Eterno Retorno

Friday, December 18, 2020

¿La posesión de un demonio es algo remotamente parecido a esto

 


En cualquier caso, dentro del cuerpo de Ghoul hay otras presencias. No son solo las subidas y bajadas del azúcar y los conatos de desmayo, sino el bicho mutante que ha irrumpido en su organismo por alguno de los orificios, (nasales, bucales u oculares, qué más da). No es una manifestación  etérea u ontológica, pues aunque solo puede ser observado en microscopio, tiene una presencia física en la Tierra y ocupa un sitio. Existe y al igual que los íncubos y súcubos, vampiriza y se alimenta de ti. No es un animal o una planta. Llamémosle simplemente criatura,  agente infeccioso microscópico acelular, un poliedro casi perfecto a quien dibujarán de color verde y que será capaz de paralizar al mundo moderno como nadie lo había hecho.  ¿Alguien puede explicarlos? No, pero él ya está dentro de ti y acaso dentro de varios de los que te rodean en este remedo de pagana ceremonia. Esta noche aún no se habla tanto de él. Es una enfermedad inventada por los chinos que está matando gente en Italia y que dicen, llegará irremediablemente a México, aunque pronto sin duda pasará de moda. Es un rumor, un invento del capitalismo mundial, un distractor. ¿Conoces alguien que se haya muerto de esa cosa? No. Aquí en el país nadie ha muerto todavía.  Ghoul será el primero, pero esa noche ni siquiera lo intuye. Más sobresaltos le causan sus bajones de azúcar.  Lo peor es la traicionera meada que ya le moja el pantalón, los conatos de desvanecimiento, el sudor congelante y el temblor mientras el Papa Eméritus se despide cantándole al ángel apóstata.

En la obvia superficie

  Acaso lo que más le aterraba, aunque se negara a reconocerlo, era la certidumbre de que sus mejores párrafos (o mejor dicho los menos malos) ya habían sido escritos. El tope de su escritura había sido alcanzado en 2014 o 2015. Ese había sido su techo creativo y en adelante solo le quedaría girar y redundar como disco rayado. Se aferraba a creer que en su interior dormitaba un nuevo creador aún desconocido, un monstruo que despertaría de un prolongado letargo y sacaría ases narrativos bajo su manga, conejos prosísticos bajo un sombrero de mago.  Sus mejores páginas estaban a punto de ser escritas, aunque en el fondo (o en la más obvia superficie) Rocafuerte supiera que su yacimiento creativo era un pozo seco. Le aterraba sentir que su discurso era como el del gobierno mexicano, aferrado a creer en la eternidad de la abundancia petrolera como la varita mágica  del desarrollo. Apostarle una y otra vez al oro negro con que la naturaleza o  los dioses mexicas habían bendecido al país e intentar perforar una vez más los maltrechos fondos del Golfo para extraer néctar del vacío. Era aterrador reconocerlo, pero la visión de futuro de Ánimas no iba más allá del reciclaje de una fórmula agotada.

Era aterrador reconocerlo, pero la visión de futuro de Ánimas no iba más allá del reciclaje de una fórmula agotada. Así como la cuarta transformación quería ver un futuro luminoso vendiendo el petróleo que no tenía a un mundo que cada vez lo necesitaba menos, Rocafuerte creía que si su escritura le había dado las ganancias menos magras de su existencia y le había dado de comer por casi una década, bien podía  él apostarle a que un amasijo de palabras más o menos bien acomodadas podían seguir mareando a distraídos jurados que le darían el gane en los concursos del mañana que para él ya no llegaría. 

Thursday, December 17, 2020

Power Up

 

En torno al disco del año francamente no necesito quebrarme la cabeza ni tengo demasiadas dudas: es el Power Up de AC/DC, mi soundtrack en las últimas semanas de este desquiciado veinte-veinte que aún no nos ha caído. El álbum lleva su esencia en el nombre. Es puro poder pa arriba, puro encendido de motores neuronales, pura prendidez. ¿Y cómo suena PWR Up? Suena, por fortuna, a cualquier disco de AC/DC. Un trago de Jack Daniels derecho siempre sabrá a un trago de Jack Daniels derecho y por eso mismo es delicioso. No necesitas mezclas ni combinaciones mamonas. ¿Se imaginan si les dijera que en su nuevo disco AC/DC se hace acompañar por dos dj, coristas femeninas, cajas de ritmos e innovadores loops? Qué horror. AC/DC suena a lo que siempre ha sonado AC/DC de la misma forma Motörhead siempre sonó a Motörhead y nunca necesité nada más (y vaya que lo extraño al pinche Lemmy) Lo siento colegas, pero en música yo no necesito mucha innovación que digamos y suelo ser inmensamente feliz con el mismo viejo Rock and Roll de siempre. Cuando yo tenía unos diez años de edad mi tío José Manuel me grabó mi primer casete de AC/DC (el Back in Black, obviamente) y desde entonces la banda me acompaña en el viaje de la vida. En cualquier caso, me emociona saber que unos rucandrollers que le andan pegando a los 70 años de edad sean capaces de tirarse a matar componiendo nuevas rolas tan poderosas. Yo la verdad pensé que después de la muerte de Malcolm Young ya no habría nada nuevo. Vaya, aunque Angus es el alma y el símbolo, Malcolm era el fundador y líder. De hecho este disco está dedicado a su memoria como el Back in Black en 1980 estuvo dedicado a la memoria de Bon Scott (y no, no voy a caer en la odiosa comparación ni en la blasfemia: Power Up es solo un buen disco y Back in Black es una de las mayores piezas en toda la historia del rock y de la música contemporánea en general, pero en este 2020 tan contaminado por basura reguetonera y pop, este disco me sabe a gloria). Claro, el choque anafiláctico se produce cuando después de ir escuchando AC/DC en la carretera, llego de compras al Calimax y me recibe el módulo de una funeraria en donde reparten folletos sobre las cómodas mensualidades para pagar mi cremación y (¡el horror!!!) las rolas navideñas de luis miguel (en el mundo de la música solo puede haber algo más patético que luis miguel y ese non plus ultra del patetismo es luis miguel cantando villancicos). Salgo corriendo de ahí, pongo el Power Up a todo volumen y concluyo que los riffs de Angus Young son patrimonio cultural de la humanidad mientras acelero a fondo por la Escénica y la vida vuelve a tener sentido.


