
Escribimos libros porque nuestros hijos no se interesan por nosotros. Nos dirigimos a un mundo anónimo porque nuestra mujer se tapa los oídos cuando le hablamos"
Para liquidar a las naciones -decía Hübl-, lo primero que se hace es quitarles la memoria. Se destruyen sus libros, su cultura, su historia. Y luego viene alguien y les escribe otros libros, les da otra cultura y les inventa otra historia. Entonces la nación comienza lentamente a olvidar lo que es y lo que ha sido. y el mundo circundante lo olvida aún mucho antes."
Que conste: La conciencia del Etreno retorno me llegó por vía kunderiana y no nietzschiana. No hay que olvidar que el primer párrafo de una obra como La Insoportable levedad del ser comienza refiriéndose a este concepto.
""Einmal ist keinmal". Lo que solo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca. Si el hombre solo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto."
"Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada (das schwerste Gewicht). Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad."
Dice Milan Kundera que...
Los hombres quieren ser dueños del futuro sólo para poder cambiar el pasado. Luchar por entrar al laboratorio en el que se retocan las fotografías y se reescriben las biografías y la historia-
Escribimos libros porque nuestros hijos no se interesan por nosotros. Nos dirigimos a un mundo anónimo porque nuestra mujer se tapa los oídos cuando le hablamos"
Para liquidar a las naciones -decía Hübl-, lo primero que se hace es quitarles la memoria. Se destruyen sus libros, su cultura, su historia. Y luego viene alguien y les escribe otros libros, les da otra cultura y les inventa otra historia. Entonces la nación comienza lentamente a olvidar lo que es y lo que ha sido. y el mundo circundante lo olvida aún mucho antes."
Leer viajando
Pero nada se compara a leer viajando. Leer y viajar, dos de los placeres por los que esta vida merece la pena ser vivida, son perfectamente compatibles. Nunca leo tanto ni tan a gusto como cuando voy en un avión o cuando aguardo en la sala de un aeropuerto.
Cuando leo en los trayectos de un viaje me sucede lo mismo que al oír una canción de otro tiempo que recuerda cierta época, cierto día o cierta persona. El viaje se eterniza en el libro. Las páginas guardan para siempre la esencia del lugar donde fueron leídas.
Podría empezar a escribir una historia de mi lectura. Narrar las circunstancias en que leí cada libro de mi biblioteca. Y es que la lectura de una obra son muchas, muchísimas cosas.
La lectura es ante todo un romance o acaso un amor furtivo. Un idilio entre el autor de la obra con ese ente anónimo im-prescindible que toma en sus manos el libro y dentro de cuya alma volverá a consumarse infinitamente el milagro literario.
Cito uno de los últimos párrafos de Los impacientes de Gonzalo Garcés: ?Toda historia escrita, encuentra su lector. El tercero, el lector, es quien hace la diferencia. Que sean millones o uno solo da exactamente lo mismo?.
El milagro literario se consuma de esta manera, pero el fenómeno de la lectura es una obra en sí. El Quijote vuelve a reinventarse una y otra vez en la imaginación de cada uno de sus lectores, dice ¿Borges? Y si a eso le agregamos las circunstancias emocionales, geográficas y sociales en que el lector tomó en sus manos dicha obra, la reinvención es infinita.
Hay libros que se leen en el momento adecuado. En mi adolescencia, por ejemplo, leí a Hesse con devoción. Algunas veces lo he releído y no ha vuelto a ser lo mismo. Me ha sucedido con otros autores. El efecto de una lectura depende de demasiadas cosas. Un mismo libro puede ser leído por una, dos o mil personas en lugares, épocas, idiomas, circunstancias radicalmente distintas. Sobra decir que su efecto, no será el mismo.
Libros en ruta
Hay libros que los recuerdo por pasajes específicos de mi vida en el momento en que estaban siendo leídos.
Empecé a leer El Evangelio según Jesucristo de Saramago a bordo de un taxi amarillo que me llevaba de Rosarito a Tijuana un 25 de diciembre.
Recuerdo una fría noche tijuanense en que leía Andamios de Benedetti en el último asiento de un camión en la ruta Centro- Playas.
La línea de sombra de Conrad, fue leída en la Playa El Vigía sentado sobre una piedra que al llegar la ola quedaba rodeada de agua.
Imposible olvidar la novela negra Entre hombres del argentino Germán ¿Margiori? que comencé a leer el 15 de septiembre de 2001 cuando volaba de San Diego a Nueva York. El viaje y las esperas en aeropuerto fueron tan largos, que casi acabo el libro ese mismo día. Por ello Entre hombres tiene para mi todo el sabor de esa mezcla de emoción y angustia que sentí cuando hice ese viaje que sin duda me marcó para toda la vida.
En esa misma estancia nezayorquence, comencé la lectura de una compilación de cuentos iberoamericanos. Me viene a la memoria una noche en un desolado andén de metro en Queens en el cual yo era la única persona. Leía un cuento de Pablo Soler Frost mientras aguardaba el tren y escuchaba a lo lejos el monótono hip hop que escupía alguna grabadora ambulante.
Antes del fin de Sabato, me recuerda el trayecto en camión de Hamburgo a Amsterdam. Por razones de espacio en la mochila, fue el único libro que llevé a ese viaje y me arrepentí. Nada que ver con Héroes y tumbas.
Dos años después, el trayecto en tren de Florencia a Roma estuvo inundado no por metáforas de Dante y Petrarca sino por el desamparo ontológico de Dios en la tierra de José Revueltas.
En una librería de Madrid compré Futbol a sol y sombra de Galeano y empecé a leerlo el día de nuestro regreso a América, un día de San Isidro. La noche anterior, Carolina y yo agarramos en la Plaza Mayor la mayor de todas las juergas de nuestra larga historia juerguística y al empezar a leer a Galeano no podía con la cruda.
Por su nombre de Álvaro Uribe fue leída en un trayecto de Varadero a La Habana y auque la trama se desarrolla en la Ciudad de México y París, para mi tiene un sabor cubano.
En fin, definitivamente son minoría los libros que he leído sentado en la sala de mi casa con una copa de Casillero en la mano.
Sueños lectófilos
De la misma forma que practico el turismo futbolístico y al lugar que viajo acudo a ver al equipo de casa, debo empezar a concretar mis sueños de turismo lectófilo. Desde hace un buen rato sueño con estar en una taberna de Dublín bebiendo una cerveza Guiness con el Ulises de Joyce sobre la barra.
Sueño con estar en la Avenida Nevski de San Petersburgo leyendo el cuento de Gogol del mismo nombre, ir a la Rambla de Montevideo con la Tregua de Benedetti o sentarme a orillas del Sena y leer Rayuela (he estado un par de veces en París y no fui para llevarme a Cortazar. Leí Rayuela en un entorno harto distinto, la diminuta población de Zaragoza Nuevo León)
Leer El extranjero en una playa de Argelia o el Quijote en Albacete y Argamacilla. Sentarme en una banca de Praga con La vida está en otra parte o La broma del buen Milan o en un Pub de Edimburgo leyendo a Welsh (cuando fui a Edimburgo todavía no descubría al autor de Trainspotting)
Sí, para que no se me ofendan mis compañeros sinaloenses voy a leer a Elmer Mendoza algún día en una cantina de Culiacán mientras bebo una Pacífico aunque Pérez Reverte lo hizo, se inspiró y le salió un bodrio de novela.
En fin, si hay algo que hace que la vida valga la pena ser vivida es la certeza de que siempre habrá un nuevo libro para leer y una ciudad desconocida para visitar.
Pero nada se compara a leer viajando. Leer y viajar, dos de los placeres por los que esta vida merece la pena ser vivida, son perfectamente compatibles. Nunca leo tanto ni tan a gusto como cuando voy en un avión o cuando aguardo en la sala de un aeropuerto.
Cuando leo en los trayectos de un viaje me sucede lo mismo que al oír una canción de otro tiempo que recuerda cierta época, cierto día o cierta persona. El viaje se eterniza en el libro. Las páginas guardan para siempre la esencia del lugar donde fueron leídas.
Podría empezar a escribir una historia de mi lectura. Narrar las circunstancias en que leí cada libro de mi biblioteca. Y es que la lectura de una obra son muchas, muchísimas cosas.
La lectura es ante todo un romance o acaso un amor furtivo. Un idilio entre el autor de la obra con ese ente anónimo im-prescindible que toma en sus manos el libro y dentro de cuya alma volverá a consumarse infinitamente el milagro literario.
Cito uno de los últimos párrafos de Los impacientes de Gonzalo Garcés: ?Toda historia escrita, encuentra su lector. El tercero, el lector, es quien hace la diferencia. Que sean millones o uno solo da exactamente lo mismo?.
El milagro literario se consuma de esta manera, pero el fenómeno de la lectura es una obra en sí. El Quijote vuelve a reinventarse una y otra vez en la imaginación de cada uno de sus lectores, dice ¿Borges? Y si a eso le agregamos las circunstancias emocionales, geográficas y sociales en que el lector tomó en sus manos dicha obra, la reinvención es infinita.
