Eterno Retorno

Friday, January 18, 2008

Cada que Tijuana se roba las primeras planas de los medios nacionales, mis amigos de otras partes de la República repiten la pregunta ¿No tienes miedo a que te maten? La respuesta es simple: No tengo miedo. En términos de probabilidades estadísticas, son muchas más altas mis posibilidades de morir en un accidente en la Vía Rápida o en la carretera libre a Rosarito que por la bala de un sicario. Aún en el supuesto imposible de que Tijuana fuera una ciudad pacífica, sus avenidas mal diseñadas, plagadas de baches e infestadas de conductores burros e infernales (casi todos sinaloenses by the way) son un desafío mucho más mortífero que el crimen desorganizado. Chequen las estadísticas. Aunque aquí los años tienen menos días que asesinatos, la realidad es que es todavía más la gente que muere en accidentes. Pero bueno, concediendo que habito en una ciudad un tanto cuanto violenta, admito que existe cierto riesgo a morir víctima de un plomazo, sea accidental o dedicado que para el caso es lo mismo, pues la bala igual agujera. Ok, digamos que me matan de un balazo por andarme metiendo en lo que no me importa, por jalarle la cola al Diablo o por estar en el lugar equivocado. ¿Cuál es el pedo? Si alguien me da escoger entre morir esta tarde víctima de una bala que atraviese mi cerebro y apague mi vida en un par de segundos o morir dentro de 50 años en una cama del Hospital General víctima de una insuficiencia renal, de un cáncer o de una diabetes, ¿qué elijo? No se ustedes, pero por sentido común señores, yo elijo que me maten. Bendito sicario, me ahorraría un dineral en medicinas, sufrimientos, sinsabores y mortificaciones a mis familiares. No entiendo por qué se considera el prototipo de la felicidad eso que llaman "morir de muerte natural", cuando por muerte natural se entiende vejez, decadencia extrema y enfermedad. Para empezar, toda muerte es natural. Lo antinatural sería que no existiera muerte y fuéramos una suerte de nosferatos eternos. Only Death is Real dirían los thrashers sanfransiscanos de Possessed. Envejecer significa decaer, significa sufrir y Dorian Gray sólo existió en la mente de Wilde. Si Juan Ponce de León de verdad hubiera encontrado la fuente de la eterna juventud en los pantanos de la Florida o si Mefistófeles de verdad vendiera pactos fáusticos en cómodos abonos cargados a la tarjeta de crédito, entonces sí, venga pues, elijo vivir muchos, muchísimos años. Pero haga lo que haga voy a envejecer, igual que tú. No le hace que coma frutas y verduras, que no fume, que me duerma tempranito, que camine diario. Decaes porque decaes. Luego entonces, evítate la pena de la podredumbre.


Patriotas

No me gusta ni me ha gustado nunca el deporte gringo. Algunos juegos como el beisbol ni siquiera los entiendo (y si quieren que sea sincero lo aborrezco) Pero he de admitir que la NFL es capaz de captar un poquito de mi atención, algo así como el .1% de la atención que capta el FUTBOL con mayúsculas.
En realidad para mí es más interesante un juego cualquiera de los Xoloizcuintles Tijuana, que el Súper Tazón, pero bueno, a veces las finales de conferencia y el súper domingo los sigo de reojo, como no queriendo la cosa y si no hay nada mejor que hacer. Este fin de semana se juega un partido que tiene cierto significado para mí. Patriotas vs San Diego. Si hay dos ciudades de Estados Unidos por las que he caminado hasta la saciedad, estas son Boston y San Diego. En Groton Massachussets, en el corazón de la bella Nueva Inglaterra, viví feliz medio año de mi vida con la familia Davy. Nueva Inglaterra es por mucho la parte de Estados Unidos que más me gusta, con la que más me identifico, la que más quiero (y la que produce la mejor cerveza de América llamada Samuel Adams) Una parte de mí se quedó en esos bellos bosques y el Foxboro fue el primer estadio gringo que visité en mi vida. San Diego es mi ciudad vecina y aunque no me identifico con su espíritu, he de reconocer que es bonita y que la visito con endiablada regularidad (en los últimos cinco días he ido dos veces y el próximo martes voy de nuevo a ver a Exodus) San Diego es como esa morra que dices: “Pues sí, es bonita, está buena, pero nunca me enamoraría de ella”. Le falta no se qué, pero no hace click conmigo y nomás no me seduce. De Boston en cambio sí me enamoré. Me seducen más las ciudades antiguas, con tradición, de estilo europeo. Mucho antes de que San Diego fuera mi vecina, yo sentía simpatía por Chargers, pues ha sido siempre el equipo de mi padrino José Manuel (el máximo conocedor de la NFL que conozco en este mundo) Además San Diego tiene los colores amarillo azul de los Tigres y el Boca. Hoy en día en mi ciudad vecina todos traen puesta la camisa de los Chargers y la verdad nunca había visto semejante fiebre. Digamos que Patriots y Chargers son mis dos equipos en la NFL (Y Dallas, el colmo de lo corriente y lo ordinario, el que más aborrezco) Dos ciudades en dos esquinas extremas de los States. ¿A quién le voy? Boston me sedujo desde el primer día y San Diego apenas me cierra un ojo. Perdón vecinos, pero yo le voy a Patriotas.

