Eterno Retorno

Friday, September 09, 2011


Lo he escrito para El Informador 102

UNA CICATRIZ LLAMADA 11 DE SEPTIEMBRE

Por Daniel Salinas Basave

Amigo lector: te apuesto mi firma con sangre y algo más a que tú recuerdas bien lo que estabas haciendo en la mañana del 11 de septiembre de 2001. Cientos de millones de seres humanos en todo el planeta tenemos tatuado en nuestra memoria el momento en que vimos desaparecer las humeantes Torres Gemelas de la pantalla de televisión. Cierto, en el gran teatro de la Historia Humana no han faltado los horrores y a través de los milenios ha habido días y actos específicos que han cambiado para siempre el rumbo de la obra. Por ejemplo, después del 12 de octubre de 1492 el planeta no fue el mismo, pero aquella mañana sólo unos cuantos marineros muertos de hambre y unos nativos desnudos vivieron el “encuentro de dos mundos”, mientras que para el resto de la humanidad fue sólo un día más. Muchos historiadores coinciden en que la toma de la Bastilla es el símbolo que marca la caída del antiguo régimen y el inicio de la Edad Contemporánea, pero aquel 14 de julio de 1789 ni siquiera el aburrido Luis XVI se enteró de que “algo andaba mal en las calles de París”. El 11 de septiembre de 2001 se movieron algunos engranes en la máquina del mundo, con la diferencia de que ese Apocalipsis fue seguido en vivo y a todo color por la humanidad entera. Por cuestión de los husos horarios, para bajacalifornianos y californianos significó un cruel despertar, pues muchos estábamos apenas saliendo de la cama mientras el avión de Mohamed Atta se estrellaba en la primera torre. Para quienes viven donde rige el horario del Este, la mañana ya había comenzado y sin duda ya habían bebido varios cafés cuando el horror tomó por asalto las pantallas y nuestras vidas. Una década entera se ha ido como arena entre nuestras manos. Desde entonces el mundo es un sitio menos seguro y los aeropuertos se volvieron viacrucis paranoicos, sin embargo aquellos días no fueron pocos quienes pensaban que la humanidad podía estar inmersa en un cataclismo final. En ese momento veíamos el humo emergiendo de las torres vulneradas, pero no sabíamos lo que estaba sucediendo. ¿Era aquello el Armagedón? ¿Estábamos viviendo el día del juicio final? Esa mañana escuchamos muchas historias y la humanidad entera respiraba miedo. Cuando caminé por las ruinas de la Zona Cero la noche del 28 de septiembre de 2001, sentí estar caminando por las ruinas de una era de la historia que se hacía pedazos con las torres. Si alguien había sido capaz de vulnerar al imperio en su centro neurálgico, entonces podía pasar cualquier cosa. Pocos años antes, Francis Fukuyama hablaba del “fin de la historia” y ante la caída de los “paraísos” socialistas de la cortina de hierro, conceptos como derecha e izquierda empezaban a oler a viejo y en el futuro de la humanidad sólo se veía un enorme y aburrido debate macroeconómico entre multinacionales que se disputan el control del mundo. Jamás nos hubiéramos imaginado que en el alba del nuevo milenio estaríamos escuchando términos propios de las Cruzadas como “eje del mal” o “justicia infinita”. George Bush y Al Qaeda nos demostraron que la mentalidad apocalíptica que llevó a miles de seres humanos ser inmolados en la reconquista de Tierra Santa, estaba más vigente que nunca en 2001. En términos periodísticos y de libertad de expresión, el 11 de septiembre y la posterior guerra de Irak en 2003 significó un terrible retroceso, una aberrante caída al imperio de la censura e intolerancia, al menos en los Estados Unidos. Basta recordar el comportamiento abyecto y vil de los grandes medios estadounidenses, cuya vergonzosa actuación, justificada ante el mundo por un absurdo patrioterismo, fue la de testaferros colaboracionistas de Bush y sus halcones neoconservadores. La manipulación de la información alcanzó niveles ridículos propios de la paranoia nuclear de la Guerra Fría y expuso a los gigantes corporativos de la información como súbditos sumisos frente a la censura del todopoderoso imperio. Tal vez en una dictadura aislacionista como la de Corea del Norte la prostitución de la prensa pueda maquillarse, pero en la aldea global del Siglo XXI semejante bajeza quedó en evidencia con total desparpajo. Los monstruos sagrados de las noticias en Estados Unidos se mostraron ante el mundo como viles esbirros temerosos de un político fanático. En semejante escenario de patrioterismo intolerante, es como irrumpen los heroicos anarquistas blogueros. Frente al otrora inmutable poder de la censura oficialista, surgían voces auténticas, profundamente humanas, sin compromisos ni ataduras cuyo único interés era expresar la verdad. El 11 de septiembre nos reveló frágiles, vulnerables, atemorizados, proclives al fanatismo y la irracionalidad. El 11 de septiembre demostró que el mundo sigue estando polarizado y que el cruel Jehová del Antiguo Testamento, capaz de enviar ángeles exterminadores a la Tierra, no ha pasado de moda. El 11 de septiembre hizo de cada aeropuerto del mundo un desafío y a Tijuana nos regaló filas interminables para cruzar la frontera. Queramos o no, ese día del que esta semana se cumplen diez años condicionó y sigue condicionando aspectos fundamentales de nuestra vida actual. Queramos o no, amigo lector, ni tú ni yo somos los mismos.

