Eterno Retorno

Saturday, July 17, 2004

 
El prólogo de todos los prólogos de los libros que no existen
 
Por Ximena Ronzezvalles
 
Me queda demasiado claro que para hablar de los cuentos incluidos en esta antología, nadie mejor que Encarnación Leydelmonte. Sólo él sabe los motivos que lo llevaron a forzar la convivencia de autores tan espantosamente contrastantes dentro de las mismas páginas.
Con toda honestidad, no creo tener el derecho de emitir critica alguna acerca de los narradores, reales o no, que Encarnación decidió seleccionar para integrar uno de los proyectos que más ha ambicionado en su vida.
Es mejor limitarse a señalar que fuera del hecho de ser casi  todos autores nacidos en el Norte del País, generacionalmente ubicados entre los 19 y los 33 años, no existe entre ellos punto de concordancia.
Bajo qué parámetros fue que Encarnación optó por hacer esta especifica selección de autores y de cuentos, es algo que no me compete aclarar.
Quizá el aparecer ahora como editora de esta antologia,  parte de algún sentimiento de culpa que arrastro desde el momento en que me tocó ser parte del comité que rechazó la publicación de los autores propuestos por Encarnación. Definitivamente él no estaba acostumbrado al rechazo, mucho menos a escuchar que alguien pusiera en tela de juicio su cordura. Fue a raíz de ese rechazo que comenzó la paulatina decadencia de su salud mental.
Visto a la distancia, me parece evidente que los sinodales encargados de calificar su tésis de licenciatura, pudieron emplear los mismos argumentos bajo los cuales el Comité Editorial de la Universidad de Baborigame rechazo en primera instancia la publicación de la presente antología.
Pero pretender justificar de manera estricta la existencia de los autores propuestos por Encarnación, sería tanto como tratar de explicar su personalidad. Nadie de quienes hemos tenido la oportunidad de tratarlo, podemos afirmar que lo concocemos.
Cuando Encarnación Leydelmonte pisó por vez primera la Universidad de Baboroigame  arrastraba ya un cartel académico envidiable. Su tésis titulada ?Lenguas en el borde?, elaborada para obtener su titulo de Licenciado en Filologia por la Universidad de San Luis Rio Colorado, es considerada como una pieza bibliográfica clave para comprender los procesos de mutaciones linguísticas.
En ella, Encarnación elabora un análisis comparativo de tres poemas épicos producidos en épocas de transformación idiomática. Cada uno de los tres poemas, contiene al menos un elemento de una lengua moribunda, otro de una lengua naciente y otro de una lengua en proceso de transformación.
?Lenguas en el borde? inicia con el análisis un poema surgido en la campiña galesa en el año 937, que se atribuye a un pastor o grupo de pastores exiliados de Swansea, en donde se encuentran por igual elementos célticos, anglos y normandos.
Continua con  la presentación de un cantar surgido en Burgos en el año 1237, en donde confluyen elementos mozárabes, latinos y protocastellanos, atribuido al escribano Fortín Alqozar Fuentealmijir.
Concluye con un relato en verso que según los cronistas, pertenecía a la tradición oral de los nativos de la isla de Trinidad y que posteriormente fue modificado por los esclavos africanos y enriquecido con vocablos castellanos e ingleses. El poema fue llevado por primera vez al papel en 1634.
Encarnación sostiene que estos tres textos son claves por el hecho de encerrar un momento de equilibrio único e irrepetible  en que lenguas en proceso de nacimiento, evolución o muerte, convivían en relativa igualdad de circunstancias.
Como alumno de la maestría en Lenguas Muertas, Encarnación es recordado por la seriedad con que tomaba sus estudios. Sólo un año después de su ingreso, cuando le ofrecimos a cubrir las plazas vacantes como maestro de las materias Literatura Hispanoamericana y Taller de Redacción que cursaban en tronco comun alumnos de varias licenciaturas, pudimos entrar en contacto con la fase extravagante de su personalidad.
Ignoro si las copias de los planes de estudios propuestos para las materias acabaron en la basura o fueron a empolvarse a un rincon de su librero, pero lo cierto es que desde su primer dia como maestro Encarnación hizo las cosas a su manera. Como lecturas de cabecera, encargó a sus alumnos autores que nadie en toda la Universidad había oido siquiera nombrar. Luego de un periodo de gracia de dos semanas en que los estudiantes recorrieron sin éxito todas las librerías de Guadalupe Icalvo, Encarnación reconoció que se trataba de autores cuyas editoriales no tenian la circulación adecuada y accedió a facilitar sus propios ejemplares a la biblioteca para que les sacaran copias
Por aquel entonces, Encarnación parecía seguir entusiasmado con temas relativos a la transición idiomática de las culturas, pero llevado ahora al plano actual. Recuerdo que para la materia de Literatura Hispanoamericana, pidó el análisis de tres poetas chicanos del Sur de California, que bajo su opinion habian elevado el ?spanglish? a un nivel superior al de un simplé caló de calle. El problema fue que nunca fue posible conseguir las ediciones y Encarnación nuevamente hubo de proporcionar sus copias escritas a máquina.
A principios del año pasado, Encarnación empezó a realizar viajes periódicos a diversas ciudades del Norte del país. Iba, según él, a entrevistarse con autores a los que había conocido de diferentes maneras.
Algunos, sostenía Encarnación, le habían hecho llegar sus textos por correspondencia y otros los había conocido por medio de revistas del underground literario.
Los viajes a Cuatro Ciénegas, Soto La Marina, Agua Prieta, Mexicali, Tijuana y Los Cabos, los pagó Encarnación de su bolsa.
Rectoría llegó a cuestionar sus frecuentes ausencias, pero Encarnación lo justificó argumentando que estaba por concretar un Congreso de Narradores Norteños que tendría como sede la Universidad de Baborigame. 
Las pocas veces que tenía tiempo de platicar con él en su cubículo, Encarnación no hacía otra cosa que hablarme de los narradores que recién había conocido.
Lo hacía con una emoción que resultaba contagiosa. Me habló de sus caminatas en el desierto de Cuatro Ciénegas acompañado de Lluvia Salguero, de la descomunal biblioteca de Caupolicán Astengo en Soto La Marina, rica en textos de historia antigua, de la enfermiza pasión de Pablo Hernán Mondaca por un viejo cine porno de Tampico, de los reportajes de Julieta Alzamendi en la Sierra Madre y de los desvaríos de Evaristo Aztiazarán, quien vivía recluído en una choza en medio del desierto potosino.
Pese a que era en extremo reservado en lo que a su vida personal se refiere, Encarnación llegó a confesarme haber tenido un  episodio amoroso  intenso con Ipanema Davila, el día en que acudió a la presentación de su libro en Torreón.
Aunque más de una vez reiteró lo mucho que  admiraba el carécter intenso y pasional de Ipanema, Encarnación me dijo que la aparente ingenuidad de la joven Lluvia Salguero lo acercaba a algo que de no ser tratado con urgencia, acabaría en un enamoramiento incurable.
Una noche, salió de su cubículo visiblemente alterado. Me dijo que acababa de recibir una llamada urgente de su amiga Amber Aravena que había sido detenida en Los Cabos en posesión de pastillas psicotrópicas. Lo que más le preocupaba, eran los efectos que esa detención pudiera desencadenar en la frágil salud mental de Amber.
Estas son las anécdotas que recuerdo, pero es un hecho que Encarnación platicó muchas más. En realidad,  él no hablaba de otra tema  que no fuera relativo a  esos nuevos narradores.
Sus alumnos tuvieron que hacer sus trabajos finales sobre la obra de estos desconocidos, aunque nunca fue posible encontrar alguna referencia a ellos, fuera de las que Encarnación proporcionaba.