Hay libros que se leen en el momento adecuado. En mi adolescencia, por ejemplo, leí a Hesse con devoción. Algunas veces lo he releído y no ha vuelto a ser lo mismo. Me ha sucedido con otros autores. El efecto de una lectura depende de demasiadas cosas. Un mismo libro puede ser leído por una, dos o mil personas en lugares, épocas, idiomas, circunstancias radicalmente distintas. Sobra decir que su efecto, no será el mismo.
Libros en ruta
Hay libros que los recuerdo por pasajes específicos de mi vida en el momento en que estaban siendo leídos.
Empecé a leer El Evangelio según Jesucristo de Saramago a bordo de un taxi amarillo que me llevaba de Rosarito a Tijuana un 25 de diciembre.
Recuerdo una fría noche tijuanense en que leía Andamios de Benedetti en el último asiento de un camión en la ruta Centro- Playas.
La línea de sombra de Conrad, fue leída en la Playa El Vigía sentado sobre una piedra que al llegar la ola quedaba rodeada de agua.
Imposible olvidar la novela negra Entre hombres del argentino Germán ¿Margiori? que comencé a leer el 15 de septiembre de 2001 cuando volaba de San Diego a Nueva York. El viaje y las esperas en aeropuerto fueron tan largos, que casi acabo el libro ese mismo día. Por ello Entre hombres tiene para mi todo el sabor de esa mezcla de emoción y angustia que sentí cuando hice ese viaje que sin duda me marcó para toda la vida.
En esa misma estancia nezayorquence, comencé la lectura de una compilación de cuentos iberoamericanos. Me viene a la memoria una noche en un desolado andén de metro en Queens en el cual yo era la única persona. Leía un cuento de Pablo Soler Frost mientras aguardaba el tren y escuchaba a lo lejos el monótono hip hop que escupía alguna grabadora ambulante.
Antes del fin de Sabato, me recuerda el trayecto en camión de Hamburgo a Amsterdam. Por razones de espacio en la mochila, fue el único libro que llevé a ese viaje y me arrepentí. Nada que ver con Héroes y tumbas.
Dos años después, el trayecto en tren de Florencia a Roma estuvo inundado no por metáforas de Dante y Petrarca sino por el desamparo ontológico de Dios en la tierra de José Revueltas.
En una librería de Madrid compré Futbol a sol y sombra de Galeano y empecé a leerlo el día de nuestro regreso a América, un día de San Isidro. La noche anterior, Carolina y yo agarramos en la Plaza Mayor la mayor de todas las juergas de nuestra larga historia juerguística y al empezar a leer a Galeano no podía con la cruda.
Por su nombre de Álvaro Uribe fue leída en un trayecto de Varadero a La Habana y auque la trama se desarrolla en la Ciudad de México y París, para mi tiene un sabor cubano.
En fin, definitivamente son minoría los libros que he leído sentado en la sala de mi casa con una copa de Casillero en la mano.
Sueños lectófilos
De la misma forma que practico el turismo futbolístico y al lugar que viajo acudo a ver al equipo de casa, debo empezar a concretar mis sueños de turismo lectófilo. Desde hace un buen rato sueño con estar en una taberna de Dublín bebiendo una cerveza Guiness con el Ulises de Joyce sobre la barra.
Sueño con estar en la Avenida Nevski de San Petersburgo leyendo el cuento de Gogol del mismo nombre, ir a la Rambla de Montevideo con la Tregua de Benedetti o sentarme a orillas del Sena y leer Rayuela (he estado un par de veces en París y no fui para llevarme a Cortazar. Leí Rayuela en un entorno harto distinto, la diminuta población de Zaragoza Nuevo León)
Leer El extranjero en una playa de Argelia o el Quijote en Albacete y Argamacilla. Sentarme en una banca de Praga con La vida está en otra parte o La broma del buen Milan o en un Pub de Edimburgo leyendo a Welsh (cuando fui a Edimburgo todavía no descubría al autor de Trainspotting)
Sí, para que no se me ofendan mis compañeros sinaloenses voy a leer a Elmer Mendoza algún día en una cantina de Culiacán mientras bebo una Pacífico aunque Pérez Reverte lo hizo, se inspiró y le salió un bodrio de novela.
En fin, si hay algo que hace que la vida valga la pena ser vivida es la certeza de que siempre habrá un nuevo libro para leer y una ciudad desconocida para visitar.
Los libros son mis objetos contrafóbicos. Son algo así como el muñequito de peluche que jamás sueltas de niño. Cuando salgo a algún lugar y no llevo conmigo un libro, tengo accesos de inestabilidad. La posibilidad de enfrentar un largo trayecto, una tediosa espera o un día incierto sin un libro en la mano, me hace sentir como un soldado sin su rifle en un campo de batalla. El spleen siempre está al acecho y la única forma de conjurarlo es con un libro.
Mi vida diaria está amenazada constantemente por tiempos muertos en medio de la nada. El libro es siempre la medicina perfecta.
De esta manera, desarrollo el hábito de la lectura en los sitios más improbables. Salas de espera en oficinas de funcionarios públicos, taxis, camiones, restaurantes, cantinas, bancas.
Mi vida diaria está amenazada constantemente por tiempos muertos en medio de la nada. El libro es siempre la medicina perfecta.
De esta manera, desarrollo el hábito de la lectura en los sitios más improbables. Salas de espera en oficinas de funcionarios públicos, taxis, camiones, restaurantes, cantinas, bancas.
El capote de Nicolás Gogol. Este autor describe como pocos las bajas pasiones humanas que rondan en los empolvados escritorios de siniestras oficinas burocráticas. Me sorprende como desmenuza la soberbia del superior, los sueños ridículos del eterno esclavo y la transformación etílica del alma. El capote es un cuento que llega a ser cómico y hasta tierno. Su personaje me resulta familiar, pues tiene demasiados descendientes en la literatura del Siglo XX.
La novela cumbre de Gogol es Almas muertas. Mi canción favorita de Joy Division se llama Dead souls. Ignoró si Ian Curtis basó la rola en dicha novela.
La novela cumbre de Gogol es Almas muertas. Mi canción favorita de Joy Division se llama Dead souls. Ignoró si Ian Curtis basó la rola en dicha novela.
Thursday, May 27, 2004
Fragmentos del diario de NY
Esta mañana, cuando salía corriendo de casa, me di cuenta que no llevaba conmigo ni una miserable superficie donde apuntar (y un reportero sin pluma y papel es un mercenario sin pistola) Desafié el caos de ese cuarto al que llamamos estudio o biblioteca y agarré del librero un cuaderno de pastas negras.
Cuando hacía antesala en la oficina del ex gobernador Alejandro González Alcocer, me entretuve hojeando el cuaderno y me llevé más de una sorpresa. Ese viejo cuaderno negro fungió como mi diario de notas durante las semanas que pasé en Nueva York en septiembre de 2001. Vaya días oscuros los que viví en la Gran Manzana en este septiembre apocalíptico. La incertidumbre, el miedo y los peores presagios flotaban en el aire. Yo estaba solo, absolutamente, alojado en un hotel de Herald Square. Fueron días extraños, oscuros. Es la mayor temporada que he pasado lejos de Carolina y mi mente, más oscura que nunca, estaba poblada de fantasmas.
Aunque en términos periodísticos fue una experiencia increíble e inigualable, cada calle de la Gran Manzana parecía ser un funeral. La vibra oscura y fatalista era respirada por cada poro de mi piel. En el cuaderno negro escribí de manera anárquica y caótica, con mi pésima letra, pensamientos y alucinajes diversos en el metro, en los parques o en los oscuros bares. Me permito transcribir algunos de ellos:
- Esta América puede ser muy triste si se lo propone, infinitamente desolada y sin sentido. Sucumbo al vicio de pedir cerveza extranjera dentro de un bar que ni siquiera es capaz de inspirarme. Sucumbo y me desangro el alma cuando ya no queda resto alguno al cual aferrarme.
Tiempo de cielos rotos, de un asalto a la locura no encontrada, al instante que se vacía abominando hasta de la propia compañía, pensando si este vaso de Heineken podrá por fortuna o maleficio, conducirme a alguna parte.
¿Se habrá imaginado Poe la oscuridad de estos tiempos? ¿Los habrá concebido en su peor pesadilla? Una ciudad asolada por espectros y alucinaciones, una nación capaz de ver moros con tranchete en cada rostro extranjero. ¿Imaginaría Poe aviones suicidas en cada mirada al cielo? ¿Camiones atascados de Ántrax deambulando por las calles? Pensé en Poe, pues él, al igual que yo, recorrió demasiadas cantinas de la Costa Este y en una de ellas, concretamente en Baltimore, murió desparramado sobre la barra, ahogado en la alta mar de sus vómitos.
Nuestro mundo es oscuro, nuestro corazón suda babas de reptiles y trenza la lengua entre serpientes. Esta América, sabes, va a matarme a escupitajos de soledad e incertidumbre mientras yo me atasco las venas de rabia y plenilunio-
- El odio es un cuerpo eterno. Un fantasma de hierro que se infiltra en las venas y después se diluye en cada molécula de la sangre. El odio es un fantasma dormido sobre la tumba de de nuestra espalda. Una soga atada por siempre a nuestro cuello. Un día el fantasma abre sus ojos y afila los dientes . Una noche cualquiera la soga nos asfixia. El odio está ahí, es uno solo, no se crea ni se destruye y acaso jamás se transforme del todo.
