Eterno Retorno

Saturday, February 20, 2021

Culturalmente huérfana, mutilada, condenada a la indigencia intelectual

 


Un día cualquiera, sin decir agua va, la principal biblioteca pública de Tijuana es desmantelada para convertirla en oficinas. En una ciudad que tuviera un mínimo y elemental respeto por su cultura, su comunidad y sus espacios públicos,  yo esperaría un evento de despedida y gratitud. Vaya, esa biblioteca significó algo para miles  de tijuanenses.  Estamos diciéndole adiós a un recinto cultural público que durante cuatro décadas albergó a generaciones de lectores, estudiantes y bibliotecarios. Muchas personas entregaron su tiempo, su esfuerzo y sus sueños a esa biblioteca. Creo que lo menos que merecerían es que alguien les diera las gracias. En una entidad civilizada, yo esperaría que el gobernador convocara a un cierre simbólico de nuestra biblioteca en donde después de agradecer a todos los que en algún momento han sido parte de ella, les anunciara oficialmente el nuevo destino del acervo bibliográfico y nos enseñara un plan concreto, con etapas y plazos, para dotar a Tijuana de una biblioteca pública digna de la frontera más transitada del mundo.  En una entidad donde hubiera un respeto por quienes promueven y fomentan la cultura, se habría hecho un foro de consulta para recibir una lluvia de ideas por parte de bibliotecarios, promotores, mediadores de salas de lectura, libreros y lectores. ¿Cuál es el tipo de biblioteca que debe tener una ciudad como Tijuana? En lugar de eso, un día simplemente sacan los libros como quien emprende la mudanza de una nave industrial de maquiladora. Nos enteramos por denuncias de redes sociales. ¿A dónde van los libros? Quién sabe a dónde irán (Piporro dixit). ¿Cuál es el futuro de la biblioteca? En forzada entrevista banquetera,  el gobernador declara que le pedirán al presidente en donativo el viejo edificio de correos, algo vago, en el aire, a ver si chicle y pega, casi como una limosna. ¿Hay un plan, una ruta estratégica, al menos un esbozo? No, nada. En octubre de 2019, siendo gobernador electo, Jaime Bonilla nos invitó a varios integrantes de la “comunidad cultural” a que celebráramos una reunión para aportar propuestas e ideas. Dijo que él quería ser recordado como el gobernador de la cultura. Aprecié y agradecí el gesto, pues no se trataba de una reunión electorera para buscar votos, pues la elección ya estaba ganada y ninguno de sus antecesores panistas había hecho lo mismo antes. También habría apreciado si nos hubieran preguntado sobre el cierre y el destino de la biblioteca. Conozco desde hace más de 18 años  al secretario de Cultura Pedro Ochoa. Es mi amigo y tengo plena confianza en su capacidad como funcionario cultural, pero hoy simplemente han errado y debo decirlo. Cualquier  ciudad que aspire a un mínimo estándar de desarrollo cultural y educacional, debe contar con una gran biblioteca pública central que a su vez  funja como cabeza o matriz de una red en las colonias. Una ciudad sin biblioteca es una urbe culturalmente huérfana, mutilada, condenada a la indigencia intelectual. Tijuana es hoy una ciudad sin biblioteca central. ¿Alguna idea? ¿Algo que decir? Esto realmente me hiere en lo profundo.

 

¿Y cuál es la biblioteca pública central de la ciudad de Tijuana?

 



Oye ¿Y cuál es la biblioteca pública central de la ciudad de Tijuana? Uff, lo siento, carecemos de ella. Existía una, pero ha sido desmantelada a la brava, sin consulta ni aviso de por medio.

Así las cosas mis amigos. Si un foráneo o un recién llegado tuviera a bien preguntarme dónde encontrar la “gran” biblioteca tijuanense, mi triste,  patética y humillante respuesta sería que en esta ciudad eso no existe. Sí, es la frontera más cruzada del mundo, nuestros más de dos millones de habitantes nos colocan como el municipio más poblado de México, se supone que somos una suerte de Arcadia cultural, pero no, aquí ya no tenemos una biblioteca de la ciudad. Punto. Ayer ha comenzado ya el desmantelamiento de la Biblioteca Benito Juárez. La muerte de un espacio cultural que llevaba funcionando casi cuatro décadas no nos merece ni siquiera un comunicado oficial explicándonos a dónde se van los libros y cuál será su destino. Claro, lo ideal habría sido un foro de consulta pública o por lo menos una lluvia de ideas con la comunidad cultural, pero eso es pedirle peras al olmo. Rastreando en internet, me encuentro con una nota firmada por mi colega Kelia Eben Ezer en donde el gobernador Jaime Bonilla declara que "la biblioteca se va a mover, estamos haciendo una transición para entregarles el edificio viejo del correo, que también está vacío, es un edificio federal pero estoy por confirmarlo con el presidente ahorita que venga para entregarles una biblioteca más grande en un edificio icónico que está desperdiciado como muchos edificios". Muy bien. Ahora yo le pregunto ¿Existe un proyecto sólido y bien estructurado para crear una nueva biblioteca pública moderna, funcional, acorde a las necesidades actuales? ¿O se trata solo de arrumbar las cajas de libros en otro espacio? ¿Le alcanzará el tiempo  señor Bonilla para poder fundar la nueva Biblioteca Central de Tijuana? Si fuera así, mis respetos, pues es un proyecto que la ciudad se merece (y que en todo caso correspondería administrar al gobierno municipal, no al estatal). Desgraciadamente, mi experiencia como reportero y mi sentido común, me hace pronosticar que el proyecto quedará en el limbo y ni uno solo de los miserables y patéticos candidatos que aspiran a gobernar Baja California pondrá la creación de nuevas bibliotecas en su lista de recicladas y predecibles propuestas. Una biblioteca no es solo amontonar libros en un viejo edificio (y por favor no me digan que la van a mudar a los Ceart, porque no son opción). Una biblioteca es un espacio vivo donde se construye comunidad. Un espacio moderno de creación, socialización e intercambio; transformable, adaptable y flexible que permita y favorezca el aprendizaje y la creatividad. Hay muchas experiencias valiosas de gente que se dedica profesionalmente a esto. Aunque usted no lo crea, existe la Bibliotecología, una carrera profesional especializada en la planeación,  administración,  sistematización y gestión de las bibliotecas. Tijuana necesita una biblioteca pública digna y moderna. Ha llegado el momento de trabajar por ella.

