1- Gabo es ante todo una cadencia, un ritmo, una forma de
acompasar la respiración mientras lees. Como ciertos riffs o tonos que solo
pueden provenir de un músico o ciertos trazos que solo puede ejecutar un
pintor, a Gabo puedes reconocerlo leyendo a ciegas. No es cualquier cosa ser
dueño de una armonía prosística que reconoces a la primera. Solo con el tocayo
Daniel Sada me ocurre algo semejante.
2- Te apuesto doble contra sencillo a que recuerdas el
entorno y las circunstancias de tu vida en que empezaste a leer a Gabo. El de
Aracataca fue una terca omnipresencia en mi vida en la frontera entre la tardía
adolescencia y la juventud, en el umbral entre la prepa y la universidad, y mi
vereda lectora bifurcó a otros mundos Sí, yo sé que ser deicida está de moda,
que es muy cool decir que ya lo dejaste atrás, que el “boom” fue una
imposición, que hiciste “crack” y “puum” y “cash”, de que McOndo ya fuiste y
viniste. Bla, bla. Igual te apuesto a que después de leerlo tu camino de vida
no volvió a ser el mismo.
3- Yo empecé con La Hojarasca, un ejemplar verde de
Sudamericana que pertenecía a mi madre. Me recuerdo leyendo Cien Años durante
una breve etapa en que me hice menso en un taller de motocicletas, o El general
en su laberinto durante un viaje a la Mesa del Nayar. Recuerdo que fue mi
colega Norman Navarro quien me dijo que el compañero de viaje de todo buen
reportero debía ser Relato de un náufrago. Recuerdo recibir Noticia de un
secuestro el día que llegó a Monterrey, minutos antes de subirme a un avión y
entregarme a un autoexilio. Recuerdo ir releyendo sus cuentos completos en el
viaje Tijuana-Bogotá cuando fuimos a la final del premio que lleva su nombre.
4- Lo que más admiro de Gabo es que nunca dejó de ser
reportero. Era poeta de closet, genio universal de la novela, pero ante todo y
sobre todo un reportero. Por eso tengo en un altarcito aparte Crónica de una
muerte anunciada, Relato de un náufrago y Noticia de un secuestro, una trilogía
perfecta si quieres saber en qué consiste esa divina utopía que llamamos
periodismo narrativo.
5- Nadie relee tan bien a Gabo como Juan Villoro. Tuve la
gran fortuna de acompañarlo en el teatro del Cecut cuando descifró y
reconstruyó el último día de la vida de Santiago Nasar y me volví a emocionar escuchándolo
a la distancia hace un par de días, reinventando el naufragio de Luis Alejandro
Velasco desde la Casa Estudio Cien Años de Soledad. Describir es hablar de la
emoción que eso nos suscita. Al caer la noche, no pude hacer otra cosa que
volver a navegar en el Caldas y naufragar entre infinitas aletas de tiburones
caribeños.
6- Hoy es 6 de marzo. Vamos a tomarnos un aguardientico a
la salud de este señor.