Con varios meses de anticipación, empezó a planear los detalles del gran Congreso de Narradores Norteños que se llevaría a cabo del 3 al 6 de noviembre en el Aula Magna de la Universidad de Baborigame e incluso pidió mi ayuda para los detalles logísticos.
Para efectos de la transportación de los escritores no pidió un solo centavo, aunque se cuidó de apartar 14 habitaciones de los Dormitorios Universitarios en donde se hospedarían.
Sin embargo, Encarnación fue muy insistente con Rectoría en la urgencia de apurar la publicación de una antología de cuentos de todos estos narradores. La presentación de esta antología, que traería el sello de la Universidad de Baborigame, sería la cereza en el pastel que coronaría el histórico Congreso.
Aquí fue donde Encarnación empezó a topar con obstáculos burocráticos. El Departamento Editorial de la Universidad definía su presupusto para publicaciones desde principio de año y todo se había agotado en la edición de la investigación de la División  de Paleontología   en torno al hallazgo de trilobites en la sierra de los tepehuanes.
Encarnación insistió en que se aprobara un presupuesto extraordinario e incluso ofreció pagar hasta donde su bolsillo lo permitiera, la edición de la antología. Pero el bolsillo de Encarnación, de por si gastado por tantos viajes, era apenas suficiente para pagar el costo total de la edición.
Yo misma participé en las juntas de consejo y defendí la publicación de la antología, pero el rector se mostraba renuente. La Universidad de Baborigame, sostenía, no iba a recortar presupuestos de otras áreas para arriesgarse a publicar de manera extraordinaria  los cuentos de unos narradores que sólo Encarnación conocía.
Por esos días, fue  cuando algunos de sus alumnos del nuevo curso empezaron a rumorar algo que yo misma había empezado a sospechar desde hacía algún tiempo, pero que no me había atrevido a compartir con nadie más: Los autores de los que hablaba y escribía Encarnación Leydelmonte no existían. Bueno, la no existencia no es el concepto adecuado. Existen o existieron,  pero únicamente dentro de la imaginación de Encarnación. En otras palabras, Encarnación es el autor de todos los cuentos que él atribuye a sus narradores, a los cuales ha tenido el cuidado de inventarles una biografía.
Los alumnos se quejaron por el hecho de que su plan de estudios sólo incluyera el análisis de escritores ficticios. ?No estamos en una Universidad para estudiar las personalidades múltiples de un profesor esquizofrénico?, protestó el líder de la Sociedad de Alumnos.  
La noche del 29 de octubre pasó lo que tenía que pasar: Rectoría rechazó en forma definitiva la publicación de la antología. Fue a mí a quien tocó la penosa tarea de notificarlo a Encarnación. La devastación que vi en la expresión de su rostro es algo que no he podido borrar de mi memoria. Lo que pensé sería una rabieta de consecuencias incalculables, se transformó en un silencio desolado. Le expliqué a Encarnación que la no publicación de la antología no debía alterar en nada la celebración del Congreso y le sugerí que explicara a sus amigos escritores que la Universidad contemplaba su publicación en el presupuesto del año entrante. Ya no me fue posible arrancarle una palabra. Durante los dos siguientes días faltó a clases. Según la versión del velador, ni siquiera había salido de su dormitorio. Temiendo una desgracia, la noche del 31 de octubre forzamos la puerta de su habitación y lo econtramos inconsciente  tirado en el suelo en medio de un charco de vómitos. La ingestión de los once barbitúricos que según él pensaba enviar a Amber Aravena provocaron la catástrofe.
En vista del estado de salud de Encarnación, la Rectoría decidió posponer el Congreso de narradores que ya había sido anunciado en carteles. Yo tuve que darme a la tarea de buscar a los narradores para notificarles la cancelación y evitar que viajaran a Baborigame, pero sólo Encarnación, que continuaba inconsciente,  sabía sus teléfonos y direcciones.
Imaginé que en cuestión de horas empezarían a llegar los narradores  a la Universidad para encontrarse con la noticia de que su anfitrión estaba hospitalizado, pero llegó el 3 de noviembre y ni un solo escritor llegó a Baborigame. Los tres días en que se debió celebrar el Congreso transcurrieron sin que ni uno de los invitados se presentara. Ni una llamada, ni un aviso, nada. Para los maestros y alumnos esa fue la prueba irrefutable que demostraba la inexistencia de los autores invitados por Encarnación. El profesor Leydelmonte estaba totalmente loco, de eso no había duda alguna, dijeron los alumnos.
Días después, cuando Encarnación recuperó la conciencia, los médicos reportaron extraños comportamientos. Encarnación afirmaba llamarse Caupolicán Astengo y más tarde sostenía que él era el mismísimo Galaor Zuazua que esperaba la visita de su prometida Lluvia Salguero. El psiquiatra diagnosticó un grave cuadro esquizofrénico.
Poco antes de Navidad, fue enviado a una clínica de salud mental en la población de Conejos. Un mes después acudí a verlo.
Encarnación estaba sentado en una banca del jardín. Aunque estaba  en extremo sosegado, supongo que por el efecto de los calmantes,   se mostró contento de verme. Platicamos de trivialidades, hasta que él mismo me dijo que lamentaba muchísimo la cancelación del Congreso de escritores y aseguró que ya estaba preparando un evento mayor para mediados del año. Según me comentó, había recibido corresponencia de algunos de los narradores y casi todos habían tenido a bien enviarle sus cuentos más recientes.
Dijo estar muy triste por el hecho de que en la Universidad lo creyeran un loco y que pudieran considerar personajes ficticios a los autores de su antología. Yo sutilmente le sugerí que nada de malo había en mantener heterónimos literarios con vida propia y le cité el ejemplo de Fernando Pessoa. Encarnación se molestó muchísimo y me confrontó:   si yo tampoco creía en la existencia de esos escritores, entonces sería mejor que me abstuviera de ir a visitarlo. Después me enseñó una bolsa llena de cartas escritas a mano. Las fechas eran recientes y las firmas y caligrafias distintas. Varias de ellas las firmaba Lluvia Salguero, otras eran de Galaor Zuazua, una más de Caupolicán Astengo, otra de Amber Aravena y otra de Guillermo Demian Lozano. La caligrafía era en efecto distinta y correspondía a pulsos manuales contrastantes. Los sobres tenían sellos postales de los lugares de orígen y los empleados de la clínica de salud mental me confirmaron que las cartas habían sido traídas por el cartero.
Han pasado dos meses desde entonces.Las cartas han seguido llegando a la clínica, pero yo no he podido entrar en contacto con esos narradores o encontrar a alguien que me de razón de ellos. Sin embargo, he hecho el compromiso moral con Encarnación de hacer todo lo que esté en mis manos para conseguir la publicación de esta antología.
Al improbable lector de este prólogo, debo advertirle que yo misma desconozco si los autores de estos cuentos son presonas reales o si se trata de las personalidades múltiples de un escritor llamado Encarnación Leydelmonte. Yo he querido dejar de cuestionármelo, o correré el riesgo de ir a caer a la misma clíncia donde está internado Encarnación.
Si son catorce personas distintas las que escribieron estos cuentos o fue una sola, es cosa que ha dejado de interesarme. He pereferido leer estos cuentos de estilo y temática contrastante sin cuestionarme sobre el origen de la cabeza y las manos que los parieron. Aunque he respetado fielmente los prólogos que Encarnación Leydelmonte escribió para cada uno de estos cuentos así como las reseñas biográficas de los autores, será el lector quien decida si los autores son en verdad los seres que empuñaron la pluma, o si deben ser tomados como personajes de ficción. Por lo que a mí respecta, he cumplido con mi parte y sostengo mi duda. El lector tiene la última palabra.

