Burbujas reventando en el aire
Acaso muchos años después, cuando seamos penumbrosos y nostálgicos ayeres, millones de mexicanos recordaremos lo que hacíamos entre la noche del 1 y la mañana del 2 de julio de 2018. Para muchos, estoy seguro, fue una noche en vela, de fiesta desbordada o de poquísimas horas de sueño. ¿Cuándo un momento puede aspirar a considerarse histórico? Cuando al pasar el tiempo, una multitud de seres podemos recordar lo que estábamos haciendo en ese preciso instante y las circunstancias que nos rodeaban. ¿Cómo recordaremos los mexicanos las primeras horas de este julio ardiente cuando el ciclón del tiempo haga de las suyas? Pienso, al azar, en esos simbólicos 20 años (que como bien dice Gardel no son nada), en un hipotético 2038, cuando Andrés Manuel yazca en su patriarcal invierno o sea solo el nombre de una escuela o colonia popular y cuando Chicharito Hernández y Chucky Lozano sean regañones comentaristas deportivos o itinerantes entrenadores y entonces alguien evoque la noche en que un naciente, variopinto y heterogéneo Movimiento de Regeneración Nacional barrió en las elecciones presidenciales ilusionando a millones de personas al tiempo que la Selección Nacional de Futbol inmolaba en el altar brasileño el séptimo sueño mundialista de la era moderna en la impasable aduana de los octavos de final. Periódicos y cíclicos, el futbol y la política cumplen con renovar esperanzas siempre ilusas en una suerte de absurdísimo mito del eterno retorno. Por increíble que resulte, hoy por vez primera las elecciones eclipsaron en algo a la fiesta futbolera. Para millones de seguidores de López Obrador, la derrota contra Brasil ni siquiera dolió, pues nada es capaz de opacar su festejo. Me sorprende en verdad la cantidad de amigos, conocidos y contactos de las redes sociales que sienten una genuina alegría por el triunfo del tabasqueño. En cierta forma los envidio. Me gustaría poder compartir su ilusión, pero me es imposible. Hoy pienso en esa canción cantada por los aficionados del club inglés West Ham United llamada Blowing Bubbles. La letra habla de burbujas en el aire que son como los sueños: ascienden hasta casi tocar el cielo, pero muy pronto revientan y se desvanecen. Les mexicanos queremos soñar, ansiamos creer, deseamos fundirnos en una idílica borrachera eterna en donde nuestro equipo de futbol truena sus chicharrones al otro lado del mundo y un líder casi mesiánico llega para barrer con la “mafia del poder”, pero al final las burbujas que hoy están en el aire reventarán mucho más temprano que tarde y tan solo nos quedará el recuerdo, el camino andado y algún nuevo peldaño edificado que acaso aproveche a generaciones futuras. Por circunstancias personales (que nada tienen que ver con el futbol y la política) para mí han sido horas tristes las de estos primeros días de julio y apenas de reojo miré el festejo lópezobradorista y la derrota de la equipo tricolor. Aun así, creo que si acaso hay futuro (cosa improbable) recordaré estas horas impregnadas por la saudade. Por ahora, no me resta más que desear a mis amigos unos dulces e intensos minutos de felicidad y que la luna de miel con su líder no se extinga demasiado pronto. Se va a extinguir, de eso no hay duda, pero algunas burbujas logran durar más de un minuto en al aire.