Eterno Retorno

Friday, January 16, 2009

Operación masacre
Rodolfo Walsh
Ediciones La Flor

Por Daniel Salinas Basave

Todo género busca un padre, aunque a menudo las paternidades suelen ser engañosas. Nos hemos acostumbrado a repetir que el origen del que amanta esa criatura llamada por algunos “no ficción” y por otros “nuevo periodismo” es A sangre fría, de Truman Capote, publicada en 1966. Pues bien, el Sur también existe y nueve años antes de que Capote nos narrara los horrores de Holcomb, hubo un reportero argentino que con técnica y maestría que nada le piden al gringo, narró un horror austral en donde los asesinos no eran convictos en libertad condicional en busca de una caja fuerte, sino los verdugos del gobierno militar. Operación masacre de Rodolfo Walsh es, ante todo, un valiente reportaje de denuncia contra el gobierno del general Aramburu, el militar que derrocó a Perón en 1955. Lo que sorprende en este combativo reportaje, es la pulcritud del estilo, la inmersión en formas literarias que en modo alguno traicionan la objetividad periodística. Sin tener grandes referentes ni padrinos de género, Walsh creó un trabajo que es néctar puro de periodismo narrativo. El reportaje de Walsh narra lo sucedido la noche del 9 de junio de 1956, cuando un grupo de militares argentinos se sublevaron contra el gobierno autodenominado de la “Revolución Libertadora”. El cuartelazo naufraga y en pocas horas se ha convertido en un fracaso total. Pero esa noche, so pretexto de aplicar a rajatabla la ley marcial, el gobierno comete aberrantes atropellos. El que Walsh nos narra, es la detención y fusilamiento de doce hombres acusados de estar involucrados en la rebelión, cuando en realidad sólo tres de ellos eran militantes peronistas activos mientras que el resto fueron detenidos por estar en el sitio equivocado. El fusilamiento, en teoría apegado a la ley marcial, es en realidad un burdo asesinato en medio de un baldío, tan torpemente ejecutado, que siete de los doce detenidos logran escapar con vida. Con la paciencia y la minuciosidad de periodista relojero, Walsh reconstruye esta historia pocos meses después, cuando en una charla de café da con el paradero de uno de los sobrevivientes de la masacre. Cada sobreviviente le descubre la existencia de otro y cada nuevo testimonio va elaborando una complicada red que permite ir descubriendo lo que el gobierno se empeñó en ocultar. El resultado es un reportaje casi perfecto en su elaboración y efectos sociales, todo un manual de trabajo ideal para estudiantes de periodismo. Pero a la par, Operación masacre es también una pieza de la mejor literatura, una historia tan bien narrada, que puede atrapar a los adictos a las ficciones. Walsh fue siempre un tipo combativo y Operación masacre fue tan sólo el primero de sus dardos envenenados contra el poder. El último, lo lanzó el 24 de marzo de 1977, al cumplirse un año del golpe que puso en marcha el proceso de exterminio en Argentina. Ese día, Walsh envía una carta abierta a la junta militar en donde sin temor les echa en cara sus crímenes. Para muchos fue una carta suicida. Un día después Walsh es secuestrado y pasa a integrar la interminable lista de desaparecidos durante la dictadura argentina. Casi 32 años han pasado y del valiente Walsh nunca volvió a tenerse noticia ni el más leve indicio que permita, al menos, localizar su cadáver.

Thursday, January 15, 2009

Esperando el brinco de la liebre, que en la noche tijuanense suele brincar en el rincón más impensado. Aguardando la sinfonía de patrullas sobre la Vía Rápida, la sorda canción de las balas, la eterna sinfonía en caos mayor. Noche de acecho, noche de guardia, noche de no poderme sentar a escribir tranquilamente. Por la tarde un invernadero de mota al más puro estilo Amsterdam en lo alto del cerro del Tecolote. Ya se dieron cuenta que el invernadero es más rentable que el sembradío y que la cola de zorrillo es amada en California. De pilón, unas hieleras camaroneras provenientes de Mazatlán que en su doble fondo ocultaban cuatro kilos de heroína. Hace unos minutos retorné de la PEP. Un municipal en activo detenido con carro robado y arsenal de armas. En este momento ya suenan patrullas. Algo pasa en El Florido. La paz es una gran patraña en estas calles.