Tiene el don de la omnipresencia y navega en nuestro rostro patinando sobre gotas de ácido de sudor. El odio es pésima musa, cruel compañero de cama-
- Para película de terror la escenita se pinta sola. El extranjero está solo, en territorio desconocido y comanche, en una sinistra estación de metro donde un graffiti poco creativo ha plasmado su huella. El sonar de los trenes a lo lejos tiene algo de monstruosa esperanza y dejan por herencia un silencio cruel. Tras el silencio sobrevienen entonces las desgracias, dicen en las películas y mi tren parece no tener ninguna prisa por dignarse a aparecer-
Una mañana de arrastre y sin sábana de nubes. El entorno entero es del color de la sangre seca. Mañana de ideal mutilado y hambre aún medio dormida.
Esta mañana, cuando salía corriendo de casa, me di cuenta que no llevaba conmigo ni una miserable superficie donde apuntar (y un reportero sin pluma y papel es un mercenario sin pistola) Desafié el caos de ese cuarto al que llamamos estudio o biblioteca y agarré del librero un cuaderno de pastas negras.
Cuando hacía antesala en la oficina del ex gobernador Alejandro González Alcocer, me entretuve hojeando el cuaderno y me llevé más de una sorpresa. Ese viejo cuaderno negro fungió como mi diario de notas durante las semanas que pasé en Nueva York en septiembre de 2001. Vaya días oscuros los que viví en la Gran Manzana en este septiembre apocalíptico. La incertidumbre, el miedo y los peores presagios flotaban en el aire. Yo estaba solo, absolutamente, alojado en un hotel de Herald Square. Fueron días extraños, oscuros. Es la mayor temporada que he pasado lejos de Carolina y mi mente, más oscura que nunca, estaba poblada de fantasmas.
Aunque en términos periodísticos fue una experiencia increíble e inigualable, cada calle de la Gran Manzana parecía ser un funeral. La vibra oscura y fatalista era respirada por cada poro de mi piel. En el cuaderno negro escribí de manera anárquica y caótica, con mi pésima letra, pensamientos y alucinajes diversos en el metro, en los parques o en los oscuros bares. Me permito transcribir algunos de ellos:
- Esta América puede ser muy triste si se lo propone, infinitamente desolada y sin sentido. Sucumbo al vicio de pedir cerveza extranjera dentro de un bar que ni siquiera es capaz de inspirarme. Sucumbo y me desangro el alma cuando ya no queda resto alguno al cual aferrarme.
Tiempo de cielos rotos, de un asalto a la locura no encontrada, al instante que se vacía abominando hasta de la propia compañía, pensando si este vaso de Heineken podrá por fortuna o maleficio, conducirme a alguna parte.
¿Se habrá imaginado Poe la oscuridad de estos tiempos? ¿Los habrá concebido en su peor pesadilla? Una ciudad asolada por espectros y alucinaciones, una nación capaz de ver moros con tranchete en cada rostro extranjero. ¿Imaginaría Poe aviones suicidas en cada mirada al cielo? ¿Camiones atascados de Ántrax deambulando por las calles? Pensé en Poe, pues él, al igual que yo, recorrió demasiadas cantinas de la Costa Este y en una de ellas, concretamente en Baltimore, murió desparramado sobre la barra, ahogado en la alta mar de sus vómitos.
Nuestro mundo es oscuro, nuestro corazón suda babas de reptiles y trenza la lengua entre serpientes. Esta América, sabes, va a matarme a escupitajos de soledad e incertidumbre mientras yo me atasco las venas de rabia y plenilunio-
- El odio es un cuerpo eterno. Un fantasma de hierro que se infiltra en las venas y después se diluye en cada molécula de la sangre. El odio es un fantasma dormido sobre la tumba de de nuestra espalda. Una soga atada por siempre a nuestro cuello. Un día el fantasma abre sus ojos y afila los dientes . Una noche cualquiera la soga nos asfixia. El odio está ahí, es uno solo, no se crea ni se destruye y acaso jamás se transforme del todo.
Tiene el don de la omnipresencia y navega en nuestro rostro patinando sobre gotas de ácido de sudor. El odio es pésima musa, cruel compañero de cama-
- Para película de terror la escenita se pinta sola. El extranjero está solo, en territorio desconocido y comanche, en una sinistra estación de metro donde un graffiti poco creativo ha plasmado su huella. El sonar de los trenes a lo lejos tiene algo de monstruosa esperanza y dejan por herencia un silencio cruel. Tras el silencio sobrevienen entonces las desgracias, dicen en las películas y mi tren parece no tener ninguna prisa por dignarse a aparecer-
Una mañana de arrastre y sin sábana de nubes. El entorno entero es del color de la sangre seca. Mañana de ideal mutilado y hambre aún medio dormida.
Wednesday, May 26, 2004
Fc Porto 3-0 As Mónaco
Odio decir - se los dije- , pero?SE LOS DIJE
El Porto se quedará con la orejona, dije ayer y el Porto se quedó con la orejona. Eso sí, confieso que de forma más contundente a la que imaginaba. Yo veía en mi bola de cristal un 1-0 ríspido, sufrido, con un Mónaco tirando todo el tren por delante. Digamos que una diferencia de tres goles resulta abismal en una final de Champions y en este caso particular, resulta engañoso. Los teorreícos del futbol (que lo infestan al igual que la literatura) dirán que el marcador no refleja lo sucedido en la cancha. Mmmm? A mí se me hace que es el fiel reflejo de un equipo inteligente, ordenado y muy frío que no se desespera y es capaz de desesperar a cualquiera. Los del Principado se desesperaron y sucumbieron. Ni la presencia del Rey Luis y la princesa Carolina fueron suficientes para poner un poco de puntería en las botas de los chicos de Montecarlo. En Europa siempre, o casi siempre, triunfará quien tiene la cabeza más fría lo cual, las más de las veces, coincide con el que tiene una defensa más ordenada. Desde que vi al Porto anular a La Coruña en Galicia dije ¡cuidado¡ En el Viejo Continente los campeones no son los más explosivos, sino los más cerebrales.
Mejor dejo que sean mis colegas del Diario Marca quienes expliquen lo sucedido. Me he permitido plagiarles la nota, sólo para mostrar a los improbables lectores de esta cuna porquerioza, que la crónica deportiva se puede parecer mucho a la mejor literatura. Vaya, aquí en el changarro donde despacho, mis colegas de deportes y las notitas de agencia siguen apostando a la fórmula más espantosamente aburrida y sosa para escribir la crónica de un partido. Ejemplo: - El Porto goleó 3-0 al Mónaco y se consagró campeón de?- A callar digo yo. A ver, yo ya vi el partido, la repetición de los goles y lo que quiero al leer una crónica deportiva es un extra, otros ojos que reconstruyan y reinventen el duelo. Un partido de futbol es como el Aleph de Borges, sus posibilidades son infinitas. Chequen nomás la entrada de mis colegas españoles para narrar lo que fue la final de la Champions. Así se escribe una crónica deportiva:
Sí, ya sé que es difícil en los tiempos que corren, pero imagínense a alguien que se haya pasado los últimos tres meses en una misión en el África profunda, sin periódicos y sin televisión. El sujeto en cuestión toma tierra mañana en Barajas y se encuentra con que el Oporto es campeón de Europa. Si no le da un síncope pensará que se ha equivocado de planeta. Ah, y de 'propina' le dicen que la final se la ha ganado... ¡al Mónaco!
Pues no es tan raro, oiga. El Oporto ha sido, con mucho, el mejor equipo del Viejo Continente desde que el 24 de febrero se abrieran las 'hostilidades' con los octavos de final. Su fútbol no ha sido el más vistoso, pero su eficacia y consistencia están fuera de toda duda.
Defiende como nadie y 'atonta' al rival de turno hasta asestarle un golpe seco y mortal. Mientras, los minutos pasan y pasa que no pasa nada. Un suplicio para el espectador y un deleite para los amantes del 'fútbol probeta'. A Mourinho no le faltarán detractores -menottistas de diseño-, pero cinco títulos en dos años le avalan.
El día que me dejen escribir en Deportes y el día que a esta ciudad se le ilumine la cabecita y traigan un equipo de FUTBOL y se dejen de basuras beisboleras, yo cambiaré la historia de la crónica deportiva en Tijuana.
Odio decir - se los dije- , pero?SE LOS DIJE
El Porto se quedará con la orejona, dije ayer y el Porto se quedó con la orejona. Eso sí, confieso que de forma más contundente a la que imaginaba. Yo veía en mi bola de cristal un 1-0 ríspido, sufrido, con un Mónaco tirando todo el tren por delante. Digamos que una diferencia de tres goles resulta abismal en una final de Champions y en este caso particular, resulta engañoso. Los teorreícos del futbol (que lo infestan al igual que la literatura) dirán que el marcador no refleja lo sucedido en la cancha. Mmmm? A mí se me hace que es el fiel reflejo de un equipo inteligente, ordenado y muy frío que no se desespera y es capaz de desesperar a cualquiera. Los del Principado se desesperaron y sucumbieron. Ni la presencia del Rey Luis y la princesa Carolina fueron suficientes para poner un poco de puntería en las botas de los chicos de Montecarlo. En Europa siempre, o casi siempre, triunfará quien tiene la cabeza más fría lo cual, las más de las veces, coincide con el que tiene una defensa más ordenada. Desde que vi al Porto anular a La Coruña en Galicia dije ¡cuidado¡ En el Viejo Continente los campeones no son los más explosivos, sino los más cerebrales.