Friday, July 16, 2004

Pasos de Gutenberg
 
 Por Daniel Salinas Basave
 
Paseando por una librería hace una semana, saltó delante a mí sin previo aviso como un conejo correlón en medio de la vereda, el nuevo libro de Fernando Vallejo, titulado Mi hermano el alcalde.
El hallazgo me sorprendió bastante, lo confieso, pues no tenía referencia alguna de que el colombiano hubiera publicado una nueva novela.
Mal que bien, Vallejo se ha convertido en pocos años y a raíz de La Virgen de los sicarios,  en un autor si se me permite llamar  de culto y sus movimientos no pasan desapercibidos, por lo que me extrañó dar  con su nuevo libro sin previo aviso. Por supuesto, lo adquirí en ese momento.
Los libros de Vallejo son para leerse rápido, de preferencia sin interrupciones. Y es que en la narrativa del colombiano cualquier fragmentación suena a insulto. Imposible concebir capítulos, subtítulos u otra forma de estructura. Las novelas de Vallejo pueden, y acaso deben, leerse como una perorata sin pausas, una burla espontánea sin orden aparente. Aunque la temática es distinta, me da la impresión de que La Virgen de los sicarios, El desbarrancadero, Rambla paralela y Mi hermano el alcalde fueran un mismo libro. Pocos autores contemporáneos pueden jactarse de poseer un estilo tan definido como Vallejo. La marca y el ritmo de su prosa son absolutamente inconfundibles. Tal vez sólo Saramago y Bellatin, cada uno con su respectivo sello, puedan presumir haber pulido de una forma tan en extremo definida un estilo que se repite sin variaciones en cada nuevo libro.  Dicho en otras palabras, usted no encontrará nada diferente o contrastante que rompa en algo con lo que nos tiene acostumbrado el autor. Pero expresado en términos optimistas, le puedo decir que si a usted le han gustado los anteriores libros de Vallejo, Mi hermano el alcalde  sin duda la agradará mucho. Yo me apunto en este grupo. Vallejo es mi nihilista favorito, el único heraldo del fatalismo  capaz de hacerme reír a carcajadas.
Si usted no ha leído a todavía Vallejo, esta novela puede fungir como excelente iniciación.
Fiel a su vocación de ángel exterminador, el colombiano cumple con no dejar títere con cabeza. Ahora su blanco es el mundo de la política y los procesos electorales a los que desarropa hasta dejarlos en la más absurda desnudez.
El narrador nos cuenta la historia de un pueblo colombiano de Antioquia llamado Támesis del que su hermano Carlos se convierte en alcalde.
En un ejercicio de brutal honestidad, confieso que fue una catarsis  leer a Vallejo burlarse de la política justo cuando la ciudad está infestada  de basura propagandística.
El colombiano nos dibuja el proceso electoral como el máximo ritual del absurdo humano, de la hipocresía, la traición  y el vacío ideológico y aunque es imposible no reír con semejantes dosis de negro humor, al final uno voltea  a su alrededor y mira con horror que la realidad de nuestra ciudad no difiere demasiado del pueblo de Vallejo. La verdad de las cosas, pocas veces había leído un libro en un momento tan adecuado.  
 
Fernando Vallejo
Mi hermano el alcalde
Alfaguara 
 

Thursday, July 15, 2004

 
Estereotipos
 
Desde nuestros balcones de intolerancia vamos por la vida colgando estereotipos como collares, me dijo una maestra de la UABC  en el tag.  Cierto. Siendo un adolescente no podía concebir la forma en que la sociedad te prejuzga y se hace una idea de ti por algo tan banal como la facha. Los estereotipos son mentira, gritaba yo. Pero como te ven te tratan, me decían los adultos. La gente no se va a detener a conocer tus sentimientos e ideas y te tratará de acuerdo a la primera impresión.  Ahí sí, debo aceptar que tuvieron razón. Justo o no, la realidad es que el estereotipo es odiosamente existente, todo poderoso y omnipresente. ¿De qué creen ustedes que viven las grandes agencias de publicidad? ¿En qué se basan para emprender sus grandes estrategias de mercado? En el estereotipo, en ese mismo que colgamos desde nuestro balcón de intolerancia. ¿En qué piensan los imagólogos de los candidatos y los estrategas de la mercadotecnia política? Piensan en rebaños, no en individuos. ¿Por qué? Porque da la casualidad que todos somos espantosamente ovejunos, predecibles, atiborrados de conceptos, ideas, lugares y prejuicios comunes. Un rebañote que se empeña en negarse a si mismo. ¿Qué yo soy un intolerante por colgar estereotipos que no existen? Carajo, si no existieran,  las agencias de publicidad no gobernarían la vida de millones de seres humanos. Sí, pero es que nosotros somos diferentes, me dirán. ¿Diferentes? Mmmm, otras veces he escuchado eso. El publicista ni se entera. Nos agrupa en enorme manada y nos atiborra su producto. Nosotros lo compramos. El candidato nos vende su discurso y acaba por gobernarnos. La psicóloga laboral de recursos humanos  evalúa nuestra forzada y nerviosa sonrisa de desempleado y decide si nos integra a la esclavitud o nos manda de regreso a la calle.
Seamos realistas. Apestamos a nuestras circunstancias. Cuesta tanto trabajo ocultarlas o substraerse a ellas. Entorno, educación, valores, ideas, aspiraciones, sueños. Todo ello nos conforma y define. Casi nunca encuentro gente capaz de sorprenderme. Son muy raros los seres impredecibles, capaces de salirse del parámetro. Como periodista uno siempre tiene que dejarle la puerta abierta a la sorpresa, a la posibilidad de irte con el espejismo, pero lo ordinario se impone las más de las veces.  Los buenos vendedores lo saben y los policías  con olfato sabueso lo entienden muy bien. Algunas veces acompañé a las fuerzas especiales de La Policía a sus redadas. Tenían un ojo clínico. Veían un pelón, tatuado,  de pantalón aguado, lo ponían contra la pared y el 95% de las ocasiones les encontraban un envoltorio de crystal y una navaja. Casi nunca fallaban. Nuestros miedos huelen, nuestras inseguridades nos delatan, nuestras aspiraciones y prejuicios nos dibujan. De un día para otro, las inmobiliarias se fueron sobre mí como pirañas para venderme una casa ¿Por qué? Porque traigo un puerco perfume a clase media que no puedo con él. Soy un blanco para sus rifles.  ¿Por qué no me buscaban cuando era un adolescente greñudo y harapiento? Porque en esa época los que me salían en cada esquina eran los vendedores de droga que me veían como un cliente en potencia
Si me ponen enfrente el currículum sin foto de  un joven regio que estudia Economía en el Itesm, juega en Borregos y vive en San Pedro Garza García, te puedo dibujar todo su castillito de sueños, ideas y aspiraciones sin un mínimo margen de error. Hasta te puedo decir cómo va vestido.  Lo mismo cuando se trata de un joven chilango que estudia Filosofía y Letras en la UNAM y es aficionado a los Pumas. 
La gente es espantosamente predecible e irradia un hedor a circunstancias.   Los pobres apestan a una pobreza imposible de disfrazar. Nosotros hedemos a clase media. El olor de la clase media además de ser el más pestilente es el más ridículo de todos, pues es el más atiborrado de heces de sueños mutilados, disfraces mal logrados y pretensiones rimbombantes. Sí, pero nosotros los artistas somos un desafío contra la uniformidad y la tiranía de lo ordinario, me dirán. ¿Ah sí? A mí que se me hace que son su producto más lógico y explicable. Una reacción más que comprensible. ¿Quién sino un clase mediero tiene las ínfulas y pretensiones de un artista?  ¿Han visto un pordiosero que se declare artista conceptual y multidisciplinario? ¿Una maría mixteca que pretenda ser famosa por sus performance y sus mezclas musicales? ¿Hay alguien que cause más risa con sus afanes de superioridad que un clase mediero que busca reconocimiento y aceptación por sus habilidades dentro de una disciplina del ocio?  
Poca gente sabe disfrazarse con habilidad. Casi nadie logra jugarnos una buena trampa haciéndonos creer personalidades e imágenes falsas. Eso es un arte y aquellos que lo logran, suelen ser las más de las veces exitosos estafadores o fascinantes criminales.

