Eterno Retorno

Friday, June 06, 2008

Pasos de Gutenberg
Fiebre en las gradas
Nick Hornby
Anagrama

Por Daniel Salinas Basave

Hace un par de de siglos, un erudito británico llamado Thomas de Quincey conmocionó a las buenas conciencias victorianas con la publicación de sus “Confesiones de un opiómano inglés”.
En su obra, De Quincey narraba en pulcrísima prosa sus experiencias como adicto al opio y con su docto estilo exponía sin tapujos las delicias e infiernos de su vicio.
Ahora caen en mis manos las confesiones de otro británico que habla con brutal honestidad sobre su terrible adicción, una adicción que por cierto (y por experiencia de quien esto escribe) puede ser mucho más potente que el opio: El fútbol.
Nick Hornby se abre de capa y con total sinceridad lo confiesa desde el primer párrafo: “Me enamoré del fútbol tal como más adelante me iba a enamorar de las mujeres.”
“Fiebre en las gradas” está considerado por la crítica como la mejor pieza de literatura futbolística jamás escrita y la verdad es que razón no les falta.
Aunque no da ni para llenar un librero, existe una interesante bibliografía de literatura futbolera en donde una trilogía perfecta sería “Futbol a Sol y sombra” de Eduardo Galeano, el cuento “19 de diciembre de 1971 de Roberto Fontanarrosa” y “Fiebre en las gradas” de Nick Hornby . Bajo mi criterio, esos tres se llevan el premio a los mejores piezas
La verdad es que entrando en el terreno de lo personal, Hornby podría ser mi hermano, mi alma gemela, pues lo comprendo a la perfección. Cuando narra cómo se aficionó al Arsenal londinense y cómo tras 20 años su fidelidad no decrece ni mengua pese a decenas de fracasos y cientos de partidos aburridos, siento que está hablando de mi propia vida (sólo haría falta trasladar al Arsenal a la camiseta de los Tigres de la UANL, un equipo que colecciona diez veces más fracasos y sinsabores que los cañoneros británicos)
Su libro es toda una declaración de principios, una confesión de amor y obsesión de parte de un aficionado que asume su absoluta e irremediable debilidad hacia su equipo, el Arsenal de Londres.
Lo que hizo Hornby no es poca cosa: Creó la primera gran obra literaria en donde el aficionado al futbol es el personaje principal. Más allá de la épica futbolera y la poesía del balón, de la alabanza al crack y la mitificación de la gesta deportiva, Hornby habla en primera persona y con un humor deliciosamente británico del fanático, de sus penurias, hazañas y debilidades, a menudo no comprendidas por aquellos que no comprenden lo que está adicción significa. El aficionado fiel, incondicional y resignado es después de todo un héroe anónimo, ignorado por todos menos por las finanzas de los clubes.
Lo mejor de este libro, ni duda cabe, es el humor, el sarcasmo total con que Hornby es capaz de burlarse de sí mismo. Lo suyo no es, por supuesto, un rasgado de vestiduras sobre los estragos que una afición puede causar. Tampoco son las oscuras confesiones de un “hooligan” británico, pues Horby es un aficionado bastante pacífico, aunque no por ello es tibio o light. De hecho es capaz de faltar a la boda de un gran amigo porque esa noche juega el Arsenal o de lamentar más la pérdida de un gran jugador que la primera ruptura amorosa de su juventud o de estar mucho más preocupado por el resultado los “Cañoneros” en la final de la Copa Inglesa que por su admisión a la Universidad de Cambridge.
Creo que este libro puede cumplir un doble propósito: Por una parte, puede ser un atractivo anzuelo para atraer a los terrenos de la literatura a esos miles de aficionados futboleros cuya única lectura son las revistas especializadas en el deporte. Pero por otra parte, puede ser el vehículo que transporte a la cancha a aquellos hombres de letras que, al igual que Jorge Luis Borges (sin duda el más celebre detractor del futbol), sólo ven vulgaridad y embrutecimiento en el deporte de las patadas, cuando en realidad hay arte, poesía y deleite en estado puro, pues el futbol es una de las cosas por las que la vida vale la pena ser vivida.