Mejor dejo que sean mis colegas del Diario Marca quienes expliquen lo sucedido. Me he permitido plagiarles la nota, sólo para mostrar a los improbables lectores de esta cuna porquerioza, que la crónica deportiva se puede parecer mucho a la mejor literatura. Vaya, aquí en el changarro donde despacho, mis colegas de deportes y las notitas de agencia siguen apostando a la fórmula más espantosamente aburrida y sosa para escribir la crónica de un partido. Ejemplo: - El Porto goleó 3-0 al Mónaco y se consagró campeón de?- A callar digo yo. A ver, yo ya vi el partido, la repetición de los goles y lo que quiero al leer una crónica deportiva es un extra, otros ojos que reconstruyan y reinventen el duelo. Un partido de futbol es como el Aleph de Borges, sus posibilidades son infinitas. Chequen nomás la entrada de mis colegas españoles para narrar lo que fue la final de la Champions. Así se escribe una crónica deportiva:
Sí, ya sé que es difícil en los tiempos que corren, pero imagínense a alguien que se haya pasado los últimos tres meses en una misión en el África profunda, sin periódicos y sin televisión. El sujeto en cuestión toma tierra mañana en Barajas y se encuentra con que el Oporto es campeón de Europa. Si no le da un síncope pensará que se ha equivocado de planeta. Ah, y de 'propina' le dicen que la final se la ha ganado... ¡al Mónaco!
Pues no es tan raro, oiga. El Oporto ha sido, con mucho, el mejor equipo del Viejo Continente desde que el 24 de febrero se abrieran las 'hostilidades' con los octavos de final. Su fútbol no ha sido el más vistoso, pero su eficacia y consistencia están fuera de toda duda.
Defiende como nadie y 'atonta' al rival de turno hasta asestarle un golpe seco y mortal. Mientras, los minutos pasan y pasa que no pasa nada. Un suplicio para el espectador y un deleite para los amantes del 'fútbol probeta'. A Mourinho no le faltarán detractores -menottistas de diseño-, pero cinco títulos en dos años le avalan.
El día que me dejen escribir en Deportes y el día que a esta ciudad se le ilumine la cabecita y traigan un equipo de FUTBOL y se dejen de basuras beisboleras, yo cambiaré la historia de la crónica deportiva en Tijuana.
Troya
El domingo sucedió lo que nunca: Fui al cine. Ya he dicho que no soy en absoluto afecto a la pantalla grande y que lo único que puede más o menos captar mi atención es un buen partido de futbol. Pero el domingo, contra todos los pronósticos, ocurrió.
De entrada, bajamos a Tj con la idea de beber unas buenas cervezas Tijuana, pero la pinche cervecería tiene a mal cerrar en domingo. Ni modo, ustedes se lo pierden. Fuimos al bien amado e infalible Sótano Suizo y al caer la tarde decidimos ir al cine. Cruzamos a la Plaza Río, pero a nuestros ojos les costó trabajo concebir semejante atascadero. Hacía muchísimo tiempo, años, que no íbamos a Plaza Río en fin de semana y la verdad no recordaba tumultos así. Pareciera como si todo Tijuana, en una crisis de insoportable spleen y aburrimiento, hubiese confluido ahí. Nunca la clase mierda se muestra con tanto desparpajo y cinismo como sucede un domingo en un centro comercial. Manadas y manadas de familias rumiantes y aburridas congregadas en torno al ritual del consumo. El centro comercial es el templo de la clase mierda. El consumo su liturgia. Obviamente ya no había boletos para el cine así que decidimos ir al Cnemark. Salir del estacionamiento fue un caos. Plaza Río aumenta sus pisos de aparcadero pero no sus salidas a la calle.
En Cinemark la cosa estaba por el estilo. A las 18:00 una cola de miedo para entrar a ver Troya a las 18:50. Carajo, si no es un evento irrepetible, un partido de futbol en el estadio o un concierto. Es simplemente una película que se seguirá proyectando cientos de veces. Recordé cuando allá por 1980 a mi abuelo le regalaron una video-casetera, de las primeras que existieron, pesadas como ellas solas, con sus botonzotes toscos me pareció volver a escuchar a algunas personas decir que ese maravilloso invento significaba la sentencia de muerte de las salas de cine. Los años pasan y la humanidad se sigue congregando frente a las pantallas, un ritual muy propio del Siglo XX que no decae. También pensé en lo significativo que resulta que en pleno Siglo XXI, un tumulto se congregue a ver una historia basada en el mito de Homero. La Paideia se personifica. Occidentales al fin, hijos del areté homérico, acudimos al cine a recrear las leyendas de la antigüedad. Aunque creo que más de un 95% de los asistentes a la sala no saben ni siquiera que existe la Iliada, tal vez uno o dos sientan la curiosidad por bucear en los mitos helénicos.
Finalmente, logramos entrar a la sala y debo confesar que la película me gustó y mucho. No me pregunten de producciones, actores y efectos. Yo no soy cinéfilo y no se un carajo al respecto. Las películas se dividen en las que me gustan y las que no me gustan y Troya me gustó.
De entrada respeta bastante a la Iliada de Homero. Digo, no es absolutamente fiel, pero comparada con las aberraciones de la basura de Zapata (que por consejo de Chaidez y de Mayra Luna no he visto ni pienso ver) creo que Troya es casi un documento historiográfico junto al aborto de Arau.
De cualquier manera y luego de verificar mi Diccionario Mitológico, encuentro algunas imprecisiones que no eclipsan en lo absoluto la calida de la película.
He aquí algunas precisiones:
-El sitio de Toya duró más de diez años y en la película da la impresión que es cuestión de días.
- El personaje de Briselda fue sembrado. En realidad Briselda era una simple esclava que fungía como compañera de cama de Aquiles y que le fue arrebatada por Agamenón. Aquiles más tarde se enamoró de una de las hijas de Priamo y ofreció incluso, mercenario como era, pelear del lado del bando troyano. Cuando iba a pedir la mano de la dama frente al templo de Apolo, Paris lo mató de un flechazo en el talón. Aquiles no alcanzó a entrar en el caballo de madera.
La película pone que Héctor mata a Ayax, lo cual no ocurrió y omite el que los dos guerreros pelearon durante más de un día sin que hubiera vencedor. .
Es mentira que Menelao haya muerto a manos de Héctor. También es mentira que Helena se haya quedado en Troya. Menelao regresa con su esposa a Esparta. Helena muere ahorcada años más tarde a manos de una mujer cuyo marido murió en el sitio de Troya.
Agamenón no es asesinado por Briselda. Agamenón regresa a Grecia y al llegar a casa es su propia esposa, ayudada por un amante quien lo asesina.
Es mentira que la diosa Tetis haya enviado a Aquiles a la guerra de Troya. Ella lo vistió de mujer para evitar que fuera reclutado, pero Ulises, disfrazado de comerciante de armas, lo descubre al ver el interés que muestra por las espadas y arcos.
Sin embargo, fuera de esos mínimos detalles, creo que la película en verdad vale la pena ser vista. Ese estilo de película, tipo el Señor de los Anillos, que abordan cuestiones mitológicas del mundo antiguo son las que más me gustan y las que más disfruto. Y mira que es difícil que una película no me aburra. Troya vale la pena. Ojalá ahora se avienten La Odisea.
El domingo sucedió lo que nunca: Fui al cine. Ya he dicho que no soy en absoluto afecto a la pantalla grande y que lo único que puede más o menos captar mi atención es un buen partido de futbol. Pero el domingo, contra todos los pronósticos, ocurrió.
De entrada, bajamos a Tj con la idea de beber unas buenas cervezas Tijuana, pero la pinche cervecería tiene a mal cerrar en domingo. Ni modo, ustedes se lo pierden. Fuimos al bien amado e infalible Sótano Suizo y al caer la tarde decidimos ir al cine. Cruzamos a la Plaza Río, pero a nuestros ojos les costó trabajo concebir semejante atascadero. Hacía muchísimo tiempo, años, que no íbamos a Plaza Río en fin de semana y la verdad no recordaba tumultos así. Pareciera como si todo Tijuana, en una crisis de insoportable spleen y aburrimiento, hubiese confluido ahí. Nunca la clase mierda se muestra con tanto desparpajo y cinismo como sucede un domingo en un centro comercial. Manadas y manadas de familias rumiantes y aburridas congregadas en torno al ritual del consumo. El centro comercial es el templo de la clase mierda. El consumo su liturgia. Obviamente ya no había boletos para el cine así que decidimos ir al Cnemark. Salir del estacionamiento fue un caos. Plaza Río aumenta sus pisos de aparcadero pero no sus salidas a la calle.
