Uno de mis propósitos del 2018 y también del 2019 ha sido no hablar de política y no contribuir a la pestilencia de este clima de fanatismo e intolerancia que todo lo infesta. Me dan asco estos tiempos. Lo dije el día de las elecciones y lo repito cada que alguien me pregunta mi opinión sobre la cuarta transformación: mi respuesta está escrita en la última página de Nocturno de Chile de Roberto Bolaño. No sé si le sume un nuevo lector a bolañito, pero más de uno fue a consultar y se encontró con “entonces estalla la tormenta de mierda”. Pues eso. La tormenta de mierda ya estalló. Para mí es la frase que describe estos tiempos
Friday, February 08, 2019
Tuesday, February 05, 2019
Cuando pienso en los colegas de instituciones culturales, como mi tocayo Daniel Goldin, que hoy padecen la guadaña retrógrada de la cuarta transformación y encima deben aguantar los insultos proferidos por los coristas del merolico mañanero, me acuerdo que el gran Georgie Borges tuvo que pasar por una humillación similar. En 1946 Borges dirigía la humilde biblioteca municipal Miguel Cané, cuando un gobierno populista, espantosamente similar al de la cuarta transformación, llegó al poder en Argentina. Georgie, quien había hecho pública su oposición a Juan Domingo Perón, debió pagar cara su condición de opositor. Rencorosos y sectarios (como marca el manual del buen populista), los peronistas se la cobraron cara al autor de Otras inquisiciones y ordenaron removerlo de su cargo en la biblioteca para trasladarlo a un puesto de inspector de aves y conejos en el mercado municipal. Bajo la óptica peronista, Borges era un fifí que escribía para fifís y debía pagar caro su pecado de haber nacido un hogar culto y burgués y no apoyar incondicionalmente al empoderado caudillo popular. Daría para un cuento la imagen de Borges, cada vez más cerca de la ceguera, inspeccionando pollos y conejitos en un mercado popular, pero el escritor declinó dignamente el ofrecimiento peronista y prefirió sumarse a las filas del desempleo. Cíclica es la hijoeputez: a unos los mandan a inspeccionar aves de corral y a otros los confinan al sótano. La historia universal de la infamia tiene vocación de eternidad.
Sunday, February 03, 2019
Si me fuera dado inventar una deidad para adorar, entonces crearía al dios de la tormenta inminente y santificaría los instantes previos a la primera gota de agua. Rendiría culto al horizonte cargado de presagios, al plomizo Pacífico surcado por olas de daga desenvainada, al abrazo que da el viento en ese momento exacto. El dios del cielo encapotado cuya liturgia se celebraría en los segundos que anteceden al primer martillazo del gran trueno.