Wednesday, July 14, 2004

Un par de espectáculos de mi interés se desarrollarán este fin de semana en esa parte tan hermosa de Tijuana que algunos conocen como San Diego.
Uno es un concierto. Otro es un partido de futbol. Que raro. Clavado yo en mis pinches teclas con mis aficiones. La cuestión es que si bien son dos espectáculos que atraen mi interés, tampoco lo atraen en demasía. Vaya, mi tribunal superyoíco no considera imperdonable mi inasistencia, pues no son espectáculos de extrema calidad. ¿Qué sería lo imperdonable de no acudir? Pues que vivo en una región donde casi no tengo oportunidades de acudir a conciertos de buen heavy metal y a partidos de futbol profesional, mis chances se reducen en extremo. Algo que en Monterrey era un ritual de cada sábado, aquí es taaan esporádico.

¿Iré o no?

El viernes por la noche se presenta W.A.S.P en 4&B (White, Anglo Saxon Protestant, We Are Satanic People, We Are Sexual Perverse, el que les guste más)
W.A.S.P. es una banda que escuchaba mucho en mi adolescencia. Discos como Electric Circus y Headless Children sonaron muchas veces a todo volumen en mi cuarto. Me gustaba W.A.S.P., pero han pasado muchos años y ahora sólo los escucho de vez en cuando (lo que no ocurre con otras bandas de mi teenageres como Maiden y Sabbath a los que escucho diario)
Razones a favor de ir a W.A.S.P.

Mal que bien es una banda de auténtico y oscuro heavy metal y por estos rumbos esos conciertos son atípicos

Escuchar en vivo Blind in Texas, Wild Child, Hell for Eternity, Fuck like a Beast sin duda me prenderá en extremo.

La banda abridora, los sandieguinos de Cage es bastante buena. Es algo así como nuestro Iced Earth local

La tocada es en viernes y al otro día no trabajo

Será tal vez mi única oportunidad de acudir a una buena tocada este verano, pues el OzzFest más cercano es en San Bernardino el 31 de julio y al otro día son las elecciones, lo que significa que trabajaré...y me perderé la reunión de Judas Priest con Halford, y por si fuera poco Slayer. Puta madre, para darse un tiro. WASP será apenas un premio de pobre consolación. Nunca me recuperaré del trauma de perder este OzzFest.


Razones en contra de ir a W.A.S.P.

La mega hueva de retornar del centro de San Diego en la madrugada. Si lo hago manejando estaré condenado a la odiosa sobriedad, pues con la policía californiana no me ando con mamadas y la neta ir a una tocada a estar sobrio, pos como que no. Si lo hago en trolley, pues sin duda iré desparramado en un asiento eructando Samuel Adams y llegaré a Tijuana entrada la madrugada.

El nuevo disco de W.AS.P. Neon God, no lo acabo de digerir del todo (aunque según leí en internet el set list es variado)

El señor Blackie Lawless, líder y cantante de la banda, es un ferviente partidario de Bush y de la guerra en Irak (texano al fin) Él mismo declaró en entrevista que las rolas de su disco Dyng for the World las hizo pensando en motivar a los soldados gringos a matar muchos iraquíes y se regocijó al comentar que en la Guerra del Golfo del 91, los soldados ponían en los altavoces rolas de W.A.S.P como preludio a las masacres. Ojo, aclaro, como he aclarado muchas veces que yo en lo personal no tengo nada en contra de la guerra en sí. La guerra es propia del hombre y mientras haya un ser humano vivo sobre la tierra habrá guerra en el mundo. El pacifismo es una utopía, pues el odio es algo tan humano como el amor. Pero en el caso concreto de Mister George Bush, pues es un tipo que me caga la madre y no me late pagar 20 dólares para ver cantar a su ferviente partidario.

¿Debo ir o no ir? Acepto consejos y sugerencias

El segundo espectáculo de mi interés es un partido de futbol entre Pumas de la UNAM y River Plate de Buenos Aires en el Qulacomm Stadium.
Tomando en cuenta que hace meses que no veo un partido de futbol en vivo, pues esta ciudad está enajenada con una basura pestilente llamada Toros (maldito sea el beisbol por toda la eternidad, cuando sea Dictador prohibiré la práctica de esa mierda de juego), pues digamos que es mi única oportunidad.

Razones a favor de ir a UNAM vs River Plate

Mal que bien, es el campeón de México contra el campeón de Argentina. Al menos en el papel es interesante.

Es mi única oportunidad de ver un juego profesional en la región (tanta lana en San Diego- Tj y no tenemos un equipo como en Culiacán)

No hay nada mejor que hacer el domingo


Razones en contra de ir a UNAM vs River Plate

Es un vil juego de pretemporada y sin duda el par de equipos vendrán a saturar la cancha de suplentes y a tirar hueva de lo lindo. No auguro un buen espectáculo si quieren que sea sincero.

Ni River Plate ni Pumas son santos de mi devoción ni siento alguna simpatía o cariño por ellos. Digo, que fuera Tigres vs Boca Juniors y me dormía afuera del estadio. Pero las gallinas contra los gatitos, pos como que no.

La neta, los precios están sobre inflados, los boletos valen una perra lana, creo que 45 dólares y si no consigo un pase por medio del periódico, no pienso gastarlos.

Acepto consejos y recomendaciones que me ayuden a tomar la decisión correcta.



Mario Molina

Ahora mismo regreso de la UCSD en donde entrevisté al Premio Nóbel de Química, el mexicano Mario Molina. Acostumbrado a entrevistas de grilla y sangre en las que debo acorralar al entrevistado con preguntas agresivas, confieso que llegó un momento en que ya no sabía que preguntarle, pues no se supone que uno deba ser agresivo con un científico, pero yo no se cómo ser amable en una entrevista.



Behemot

Ahora mismo hago guardia en la redacción y mis oídos yacen atiborrados de blasfemias, pues en mis audífonos están los polacos de Behemot. Los géneros extremos del metal, son como las películas porno. Hay montañas de discos que no aportan nada nuevo y caen en la monotonía, pero cuando das con un buen disco de auténtico black metal, es una sensación incomparable de emoción y coraje. Cuando era un mocoso solía comprar montañas de discos de black y death. Ahora soy mucho más selectivo y aunque sigo comprando montañas de discos (soy un adicto incurable, lo se) digamos que de cinco discos que compro, uno de es de black death y el resto es de heavy clásico, power o progresivo. Pero cuando das con un buen disco de black, agárrate. Me pongo locoBehemot es una banda simplemente chingona.
Su disco Zoskia Cultus, Here and Beyond, es un opus de oscuridad brutal, sin compasión alguna. Ahora mismo está en mis oídos y me mantiene a tope. Es simbólico que la tierra de Juan Pablo II sea la cuna de tantas bandas de radicalmente blasfemas y anticristianas como Behemot (que no es la única, pues existe Vader y Decapitated) Altamente recomendable el disco. Un discazo, de verdad.
Estos polacos, por cierto, nos honraron con su presencia en Tijuana el pasado mes de diciembre.

Vivimos una época en la que parece haber demasiada prisa por condenar a muerte el presente. Obsesionados por una vocación de futurólogos asesinos, nos da por descubrir el deforme rostro de lo obsoleto en cada aspecto de la vida diaria.
Tal parece que el ser ?absolutamente moderno? de Rimbaud encuentra su máxima realización en la medida que dicta sentencias condenatorias. La única forma de ser moderno es aniquilando o pretendiendo aniquilar el presente. Aferrarse a él constituye un pasaporte inmediato a la inmolación. La ridícula marca de lo caduco, lo anacrónico, lo pasado de moda amenaza con posarse sobre nosotros y nada parece darnos más pavor.
Los movimientos, ideas y conceptos empiezan a apestar a muerto cuando ni siquiera acaban de nacer.
Basta con echar una rápida mirada al parte de bajas para darnos cuenta de esta vocación destructora.