En Cinemark la cosa estaba por el estilo. A las 18:00 una cola de miedo para entrar a ver Troya a las 18:50. Carajo, si no es un evento irrepetible, un partido de futbol en el estadio o un concierto. Es simplemente una película que se seguirá proyectando cientos de veces. Recordé cuando allá por 1980 a mi abuelo le regalaron una video-casetera, de las primeras que existieron, pesadas como ellas solas, con sus botonzotes toscos me pareció volver a escuchar a algunas personas decir que ese maravilloso invento significaba la sentencia de muerte de las salas de cine. Los años pasan y la humanidad se sigue congregando frente a las pantallas, un ritual muy propio del Siglo XX que no decae. También pensé en lo significativo que resulta que en pleno Siglo XXI, un tumulto se congregue a ver una historia basada en el mito de Homero. La Paideia se personifica. Occidentales al fin, hijos del areté homérico, acudimos al cine a recrear las leyendas de la antigüedad. Aunque creo que más de un 95% de los asistentes a la sala no saben ni siquiera que existe la Iliada, tal vez uno o dos sientan la curiosidad por bucear en los mitos helénicos.
Finalmente, logramos entrar a la sala y debo confesar que la película me gustó y mucho. No me pregunten de producciones, actores y efectos. Yo no soy cinéfilo y no se un carajo al respecto. Las películas se dividen en las que me gustan y las que no me gustan y Troya me gustó.
De entrada respeta bastante a la Iliada de Homero. Digo, no es absolutamente fiel, pero comparada con las aberraciones de la basura de Zapata (que por consejo de Chaidez y de Mayra Luna no he visto ni pienso ver) creo que Troya es casi un documento historiográfico junto al aborto de Arau.
De cualquier manera y luego de verificar mi Diccionario Mitológico, encuentro algunas imprecisiones que no eclipsan en lo absoluto la calida de la película.
He aquí algunas precisiones:
-El sitio de Toya duró más de diez años y en la película da la impresión que es cuestión de días.
- El personaje de Briselda fue sembrado. En realidad Briselda era una simple esclava que fungía como compañera de cama de Aquiles y que le fue arrebatada por Agamenón. Aquiles más tarde se enamoró de una de las hijas de Priamo y ofreció incluso, mercenario como era, pelear del lado del bando troyano. Cuando iba a pedir la mano de la dama frente al templo de Apolo, Paris lo mató de un flechazo en el talón. Aquiles no alcanzó a entrar en el caballo de madera.
La película pone que Héctor mata a Ayax, lo cual no ocurrió y omite el que los dos guerreros pelearon durante más de un día sin que hubiera vencedor. .
Es mentira que Menelao haya muerto a manos de Héctor. También es mentira que Helena se haya quedado en Troya. Menelao regresa con su esposa a Esparta. Helena muere ahorcada años más tarde a manos de una mujer cuyo marido murió en el sitio de Troya.
Agamenón no es asesinado por Briselda. Agamenón regresa a Grecia y al llegar a casa es su propia esposa, ayudada por un amante quien lo asesina.
Es mentira que la diosa Tetis haya enviado a Aquiles a la guerra de Troya. Ella lo vistió de mujer para evitar que fuera reclutado, pero Ulises, disfrazado de comerciante de armas, lo descubre al ver el interés que muestra por las espadas y arcos.
Sin embargo, fuera de esos mínimos detalles, creo que la película en verdad vale la pena ser vista. Ese estilo de película, tipo el Señor de los Anillos, que abordan cuestiones mitológicas del mundo antiguo son las que más me gustan y las que más disfruto. Y mira que es difícil que una película no me aburra. Troya vale la pena. Ojalá ahora se avienten La Odisea.
Le Costeau está condenado a la quiebra
Sucede muy a menudo en los lugares destinados a clientela extranjera que los meseros se aprovechen y traten de cobrar de más en la cuenta. Desde hace algún tiempo, digamos que más de un año, mi esposa y yo acudimos como clientes al Costeau, un restaurante francés ubicado en Rosarito. La comida, preparada por un chef francés, es bastante buena y digamos que es una de nuestras mejores opciones para comer bien sin ir demasiado lejos de casa.
Eso sí, el restaurante siempre se me ha hecho demasiado caro. Vaya, puedes ir a buenos restaurantes, beber buenos vinos y no necesariamente despelucar tu cartera. En Ensenada, donde bajo mi criterio están los mejores restaurantes de Baja California, hay restaurantes mejores que Le Costeau con cartas de vinos mucho más completas y a precios decentes. Por ejemplo, en Le Costeau, su limitadísima carta de vinos te ofrece un Gato Negro a 185 pesos, cuando cualquier hijo de vecino sabe que un Gato Negro lo compras en cualquier Calimax por 35 pesitos. Digo, si quieres véndeme el vino caro, pero véndeme buenos vinos por favor y no me quieras ver la cara de pendejo diciéndome que son más caros por ser importados de Chile, cuando cualquier imbécil sabe que los vinos chilenos casi siempre son más baratos que los vinos bajacalifornianos. En fin.
La noche del viernes Carolina y yo fuimos a escuchar un concierto de jazz a dicho restaurante (a mi esposa le gusta muchísimo el jazz, aunque confieso que yo desprecio ese género) La cuestión es que cobraban un cover con cena incluida y otro sin cena pero con dos copas de vino. Desde el principio a Carol le dio mala espina el asunto. Cobraron cuatro dólares más de lo que decían en el mail promocional que nos enviaron. Luego se quisieron hacer pendejos con las copas a las que teníamos derecho (pese a que aparte pagamos y bien pagada una botella de Terra de Cetto) El caso es que llegó un cuentón marca diablo. La botella de Terra me la quisieron cobrar casi al doble y me cobraron las copas de vino a las que teníamos derecho.
Seguramente los imbéciles pensaron, este es un gringo con lana, que ya ha de estar borracho y lo vamos a marear con la cuenta para tumbarle una lana. No contaban los pobres ilusos que estaban ante un regio canchero que cuenta cada centavo y que jamás se pone ebrio, pues haría falta toda su mierdoza cava para más o menos hacerme sentir un poquito mareado.
Para no hacer el cuento largo me hicieron encabronar y mucho. Les fui a gritar que a quién le querían ver la cara de pendejo y los tarados, pese a escuchar mis insultos en perfecto español de regio, me seguían hablando en inglés creyendo que discutían con un gringo idiota. Al final reconocieron su error (fue nuestras culpa, fue nuestra culpa chillaban los meseros para que yo no fuera con el dueño) 25 dólares de más me querían cobrar los hijos de su putísima madre. Pagué la cuenta correcta, no les dejé un centavo de propina y fui con el dueño a decirle que había perdido unos clientes para siempre. Como el mega-pancho ya se había hecho muy evidente, el francesito me regaló una botella de Terra para que dejara de hacerla de pedo y me fuera en paz. Carolina me dijo que por orgullo le debí haber roto la botella en el piso al pinche franchute. Creo que tiene razón, pero yo en ese momento pensé que la botella rota no serviría de nada pues no se podría beber y le dije, sobres, venga El Terra, para que me dejes de estafar pinche francesito y Arriba Ignacio Zaragoza. Tontos. Han perdido dos clientes para siempre, una botella y una propina que hubiera sido buena, pues cuando nos atienden bien jamás escatimamos. Los meseros de aquellos restaurantes de los que somos clientes lo pueden atestiguar. Me gusta dejar buenas propinas, pero me gusta que me atiendan bien y odio que me vean cara de gringo y un solo centavo de más que me cobren basta para desatar mi ira de regio.
Por lo pronto El Costeau está destinado a la quiebra. Casi no tiene clientes y los pocos que van son amigos del francés. Nosotros éramos de los pocos clientes espontáneos y ahora hemos decidido no volver nunca jamás. Sólo nos resta esperar hasta ver el día, imagino cercano, en que el local vacío y polvoriento tenga un letrero de Se Renta.
Sucede muy a menudo en los lugares destinados a clientela extranjera que los meseros se aprovechen y traten de cobrar de más en la cuenta. Desde hace algún tiempo, digamos que más de un año, mi esposa y yo acudimos como clientes al Costeau, un restaurante francés ubicado en Rosarito. La comida, preparada por un chef francés, es bastante buena y digamos que es una de nuestras mejores opciones para comer bien sin ir demasiado lejos de casa.
Eso sí, el restaurante siempre se me ha hecho demasiado caro. Vaya, puedes ir a buenos restaurantes, beber buenos vinos y no necesariamente despelucar tu cartera. En Ensenada, donde bajo mi criterio están los mejores restaurantes de Baja California, hay restaurantes mejores que Le Costeau con cartas de vinos mucho más completas y a precios decentes. Por ejemplo, en Le Costeau, su limitadísima carta de vinos te ofrece un Gato Negro a 185 pesos, cuando cualquier hijo de vecino sabe que un Gato Negro lo compras en cualquier Calimax por 35 pesitos. Digo, si quieres véndeme el vino caro, pero véndeme buenos vinos por favor y no me quieras ver la cara de pendejo diciéndome que son más caros por ser importados de Chile, cuando cualquier imbécil sabe que los vinos chilenos casi siempre son más baratos que los vinos bajacalifornianos. En fin.