Thursday, September 08, 2011



Vamos a suponer que se legalizan las drogas. La primera pregunta que nos debemos hacer es: ¿qué van hacer ese día las mafias que se enriquecen con ellas gracias a su condición de productos ilegales? ¿Cuál va a ser su paso a seguir cuando su fuente de ingresos sea cancelada de un día para otro? ¿Van a ir resignados a hacer fila a la feria del empleo? ¿Encontrarán chamba en la maquila ganando 700 pesos por semana? ¿Se quedarán tan tranquilitos y cruzados de brazos viendo como alguien más vende legalmente el producto que los enriqueció? No hace falta ni una dosis de materia gris para intuir que ese escenario no es muy probable que digamos. A ver: tienen las armas, tienen la infraestructura, tienen el personal, tienen las redes de contactos, tienen las complicidades, pero alguien le ha quitado la rentabilidad a su producto. ¿Qué van a hacer? Pues utilizar toda su infraestructura en otros negocios redituables como el secuestro, la extorsión, el tráfico de indocumentados, la explotación sexual. Elemental mi querido Watson. Hace falta ser realmente iluso para creer que con la legalización se acabaría el problema del crimen organizado. El problema de México no es ya el narcotráfico como tal. El problema es el poder que ha alcanzado la mafia y su capacidad de infiltración, control y desafío. La venta de droga es sólo una rama de sus negocios, pero no la única y pueden prescindir de ella. La experiencia dice que cuando el comercio de droga se restringe en época de vacas flacas, entonces la mafia secuestra. Fue lo que empezó a suceder en Tijuana a partir de 2006. En la época de oro del CAF en los años noventa, la mafia no secuestraba porque con sus toneladas vendidas a Estados Unidos les bastaba y sobraba. El problema principal de México no es ya que se vendan o no se vendan drogas. El problema es que hay grupos delictivos más poderosos que el Estado que han sido capaces de corroer todo el sistema. Esos grupos existen y van a seguir existiendo con o sin drogas legales y la única forma de combatirlos es con las armas. Yo sé que es muy romántico, muy popular, muy cool y muy contestatario odiar a los militares y decir que la guerra de Calderón ha causado 50 mil muertos, que el ejército es el culpable de todo y bla, bla, bla. Ya conozco de memoria la perorata. También sé que esto se combate con prevención, con educación, con empleo. Lo sé y parte de mi trabajo (o de uno de mis trabajos) tiene que ver con intervenciones integrales en colonias de elevada marginación y violencia, sembrando semillas para que los niños de hoy no sean sicarios en tres o cuatro años. Sé muy bien la importancia de la prevención y estamos trabajando en ello. El problema es que el cáncer ya lo estamos padeciendo ahorita, en este instante. El enfermo de cáncer, que es el país, está en terapia intensiva, con terribles dolores. Es como si a un enfermo terminal le vienes a decir “come frutas y verduras, ejercicio en las mañanas, no fumes”. Bien, eso está bien para los hijos del enfermo, pero el moribundo requiere intervenciones radicales, quimioterapia extrema. La quimioterapia, amigos, es el Ejército. La quimioterapia duele, claro, te deja calvo, te hace vomitar, no es cómoda, pero la quimioterapia no es lo que te mata; lo que te mata es el cáncer y los ilusos detractores de los militares creen lo contrario. Hay muchas, muchísimas cosas que no me gustan del gobierno de Calderón: su política fiscal, sus medidas tan erróneas para la frontera, pero si algo le reconozco son los huevos con los que ha enfrentado al crimen. Aquí no hay opciones ni alternativas.