Monday, December 14, 2020

la imposibilidad de pergeñar una apertura digna

 Como siempre, estás batallando horrores con la primera frase, paralizado frente a la imposibilidad de pergeñar una apertura digna. Tú mismo te has hecho el harakiri al confesar públicamente tu obsesión con el párrafo inicial y ahora estás pagando las consecuencias.

En talleres, charlas y entrevistas sueles machacar como un mantra la importancia de tirarse a matar en la elección de las primeras palabras. Es ahí donde se define el éxito o el fracaso de tu texto. Sucede muy a menudo que un cuento o novela cuyo arranque es prometedor, acabe naufragando antes de llegar a la mitad, pero es casi imposible verlo levantarse después de un arranque fallido. Lo que empieza bien a veces termina mal, pero lo que empieza mal irremediablemente termina peor.

Así las cosas, tu enfermiza clavazón con los arranques ha acabado por amarrarte las manos y tus cuadernos y archivos de Word son el equivalente al basurero de una clínica abortista, infestado de embriones narrativos muertos, criaturas literarias desechadas prematuramente al darte cuenta que de llegar a término la gestación escritural, arrojarías un libro deforme, contrahecho, discapacitado, condenado a dar lástimas y si hay algo que intesta este mundo  (aparte de las moscas y los pendejos) es la mala literatura.

Tu única certidumbre es que la humanidad no necesita más bodrios narrativos y tú no quieres contribuir con la estadística. Sin duda en algún libro de récords existe algún dato tan alucinado como alarmante sobre el número de bazofias literarias que pueblan el planeta, algo así como  “cada tres segundos un escritor pone punto final a una novela malísima” o “durante el tiempo que tardarás en leer este párrafo, las imprentas habrán escupido once libros patéticos cuyos autores consideran que son geniales”.

Tal vez no haya forma de verificar esos datos, pero en cualquier caso no debes andar tan errado en tus hipótesis. El mundo no necesita más libros (ni buenos ni malos ni regulares) y esos párrafos que bailotean en tu cabeza no quieren ser escritos.

Sunday, December 13, 2020

Pueta chileno

 


Aunque en los 18 días que le restan al 2020 aún puedo leer bastante y llevarme una sorpresa, a estas alturas ya tengo muy claro cuál es el libro que más disfruté durante todo este atípico año: se llama Poeta chileno y lo escribió (cómo no) un poeta chileno llamado Alejandro Zambra, aunque cabe aclarar que se trata de una novela y no de poesía (aunque sus páginas están infestadas de poetas).

Un libro es ante todo un estado de ánimo y creo que esta historia me trasmitió la vibra precisa que necesitaba en estos tiempos. Resulta que en medio de este Apocalipsis zombie covideño lo necesario era justamente el tono de socarrona melancolía que impregna esta historia. Siempre se agradece la risa, y los personajes de Poeta chileno me hicieron reír muchísimo. Vaya, es una salvaje declaración de amor a la poesía y a la vez una divina sátira, pues Zambra se pitorrea (imposible no hacerlo) del mundo de los poetas, de sus aferres, afanes y pretensiones. Sí, es posible (y muy sano) burlarte de aquello que amas. Lo más chingón, ni duda cabe, fue el tono conseguido por el autor para narrarnos ésta que es, al fin y al cabo, solo una historia de amor, desamor e ilusiones absurdas. Un relato de familia, de filia paternal y educación sentimental con el intrincado y tragicómico mundo de los poetas como telón de fondo. No hay crímenes ni tinieblas o densidades ontológicas, pero sí una buena dosis de lindo cachondeo. Por fortuna no hay tampoco ni pizca de cursilería. Los personajes, en cualquier caso, son buenísimos.

Con Zambra me pasó algo atípico. Yo había leído hace algunos años Formas de volver a casa y me había aburrido terriblemente. El típico y patético caso de un narrador “post- un chingo de cosas”, pensé en ese entonces. Es raro que yo dé una segunda oportunidad a un autor que en la primera me resultó fallido, pero el chileno se reivindicó con sus ensayos compilados en el volumen No leer y con Poeta chileno, de plano, me voy ampliamente recompensado. Para mí no hay duda: fue por mucho mi libro favorito en lo que va de este largo encierro (y mira que he leído a pasto).