La noche del viernes Carolina y yo fuimos a escuchar un concierto de jazz a dicho restaurante (a mi esposa le gusta muchísimo el jazz, aunque confieso que yo desprecio ese género) La cuestión es que cobraban un cover con cena incluida y otro sin cena pero con dos copas de vino. Desde el principio a Carol le dio mala espina el asunto. Cobraron cuatro dólares más de lo que decían en el mail promocional que nos enviaron. Luego se quisieron hacer pendejos con las copas a las que teníamos derecho (pese a que aparte pagamos y bien pagada una botella de Terra de Cetto) El caso es que llegó un cuentón marca diablo. La botella de Terra me la quisieron cobrar casi al doble y me cobraron las copas de vino a las que teníamos derecho.
Seguramente los imbéciles pensaron, este es un gringo con lana, que ya ha de estar borracho y lo vamos a marear con la cuenta para tumbarle una lana. No contaban los pobres ilusos que estaban ante un regio canchero que cuenta cada centavo y que jamás se pone ebrio, pues haría falta toda su mierdoza cava para más o menos hacerme sentir un poquito mareado.
Para no hacer el cuento largo me hicieron encabronar y mucho. Les fui a gritar que a quién le querían ver la cara de pendejo y los tarados, pese a escuchar mis insultos en perfecto español de regio, me seguían hablando en inglés creyendo que discutían con un gringo idiota. Al final reconocieron su error (fue nuestras culpa, fue nuestra culpa chillaban los meseros para que yo no fuera con el dueño) 25 dólares de más me querían cobrar los hijos de su putísima madre. Pagué la cuenta correcta, no les dejé un centavo de propina y fui con el dueño a decirle que había perdido unos clientes para siempre. Como el mega-pancho ya se había hecho muy evidente, el francesito me regaló una botella de Terra para que dejara de hacerla de pedo y me fuera en paz. Carolina me dijo que por orgullo le debí haber roto la botella en el piso al pinche franchute. Creo que tiene razón, pero yo en ese momento pensé que la botella rota no serviría de nada pues no se podría beber y le dije, sobres, venga El Terra, para que me dejes de estafar pinche francesito y Arriba Ignacio Zaragoza. Tontos. Han perdido dos clientes para siempre, una botella y una propina que hubiera sido buena, pues cuando nos atienden bien jamás escatimamos. Los meseros de aquellos restaurantes de los que somos clientes lo pueden atestiguar. Me gusta dejar buenas propinas, pero me gusta que me atiendan bien y odio que me vean cara de gringo y un solo centavo de más que me cobren basta para desatar mi ira de regio.
Por lo pronto El Costeau está destinado a la quiebra. Casi no tiene clientes y los pocos que van son amigos del francés. Nosotros éramos de los pocos clientes espontáneos y ahora hemos decidido no volver nunca jamás. Sólo nos resta esperar hasta ver el día, imagino cercano, en que el local vacío y polvoriento tenga un letrero de Se Renta.
Tuesday, May 25, 2004
Monaco vs FC Porto
¿A quién le voy? Bueno, digamos que ya es ganancia que no haya llegado Real Madrid.
Tal vez el hecho de haber crecido en una casa que fungió como Consulado de Portugal en Monterrey y que durante toda mi infancia contemplé un enorme escudo lusitano en la puerta, me inclino por el Porto. Además, José Saramago y Fernando Pessoa me caen mejor que las princesas de Mónaco.
Eso sí, Morientes anda desatado y los del principado practican un futbol más vertical y ofensivo que los lusitanos. Pero los portugueses practican un futbol frío, desesperante, con una defensa correosa, difícil de penetrar, que hace desesperar a cualquiera. Monaco es más futbolísticamente más fuerte, pero Porto es mi favorito y presiento que se quedará con la orejona.
Sueños blogueros
Miren nada más las cosas que hace la blogósfera en el subconsciente. Por primera vez en mi vida, he soñado con una persona a la que sólo conozco por la lectura de su blog. No conozco a esta persona ni siquiera por msg, nunca la he visto en mi vida y sin embargo, he soñado con ella. Reconozco que he visto una foto suya, misma que me permitió darle forma en mi sueño, pues según recuerdo, su cara coincidía con la de la foto, pero eso es lo único que poseo. La persona me es absolutamente desconocida. ¿Cómo explicaría Freíd este fenómeno? Lo único que diré, para que se den una idea de lo alucinado del sueño, es que en mi onírica historia, la persona en cuestión y yo nos encontrábamos recogiendo jícuris en el desierto de San Luis Potosí, en Estación 14. Encontrábamos algunos bajo una gobernadora y lo le explicaba a la persona que el primer jícuri que se encuentra debe ser ofrendado a los dioses del desierto. Luego, por alguna razón llegábamos caminando a Matehuala cuyo aspecto en mi sueño era mucho más urbano que el que tiene realmente este poblado. La cuestión es que yo informaba a mi acompañante que habíamos perdido el rumbo y que debíamos retornar al desierto. Y supongo que retornábamos y ya no recuerdo en qué carajos acabó mi sueño.
¿A quién le voy? Bueno, digamos que ya es ganancia que no haya llegado Real Madrid.
Tal vez el hecho de haber crecido en una casa que fungió como Consulado de Portugal en Monterrey y que durante toda mi infancia contemplé un enorme escudo lusitano en la puerta, me inclino por el Porto. Además, José Saramago y Fernando Pessoa me caen mejor que las princesas de Mónaco.
Eso sí, Morientes anda desatado y los del principado practican un futbol más vertical y ofensivo que los lusitanos. Pero los portugueses practican un futbol frío, desesperante, con una defensa correosa, difícil de penetrar, que hace desesperar a cualquiera. Monaco es más futbolísticamente más fuerte, pero Porto es mi favorito y presiento que se quedará con la orejona.
Sueños blogueros
Miren nada más las cosas que hace la blogósfera en el subconsciente. Por primera vez en mi vida, he soñado con una persona a la que sólo conozco por la lectura de su blog. No conozco a esta persona ni siquiera por msg, nunca la he visto en mi vida y sin embargo, he soñado con ella. Reconozco que he visto una foto suya, misma que me permitió darle forma en mi sueño, pues según recuerdo, su cara coincidía con la de la foto, pero eso es lo único que poseo. La persona me es absolutamente desconocida. ¿Cómo explicaría Freíd este fenómeno? Lo único que diré, para que se den una idea de lo alucinado del sueño, es que en mi onírica historia, la persona en cuestión y yo nos encontrábamos recogiendo jícuris en el desierto de San Luis Potosí, en Estación 14. Encontrábamos algunos bajo una gobernadora y lo le explicaba a la persona que el primer jícuri que se encuentra debe ser ofrendado a los dioses del desierto. Luego, por alguna razón llegábamos caminando a Matehuala cuyo aspecto en mi sueño era mucho más urbano que el que tiene realmente este poblado. La cuestión es que yo informaba a mi acompañante que habíamos perdido el rumbo y que debíamos retornar al desierto. Y supongo que retornábamos y ya no recuerdo en qué carajos acabó mi sueño.
Boda real
El sábado me quedó más claro que nunca: La Revolución Francesa (al igual que todas las revoluciones) no sirvió para un carajo. Vaya, digamos que fue de cierta utilidad para poner a trabajar horas extras ese maravilloso invento llamado guillotina, nos dejó por herencia uno de los himnos más hermosos del Mundo como es la Marsellesa y bueno, hay que aceptar que como cultura general sirve la Declaración de los Derechos del Hombre para certámenes de declamación de poesía fantástica. Luis XVI y María Antonieta perdieron sus respectivas cabecitas no pensantes en 1793, más de un soberano europeo se meo en los calzones pensando que por efecto de contagio revolucionario la guillotina le acariciaría el cuello, se escribieron muchos libros, se derramó mucha sangre y al final no pasó nada. En 1804 la cabeza de Napoleón yacía debajo de una corona que le colocó el mismísimo Papa y en 1815, después de Waterloo, los príncipes del Viejo Continente se reunieron en Viena con Meternich como anfitrión y firmaron la Santa Alianza, para asegurarse que ningún virus revolucionario volvería a poner en peligro la sacra institución de la monarquía.
Sí, digamos que hubo revoluciones de 1848, Comuna de París, el Octubre Bolchevique de 1917, pero para el caso la Santa Alianza Europea sigue haciendo de las suyas. La monarquía vive y reina por los siglos de los siglos, regodeándose en su divino poder que el altísimo les concedió por derecho divino.
Toda esa sarta de pensamientos desfilaron por mi cabeza al presenciar el espectáculo de la Boda Real mientras bebía con Carolina unas deliciosas cervezas holandesas llamadas Mariner y saboreábamos una pizza de anchoas y champiñones preparada en nuestro horno.