Tuesday, February 16, 2021

¿Cuál es el futuro de éste y de tantísimos oficios?

 


En un día cualquiera de errabundo vagabundeo entre Facebook y Twitter,  te salen al paso mil y un artículos de todos los temas imaginables. Editoriales, crónicas, testimonios, entrevistas, reseñas. Es una lluvia imparable. No llevo una estadística ni siquiera aproximada, pero no creo mentir si les digo que a diario me chuto por lo menos cinco textos inesperados de muy buen nivel que llegan a mí por la espontánea marea de la red. Como lector soy el equivalente a un colibrí que va de una flor a otra, picando un poco aquí y un poco allá. Inmerso en esta vorágine, suelo dar con páginas de revistas o periódicos  que de la manera más honesta  te piden que por favor te suscribas o cooperes  para que ellos puedan seguir haciendo su trabajo. Durante muchísimos años me gané la vida como reportero. Conozco bien el significado y la valía del buen periodismo y soy el primero en pedir una buena retribución para el comunicador profesional. En un mundo infestado hasta la médula por bodrios propagandistas y noticias burdamente falsas, un colega que ejerza el oficio con ética y dignidad  es una atípica joya. Es muy común topar con medios que te piden pagar tres o cinco dólares  para poder leer todo su contenido y la verdad es que si en mí estuviera, me gustaría poder apoyarlos a todos. El problema es que debes elegir entre una infinita baraja a quiénes pagar esa suscripción. Antes de la era digital la cosa no era tan complicada. Vaya, leías el periódico de tu ciudad y con eso te bastaba. En mi regia infancia, tooodas las familias estaban suscritas a El Norte y con ello te bastaba y sobraba para considerarte bien informado. Si algo te faltaba, ahí estaban El Porvenir o El Diario. Hoy la oferta informativa es infinita y el bombardeo es constante e inclemente. Todos los días y en todo momento eres atiborrado de nueva información, casi toda gratuita. Estoy de acuerdo en que si deseas algo de calidad debes pagar por ello, pero aquí la competencia es descomunal,  despiadada y mundial. Pagar por leer es lo justo, pero no les puedes pagar a todos. ¿Quiénes logran lucrar entonces? Como siempre, los más grandes o los que pueden darse el lujo de tener un amplio espectro de cobertura e intereses. El País, New York Times, Reforma, etc.  Es un río muy pero muy revuelto y solo unos cuantos pescadores ganan. ¿Y los medios pequeños? ¿Y los dignos esfuerzos casi quijotescos que por la libre han emprendido tantísimos colegas? ¿Cómo apoyar quienes sabes que están haciendo un trabajo noble y profesional? ¿De qué puede aspirar a vivir un periodista independiente para no acabar convertido en burdo propagandista? ¿Cuál es el futuro de éste y de tantísimos oficios? ¿Alguna idea? Muchas más dudas que certezas colegas.

 

 

Monday, February 15, 2021

El presente pisa el acelerador

 


 

Vivimos en un mundo en permanente metamorfosis en donde el presente suele pisar el acelerador y la vida cambia radicalmente en lapsos brevísimos. La pandemia simplemente pulsó el botón de adelantar y puso a funcionar en cámara rápida transformaciones que de una u otra forma se iban dando gradualmente pero que hubieran tardado un tiempo en concretarse. Sin duda la más notoria de todas es la referente al trabajo o la educación a distancia. Lo que hasta hace un año era una herramienta auxiliar ahora se ha convertido en la norma. Millones de profesionistas trabajan a través de Zoom y millones de alumnos de todos los niveles toman clases virtuales a través de Google Classroom. Algún día volveremos al modelo presencial, pero a estas alturas cabe preguntarse ¿y de verdad nos conviene volver  al viejo esquema? Pienso en todos esos descomunales corporativos con edificios  de varios pisos en donde transcurría la vida de cientos de trabajadores que podían hacer exactamente lo mismo desde casa. ¿De verdad quieren las empresas seguir pagando rentas y servicios por oficinas que al final son prescindibles? ¿Nos conviene toda esa contaminación, gasto de combustible y tráfico por trasladarnos a una hora determinada al lugar de trabajo? En el caso de la escuela es distinto, pues acudir a un plantel no solo se reduce a tomar clases, sino a aprender a convivir y desarrollarse socialmente, si bien creo que las escuelas deberán entrar a un esquema mixto en donde ofrezcan la posibilidad de la clase virtual y presencial.