Y yo me pregunto ¿Cuánto faltará para que brote de un pantano el primer teorreíco que se regocije profetizando la muerte de la blogósfera? ¿Quién será el primer culturosete que declare agotadas las posibilidades del blog y se ponga a hablar de post blog? Sin duda cualquiera de los pendejos que se regocijan declarando muerta a la novela y para los que Balzac es una de las reliquias de peor gusto en el armario de la bisabuela.

Más prólogos de libros que no existen

Los infinitos secretos que yacen en el fondo de una botella de Casillero del Diablo


La luz media del semáforo es de color ámbar. El nombre de mi amiga chilena exiliada en Los Cabos siempre me ha recordado ese color. Si una E cambiará por A, ese sería su nombre. Pero aún así encuentro similitudes. Amber María Aravena Sandoval es una luz que de un momento a otro se puede tornar verde y abrirte las puertas de su existencia para que descubras sus infinitos secretos. Pero en un minuto puede ser luz roja y su mirada fulminante bastará para arrojarte muy lejos de ella.
Suave ráfaga de viento y ojo de tormenta, Amber Aravena es un cofre de curiosidades.
La conocí hace unos años, un una playa desierta cercana a Loreto. Lo increíble es que en ese entonces, Amber jamás había ni por casualidad intentado escribir un testimonio sobre su vida.
Entre tragos de Casillero del Diablo hablamos de todas las cosas que pueden caber en la vida de una mujer que a los tres años de edad salió de su país escondida en la cajuela de un auto y que ha vivido siempre al borde de caer dentro del abismo de si misma. Amber contempla el mar, Amber bebe vino y su pluma sólo arroja confesiones a un imaginario psicoanalista que aún no puede desnudar su alma.

Encarnación Leydelmonte

Tuesday, July 13, 2004

Un cuento olvidado

Carajo, nunca en mi vida me había pasado esto. Abrir un archivo al azar y encontrarme con un cuento terminado que escribí quién sabe cuando y que había olvidado por completo, pero lo que se dice por completo. Sí, ahora que lo leo me acuerdo de él, pero la verdad si no abro al azar ese archivo, de los mil que hay en mi compu, jamás me hubiera acordado de su existencia. Sí, mis cuadernos escolares están llenos de cuentos, ensayitos, poemas medio abortados, pero para ser honesto, casi siempre recuerdo todo aquello que escribí alguna vez. Este lo había olvidado. Ni siquiera recuerdo si alguna vez lo subí al blog. Creo que no. En fin, está medio puerco el cuento de mi heterónima Ipanema Dávila, medio escatológico y le falta estética, pero ténganle paciencia. No está muy largo, lo prometo. Si no les gusta, fue Ipanema, no fui yo.

La Danza del Flagelo

(I SPIT ON YOUR GRAVE)