Es tan absolutamente ridículo lo que vimos, tan risible como la rola más sarcástica de la Polla Records, que hasta cuesta trabajo creer que es cierto. En verdad me da pena ajena, mirar a miles de españoles bajo sus paraguas martirizados por una tormenta, agarrando una gripa de aquellas sólo por mirar de reojo y a muchos metros de distancia el culo de su princesa. Nuestro republicano planeta paralizado por la boda de un par de imbéciles y los medios felices, disfrutando el circo y sus ganancias. Imagino como los hubiera pintado Goya. Si el Sordo hubiera estado vivo habría sabido llevar al lienzo todas esas toneladas de ridiculez pretenciosa que sólo una familia real puede escupir.
Ahí tienen al país de Almodóvar obsesionado por la no virginidad de una mujer de 30 años. Carajo, a mi en lo personal me preocuparía mucho más que a su edad Letizia fuera virgen. Vaya, eso sería sinónimo de que algo anda mal en su cabecita, algún trauma o complejo. Que si es plebeya, que si cogió con Perico de los Palotes y se divorció y se subió una vez al metro y otra al camión ¿Y qué carajos? ¿Cambiará la historia de España por ello?
Ahí tienen al país que ha parido librepensadores como Jovellanos, Fernández de Moratín, García Lorca, Buenaventura Durruti, postrado ante la divina mano de un cerdo arzobispo que bendice la unión de un hombre y una mujer, que comen, sudan, mean, cagan y se vienen de la misma forma que lo hace cualquier vil Homosapiens cuyo código de cromosomas esté más o menos correcto. De por sí el matrimonio religioso católico (cualquiera que sea) se me hace uno de los rituales más cursis e imbéciles de la humanidad, pero los del sábado acabó por parecerme un mal chiste. ¿Podrás beber vino a gusto mientras las cámaras están siguiendo cada mínima gesticulación de tu rostro? ¿Podrás coger con alguna dosis de cachondeo y relajación cuando sabes que hay fotógrafos hasta debajo de la almohada?
Y ahí están nuestras grandes escritoras como Guadalupe Loaeza, afirmando que toda mujer en España y en el Mundo desearía ser como Letizia. A huevo, incluida George Sand, Flora Tristán, Gertrude Stein e Eve Libertine de Crass. Toda mujer en el mundo quiere ser como Letizia, chéquen nomás el comentario de Lupita Loaeza. Y lo peor es que aquí en mi trabajo sí que hay más de una pendeja que tiene esa clase de sueños. A ver feministas del Colectivo La Línea ¿Ustedes quieren ser como Letizia?
En fin, ahí la dejamos. Para espectáculos mediáticos yo soy más feliz con el futbol y los ridículos que hace el Real Madrid cada que se para en una cancha.
Por ahora sólo me resta cantar a todo pulmón esa bella rolita de Rainbow que dice KILL THE KING.
El sábado me quedó más claro que nunca: La Revolución Francesa (al igual que todas las revoluciones) no sirvió para un carajo. Vaya, digamos que fue de cierta utilidad para poner a trabajar horas extras ese maravilloso invento llamado guillotina, nos dejó por herencia uno de los himnos más hermosos del Mundo como es la Marsellesa y bueno, hay que aceptar que como cultura general sirve la Declaración de los Derechos del Hombre para certámenes de declamación de poesía fantástica. Luis XVI y María Antonieta perdieron sus respectivas cabecitas no pensantes en 1793, más de un soberano europeo se meo en los calzones pensando que por efecto de contagio revolucionario la guillotina le acariciaría el cuello, se escribieron muchos libros, se derramó mucha sangre y al final no pasó nada. En 1804 la cabeza de Napoleón yacía debajo de una corona que le colocó el mismísimo Papa y en 1815, después de Waterloo, los príncipes del Viejo Continente se reunieron en Viena con Meternich como anfitrión y firmaron la Santa Alianza, para asegurarse que ningún virus revolucionario volvería a poner en peligro la sacra institución de la monarquía.
Sí, digamos que hubo revoluciones de 1848, Comuna de París, el Octubre Bolchevique de 1917, pero para el caso la Santa Alianza Europea sigue haciendo de las suyas. La monarquía vive y reina por los siglos de los siglos, regodeándose en su divino poder que el altísimo les concedió por derecho divino.
Toda esa sarta de pensamientos desfilaron por mi cabeza al presenciar el espectáculo de la Boda Real mientras bebía con Carolina unas deliciosas cervezas holandesas llamadas Mariner y saboreábamos una pizza de anchoas y champiñones preparada en nuestro horno.
Es tan absolutamente ridículo lo que vimos, tan risible como la rola más sarcástica de la Polla Records, que hasta cuesta trabajo creer que es cierto. En verdad me da pena ajena, mirar a miles de españoles bajo sus paraguas martirizados por una tormenta, agarrando una gripa de aquellas sólo por mirar de reojo y a muchos metros de distancia el culo de su princesa. Nuestro republicano planeta paralizado por la boda de un par de imbéciles y los medios felices, disfrutando el circo y sus ganancias. Imagino como los hubiera pintado Goya. Si el Sordo hubiera estado vivo habría sabido llevar al lienzo todas esas toneladas de ridiculez pretenciosa que sólo una familia real puede escupir.
Ahí tienen al país de Almodóvar obsesionado por la no virginidad de una mujer de 30 años. Carajo, a mi en lo personal me preocuparía mucho más que a su edad Letizia fuera virgen. Vaya, eso sería sinónimo de que algo anda mal en su cabecita, algún trauma o complejo. Que si es plebeya, que si cogió con Perico de los Palotes y se divorció y se subió una vez al metro y otra al camión ¿Y qué carajos? ¿Cambiará la historia de España por ello?
Ahí tienen al país que ha parido librepensadores como Jovellanos, Fernández de Moratín, García Lorca, Buenaventura Durruti, postrado ante la divina mano de un cerdo arzobispo que bendice la unión de un hombre y una mujer, que comen, sudan, mean, cagan y se vienen de la misma forma que lo hace cualquier vil Homosapiens cuyo código de cromosomas esté más o menos correcto. De por sí el matrimonio religioso católico (cualquiera que sea) se me hace uno de los rituales más cursis e imbéciles de la humanidad, pero los del sábado acabó por parecerme un mal chiste. ¿Podrás beber vino a gusto mientras las cámaras están siguiendo cada mínima gesticulación de tu rostro? ¿Podrás coger con alguna dosis de cachondeo y relajación cuando sabes que hay fotógrafos hasta debajo de la almohada?
Y ahí están nuestras grandes escritoras como Guadalupe Loaeza, afirmando que toda mujer en España y en el Mundo desearía ser como Letizia. A huevo, incluida George Sand, Flora Tristán, Gertrude Stein e Eve Libertine de Crass. Toda mujer en el mundo quiere ser como Letizia, chéquen nomás el comentario de Lupita Loaeza. Y lo peor es que aquí en mi trabajo sí que hay más de una pendeja que tiene esa clase de sueños. A ver feministas del Colectivo La Línea ¿Ustedes quieren ser como Letizia?
En fin, ahí la dejamos. Para espectáculos mediáticos yo soy más feliz con el futbol y los ridículos que hace el Real Madrid cada que se para en una cancha.
Por ahora sólo me resta cantar a todo pulmón esa bella rolita de Rainbow que dice KILL THE KING.
Inicié el día de madrugada con estas frases-
Un funesto deseo de luz:
-Toda nuestra vida no es, propiamente hablando, más que más que una pesada fábula; nuestro conocimiento más que una necedad; nuestra certidumbre más que cuentos: en resumen, todo ese mundo no es más que una farsa y una perpetua comedia-
Dios ha muerto es una expresión que hoy apenas significa algo, pues el cristianismo de Kierkegaard y más precisamente el de Dostoievsky, igual que el ateísmo de Hegel, el de Nietzsche o del joven Marx, pertenecen a esa inflexión de la historia del Mundo en que se ha retirado la luz de lo divino.
-A pesar de todo, creo o quiero creer que el fin de la filosofía aún no ha llegado, como no ha llegado el fin de muchas cosas que preconizaron más de uno en los setenta y en los ochenta. La filosofía está ahí, desesperadamente viva, incluso a pesar de los propios filósofos-
Un disco de Moonspell completó el resto.
Nuevos libros: Historia de las orgías de Burgo Partridge y El despertar de los vampiros de Jean Marigny
¿Cuando dejarás de comprar libros pinche Alonso Quijano de La Mancha tijuanera? Mejor cómprate ropa que ya pareces pintura.
Un funesto deseo de luz:
-Toda nuestra vida no es, propiamente hablando, más que más que una pesada fábula; nuestro conocimiento más que una necedad; nuestra certidumbre más que cuentos: en resumen, todo ese mundo no es más que una farsa y una perpetua comedia-
Dios ha muerto es una expresión que hoy apenas significa algo, pues el cristianismo de Kierkegaard y más precisamente el de Dostoievsky, igual que el ateísmo de Hegel, el de Nietzsche o del joven Marx, pertenecen a esa inflexión de la historia del Mundo en que se ha retirado la luz de lo divino.
-A pesar de todo, creo o quiero creer que el fin de la filosofía aún no ha llegado, como no ha llegado el fin de muchas cosas que preconizaron más de uno en los setenta y en los ochenta. La filosofía está ahí, desesperadamente viva, incluso a pesar de los propios filósofos-
Un disco de Moonspell completó el resto.
