Eterno Retorno

Friday, April 15, 2011


José Guadalupe Posada

Con el pecho cruzado por cananas o con sombrero de pluma y escote; en caballo o bicicleta; en parranda pulquera o en baile de salón, la Catrina de Posada sonríe soez e irreverente, sabiendo que es ella y nadie más la única directora en la obra teatral de nuestras vidas. A un costado de la imprenta, respirando el omnipresente olor de la tinta entre cerros de papeles, José Guadalupe Posada dibuja una nueva calaca y resume en un amasijo de huesos los anhelos y miserias de un pueblo. El afrancesado señorito porfiriano y el lépero de pulquería hermanados en el abrazo final de un verso burlón. Es Posada el padre de la mexicanísima calavera y en su herencia nos regodeamos cada 2 de noviembre, pero es también Posada el padrino de la caricatura política en México. En un país donde más del 90% de los habitantes eran analfabetos, poco podían hacer las letras para denunciar la injusticia y los grabados de Posada fueron la única arma de combate periodístico contra la injusticia de un sistema del que Lupe y sus catrinas se burlaron a placer mientras bebían un caballito de mezcal y olfateaban en el horizonte la tormenta de plomo que se avecinaba.

Thursday, April 14, 2011



Las mecedoras son de metal –nunca de madera- e invariablemente están pintadas de color blanco. Cuando el Sol se oculta tras el Cerro de las Mitras, suena en Monterrey la hora de las mecedoras. Es la tuya una ciudad de porches donde la convivencia familiar se da de cara a la banqueta. Los académicos colegiados sin duda te dirán que lo de los porches es herencia hebrea y que no olvides nunca a la familia Carvajal, judíos conversos que fueron pioneros del Nuevo Reino de León. Pero mejor no le demos cuerda a los intelectuales, porque luego se sueltan y no vamos a callarlos nunca. Te van a acribillar con teorías historiográficas de por qué las casas de abuela en Monterrey siempre tienen porche y mecedoras de hierro, cuando aquí lo único que buscamos es compartir esos atardeceres de regio de verano, momento en que las familias optan por huir de sus habitaciones-infierno para entregarse sumisas a la tiranía del zancudo. Cuando el Sol se ha desparramado varias horas sobre el concreto y el atardecer se cuela por las ventanas, las casas regias son un demonio respirándote en el cuello del que se debe huir a toda costa. En el infierno interior manda el aliento del diablo. En el infierno exterior quien truena sus chicharrones es el zancudo. El verano regio es musicalizado por la sinfonía omnipresente de la chicharra y el ataque inclemente del mosquito, pero aún así es disfrutable, o por lo menos pintoresco. Sobre la blanca mecedora de metal siempre hay una abuela y frente a ella, en la otra mecedora, suele haber (las leyes de la probabilidad así lo dictan) otra abuela. En la calle están los nietos en sus bicicletas y avalanchas. Sería fácil caer en la tentación de imaginar que el chocolatito caliente o el té tienen un lugar destacado dentro de este cuadro crepuscular, pero estamos en Monterrey, no en Tandamandapio. Los humeantes potajes brillan por su ausencia junto a las mecedoras metálicas, pues las regias abuelas mojan su nostalgia en cocacolas bien heladas, servidas en enormes vasos de plástico atiborrados de hielo. Su apacible conversación suele ser interrumpida cada cierto tiempo por los sustos que sus ingobernables nietecitos les provocan cuando hacen suertes demasiado arriesgadas en las bicis. Sin manos, en una rueda, rayando la llanta y las abuelas con el Jesús en la boca, al filo de la mecedora. La calle es un hervidero de güercos gritones y sudorosos; los porches una gran convención de abuelas conversadoras. El Sol regio yace oculto tras el Cerro de las Mitras, pero su herencia infernal vivirá muchas horas más en el ardiente pavimento y en el concreto acalorado de las casas. Los zancudos redoblan la intensidad de sus ataques mientras las abuelas esparcen repelente. Las piernas de los nietos son una vereda de ronchas rojas de mosco y raspones de bici. La última luz se ha extinguido. Tu moto de pizzero se cuela como huésped no invitado en el paisaje y contribuye con su motor de abejorro mientras sorteas triciclos, avalanchas y de más artefactos producidos por la marca Apache. Preguntas a las abuelas por tal o cual dirección. Horror: nadie ha pedido una pizza en el vecindario. Alguna abuela se permite agregar que ella jamás pediría una cosa de esas. Son caras, malísimas, prefabricadas en el microondas y nunca podrán competir con un buen machacado con huevo. La dirección, como siempre, es huidiza, esquiva y todo mundo te mira con cara de que en ese barrio aún no ha sido solicitada la primera pizza de la historia. Las abuelas reanudan su conversación, los güercos desafían a la gravedad y a la cordura en sus bicicletas, tu moto se pierde entre calles imposibles. Una noche más se desparrama en San Nicolás de los Garza.

Wednesday, April 13, 2011


La inexistencia de Shakespeare
Si en ser o no ser está el dilema, en el testamento shakespereano la duda sigue siendo ama y señora cuatro siglos después. ¿Fue William Shakespeare un personaje de ficción? ¿Estamos ante un poeta tocado por los dioses o ante una genial impostura? Sí, su obra es patrimonio de la humanidad, pero de su vida sabemos tan poco. Acaso lo más fascinante del legado del Cisne, es imaginar que tras su firma se encuentra un genio oculto escribiendo desde las sombras. ¿Es Shakespeare en realidad el filósofo Francis Bacon a quien le avergonzaba firmar obras de teatro, impropias de su estatura intelectual? ¿O es acaso su archirrival, literario Christopher Marlowe, quien se fingió muerto en una riña de taberna para poder seguir siendo agente encubierto de la corona? ¿O se trata del Conde Oxford, quien le pidió prestado el nombre al plebeyo, porque un noble no debía ensuciar su firma en la dramaturgia? El misterio sigue vigente, pero una vez que la obra existe, el autor pasa a ser lo menos importante, porque acaso Hamlet y Otelo se reescriben y reinventan cada vez que un actor las representa sobre el escenario. DSB

Tuesday, April 12, 2011


Entre vigilias y duermevelas de un mundo antiguo en metamorfosis hacia una modernidad nonata, el sueño de la razón se dedica a parir monstruos. Una cabeza donde yace la humanidad entera, circundada por demonios y pájaros verdugos, nocturnos heraldos prófugos del pincel hechicero de Francisco de Goya y Lucientes. Nadie como El Sordo ha podido plasmar en el lienzo los claroscuros del alma humana. El hombre que de día pintaba a la familia real y por la noche retrataba los bajos fondos madrileños. Negras pinturas y absurdos caprichos, borbones monarcas decadentes, brujas volando en siniestros aquelarres, déspotas ilustrados y la desnudez de una maja que no se deja besar. Al perderse en un cuadro de Goya, el Universo vuelve a ser infinitamente extraño, un todo edificado con los fragmentos de un oscuro alfabeto, la cordura patinando sobre una delgada capa de hielo a punto de romperse. Y tan caprichoso es el destino, que los Caprichos de El Sordo fueron huéspedes de Tijuana por unas cuantas semanas y acaso por las noches, su fantasma, prófugo de una sala de museo, sea el huésped del sueño de nuestra razón. DSB