Por Ipanema Dávila Sandoval

Lo único que lamento esta mañana, es que me siento demasiado cruda como para ir a escupir a tu tumba.
Alguien, no te voy a decir quién, me dijo que apestabas a madres y yo no se si sea exageración, pero hasta me comentó que ya había varios miles de gusanos saliéndote por los ojos y los hoyos de la nariz.
¿Tan pinche olerás como para que me llegue el hornazo hasta afuera de tu tumba? Digo, por aquello de que más tarde me anime a ir a aventarte un gargajo al panteón. Y es que imagínate si de verdad jedes así de gacho como dicen; con la crudita que me cargo voy a acabar guacarenado en tu ya de por sí jodida fosa común.
Lo peor es que ya ni asco te han de dar mis guácaras. Te las conoces de memoria. Menos te van a ofender mis escupitajos.
Pero yo no me quedo tan atrás, eso sí que ni se te olvide. Con decirte, y toma en cuenta que es con todo el dolor de mi corazón y mi nariz, que yo también me acostumbre a tus guácaras. Sí, aunque no lo creas, había noches, y también días, en que de plano me valían madres. Una guacareada más, una guacareada menos ¿Qué más da? Esa cosa que fuimos tu y yo, que quien sabe lo que haya sido, fue una cosa que se construyó de guácaras, meados, cagadas y flatulencias diversas. Ah y claro, no creas que se me olvida incluir en la lista tus pinches venidas ipsofactas que acababan por confundirse entre todo el mierdero. Ahí sí perdóname que te lo diga, pero la verdad es que no tenías madre con tu pinche descaro. Esa chingada manía tuya de venirte sobre mis nalgas. No durabas diez segundos, pero eso sí, te salías y te chorreabas arriba de mi. Hijo de tu reputísima madre. Según tu se veía muy cachondo, ¿Pues que te sentías pobre pendejo? No me digas que le querías pegar al gladiador porno porque entonces sí vas a matarme de la risa. Ahí donde estés ahorita deberías aprovechar para agradecerle a algún santito que no te reventé los huevos de una patada en uno de esos chistecitos. Carajo, me acuerdo y ya no nada más me dan ganas de escupirte, sino de desenterrarte así todo podrido como estés y arrimarte el patadón en los huevos que nunca te di. Perdóname, pero no me quiero quedar con las ganas. Esa es mi mayor deuda contigo, el soberano patadón que tantos méritos hiciste por ganarte. Estamos pendientes. Nomás no cantes victoria ni creas que ya te libraste. Conste que te advertí. Aunque tengas el mugrero atascado de liendres y gusanos, me cae que voy a cumplir con mi promesa de patearte con mis botas rojas, las mismitas que traía el día en que tuve la desgracia de conocerte, esas botucas de casquillo que no me quitaba ni para dormir ni coger. Y pensar que todavía te atreviste a decirme que me veía muy cachonda y muy sado cogiendo con mis bototas. Puñetero ¿qué chingados sabes tu de sado? Pero eso sí, según tu muy digno todavía te sentiste con el derecho de decirme que me olían las patas la única vez en tu pobre vida en que me viste quitarme las botas, aquella tarde fría en que me puse terca de ir a nadar al mar.
Me dieron ganas de ahogarte esa vez, pero eras tan puto, que se te frunció para entrar al agua y ahí me dejaste sola nadando en pelotas mientras tú te empinabas lo poco que le quedaba a nuestra última botella. Y luego no apolingabas ni un quinto para comprar la otra, pero eso sí, bien que te las pisteabas cabroncito.
¿Te acuerdas de la tocada de mierda en la que nos conocimos ? La verdad no creo. Estabas tan pedo. Lo que más risa me dio fue tu jeta de borrego a medio morir con que te acercaste. Hubieras hecho cualquier cosa, óyeme bien, cualquier pinche cosa con tal de bajarme un trago de la botella Santa Helena Blanco que tan a gusto me estaba pisteando.
La banda que estaba tocando estaba de lo más aburrida. Tan jodido dejé al pobre cantantito la noche anterior, que al oír su voz de verdad me quedé con la impresión de haberle dejado un huevo pellizcado de por vida. Según él muy punketo, muy enfermote, me contrató para una sesión de hard core sado pero le arrimé tan buenos latigazos preliminares, que ya ni siquiera quiso que siguiera lo demás y se fue de mi cuarto como niño nalgueado. Eso sí, le cobré la sesión completa, ahora resulta que porque me salió puto el punketito le iba a perdonar la mitad de la tarifa. Ni madres. Con lo que me pagó me fui a pistear al antrucho ese donde tocaba su banda. Digo, para aprovechar y repartir mis tarjetitas entre los asistentes ¿Te acuerdas de mis tarjetitas? La verdad me veía culísimo en la foto y perdona la modestia pero hasta antojable, no me digas que no. Con mis bototas rojas, mi falda negra de cuero y mi antifaz con estoperoles, estaba para no resistirse. ¿Habrás llevado mi tarjetita en el bolso cuando encontraron tu jediondo cuerpo? Voy a mandarme hacer unas tarjetitas nuevas con una foto más provocativa, aunque con la misma frase; - -¿Quieres conocer los placeres del dolor? Llámame y vive en carne propia mi seductora Danza del Flagelo- No te arrepentirás-
Por esa época en que me conociste llamaba mucha gente. Mucho ruco andropaúsico que iba con ganas de que le arrimara unas nalgadillas mientras le escupía cochinadas. Con esos tenía cuidado. Pagaban buena feria y se conformaban con muy poco, así que por nada del mundo iba a pasarme de verga. ¿Te imaginas si les daba duro con el látigo? Capaz que uno se me muere y ahora sí que a valer madre, pues eran tipos de feria esos rucos. Si encontraban un muerto en mi casa no me iba a zafar tan fácil. Eso sí, como quiera les cumplía con el show, por eso no podían quejarse. Les amarraba las manitas con cadenas en las argollas que tenía colgadas del techo, le ponía un mecate en el cuello que casi los ahorcaba y entonces empezaba con mi baile. Máscara y guantes de seda, medias de red, botas rojas y un par de látigos con puntas de metal balanceándose en mi mano al demencial ritmo de la música de Genitortures. Un agasajo la mera vedad. Más que justificados los 400 dólares que cobraba por sesión. Y es que eso de ser dominatrix tiene su chiste, requiere su buena dosis de ingenio (y también de coca, para que te digo que no). Cuando jalaba de simple putita congalera de 150 dólares por hora, la cosa era bastante fácil. Darle su respectiva mamada al tipo, siempre y cuando pagara la tarifa extra de 25 dolarucos por oralidad previa, ponerle su condón, fingir una deliciosa venida y listo; servido está usted caballero, que pase el siguiente.
Hasta que un día me dio una hueva enorme verme a mi misma con esa carota de pendeja, haciéndome la muy caliente cada que un pinche cerdo me aplastaba bajo su panza caguamera y dije ya basta; si yo sentía repulsión por esos tipos, nada mejor que descargar sobre ellos todo mi desprecio en lugar de tener que fingir que me excitaban. Lo mejor de todo, aunque eso lo descubrí después, es que los pobres pendejos pagaban más caro por una mujer que los insultara y les pusiera unas reverendas latiguizas, que por una que jadeara a gritos diciéndoles mi tigre, mi rey, mi Tarzán y de más adulaciones que esos vejestorios ya ni se creían. Y es que el barrio está lleno de zorritas fingeorgasmos, pero hasta donde tengo entendido, no hubo ninguna otra dominatrix aparte de mí.
Claro, le invertí una lanita al vestuario de cuero y metal y también al acondicionamiento de mi recámara. Pero la inversión se recuperó de volada. Al principio yo no sabía cuánto cobrar. Empecé con 200 dólares por sesión, pero cuando vi que me sobraban los clientes, la fui subiendo. Tener el monopolio del sadomasoquismo en el pueblo con un mercado cautivo de comeviagras me permite darme el lujo de cobrar altas tarifas.
Como te decía, con los rucos tenía bastante piedad. Unos cuantos chicotazillos leves mientras le bailaba alrededor balanceando mi látigo. Con los más jóvenes no me tocaba tanto el corazón y a esos sí les daba con el chicote hasta sangrarlos, como le sucedió al pobre punketo pelos rojos que estaba cantando la jodida noche en que te conocí. Aunque la tarifa de 400 dólares les daba derecho a una cogida al final de la sesión, la verdad es que no eran muchos los que aprovechaban la promoción y si quieres que te sea honesta, he de decirte que en esa época cogí poco, muy poco. Llegaron a pasar varias semanas sin que nadie me diera una buena metida de verga como Dios manda. Claro, hubo sus excepciones; una vez llegó un tipo de pelo negro larguísimo que se prendió tanto con los latigazos, que se zafó quien sabe como de las cadenas y me dio un cogidón por el culo que todavía me duele.
No me puedo quejar. Me iba bastante bien en el negocio y me emocionaba ver la carota de envidia de las zorritas ex compañeras de trabajo cuando me veían bajar toda vestida de cuero de mi nuevo camionetón. Hasta que llegaste tú a cagarla y todo se fue al caño con solo mirar tu carota de de tlacuache desnutrido y tus ojos de pordiosero fijos sobre mi escote. La primera de tus chingaderas fue tomarte de hidalgo mi deliciosa botella de Santa Helena
Todo lo demás llegó después. Mi primer error fue aceptar darte por lástima el trago de mi botella que me pediste con tu fabulosa expresión de muerto de hambre que tan bien te salía. Si te hubiera regalado ahí mismo la patada en los huevos que nunca te dí, tal vez nada de esto hubiera pasado. Pero esa fue solo la primera de todas mis pendejadas. La segunda, aún más grave, fue abrir la boca cuando te acercaste a darme tu baboso primer beso, según tu muy seductor y romántico. Nunca te lo dije, pero besabas de la verga. Sin embargo, el verdadero acabose fue cuando se me ocurrió invitarte a que pasaras la noche en mi sacrosanta recámara, templo de mi prosperidad económica. Según yo me hacía falta una cogidita relajante, sin compromiso, digo, si una es experta cocinera también tiene derecho a que de vez en cuando le cocinen. El problema es que tú no sabías cocinar ni un chingado plato rancio. De veras, no te lo tomes a mal ni creas que estoy exagerando si te digo que nunca, lo que se dice nunca en toda mi vida me habían cogido tan mal. En serio, me he puesto a hacer un analítico repaso mental de todos los episodios sexuales que me han ocurrido desde los tiempos de mi desvirigine a los 12 años y en serio que te llevas el campeonato. Ni en el más aburrido domingo de mi vida me he sentido tan mal cogida. Puedes presumir el record y mira que por mi cama han desfilado pitos bastante mediocres, pero ninguno, lo que se dice ninguno, empata tu record de los siete segundos. Puedes presumirlo allá donde estés.