Thursday, June 05, 2008

Lo de anoche fue el clímax. Decidí ver el partido a nivel de cancha. Tenía acreditación de fotógrafo, así que me coloqué atrás de la portería de Osvaldo Sánchez. Podía tocar la red con mis manos. Elegí esa portería porque obviamente intuí que era ahí donde caerían los goles y por supuesto no me equivoqué.
Ver a Messi y a Agüero quebrar una defensa a unos poquísimos metros de donde yo estaba colocado es placer en estado puro. Es algo así como beber el mejor vino o leer la mejor poesía. Es una embriaguez total. Le vayas a quien le vayas, si sabes y disfrutas el futbol no puedes menos que deleitarte al ver a esa delantera. Los cuatro goles argentinos cayeron frente a mí. Olvídense de patrioterías. Yo ayer fui a ver buen futbol, no a envolverme en una bandera. No se trata de querer a un país más que a otro, sino del hedonismo absoluto de disfrutar del futbol arte. A este país lo apoyo pagando mis impuestos, consumiendo sus productos e informando verdades. En lo futbolístico déjenme apoyar a quien yo quiera. Por alguna razón siempre he lamentado y sufrido más las derrotas de Tigres que las de la selección mexicana, un equipo que nunca he sentido mío. Las pasiones que definen mi vida se forjaron en los años ochenta. En esa década escuché a Iron Maiden y más de 20 años después sigo enganchado a su música. En 1986, cuando era un mocoso que entendía muy poco de futbol, ví coronarse a la Argentina de Maradona y desde entonces quedé enviciado como un adicto a este deporte. Tengo un club al que soy y seré fiel que se llama Tigres, pero la razón por la que me volví adicto al futbol se llama Argentina y 22 años después le sigo siendo su hincha.

Wednesday, June 04, 2008

Esperando a la Albiceleste

No recuerdo un junio tan invernal como este. Llueve, una lluviecita fría y madreadora cae sobre el estadio Qualcomm. Estoy en el mismísimo palco de prensa del estadio. Falta una hora y media para que México y Argentina salten a la cancha. Las gradas poco a poco empiezan a llenarse. Lo más hermoso de todo esto, es que hasta hoy al medio día aún pensaba que no podría acudir a este partido. Ayer sólo quedaban boletos de 100 y 300 dólares. Me había resignado a verlo por tele, pero a veces mi Dios pagano y mis buenos amigos están de mi parte y de última hora cae el milagro del cielo. Lugar de lujo en palco de prensa. Puedo afirmar que desde 1999 hasta hoy no me he perdido un solo juego del tricolor en este estadio, aunque he de confesar que esta noche la selección de mi país es lo que menos me importa. A veces me saco el trébol de cuatro hojas. Argentina es para mí en futbol lo que Iron Maiden es en la música. Desde el Mundial 86 quedé hechizado por la albiceleste y he sido su más fiel seguidor en todos los mundiales. No vengo vestido con ninguna camiseta, pues vengo de formal traje, aunque por azares del destino y sin planearlo, el traje que traigo puesto lo compré en Avenida Callao en Buenos Aires y es tela 100% rioplatense. Aquí hay mitad prensa argentina y mitad prensa mexicana. Quique Wolf está a tres lugares de mí. Si hubiera bajado a las gradas ya me imagino la reacción de los paisas al verme gritar el golazo de Messi. Puedes llamarme traidor a la patria, pero en estos partidos mi corazón se pinta de azul, blanco y le brilla un Sol en medio.

PD-Eterno Retorno apoya y respalda absolutamente la designación de Sven Goran Eriksson para el tricolor, un técnico nativo de Goteborg, la tierra donde se hace el mejor death metal del mundo. Cállense el hocico patrioteros de mierda. Tú puedes Sven.

Esperando a la Albiceleste

No recuerdo un junio tan invernal como este. Llueve, una lluviecita fría y madreadora cae sobre el estadio Qualcomm. Estoy en el mismísimo palco de prensa del estadio. Falta una hora y media para que México y Argentina salten a la cancha. Las gradas poco a poco empiezan a llenarse. Lo más hermoso de todo esto, es que hasta hoy al medio día aún pensaba que no podría acudir a este partido. Ayer sólo quedaban boletos de 100 y 300 dólares. Me había resignado a verlo por tele, pero a veces mi Dios pagano y mis buenos amigos están de mi parte y de última hora cae el milagro del cielo. Lugar de lujo en palco de prensa. Puedo afirmar que desde 1999 hasta hoy no me he perdido un solo juego del tricolor en este estadio, aunque he de confesar que esta noche la selección de mi país es lo que menos me importa. A veces me saco el trébol de cuatro hojas. Argentina es para mí en futbol lo que Iron Maiden es en la música. Desde el Mundial 86 quedé hechizado por la albiceleste y he sido su más fiel seguidor en todos los mundiales. No vengo vestido con ninguna camiseta, pues vengo de formal traje, aunque por azares del destino y sin planearlo, el traje que traigo puesto lo compré en Avenida Callao en Buenos Aires y es tela 100% rioplatense. Aquí hay mitad prensa argentina y mitad prensa mexicana. Quique Wolf está a tres lugares de mí. Si hubiera bajado a las gradas ya me imagino la reacción de los paisas al verme gritar el golazo de Messi. Puedes llamarme traidor a la patria, pero en estos partidos mi corazón se pinta de azul, blanco y le brilla un Sol en medio.

PD-Eterno Retorno apoya y respalda absolutamente la designación de Sven Goran Eriksson para el tricolor, un técnico nativo de Goteborg, la tierra donde se hace el mejor death metal del mundo. Cállense el hocico patrioteros de mierda. Tú puedes Sven.