Culturalmente huérfana, mutilada, condenada a la indigencia intelectual
Un día
cualquiera, sin decir agua va, la principal biblioteca pública de Tijuana es
desmantelada para convertirla en oficinas. En una ciudad que tuviera un mínimo
y elemental respeto por su cultura, su comunidad y sus espacios públicos, yo esperaría un evento de despedida y
gratitud. Vaya, esa biblioteca significó algo para miles de tijuanenses. Estamos diciéndole adiós a un recinto cultural
público que durante cuatro décadas albergó a generaciones de lectores,
estudiantes y bibliotecarios. Muchas personas entregaron su tiempo, su esfuerzo
y sus sueños a esa biblioteca. Creo que lo menos que merecerían es que alguien
les diera las gracias. En una entidad civilizada, yo esperaría que el
gobernador convocara a un cierre simbólico de nuestra biblioteca en donde después
de agradecer a todos los que en algún momento han sido parte de ella, les
anunciara oficialmente el nuevo destino del acervo bibliográfico y nos enseñara
un plan concreto, con etapas y plazos, para dotar a Tijuana de una biblioteca
pública digna de la frontera más transitada del mundo. En una entidad donde hubiera un respeto por quienes
promueven y fomentan la cultura, se habría hecho un foro de consulta para
recibir una lluvia de ideas por parte de bibliotecarios, promotores, mediadores
de salas de lectura, libreros y lectores. ¿Cuál es el tipo de biblioteca que
debe tener una ciudad como Tijuana? En lugar de eso, un día simplemente sacan
los libros como quien emprende la mudanza de una nave industrial de
maquiladora. Nos enteramos por denuncias de redes sociales. ¿A dónde van los
libros? Quién sabe a dónde irán (Piporro dixit). ¿Cuál es el futuro de la
biblioteca? En forzada entrevista banquetera, el gobernador declara que le pedirán al presidente
en donativo el viejo edificio de correos, algo vago, en el aire, a ver si
chicle y pega, casi como una limosna. ¿Hay un plan, una ruta estratégica, al
menos un esbozo? No, nada. En octubre de 2019, siendo gobernador electo, Jaime
Bonilla nos invitó a varios integrantes de la “comunidad cultural” a que
celebráramos una reunión para aportar propuestas e ideas. Dijo que él quería
ser recordado como el gobernador de la cultura. Aprecié y agradecí el gesto,
pues no se trataba de una reunión electorera para buscar votos, pues la elección
ya estaba ganada y ninguno de sus antecesores panistas había hecho lo mismo
antes. También habría apreciado si nos hubieran preguntado sobre el cierre y el
destino de la biblioteca. Conozco desde hace más de 18 años al secretario de Cultura Pedro Ochoa. Es mi
amigo y tengo plena confianza en su capacidad como funcionario cultural, pero hoy
simplemente han errado y debo decirlo. Cualquier ciudad que aspire a un mínimo estándar de
desarrollo cultural y educacional, debe contar con una gran biblioteca pública
central que a su vez funja como cabeza o
matriz de una red en las colonias. Una ciudad sin biblioteca es una urbe
culturalmente huérfana, mutilada, condenada a la indigencia intelectual.
Tijuana es hoy una ciudad sin biblioteca central. ¿Alguna idea? ¿Algo que
decir? Esto realmente me hiere en lo profundo.