Eterno Retorno

Friday, July 11, 2003

Las tentaciones son grandes, inevitables. Hay una serpiente enroscada en un árbol que me motiva a cometer ciertos actos, como la compra compulsiva de discos.
El St Anger de Metallica fue adquirido esta mañana en la Music Trader de Chula Vista. Ya le di una escuchada aquí en la computadora y suena bien.

Cuando recorres un freeway en un carro nuevo que no es tuyo, entonces manejar sí es un placer. Cuando los baches se dedican a lacerar tu cuerpo, entonces prefiero andar a píe.


Por una vez desde hace mucho tiempo, merezco descansar este fin de semana ¿Será posible?

Si se vale que una fe de erratas salve mi honor, diré que voga fue error de dedo, Es un lastre que b y v sean vecinas en el teclado.

Pasos de Gutenberg
Soldados de Salamina
Javier Cercas
TusQuets

Por Daniel Salinas Basave


A menudo suelo desconfiar de aquellos libros que presumen cientos de miles de ejemplares vendidos. De inmediato imagino que en sus páginas hay dosis elevadísimas de melcocha comercial o cierta vibra hollywoodense.
La última gran decepción de esta naturaleza me la lleve con la Reina del Sur de Arturo Pérez Reverte y para ser honesto, luego de ese error, me sentí vacunado contra las luminarias editoriales.
Por ello, cuando empecé a escuchar toda clase de elogios sobre Soldados de Salamina de Javier Cercas, de inmediato puse una involuntaria barrera de desconfianza. Máxime cuando me enteré que la novela de este narrador español fue llevada al cine.
Pero aún así, confieso que caí en la tentación y de pronto, la noche de un viernes, ya estaba empezando a leer Los amigos del bosque, título de la primera parte de esta novela.
En esta primera parte, Javier Cercas recurre a una fórmula muy en voga en los útlimos años entre algunos narradores españoles: elaborar una novela sobre la creación de la novela misma.
Cercas nos cuenta su versión, ficticia, real o mixta, sobre las circunstancias que lo llevaron a escribir Soldados de Salamina.
Todo empieza cuando Cercas, un periodista que pasa una difícil etapa de su vida, entrevista al hijo de Rafael Sánchez Mazas, ideólogo y fundador de la Falange en España.
La gran leyenda que gira en torno de Sánchez Mazas, es el hecho de haber sobrevivido a un fusilamiento masivo ejecutado por milicianos antifascistas en los últimos días de la Guerra Civil en 1939.
En torno a este hecho, elevado a la categoría de mito con el pasar de los años, Cercas comienza una indagatoria entorno a este personaje que lo lleva a entrevistarse con todas aquellas personas que de una u otra forma estuvieron relacionados con la aventura del falangista.
Y es tan ameno Cercas para narrar, que sin darme cuenta, ya había leído 74 páginas en los que la trama era la elaboración de la novela misma, una tradición que emerge desde el Quijote. No hay que olvidar que en la segunda parte de la obra, Miguel de Cervantes dedica muchas páginas a crear ficción en torno a la escritura misma del Quijote. Javier Marías experimentó algo similar en Negra espalda del tiempo y ahora Cercas apuesta por la fórmula con buenos resultados.
Es hasta la segunda parte del libro, titulada Soldados de Salamina, cuando el narrador empieza a contarnos, ahora sí, la historia de Rafael Sánchez Mázas siguiendo el orden lineal de una biografía convencional.
Entonces el lector salta de la historia de un periodista curioso y errático de 1994, a la España republicana de 1930, donde anarquistas y fascistas empiezan llevando sus radicalismos a simples discusiones de cantina o café hasta que un día, se dan cuenta que gracias a la acción de la Falange se odian a muerte y que el único camino posible es el de la sangre.
Ahí encontramos a Sánchez Mazas, lector voraz, con afanes de poeta, nostálgico de la grandeza grecoromana, sembrando las semillas ideológicas de lo que sería una de las guerras fraticidas más crueles del Siglo, génesis de una dictadura de 40 años.
En la tercera parte, Cercas regresa a escribir la novela sobre su novela, aunque la perspectiva del lector ha cambiando. El pasado se vuelve mutante.
Al final el sabor de boca es más que bueno y acepto que aunque no son casos muy comunes, es posible encontrar una novela con más de 400 mil ejemplares vendidos que no esté peleada con la imaginación y la calidad literaria.