Nuevos libros: Historia de las orgías de Burgo Partridge y El despertar de los vampiros de Jean Marigny
¿Cuando dejarás de comprar libros pinche Alonso Quijano de La Mancha tijuanera? Mejor cómprate ropa que ya pareces pintura.
Padres de San Diego
Conocí Tijuana un 16 de octubre de 1998. Bueno, digamos que llegué al Aeropuerto. Primero conocí Rosarito, luego Ensenada, luego San Diego y ya después empecé a rolar por esta noble ciudad que meses después se transformó en mi hogar y en donde actualmente hemos comprando nuestra casa y vivo muy feliz. Fue en ese mes de octubre cuando me enteré que en este planeta existía un equipo llamado Padres de San Diego del que jamás en mi existencia había escuchado hablar. Yo te puedo hablar si quieres de un equipo de Futbol como el Galatasaray de Estambul, el Dynamo Tirana de Albania, el Valuur Reikjavik de Islandia o el Spartak Minsk de Bielorrusia, pero en cuestión de beisbol muy a trancazos te puedo mencionar a los Sultanes de Monterrey y ya. No me preguntes el nombre de un jugador pues la verdad no tengo la menor idea de alguno. Me acuerdo de un tal Fernando Valenzuela ¿juega todavía, por cierto? La cuestión es que en octubre de 1998 me enteré que existía ese pinche equipo y que medio Tijuana estaba metida en los bares viéndolo, pues por esas fechas estaban jugando la final o algo así. Me acuerdo que se me hizo el colmo de la hueva que en todos malditos bares a donde iba estaban viendo los juegos de esa mierda de equipucho desconocido. Y yo acá tratando de convencer a los propietarios de las barras de tener un poco de sentido común o piedad con un cliente sensato, por favor pongan Futbol, aunque sea un Irapuato vs San Luis, o un Gallos Blancos vs Veracruz, pero por favor pongan algo divertido. Vaya, cuando estoy en un bar y no hay futbol, me pongo peor que un heroinómano en abstinencia. Ya después me enteré que en esta ciudad existe todo un culto a los Padres, pese a que según se, nunca han ganado nada en su pinche vida.
Aunque la gente lo minimice, el deporte forma parte de tu cultura y mi desprecio absoluto al béisbol es algo de lo que provoca que no pueda tener una carta de 100% nacionalizado tijuanense. Vaya, como dice PS García, él creció jugando desde morrito con escobas que eran usadas como bats mientras yo en mi infancia apenas si sabía lo que era el béisbol.
Mientras el disfrutaba las idas al Jack Murphy para ver los juegos de Padres, yo era feliz acudiendo al estadio Universitario de San Nicolás de los Garza a dejar el alma por los Tigres. Miles de tijuanenses crecieron amando a los Padres, un equipo cuya existencia yo no tuve presente en la faz de la tierra hasta mis 24 años de vida.
Hasta la fecha jamás he ido a un partido de beisbol en toda mi existencia. Una vez, allá por 1997, fui al estadio de beisbol de Monterrey porque el gobernador Fernando Canales iba a inaugurar la temporada de los Sultanes y yo tenía que entrevistarlo por no me acuerdo que pendejada, así que me vi obligado a perseguirlo hasta el estadio. Por fortuna el gober nomás inauguró y se fue por lo que me salvé de quedarme a ver el juego (por supuesto que traía un buen libro bajo el brazo por si acaso me tocaba quedarme) He ido muchas veces a estadios en USA: Qualcomm, también al Memorial Coliseum de Los Ángeles, al Rose Bowl de Pasadena, al Foxboro de Massachussetes y al estadio de los Gigantes en NJ, pero únicamente a ver partidos de Futbol, ya sea de la Selección Mexicana o de la MLS y en algunas ocasiones también de la NFL, pues el futbol americano hasta eso que sí me pasa más o menos (digo, no tanto como el FUTBOL, pero digamos que sí me divierte) También conozco varios estadios europeos (Olímpico de Roma, Parque de los Príncipes de París, Vicente Calderón y Rayo Vallecano de Madrid) Por eso me gusta Europa. La cultura europea jamás se rebajaría a aficionarse por una basura como el juego de los bates, que sólo en le gusta los pinches gringos y a los habitantes de islas caribeñas subdesarrolladas. El Mundo no pude estar equivocado. En más de 100 países del Orbe el Futbol es el deporte más popular. Es, por excelencia, el juego de la Humanidad. No exagero si digo que he ido más de 500 veces a ver partidos de futbol en mi vida. En 20 años de asistencia regular creo que es incluso una cifra conservadora.
Sin embargo, creo que si la Naturaleza me concede 90 años de vida, podré sumar 90 años sin haber ido a ver el beisbol. Sinceramente creo que puedo morir en paz sin conocerlo.
Conocí Tijuana un 16 de octubre de 1998. Bueno, digamos que llegué al Aeropuerto. Primero conocí Rosarito, luego Ensenada, luego San Diego y ya después empecé a rolar por esta noble ciudad que meses después se transformó en mi hogar y en donde actualmente hemos comprando nuestra casa y vivo muy feliz. Fue en ese mes de octubre cuando me enteré que en este planeta existía un equipo llamado Padres de San Diego del que jamás en mi existencia había escuchado hablar. Yo te puedo hablar si quieres de un equipo de Futbol como el Galatasaray de Estambul, el Dynamo Tirana de Albania, el Valuur Reikjavik de Islandia o el Spartak Minsk de Bielorrusia, pero en cuestión de beisbol muy a trancazos te puedo mencionar a los Sultanes de Monterrey y ya. No me preguntes el nombre de un jugador pues la verdad no tengo la menor idea de alguno. Me acuerdo de un tal Fernando Valenzuela ¿juega todavía, por cierto? La cuestión es que en octubre de 1998 me enteré que existía ese pinche equipo y que medio Tijuana estaba metida en los bares viéndolo, pues por esas fechas estaban jugando la final o algo así. Me acuerdo que se me hizo el colmo de la hueva que en todos malditos bares a donde iba estaban viendo los juegos de esa mierda de equipucho desconocido. Y yo acá tratando de convencer a los propietarios de las barras de tener un poco de sentido común o piedad con un cliente sensato, por favor pongan Futbol, aunque sea un Irapuato vs San Luis, o un Gallos Blancos vs Veracruz, pero por favor pongan algo divertido. Vaya, cuando estoy en un bar y no hay futbol, me pongo peor que un heroinómano en abstinencia. Ya después me enteré que en esta ciudad existe todo un culto a los Padres, pese a que según se, nunca han ganado nada en su pinche vida.
Aunque la gente lo minimice, el deporte forma parte de tu cultura y mi desprecio absoluto al béisbol es algo de lo que provoca que no pueda tener una carta de 100% nacionalizado tijuanense. Vaya, como dice PS García, él creció jugando desde morrito con escobas que eran usadas como bats mientras yo en mi infancia apenas si sabía lo que era el béisbol.
Mientras el disfrutaba las idas al Jack Murphy para ver los juegos de Padres, yo era feliz acudiendo al estadio Universitario de San Nicolás de los Garza a dejar el alma por los Tigres. Miles de tijuanenses crecieron amando a los Padres, un equipo cuya existencia yo no tuve presente en la faz de la tierra hasta mis 24 años de vida.
Hasta la fecha jamás he ido a un partido de beisbol en toda mi existencia. Una vez, allá por 1997, fui al estadio de beisbol de Monterrey porque el gobernador Fernando Canales iba a inaugurar la temporada de los Sultanes y yo tenía que entrevistarlo por no me acuerdo que pendejada, así que me vi obligado a perseguirlo hasta el estadio. Por fortuna el gober nomás inauguró y se fue por lo que me salvé de quedarme a ver el juego (por supuesto que traía un buen libro bajo el brazo por si acaso me tocaba quedarme) He ido muchas veces a estadios en USA: Qualcomm, también al Memorial Coliseum de Los Ángeles, al Rose Bowl de Pasadena, al Foxboro de Massachussetes y al estadio de los Gigantes en NJ, pero únicamente a ver partidos de Futbol, ya sea de la Selección Mexicana o de la MLS y en algunas ocasiones también de la NFL, pues el futbol americano hasta eso que sí me pasa más o menos (digo, no tanto como el FUTBOL, pero digamos que sí me divierte) También conozco varios estadios europeos (Olímpico de Roma, Parque de los Príncipes de París, Vicente Calderón y Rayo Vallecano de Madrid) Por eso me gusta Europa. La cultura europea jamás se rebajaría a aficionarse por una basura como el juego de los bates, que sólo en le gusta los pinches gringos y a los habitantes de islas caribeñas subdesarrolladas. El Mundo no pude estar equivocado. En más de 100 países del Orbe el Futbol es el deporte más popular. Es, por excelencia, el juego de la Humanidad. No exagero si digo que he ido más de 500 veces a ver partidos de futbol en mi vida. En 20 años de asistencia regular creo que es incluso una cifra conservadora.
Sin embargo, creo que si la Naturaleza me concede 90 años de vida, podré sumar 90 años sin haber ido a ver el beisbol. Sinceramente creo que puedo morir en paz sin conocerlo.