Oxímoron City
Extraña
es mi sensación tras visitar por vez primera la plaza Península. El proyecto
sintetiza las grandes paradojas de la Tijuana actual, el gran oxímoron en que
se ha transformado nuestra ciudad. Demasiadas preguntas surcan mi cabeza. Aunque
es un proyecto inacabado o en proceso, de entrada el concepto arquitectónico es
muchísimo más ambicioso y sofisticado que
el de cualquier otro espacio comercial de la ciudad. Me agrada el agua en el centro y que al menos en sus maquetas digitales haya una
apuesta por espacios verdes. Entiendo que el proyecto integral contempla una combinación de espacio comercial, habitacional, áreas
recreativas, hospedaje, salud, gimnasio. Dicen que algo nunca visto.
Lo más
sorprendente y emocionante para mí es que el nuevo centro comercial nazca con una librería. Plaza Península
incluye una sui generis Gandhi que ya está abierta. Una librería de techos
altos y grandes ventanales. Aunque imponente por fuera, en realidad es una
librería pequeña con un buen arsenal de
objetos del deseo en sus mesas. No pocos ejemplares de Acantilado, Galaxia Gutenberg y
Siruela en su acervo. Las biografías completas de Stefan Zweig, el Kafka de
Reiner Stach, De profundis de Wilde, la biografía de Clarice Lispector de
Benjamín Moser, la nueva edición de Viaje a Portugal de Saramago (que ahora ya
tengo en mis manos gracias a un gran amigo). Puros libros que le pediría a Santa.
Vaya,
tal vez no sea Eterna Cadencia o El Péndulo, pero el nacimiento de cualquier
oasis libresco en mi ciudad es digno de celebrarse. Digamos que Galerías Hipódromo, Macroplaza, Pabellón Rosarito
y similares ni por casualidad venden un
libro en todo su perímetro. Ojalá esta Gandhi se mantenga y se consolide.
Continúo
caminando por sus andenes. En el Starbucks me encuentro casualmente a Héctor Osuna
Jaime, acaso el mejor alcalde que ha tenido esta ciudad, esperando su café en
la fila. En una de las mesas, el Profe Enrique Briseño yace abstraído en su
lectura. El sol del mediodía se desparrama en los cristales. A menos de 48 horas de Navidad, Liverpool es
un desfile de apurados y estresados compradores. Los empleados se vuelven
locos.
Menos
de la tercera aparte de los locales están en funcionamiento. El resto son
proyectos. Aunque en lo personal a mí las marcas de ropa me valen un reverendo
carajo pues soy un vocacional zarrapastroso eternamente mal vestido, me llama la
atención que en Península se han establecido o se establecerán firmas y tiendas
oficiales de garrita fina que hasta
ahora brillaban por su ausencia en Tijuana.
En
cualquier caso, la inversión en el proyecto es descomunal. Asumo que Padilla Ojeda y compañía se apoyan en sólidos estudios de
mercado que justifiquen semejante emprendimiento en una zona de la ciudad que
no es de fácil acceso y que no está precisamente en el corazón de un área
urbana con alto flujo de turistas como el Centro o Río, o elevado poder adquisitivo, como es el caso de Galerías Hipódromo. Al
menos a mí me queda lejísimos y en ningún caso sería un
lugar que me quedara de paso. Pienso que los inversionistas están más bien
tratando de crear un nuevo polo de desarrollo en lugar de aprovechar uno ya
existente, lo cual no deja de ser arriesgado, máxime cuando el concepto de gran
mall está en declive en Estados Unidos, donde
las nuevas generaciones solo compran en línea.
Camino
por la Plaza Península y pienso en el contradictorio presente de nuestra
frontera. Tijuana parece llegar a un punto de quiebre pero contrario a lo que
le sucede a las ciudades en decadencia, aquí el dinero sigue fluyendo. Vaya,
Tijuana no se parece a un fantasmagórico Detroit lleno de carcasas industriales
abandonadas ni es como tantos pueblos fantasmas del centro de la República que
se van despoblando gradualmente. Tijuana parece por momentos insostenible, al
borde del desbarrancadero, pero los capitales siguen fluyendo.
Elevas
la vista y miras un sinfín de condominios y edificios en construcción. Cimientos, obras grises, fraccionamientos
listos para venderse, decenas de miles de albañiles. Después del bajón de la
pandemia, el empleo se recupera en
tiempo récord. El turismo médico bate
todas sus marcas. ¿Han visto el nuevo Health District de Cosmopolitan Group? ¿El
nuevo hospital que inauguró New City? El turismo médico está generando una
derrama promedio de 2 mil millones de pesos anuales. Siguen llegando
inversiones extranjeras, la industria aeroespacial crece a paso veloz, los
hoteles están llenos, las rentas están por los cielos, el costo de la vivienda
incrementa cada mes, pero al mismo
tiempo Tijuana rebasó ayer los 2 mil homicidios en lo que va del año. Un
promedio de casi seis asesinatos al día se cometen en nuestra ciudad donde el
metro cuadrado es uno de los más caros de México.
El dinero
fluye pero el tráfico no. Las arterias viales de Tijuana parecen obturadas o
coaguladas por un descomunal colesterol urbano. De Plaza Península a Plaza Río
hice más de una hora. Ni hablar de la rampa Otay, de la cancelada Vía Rápida Oriente
o de la Avenida Internacional.
En Tijuana
todo se ha tornado excesivo y desbordado. El aeropuerto es un hervidero a
cualquier hora, la línea para cruzar a San Diego mide varios kilómetros en Otay
o en San Ysidro y del otro lado llega hasta Chula Vista. Sí, también son
decenas de miles los que cruzan rumbo a México. Cientos de placas de California
haciendo fila en la caseta de Capufe, pero al mismo tiempo son miles de
migrantes los que siguen llegado por todos los medios. Mexicanos del sur,
centroamericanos, ucranianos, rusos, haitianos.
Los semáforos
están llenos de malabaristas ejecutando números cada vez más complicados y las
banquetas derrochan vendedores ambulantes de cualquier chuchería. Los restaurantes tienen lista de espera, los
bares revientan de parroquianos, las taquerías están hasta la madre y en las calles pululan miles de sin techo. La
gente duerme en las calles, caga en las calles, muere en las calles. A lado del
camino ves brillar fogatas en la oscuridad, tristes sombras arrastrándose en la
cuneta, famélicos espectros arrastrándose entre los perros muertos. El Río Purgatorio
o Río Fentanilo es un santuario de almas en coma, un Aqueronte atravesando la
urbe.
Seremos
World Design Capital en 2024, albergamos grandes eventos internacionales,
recibimos miles de turistas pero al mismo tiempo colapsamos. La gente bebe, la gente hace fiestas, la gente
se enamora, la gente se pelea, la música no deja de sonar. Todo es posible en
Tijuana. Todo hierve, todo estalla, todo se desborda. No es una ciudad paralizada o deprimida. Es una ciudad en ebullición, en el ojo de un
tornado, azotada por fuerzas que no parece poder controlar.
Avalancha de sueños y naufragios, carnaval realidades e
ilusiones tercas, tornado de almas prófugas de los más improbables rincones que
hoy llevan la esencia tijuanense en la sangre y el deseo. Porque Tijuana se
lleva en el alma como un amor y en la piel como un tatuaje. Porque Tijuana es,
pese a todo, un romance complejo,
tormentoso, desgarrador y pasional. Mi irrenunciable caos.
En fin, estos pensamientos lo asaltan a uno cuando camina
por un improbable y recién nacido oasis comercial en Oxímoron City.