Tu nulidad quedó al descubierto desde la primera noche, cuando según tú en plan muy dominante me ordenaste que me pusiera de perrito y yo dije este cabrón debe ser de los míos y va a acabar sodomizándome, pero que va. Estaba yo en esas reflexiones sintiendo apenas tu minúscula cosa abriéndose paso entre mis paredes vaginales cuando oigo tu pinche gritote de tos perruna y siento mis nalgas chorreadas. Pero eso no es todo; luego de mirarme con la baba colgando vi como el rostro se te descomponía y de pronto tu hocico empezó a hacer erupción, cual si fuera un volcán de vómito. En cuestión de segundos mis hermosas sábanas de seda negra con rojo estaban totalmente guacareadas. Acto seguido, te dejaste caer desparramado sobre tus pinches gracias estomacales y te quedaste bien jetón. Como era de esperarse roncaste toda la noche. No me pidas que te explique la razón por la cual no te corrí a punta de patadas y latigazos. Yo misma no he podido explicármela hasta ahora.
Mucho menos he podido explicarme como permití que te quedaras dos semanas completitas durmiendo en mi cama los siguientes diez malditos meses en los que tuviste a bien tumbarme clientes y regalarme otras tantas cogidas relámpago tan o más insípidas que la primera.
Lo primero que tuve que hacer la primera mañana que amanecí contigo, fue cancelar a los cuatro clientes que tenía citados para ese día. Hubiera sido espantoso para mi reputación que vieran mis hermosas sábanas de seda atascadas de vomitada. Lo peor fue que ni en la tintorería se les quito el olor de tu guácara ¿pues qué chingados tragabas? Tuve que comprar otras por supuesto, que también tuviste a bien guacarearme una noche que estaba tan peda, como para tener fuerzas para contenerte.
Entonces creí que había llegado al más oscuro y recóndito fondo de toda bajeza posible. No podía concebir que hubiera un paso más abajo de ti, pero lo había, definitivamente lo había. Eso lo supe cuando de buenas a primeras te empezaste a ostentar como... ¡Mi hombre¡ Habrase visto. Nunca en mi vida nadie se adjudicó sobre mí título de propiedad alguno ni se atrevió siquiera a sugerir que podía regentearme hasta que llagaste tú y empezaste a jugar el rol de mi padrote y ese, a diferencia de tus cogidas, sí que te salía bien. Después de todo, nunca dije que no fueras un cerdo codicioso. Pero la mayor bajeza no fue el que tu te atrevieras a autonombrarte mi macho de buenas a primeras, sino el hecho de que yo lo aceptara y permitiera que me tumbaras mis tarifas de 400 dólares disque para administrarlos. Primero, según tú, agarraste el rol de maridito celoso que no quiere que por nada del mundo le toquen a su mujer, pero cuando viste que mis latigazos costaban 400 dólares te diste cuenta que ahí estaba la mina de oro y como tú nunca te preocupaste por hacer algo parecido a trabajar, para pronto dijiste de aquí soy. Según tu me cuidabas y vigilabas que ningún ruquito latigueado se fuera a pasar de lanza conmigo. Por favor, si los pobres se morían de miedo nada más de verme, pero ahí estabas tú, haciéndola disque de guarura, con tu metro sesenta de altura y tus brazos enclenques.
Permití que me malcogieras, que me humillaras, que me jinetearas la feria y vomitaras sobre las sábanas, pero en una sola cosa sí me mantuve férrea: jamás acepté bailar para ti la Danza del Flagelo. Digo, negocios son negocios y por alguna razón me requeteemputaba la idea de regalarte mi trabajo. Algún reducto de dignidad debía yo de mantener y ahí sí, por más que me rogaste y te arrodillaste, jamás accedí a ejecutar mi danza para ti. Por lo menos a alguna cosa tenía que decirte que no. Por lo demás, los acontecimientos siguieron su curso y pronto me fui acostumbrando a tu presencia.
Me divertía de sobremanera beber en tu compañía. Después de todo, antes de que te pusieras cachondo y soltaras tus guácaras eras un borracho divertido. Vaya, con decirte que hasta me acostumbré a guacarear tanto como tú luego de tres botellas y dos pases de coca pagados con los recursos que generaba la Danza del Flagelo. La verdad, ¿Para qué me hago pendeja? me la pasaba bien contigo. Puta madre, pensar que en las noches, ya medio dormida, hasta me abrazaba cariñosa a tu cuerpo roncante. Sí, también te odiaba bastantito, para que voy a negarlo, pero con toda la humillación de mi corazón, debo aceptar empezabas a hacerme falta, hijo de tu pinche madre, algún toloache muy efectivo habrás echado en mis vinos, pues aunque me parecías repugnante, cada vez me hacías más falta.
Hasta que me pediste tu pinche regalo de cumpleaños y todo se fue al carajo.
No se cómo lograste hacerme ceder, yo creo que me tocaste la vena de la ternura, pero el hecho es que me convenciste. A como diera lugar querías que de regalo de cumpleaños ejecutara para ti la Danza del Flagelo.
Te saliste con la tuya condenado y ahí me tenías esa tarde lluviosa encadenándote las muñecas y atando pacientemente la soga a tu cuello como una madre amorosa que viste a su hijo con el uniforme de la primaria. Después me fui a cambiar y por primera y única vez en tu jodida existencia, pudiste verme con mi ropa de cuero balanceando mi látigo sensual solo para tí. Como música de fondo elegí una pieza especial: Sodoms lullaby de Incestus Grand Mothers. Acéptalo, dime que me veía suculenta y malvada. Lo vi en tus ojos, desde el oscuro infierno donde estés ardiendo deberás admitir que al menos esa tarde sí te enamoraste de mí. Se te caía la pinche baba de verme bailar con mi látigo.
Te confieso que primero pensé en tratarte como a los viejitos y reservarte puros latigazos leves, casi simbólicos, pero cuando empecé a ondear el flagelo y las tres puntas de metal tocaron por primera vez tu pecho, me empecé a excitar. Perdóname, seguramente no esperabas un chingazo tan duro, pero yo lo disfruté en el alma. Entonces por alguna razón me empezaron a dar ganas de desgarrar tu piel a punta de látigo. Hasta en eso te puedes sentir afortunado, pues nunca antes había sentido tantos deseos de flagelar a un cliente. Me estaba excitando tanto, que hasta grité cuando te regalé el segundo chicotazo que te dejó tremenda marca cruzándote la cara. Entonces me miraste con tu célebre cara de pordiosero causa lástimas como pidiéndome piedad, pero ignorabas que una vez comenzada la verdadera Danza del Flagelo, no es posible abrir la puerta a la compasión y procedía recetarte el tercer chicotazo en la espalda. Por si fuera poco, tu jeta morada ponía en evidencia que la soga te estaba apretando el cuello más de lo políticamente correcto. Eso me excitó aún más, así que obsequié mi cuarto latigazo, esta vez en tu tenso pescuezo y espero, solo espero, que lo hayas apreciado como un obsequio, pues tú sabes bien los dólares que valía cada uno de mis golpes. Con lo que yo no contaba, pobre ilusa de mí, es que tu aguante de chicotazos era tan pobre como tu aguante a la hora de cogerme. Cuando apenas te iba a dar el quinto, directo y sin escalas a tus mismísimos huevos, te empezaste a convulsionar de una manera de lo más cómica y fiel a tu añeja tradición, comenzaste a escupir una guácara espumosa mientras tu rostro se deformaba. Y así, sin decir agua va, nomás te moriste, igual de rápido que tus precoces eyaculaciones. No se si fue asfixia, si fueron los latigazos o de plano el pinche miedo de verme tan emocionada poniéndote en tu madre. La cuestión es que tuviste a bien morirte en cuestión de segundos y para serte honesta, en ese preciso momento no pude determinar cómo me sentía exactamente, pues confieso que tardó en caerme el veinte de que mi super flagelo te había transformado en un cadáver y que tenía que esconderte o largarme a la chingada de ahí cuanto antes. Como suelo tomar la decisión equivocada, opté por la segunda alternativa y lo que más lamenté al cruzar la puerta de mi cuarto, fue no haberme dado un minuto de más para zorrajarte la patada en los huevos, que como te he comentado, traigo aún tantas ganas de darte. No había motivo para entrar en pánico, pero no me apetecía la idea de pasar demasiado tiempo ahí con tu jodido cuerpo colgando y cometí el error de irme demasiado rápido y dejar en el cuarto todo mi guarda ropa de cuero, mis nuevas sábanas de seda, mi colección de látigos y las llaves de mi supercamioneta que tu habías tenido el descaro de expropiar desde el día en que te convertiste en mi padrote. Tampoco traía demasiado dinero en la bolsa y nunca supe donde diablos escondías toda la lana que me jineteaste durante estos diez meses.
Cuando me largué de ahí te iba maldiciendo en voz baja y es que pensándolo bien, tu muerte me jodió bien y bonito. Tuve que abandonar mi hermoso cuarto y la ciudad donde tenía una fabulosa cartera de clientes, todo porque a ti se te ocurrió no aguantar mis cinco latigazos.
Todos estos días he traído ganas de escupirte y patearte y si no fuera por lo cruda que estoy, ya estaría junto a tu tumba en este momento. Anoche un amigo me notificó sobre el hallazgo de tu cadáver. Se tardaron trece largos días en dar contigo. Lógico es que apestaras a mierda y pensándolo bien, sí me creo la historia esa de los gusanos en tus ojos. La policía me anda buscando así que deberé esperar algún tiempo antes de ponerme a trabajar de nuevo y empezar a repartir tarjetas de la Danza del Flagelo. Por fortuna a los pobres diablos como tú los olvida muy pronto la justicia y francamente no creo que inviertan demasiados esfuerzos para que tu crimen no quede impune.
Por lo demás, aún estoy indecisa entre si ir o no a escupir a tu fosa común. Te confieso que mis sentimientos se confunden mucho últimamente. A lo mejor al llegar al cementerio me da por mear tu tumba. O quién sabe, tampoco descarto que pueda sentir algo que se parezca un poquito a la tristeza. Por favor no te rías de mi cursilería, pero a veces me haces falta y sí, extraño tus guacareadas, tus ronquidos y tus malcogidas. Sí, ya se que es el colmo de lo rimbombante, pero estoy a punto de pensar que a lo mejor y hasta me enamoré de ti. Ya mejor aquí le paro, porque al paso que va mi nostalgia, en lugar de ir a escupirte o a patearte los huevos, voy a acabar masturbándome en tu tumba evocado tu desgraciada figura. ¿No te parece el colmo del ridículo? Tú que en mil intentos nunca fuiste capaz de hacerme venir, me empiezas a gustar para ser la musa mental de mis futuros orgasmos. Por lo pronto, confórmate con que te perdone el escupitajo y la patada en los huevos.