Sí, los narcoreportajes han vuelto. Tras un buen tiempo de ausencia, mis dedos vuelven a tocar las cabalísticas letras que te aseguran un buen puñado de lectores: CAF-

Definitivo: La Santísima Muerte anda de parranda en Tijuana. Se echo unos mezcalitos y se fue a dar el rol por las callejuelas. Mis dos encobijados de ayer fueron solo el principio. Después apareció un hombre colgando de un árbol allá por La Morita. Haga usted de cuenta que era un ahorcado de la Revolución. Al medio día, un hombre que caminaba por la Calle Negrete con su niña de cinco años recibió dos plomazos desde un carro en marcha.
Ayer por las noche, como a eso de las 22:00 horas, retornaba yo a casa por la Carretera Escénica y había una niebla de aquellas. Que digo, una señora Niebla. Me fui con las altas todo el camino, escuchando el Infierno de Dante de Transmetal y el Dirt de Alice in Chains mientras pensaba en el parrandón que agarró la Santísima. Al ver la Niebla, la oscuridad, y sentir mi píe hundiendo el acelerador, la imaginé sentada en el asiento del copiloto. Aveces estamos a segundos, a centímetros de que la Santísima Muerte nos haga una caricia y nos cobije con su beso inmortal. La carretera era una boca de lobo. La niebla estaba atiborrada de fantasmas y yo me sentí bien acá.

Hoy me pasaré todo el santo día trabajando en San Diego. Traigo demasiada tarea. Esta será la tercera vez en esta semana que voy a hacer chambitas por esos rumbos. Hoy arranco en SY con la reunión de la Sandac, luego me voy a Chula Vista a platicar con unos chicos que traen cierto proyecto para no conducir ebrios y después a Fashion Valley a platicar con una colega periodista que se ganó un premio. El miércoles fui a traer el expediente arellanesco en el que me basé para el reportaje de hoy y me aventé un caminadón de aquellos por la Calle H.