Gandhi

Cuando supe que librería Gandhi venía a Tijuana, pensé que dios o el diablo se habían decidido a darle alas a este alacrán bibliófilo. Una Gandhi en Tijuana amenazaba con transformarse en mi perdición, algo así como una cantina afuera de la casa del borracho. Gandhi se instaló aquí cuando andábamos por Sudamérica y de esos australes terruños regresé atiborrado de libros. Luego fui a Monterrey y traje otros tantos, así que en este momento tengo diagnosticada sobredosis libresca, si bien mis ansias de adicto y mi síndrome de abstinencia de nuevos ejemplares no me dejan nunca. Poco antes de Navidad realicé mi primera incursión a la nueva librería y sólo puedo concluir que este alacrán sigue sin alas. Esta Gandhi es apenas un boceto, una probadita que evoca en un pedacito de caricatura a las Gandhi de México y Guadalajara. Incluso la de Monterrey, que no es gigantesca, me parece tres veces mayor a la de Tijuana. El surtido es en extremo limitado, por no decir limitadísimo. Muchos pensaron que la llegada de Gandhi sería el ocaso de la Librería El Día. Mentira. La librería de Don Alfonso me parece por mucho superior a este remedo de Gandhi que nos han traído. Vaya, incluso el surtido en el Cecut y hasta en la librería de Cristal me parece más completo. Si me sobrara un poco de tiempo haría una lista de 50 libros y compararía las existencias. Creo que Gandhi saldría perdiendo. Les pongo un par de ejemplos: Llegué a la Gandhi buscando dos libros de autores norteños: “Casi nunca” de Daniel Sada y “Balas de plata” de Elmer Mendoza. La Gandhi no tenía ni uno. El de Sada lo tiene Librería de Cristal y el de Mendoza lo tiene Sangrons. Busqué “Breve historia de los Vikingos” del británico Jonathan Clemens y Gandhi nada. El Cecut sí lo tenía. En los libreros, de por sí pequeños, amontonan hasta diez ejemplares de un mismo libro, tal vez en afán de llenarlos y disimular su limitado surtido. Pero bueno, no me quejo. Ya es de agradecer que en el año más violento y crítico de nuestra historia y justo cuando la ciudad naufraga en los huesos de sus vacas flacas, venga una librería a abrir sus puertas. Eso lo agradezco y en afán de estrenarme y hacerles la cruz, hice mi primera compra en Gandhi Tijuana: Vidas imaginarias de Marcel Schwob en editorial Porrúa por el módico precio de 30 pesos. Tengo fe en que el futuro inmediato traiga un surtido un poco más variado.

Wednesday, January 14, 2009

Tres años sin mi Abuelo. La vida no volverá a ser la misma. También yo me pregunto a dónde puedo llamarlo.

Tuesday, January 13, 2009

Chuta Gol

Un dragón sopla en Invierno. Los vientos de Santa Ana llegan puntuales a la cita y al menos por esta semana nos hacen olvidar las noches heladas. Cuando duermes descalzo, hasta los sueños se refrescan. Soñé que tenía en mis manos una vieja libreta en la que anotaba los resultados del futbolito. La claridad del sueño me impresionó. Las letras y los dibujos con los escudos de equipos aparecieron ante mí con total nitidez. Demasiadas horas de mi vida, días enteros fueron consagrados a la canchita del Chuta Gol, un viejo futbolito de los años 70, herencia de mi padrino José Manuel, en el que los jugadores pateaban aplastándoles la cabeza. Pronto perdí la pelota original y me dediqué a fabricar balones de migajón de pan que cubría con resistol. Jugué varias decenas de ligas, copas, eliminatorias, mundiales. Cada resultado era puntualmente anotado en una libreta, en donde había tablas, estadísticas e historial. El tiempo que miles de niños invirtieron en video juegos, yo lo invertí en el futbolito. No hubo ni ha habido en mi vida terapia más poderosa de relajación que esa. Si algún auténtico escape de la realidad tuve, fue perderme en la magia infinita de esa cancha. El Chuta Gol fue amo y señor de ese inagotable arsenal de horas que posees en la infancia. Ser niño significa tener un cofre atiborrado de un tesoro llamado tiempo. Pero pronto apareció en mi vida la ficción de los días ocupados y ni siquiera entonces reparé en que ya no era dueño de los minutos. El futbolito integró esa parte que se desprendió de mí en 1999. La cancha del Chuta Gol no viajó conmigo a Tijuana e ignoro si diez años después sobreviva en algún rincón de la casa de mis padres. Pero de alguna endorfina poderosa se apoderó esa canchita y sin duda existe un sensor del placer controlado por su recuerdo que actúa profundo en el subconsciente. No es casualidad que uno de mis sueños más repetidos y placenteros sea soñarme a mí mismo jugando al futbolito. Lo único diferente en el sueño de anoche, es que por vez primera no aparecía la cancha ni los jugadores. Únicamente la libreta en donde anoté los resultados, cuya lectura fue casi tan excitante como el juego mismo.