Thursday, January 17, 2008

LA SANGRE
EL POLVO
LOS MUERTOS


PAZ...PRIMERO LA GUERRA

Tuesday, January 15, 2008

Una vez que has escuchado el tartamudear de las armas automáticas las reconocerás al instante. No se parece a un cohete, ni a un transformador que explota ni mucho menos a un golpe. El sonar de una ráfaga de plomo es inconfundible e impone respeto. Tijuana baila al ritmo de la canción tartamuda de miles y miles de balas escupidas por infinitos cañones. Ayer, la modorra de sobremesa de las 15:30 en un típico San Lunes en la redacción, fue interrumpida por los plomazos. Las ráfagas impusieron su ley y en ese instante todos dejamos de hacer lo que estábamos haciendo. Algunos se arrojaron al piso, otros corrieron a las ventanas a curiosear y otros, los de más espíritu periodístico, bajaron a la Vía Rápida, que para entonces ya estaba atiborrada de agentes y patrullas, con el muerto, desde su respectivo charco de sangre, como blanco de todas las cámaras, amo y señor de la escena. El uniforme policiaco del cadáver nos engañó a todos y por un momento en internet se informó que el acribillado era un agente. Riesgos de apostar por la rapidez a costa de todo. A esa hora suelo volver de comer y por lo menos tres días a la semana acudo a un carrito de mariscos ubicado en la 20 de Noviembre, por lo que han sido incontables los días en que voy caminando por la Vía Rápida a las 15:30 horas. Hoy, por algún capricho de la aleatoriedad, comí a las 14:30 y caminé por ahí media hora antes de la tormenta de plomo. Ni hablar de tantos compañeros que suelen ir al AM por el café de sobremesa a esa hora. En cualquier caso, no digo que me considero afortunado. Tal vez recibir una bala en la cabeza en este momento y despedirme de la vida a tiempo, sea mucho mejor negocio que agonizar en un hospital a los 90 años. Después de ver la agonía de Morris me quedó aún más claro que a viejo no deseo llegar nunca, pero esa es otra historia. Estábamos hablando de balazos.

Lo de la Vía Rápida fue sólo el preludio. El Diablo y La Muerte de parranda, tomándose de hidalgo un sotol y un mezcal. La macabra borrachera apenas comenzaba. Lo que vimos frente a nuestra ventana fue sólo el principio y ni en la peor de nuestras pesadillas imaginábamos el Infierno de madrugada que aguardaba a nuestra ciudad. Tres jefes policíacos ejecutados, uno de ellos en su cama, pero eso no es lo más trágico. Los policías saben a lo que juegan. Los niños y las amas de casa que duermen plácidamente en su casa, no. En Baja California un niño puede estar durmiendo en su camita y no volver a despertar, pues un comando irrumpe en su dormitorio rafagueando con R-15. Esa es nuestra tierra tan segura.
Se que es un lugar común, pero lo que verdaderamente emputa de este asunto es que se hayan llevado de encuentro a cuatro inocentes. Cuando escucho a los funcionarios eructar patéticas peroratas de coordinación, de ir ganando la batalla, de redoblar esfuerzos, de echarle montón a la delincuencia, pienso en las balas de sicarios entrando en cuerpecitos de niños, en la gente que sin haberla ni temerla ha muerto en esta guerra y entonces no se qué es más grande, si la furia, el asco o la impotencia.