Thursday, July 10, 2003

Encobijados

Inicié este día con dos muertos. No eran todavía las 8:00 de la mañana, yo acababa de llegar a la Redacción, cuando mi compañero Sergio Ortiz me avisó del hallazgo, a un costado de Colinas de Agua Caliente. Llegamos al mismo tiempo que la gente de Semefo y Periciales.
Hay que decir que los asesinos fueron bastante ortodoxos y respetaron paso por paso la tradición de la plaza, consistente en envolver a los ejecutados con cobijas que a su vez son adheridas con cinta adhesiva gris alrededor de la cabeza y los píes del muerto. La primera imagen que me evoca la contemplación del bulto es la de un tamal. Estaban acostados sobre la banqueta alineados en forma paralela uno con el otro. Es evidente que los asesinos no se limitaron a arrojarlos como simples costales a la calle desde un carro en marcha. No. Más bien creo que se bajaron del carro, sacaron los cadáveres de la cajuela y los acostaron sobre la banqueta con el cuidado de la madre que acuesta en la cama al niño dormido en sus brazos. La calle donde fueron encontrados es la entrada a un fraccionamiento residencial de clase media, donde todavía hay varias viviendas a medio construir. Una de las cobijas es rosa y bastante delgada. La otra es un cobertor gris, grueso, sin duda un San Marcos, con la imagen de un pavorreal estampada.
La gente del Semefo toma apuntes y medidas aparentando erudición. Municipales y ministeriales comparten el primer tabaco de la mañana y hacen bromas. Algunos curiosos se acercan a la línea amarilla. El personal del Semefo pone los cuerpos en las camillas sin siquiera descobijarlos para iniciar después la labor de rutina. Antes de 10 minutos la cinta amarilla es retirada y todo vuelve a la normalidad.
En las últimas semanas Tijuana ha vuelto a la tradición de despertar con cadáveres en sus calles. Es algo que no es nada nuevo, pero en ciertos periodos se vuelve bastante más frecuente. En esta semana, sino me equivoco, ya van seis. Más tarde corroboraré el dato con mi compañero Agustín Pérez.
Para un reportero policíaco de Tijuana, los encobijados son algo de lo más rutinario y cotidiano. Todos hemos perdido nuestra capacidad de sorpresa ante esta situación, condenada a ser nota de interior, en ocasiones hasta breve, de la página de seguridad. Para un reportero policíaco escribir notas sobre encobijados es algo tan común como lo es cubrir protestas ciudadanas para el reportero que cubre Ayuntamiento. Mínimo una a la semana y muy bajita la mano. Aunque yo nunca me he desempeñado en la policíaca, ya me ha tocado ver varios ejecutados aquí en Tijuana. Pienso en los hombres que los arrojaron en esa calle, probablemente en la madrugada. ¿Que estarán haciendo en este momento? ¿Estarán durmiendo la mona o desayunarán una suculenta birria en el momento que los forenses hacen la autopsia? ¿Se preocuparán por leer mi nota mañana? No puedo decir que el asunto nos quite el sueño, aunque no deja de ser inquietante el hecho de que mientras tu duermes o coges deliciosamente en tu cama, hay alguien muy cerca de ti que está siendo torturado en alguna casa de seguridad. Es casi un ritual que los encobijados presenten huellas de tortura y las más de las veces son ultimados a golpes (ni siquiera desperdicia balas la Cossa Nosstra) Cuando vives aquí y sobre todo si trabajas en un periódico, te acostumbras ello. Los ejecutados forman parte de nuestro cotidiano aburrimiento.
Algunas personas de Monterrey me preguntan si es cierta la negra leyenda de nuestra Tijuana. Yo siempre les digo que no. No es cierta de la manera que te la suele plantear la odiosa prensa nacional. Sí, es verdad que hay demasiadas ejecuciones, pero es mentira que esta ciudad sea inhabitable. Más bien te acostumbras a cohabitar con la muerte violenta. Sucede que en Tijuana cohabitan muchos universos a la vez, universos que ni siquiera alcanzan a rozarse. Uno sabe bien que en estas calles que caminamos todos los días, se lleva a cabo una o varias guerras, crueles y despiadadas como cualquier guerra, con la salvedad de que no es tu guerra y mientras otros se matan, tu habitas como cualquier aburrido hombre de bien, con sus clase-medieras deudas, sus sueños guajiros de asalariado y su respectivo temor de Dios.
No necesito hablar a Homicidios para adivinar lo que encontraron bajo la cobija. Hombres morenos, de entre 25 y 30 años, estatura media, pantalón de mezclilla, camisa o camiseta de colores rojo o negro. Típica ejecución al estilo de la mafia. Camellitos poquiteros de heroína o crystal, que sin duda se tranzaron una lana o perdieron un encargo. De seguro sinaloenses o acaso nayaritas. Michoacanos tal vez. Una nota que puedes escribir con machote.
En lo personal me gustan más las ejecuciones a mansalva, en plena calle. Un pedazo de carne y huesos que segundos antes era un humano, es destrozado por una tormenta de plomo escupida por la boca de un cuerno de chivo. Alfredo de la Torre es el mejor ejemplo. 57 plomazos recibió el angelito aquí en la Vía Rápida, muy cerca de nuestra oficina. Los encobijados son más traumantes. Murieron entre torturas, con mucho tiempo para chillar y cagarse en los calzones mientras su verdugo los martirizaba. Los acribillados merecen buen espacio en la portada del periódico y suelen tener nombre. Los encobijados van a interiores y pasan al reino del olvido sin que se sepa se nunca como se llamaron.
Algún día escribiré un ensayo sobre las formas de ajuste de cuentas de cada cultura. En Medellín, los sicarios, que casi siempre son muy jovencitos, casi adolescentes, actúan en parejas abordo de una moto. Son hábiles conductores y disparan a su víctima sin siquiera frenar la marcha. Desde hace tiempo quiero escribir un cuento llamado La cobija. Ya diseñé la historia en mi cabeza y trae cierto sazón de humor negro. Solo me resta convertirla en letra escrita.
Después de estas reflexiones, solo una duda asalta mi cabeza: si Thomas de Quincey viviera ¿Consideraría a los encobijados dentro del catálogo las bellas artes? ¿O se limitaría a incluirlo como una forma burda de artesanía popular?