Gasolina

Si en otras épocas la vida en la frontera fue un privilegio para la economía familiar y las finanzas personales, tal parece que en 2009 la tortilla se voltea, pues ahora nos llueve por todos lados. El cambio en las reglas de juego de la importación de automóviles no solo perjudica a las miles de familias que no tienen la posibilidad de comprar un carro nacional de agencia, sino que le da un golpazo en la cabeza a las miles de personas que viven de la venta de vehículos usados aquí en Tijuana. En medio de un panorama de aumentos y zarpazos a la cartera, la única buena noticia del año era el congelamiento del precio de la gasolina. Pues bien, la buena noticia será para quienes viven en el interior de la República, porque en la frontera, al menos por lo que a los gasolineros respecta, seguirá rigiendo la homologación de precios con los Estados Unidos. O sea que los precios por estos rumbos estarán tan congelados como un hielo abandonado en medio de la Laguna Salada mexicalense en un día de agosto.

Monday, January 12, 2009

No veo cine y hace muchísimo tiempo que no me siento a ver una película completa (bueno, anoche me dormí viendo "Nosotros los pobres" de Pedro Infante, pero creo que no la seguí más de 20 minutos) Aún así, hay una que otra película ha tenido la capacidad de quedarse grabada para siempre en mi cabeza. Una de ellas, sin duda una de las mejores películas que visto en mi vida (tomen en cuenta que he visto muy pocas) es “Corre Lola”. Más allá de ver a Franka Potente correr desbocada por las calles de Berlín, lo que me gusta de esta película alemana es el planteamiento. Vaya, esta película es una oda a la aleatoriedad como ama y señora de nuestras vidas. Me es imposible no concebir cada día de mi vida como el día de Lola. Cada mínima decisión que tomo, cinco minutos de más o de menos, una llamada no contestada, una fracción de segundo en la avenida, una mirada cruzada, cada mínima acción tiene una consecuencia. Las cosas más importantes de mi vida, las que definen mi existencia actual, se concretaron de esa manera, aleatorias, improbables, colgadas de hilos finísimos. Bastaba no haber ido al baño en el Café Iguana la noche del 26 de junio de 1998 para que mi existencia actual fuera otra, sin duda alguna más triste. Bastaba no haber contestado una llamada casual e improbable una tarde en la redacción de El Norte para que nunca hubiera venido a parar a Tijuana. Me obsesionan las mil y un posibilidades del día más ordinario, las páginas de ese librazo llamado Historia de lo que pudo Haber Sido. ¿Cuántas veces has estado a tres minutos y ocho metros de la Muerte y no te has enterado? ¿Cuántos días caminaste al borde del abismo sin siquiera reparar en ello? ¿Cuántas veces pudieron ser la última vez? Aleatoriedad, bendita diosa nuestra.


Para muchas personas estos serán tiempos de torcer rumbos. Demasiados destinos darán vueltas de tuerca y se adentrarán en los abruptos bosques de lo improbable. Cuando tu entorno se vuelve hostil, te arrojas a cualquier horizonte, te vuelves hoja en el viento, juguete de la aleatoriedad. Muchos destinos se torcerán estos meses, muchas vidas cortarán de tajo su dirección e irán por rumbos improbables. Como un río que desemboca en un afluente extraño, como un viaje en el metro que se interrumpe en una estación de transferencia y corrige el rumbo. La historia de algunos pueblos y el destino de ciertas naciones se ha escrito así, arrojándose al vacío en busca de algo, yendo en un tren extraño hacia la estación del misterio.