No me asusta la legalización de las drogas en el sentido puritano de la palabra, aunque ojo con la generalización. De la mota a ese veneno que llaman cristal hay un abismo. He estado un par de veces en Amsterdam y se bien que no hay nada de malo en fumar marihuana o hash en un café. Estoy consciente que el cristal o la heroína la puedo comprar aquí en la esquina y también se que aquí en la esquina me venden legalmente y con nota alcoholes adulterados. A ver, si diario me fumo un churro de mota cuya compra me puede costar la cárcel y si diario me tomo una botella de Tonaya o de Viva Villa de Presidente o de Bacardí, que puedo comprar legalmente ¿Qué me mata primero? El alcohol obviamente. No, la droga no me asusta. Tampoco estoy de acuerdo en que castiguen al adicto o al consumidor. Pero desgraciadamente amigos, la legalización no es la solución al problema de la inseguridad. Eso es lo que yo pienso de todo esto. Gracias. DSB

Monday, September 05, 2011


Siempre hay una guerra para poner a prueba en el campo de batalla real el funcionamiento de las nuevas armas. Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 han sido hasta ahora el gran hecho histórico del nuevo Milenio, el momento que tuvo al planeta en vilo y cuyas secuelas siguen condicionado la geopolítica. En 2001 internet ya estaba consolidado como una herramienta de uso popular y sin embargo, la red no estuvo a la altura de un acontecimiento del tamaño del 11 de septiembre. Ese día, la televisión ganó el partido por goleada e internet mostró sus limitantes. Claro, una década en materia de tecnología digital es el equivalente a un siglo y el internet de 2001, aunque masificado, era una herramienta considerablemente más primitiva. Los sitios de los principales diarios y cadenas informativas no pudieron soportar el tráfico y se cayeron. Las páginas de los principales diarios en México aún no subían videos y la cobertura que se le dio al hecho, fue más bien complementaria. Internet fue un satélite girando alrededor del gran Sol de la televisión. Con los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid y los posteriores atentados de Londres, internet dio una prueba de su poderío.

Cuando una noticia bomba sacudía los cimientos de la opinión pública, en Frontera nos poníamos las pilas para sacar una edición especial de mediodía que solía venderse como pan caliente. Nuestra página de internet aún no estaba madura y en lugar de arrojar toda la carne al asador de nuestra edición en línea, concentrábamos nuestros esfuerzos en sacar una apuradísima impresión el mismo día, apenas cuatro o seis páginas con una portada bombástica que reflejara el enorme impacto del hecho. El 11 de septiembre de 2001, Frontera sacó una edición especial con la enorme foto de las Torres Gemelas cayendo. También hubo ediciones especiales el 2 de julio de 2000, cuando Vicente Fox ganó las elecciones presidenciales y el 9 de marzo de 2002, cuando el capo Benjamín Arellano Félix fue capturado. Internet no era todavía una gran alternativa para captar lectores y el negocio de Frontera era anticiparse con una edición sorpresiva...