Tuesday, July 08, 2003

Demasiado estar conmigo mismo, demasiado buscar el absoluto o la historia de lo que pudo haber sido, oculta en alguna página.
Todas las letras arrastran una promesa de más allá. Falsas nostalgias revelan que todo fue odiosamente efímero, circunstancial, apenas un sabor de polvo en los labios.

Esta mañana tenía demasiada sed de escapatoria. Luego entonces deambulé un buen rato por El Día. Busqué la fuga en la portada de no se cuantos libros y la redención en cada página abierta al azar. Algunas veces en las librerías soy como un lobo frente a un rebaño de ovejas. Todas me parecen suculentas y no me conformo con matar una sola. Quiero largarme del mundo aunque sea un ratito.
Añoré una tarde de absoluta soledad. O una de esas mañanas en que caminaba desde nuestra antigua casa a la Playa El Vigía, en donde permanecía horas sentado en los peñascos.
Tuve una sed abrasadora de viajar. ¿Tuve? Me estoy cagando en deseos de viajar. Subir a un avión, estar en el bar del aeropuerto con un libro en la mano. Iniciar la primera caminata por una ciudad nueva a la que recién he llegado.
Pero miren que soy contrastante- Por momentos imaginé (o deseé) estar en una especie de reclusión. Un arraigo domiciliario de un año en el que mi única alternativa posible a lo largo del día fuera leer y escribir y no pensar en nada más. Síndrome de Alonso Quijano el mío (se enfrasco tanto en la lectura...)


Un par de frases pronunciadas por Miquel Aguirre que ya alguna vez pronuncié yo y que sin duda seguiré pronunciando-

“Un país civilizado, es aquel en que uno no tiene necesidad de perder el tiempo con la política” (Y sin embargo yo pierdo tiempo y energías en escribir sobre ella)

“Aunque ya no esté de moda, yo sigo siendo anticlerical” (y lo seguiré siendo, por los siglos de los siglos, amén)

Un piso improbable, arrumbado ahí, en las orillas del caos. Una oscuridad imposible, un segundo de soledad nunca alcanzada. Serpiente enjaulada en un calabozo de tela.
Me vino a la memoria el romance más urbano de mi vida. Recordé aquella Primavera de 1992. Sucedía los miércoles, mi día de descanso en Discos Zorba, donde trabajaba por las tardes al salir de la prepa. Las travesías de Lomas del Olivo a la Jardín Balbuena con las neuronas demasiado bien colocadas. La asfixia en el metro, el deseo creciente. La llegada a ese oasis de las alturas que me parecía milimétrico. El rompimiento del hielo y la irrupción del deseo.
Me conoció a mis 17, en una de las etapas más decadentes de mi existencia. Yo era un consumado Sid Vicious en aquel último año de mi vida en la Gran Tenochtitlán. La conocí en una fiesta del Colegio Alemán. Vivía literalmente hasta casa de la chingada. Horas de metro, microbús e impaciencia me costaba el llegar hasta su puerta. Un depa pequeñito en un gigantesco Infonavit. Eran visitas extrañas. Me gustaba la ausencia de palabras y de explicaciones y la forma tan radical en que lo etéreo se volvía carnal. Inventamos un ritual que de una u otra forma se repetía en todos nuestros encuentros. Un simulacro de cogida salvaje pero con ropa, casi siempre de píe- La canción animal tiene razón: “No hay nada más dulce que el deseo en cadenas”. Créanme; era endemoniadamente delicioso venirse así. Con el tiempo la cosa se fue transformando en amistad y nos tomamos aprecio de viejos camaradas. La última vez que nos vimos fue una tarde de enero de 1997 en el patio de una unidad habitacional en Santa Fe. Nunca he vuelto al DF desde entonces ni hemos vuelto a saber uno del otro.

