Alicia de pelo blanco en el sobrio país de la cotidianas maravillas
Cartografió su territorio literario en la desolación del Ontario rural.
Fue ahí donde esta Alicia de pelo blanco construyó su sobrio país de las
cotidianas maravillas. Las granjas y lagos del Este canadiense fueron su
Macondo o su Comala, hogar de taciturnas niñas o misteriosas señoras mayores;
mujeres engañosamente calmas en cuyo interior estallan tormentas y tormentos.
En la erosión del tiempo y la complejidad de las relaciones familiares encontró
su tejido narrativo. Sueños aparentemente sepultados capaces de resucitar ante
el repentino rompimiento de la rutina y nostalgias que irrumpen sin avisar y
todo lo trastornan.
De estirpe puramente chejoviana, fue pez en las aguas del relato corto.
El Premio Nobel que no pudo ir a recoger en 2013, es un homenaje a la vocación
cuentista, un guiño a los Chéjov y los Carver del mundo que no se achicopalaron
ante el matón gigantismo de la novela.