Monday, July 07, 2003

Después de varias semanas de cargar bultos, poner tornillos, taladrar muros y ensamblar muebles, mi percepción del mundo se modifica radicalmente. Hace mucho rato que no incurro en uno de mis frecuentes espacios de escapismo literario, filosófico, futbolístico, metálico. Hace mucho que no empeño dos horas de mi vida en perder la mirada en los libreros de El Día sin un propósito determinado, para acabar comprando un libro que hasta un minuto antes ni siquiera deseaba. Hace mucho que Carolina y yo no nos sentamos a beber un vino tinto escuchando más de 40 discos distintos en una noche. Hace mucho que no me siento a leer como Satanás manda. Todas mis lecturas están interrumpidas. No he logrado leer más de 10 minutos seguidos en las últimas tres semanas. Eso me hace sentir raro, incompleto, como un tecato con malilla- En cambio, he realizado demasiado esfuerzo físico y he forzado mis neuronas a entender procesos motrices en los que no solía profundizar.
Durante estos días he intensificado mi trato con maestros albañiles, carpinteros, plomeros y mecánicos solo para concluir que me siento un reverendo inútil ante ellos. Estos señores poseen conocimientos reales, absolutos, tan verdaderos como el calor, la lluvia o el dolor. Yo en cambio tengo en mis manos un montón de excremento intelectual. Es cierto, nunca he pretendido que el trabajo intelectual tenga alguna utilidad. La cuestión es que en las semanas recientes me ha quedado demasiado clara su absoluta intrascendencia, su condición vergonzante de ocio puro. No sé porque la gente elogia el hábito de la lectura o la escritura. Tampoco sé las razones por las que algunos se empeñan en promoverlo. En realidad no sirve de una chingada. A menudo, la gente hipócrita arroja flores sobre mis supuestas virtudes de lector: “Que bueno que tú leas, a mí me gustaría leer tanto como tú”. La verdad no se los recomiendo. La razón por la que yo leo y escribo es por puro principio hedonista. La lectura y la escritura son actividades terriblemente egoístas. Ignoro a los demás y solo pienso en mi propio placer. Leo y escribo como quien se masturba, como quien es adicto a la heroína. ¿Qué provecho le puedes sacar al placer? El placer mismo, ese es el único. Ni siquiera tienes prisa por consumar nada. Al contrario, deseas eternizar el instante, maximizarlo, carpe diem total. Yo soy terriblemente egoísta y por ende terriblemente inútil. Mi excremento intelectual apesta frente a los conocimientos concretos de un señor maestro albañil que sabe la mezcla exacta de grava, cemento y arena que lleva un muro. Ante ellos soy nadie. A ver ¿De qué carajos te sirve despreciar doctamente una traducción de Kafka en Promolibro, si no sabes cómo colocar una mezcla de redimix en los hoyos de un muro? ¿Influye una mierda que disertes sobre la obra de Bellatin como la frontera de la post narrativa, si no tienes idea de cómo colocarle la broca a un taladro? A la mierda con lo intelectual. La pasión literaria no tiene nada de virtud y sí mucho de vicio. A los cuatro años mi madre me enseñó a leer. La cosa me gustó y desde entonces hasta ahora me he dedicado a embarrar mis ojos de letras pintadas en papel sin ningún propósito utilitario. He empeñado muchísimas horas de mi vida en esta práctica onanista que hasta ahora no me ha reportado beneficio alguno. Ni siquiera (y por fortuna) soy profesor de literatura, ni promotor cultural, ni he presentado un libro. Escribo por mero afán una columna semanal en su suplemento cultural por la que no me pagan (a mí solo me pagan por escribir una columna política y hacer reportajes de alto impacto) y si alguien me pregunta si me gustó tal o cual libro, simplemente le digo la verdad. Hasta ahí llega mi activismo cultural. Soy un lector silencioso, incomunicativo, que en el fondo desprecia lo que hace y se siente avergonzado de no ser un albañil. Un incurable adicto a la literatura que está horrorosamente consciente de la pestilencia que emana de todo aquello que se pretende literario.
Pese a que mis padres tienen una endemoniada habilidad para la carpintería, la manualidad y la invención (de hecho poseen un taller de carpintería afuera de su casa) yo soy una absoluta nulidad para todo aquello que requiera coordinación motriz.
Hoy estoy convencido: si algún día el periodismo me deja un tiempo libre, lo utilizaré en ir a estudiar a una escuela de mecánica. Aprenderé a abrir un carburador o a soldar un mofle en lugar de malgastar mi vida con un libro de Bernhard. Los sábados me emplearé como aprendiz de albañil en una construcción o me instruiré, a costa de cercenarme los dedos, en el magnífico arte de hacer danzar con maestría una cierra caladora o un serrucho. Sin duda será de mayor provecho que leer por enésima vez El Aleph o creerme un boyardo en la Avenida Nevski cuando dedico mi tiempo a Gogol.
Intelectuales del mundo: sois los entes más prescindibles, aburridos e inútiles de la Creación. Esa es mi reflexión. Esa es hoy mi verdad absoluta. Debo limpiar mi mente de excremento literario ¿Me será posible? Yo creo que no. Ya valí madre. Estoy condenado a la inutilidad-

“Nada nos van a dar la cultura ni el que la parió, joder, hombres del saber, ios a cagar”- La Polla Records, Balada inculta (Ellos dicen mierda, nosotros amén)

La casa, poco a poco va agarrando cara de casa. Ayer, mientras yo permanecía en la Redacción atento al desarrollo del proceso electoral, Fabio, un auténtico millóndeusos de la carpintería, la plomería y la albañilería, nos instalaba la cocina. También ayer estrenamos el gas. Hoy por la mañana tuve mi primer baño de agua caliente en casa. El jueves por la noche, Carolina y yo ensamblamos el closet que compramos en Home Depot. Tuvo su chiste. Nadie dijo que fuera fácil ser carpinte-ro. Me gusta la sensación que genera el taladro en mis manos cuando perforo un muro. El viernes por la noche empezamos a colocar los cortineros. Yo traía buena pila y el Jack Daniels me prendió bastante, así que me entretuve de sobremanera tala-drando atornillando y ensamblando cosas hasta pasadas las 3:00 de la mañana. Varios discos de Black Sabbath y unos cuan-tos vasos de Jack en las rocas sin una sola gota de agua, amenizaron la tarea.
Ya tenemos cocina, ya tenemos closet, ya tenemos agua caliente. En realidad ya no falta mucho, aunque todavía hay un exceso de chácharas de esas que-quien-sabe-paraque-sirven, regadas por doquier.
Claro, hay un pequeño problema; Carolina ha visto un par de ratones. No me agrada la idea de que se nos pueda hacer una plaga y tener que empezar a colocar ratoneras. En realidad el detalle no me sorprende. Hay demasiado monte en los alrededores y muchos animalillos rondan las nuevas casas en busca de sobras y basura. No me molesta que pululen por las calles, pero ya entrometerse en nuestro hogar sin siquiera tocar el timbre me parece una descortesía inaceptable de parte de estos roedores. Ya alguna vez narré que cuando la casa todavía estaba en construcción, los albañiles encontraron una enorme culebra en-roscada en el baño. Para ser honesto, hoy extraño a la serpiente. Si ella estuviera aquí, ahuyentaría a los ratones. Les pediría amablemente que fuesen a buscar el sustento con otras familias, so pena de convertirse ellos mismos en el platillo. ¿Han visto una serpiente devorar un ratón? Es una experiencia casi mística. Mi amigo Quique Sotelo invitaba a toda la flotilla cada vez que su boa almorzaría una rata. Otra opción es traer un gato, pero tengo serias dudas respecto a los términos en que se desarrollaría su relación política con el buen Morris. Todo hace indicar que la presencia del felino sería tomada con extremo re-celo por parte de nuestro querido maltés y nos veríamos obligados a fungir como árbitros de un conflicto canino- gatuno de dimensiones incalculables.


Hay que retomar la tradición vampírico – demonológica

Aquí van un par de recetas...

En Escandinavia los cuernos de las vacas eran adornados con ajo para repeler a los duendes malignos quienes de otro modo podríaan afectar la producción de leche. La coronas poderosamente aromatizadas, se colgaban alrededor de los cuellos de los infantes rumanos en sus cunas para protegerlos del Striga quien caza a los niños que duermen. Las propiedades mágicas del ajo eran bien conocidas por los gitanos quienes lo usaban en varios encantamientos de purificación y como preventivo.




¿Quien es el Nosferatu?

El Nosferato no solo chupa la sangre de los vivientes dormidos, sino que también hace travesuras , ya que es un íncubo o un súcubo. El Nosferato es el hijo bastardo nacido muerto de otra pareja igualmente bastarda. Es apenas colocado bajo tierra y más pronto que tarde se despierta a la vida dejando su tumba para nunca volver.
Bela Lugosi is Dead

Sunday, July 06, 2003

Efectivamente no me equivoqué. Un viejo zorro del periodismo político no se equivoca. Prometo solemnemente nunca volver a hablar de política en mi blog, pero en esta ocasión, por primera y única vez, comparto con Eterno Retorno algo de lo mucho que he escrito en el periódico.- Mañana, todo será literatura, futbol, metal y vida cotidiana como siempre ha sido y será, por los siglos de los siglos, amén. DSB

No hubo sorpresas. El partido de la abstención les ganó a todos, aunque con esos poquitos votos que se depositaron en las urnas, bastó para apretar más aún el Congreso. Ahora sí que no habrá mayoría y el escenario político del próximo trienio re-querirá negociación a toda costa.
Roberto Madrazo Pintado podría decir que su partido es el ganón de la jornada, pues hasta anoche marchaba con ligera ventaja en el Congreso. Pero la verdad es que ambos, PRI y PAN, pierden asientos en relación con esta Legislatura.
Desde aquí, a ojo de buen cubero, se puede decir que a nivel nacional los únicos que le suman puntos a su inventario político son el PRD y el PVEM.


Mucho Sol y pocos votos. La jornada electoral en Baja California se caracterizó por el calor en la temperatura ambiente y la frialdad en las casillas electorales.
De cualquier manera, no faltaron los madrugadores, que desde temprana hora, antes de las 8:00 de la mañana, ya hacían fila en las casillas, sin saber que en muchos casos tendrían que esperar más de una hora completa bajo el Sol.
Y es que en muchas casillas, la falta de escrutadores provocó que la votación no comenzara a tiempo, pues por ley no es posible iniciar si falta un funcionario y es necesario solicitar la intervención de algún votante que acepte ser voluntario.
También hubo muchos casos de gente que acudió a la casilla solo para darse cuenta de que su nombre no estaba en la lista y no podía votar.
El Sol hizo estragos en el señor Carlos Laniado, de 78 años, quien se desmayó cuando hacía fila frente ala casilla 876, lo que motivó la intervención de la ambulancia, aunque no tuvo nada de gravedad.
Para medio día, muchas urnas seguían semivacías y la mayor preocupación de los funcionarios de casilla era conseguir una lona que los cubriera.
Al caer la tarde, las casillas comenzaron a cerrar, las más de las veces con un altero de boletas sin utilizar, aunque no faltaron casos de despistados que llegaron casi a las 19:00 exigiendo se les diera la oportunidad de sufragar.


Por cierto, soy un hablador y caigo más pronto que un cojo. Les confieso que ya estoy leyendo Soldados de Salamina y me está gustando.