IDS

I spit on your grave


Más prólogos de libros inexistentes

El murciélago de Wirikuta

En alguna de tantas correrías, mientras nuestros cuerpos brincoteaban a bordo de un jeep que nos conducía de Icamole a Real de Catorce, Macario Montaño, uno de los mejores guías de esa ruta, me platicó de cierto escritor habitante del desierto potosino, que tenía la particularidad de rehuir la luz del día.
El narrador en cuestión, según me dijo Macario, habitaba en un tejaban a las afueras de la población de Cedral, en donde trabajaba como velador de un huerto.
Entre los lugareños se narraba la leyenda de que el escritor era un vampiro al que la luz del Sol podía derretir en cuestión de minutos. Macario me aseguró que nunca nadie lo había visto de día.
Por supuesto, no pude resistir la tentación de ir a visitarlo.
Y así fue como una noche de primavera, vi por primera y única vez a Evaristo Aztiazarán. Confieso que imaginaba encontrarme con una suerte de dandy oscuro con delirios de Conde Drácula, lector de Stoker y Poe. Cual fue mi sorpresa al topar con un jipiosón treintañero, cuyo desgastado rostro le echaba bastantes años de más al engañoso cálculo de la primera impresión.
Evaristo deambulaba por el huerto bebiendo aguardiente de una botellita de plástico y vociferando al aire frases incomprensibles (después Macario me explicó que según la gente, Evaristo hablaba con los espíritus) Aunque al principio pareció ignorarme, Evaristo acabó por ofrecerme un trago de su aguardiente cuya aspereza fue el precio que debí pagar por romper el hielo.
Ya entrada la madrugada, Evaristo me platicó de su novela autobiográfica titulada ?Donde es el reventón?, en la que narraba cuando en busca de una tocada rockera emprendió con su novia Alejandra una travesía que lo llevó hasta ese desierto.
La segunda parte de su novela hablaba de las correrías que vivió con Alejandra en Real de Catorce hasta que una mañana, ella corrió despavorida gritando que la perseguía un jabalí. Su carrera terminó cuando se arrojó a una barranca. Nunca fue posible encontrar su cuerpo. Un mal viaje de mezcalina, me dijo después Macario, aunque Evaristo juraba que su novia había saltado a la otra realidad al más puro estilo de Don Juan Matus.
Cuando la llegada del amanecer se intuía en el horizonte, Evaristo interrumpió bruscamente la conversación y corrió a refundirse en su covacha. Apenas entreabriendo la puerta, Evaristo me dio un montón de arrugados papeles. Es el primer capítulo de mi nueva novela, se llama La alcahueta noche, alcanzó a decir sin asomar la cabeza.
Me sorprendió encontrar que su estilo no tiene en absoluto que ver con la novela gótica. También me sorprendió la vibra innegablemente autobiográfica pese a la primera persona y la forma en que el autor se burla de si mismo.
Desconozco si la mujer de la que habla existió alguna vez o si fue una de sus peyotiles alucinaciones. Desconozco cual sea la ruta de La alcahueta noche. Aquí incluyo únicamente lo que parece ser un primer capítulo, al que al final acabé viéndole cara de cuento.


Encarnación Leydelmonte

Monday, July 12, 2004

Opera

Mentiría si digo que poseo al menos mínimas bases para opinar de opera. Luego entonces, mi criterio se basa únicamente en el puro y natural sentimiento de goce que da escuchar la música adecuada, en el momento preciso en que tus sentidos están listos para dejarse contagiar por su vibra.
Lo que más disfruté de Opera en la Calle fue su buena dosis de espontaneidad. Sí, algunos le podrían llamar defectos de organización, pero ello precisamente enriquece a este festival, pues queda claro que no hubo grandes empresas atrás de él que se encargaran de la logística y todo eso, sino únicamente gente realmente aficionada que hizo lo mejor posible para hacer un buen festival. No tengo fundamentos técnicos para hablar de sopranos, tenores y barítonos. Lo que escuché me gustó. Me quedo gratamente impresionado por el tenor Ignacio Clapés y por Marco Antonio Labastida. Gran vibra la que transmite la Colonia Libertad.
Realmente parece difícil creer que en Tijuana haya tantas personas con voces privilegiadas. Opera en la Calle me demostró una vez más como los géneros artísticos y musicales que no gozan del apoyo de los medios comerciales, pueden respirar con sus propias branquias y brillar con luz propia cuando se lo proponen. Y mientras el ambiente de Chafarotti en la Salada fue snobismo, mamonería y pretensiones de VIP para ver un cantante en decadencia, Opera en la Calle fue un ritual de amor al arte, que jamás se peleó con la calidad.


Camilo Sesto

La música de Camilo Sesto me recuerda a mi abuela. Hay canciones capaces de tocar cierta penumbra de la nostalgia en el momento preciso. Dicen que aquello que habita en el subconsciente no muere jamás y puede brotar de nuestras profundidades interiores en el momento en que alguien toca esa fibra.
Antecedido por dos excelentes vinos, cortesía de PG Beas, Camilo Sesto tuvo a bien treparme a una máquina del tiempo para llevarme a los más tempraneros ayeres de mi primera infancia, allá en la Calle Río San Juan, 103, Colonia Miravalle.


Sepultura

Sepultura dejó de existir un 16 de diciembre de 1996, en la Brixton Academy de Londres. Fue ahí donde esta mítica banda recetó su último concierto con Max Cavalera en la voz. Y qué concierto mi buen. Pocos grupos han perdido tanto con la salida de su vocalista. Sepultura después de Max no existió más (con perdón del negrito Derek). Los dos salieron perdiendo horriblemente, pues Soulfly jamás llegó ni llegará a los terrenos míticos que alcanzó Sepultura. Recuerdo la noche del 7 de diciembre de 1991, la Arena López Mateos de Tlanepantla atiborrada de melenas y camisas negras listas para recibir a la mejor banda de metal extremo del momento: Sepultura en plena gira del Arise. Vaya energía, vaya vibra, escuchar Beneath The Remains, Dead Embryonic Cells, Orgasmatron y Arise con todo el coraje y el odio que cargaba a mis 17 años. Dos días después, los brasileños fueron a dar autógrafos a la tienda de discos donde yo laboraba. Aún tengo mis fotos con el Max, el Andreas y el Igor. Para mi el inicio de los 90 fue de Sepultura. Creo que por esos años escuché más a los paulistas que a los mismísimos Slayer y Metallica. Ahora en mis audífonos me receto es último concierto en Londres, adquirido en la tienda de PS Garcia. Gran cierre con ese monumental cover de Motörhead Orgasmatron, con el que cerraron el concierto en Tlane, ahora mismo en mis oídos.

Brasil

Brasil es sin duda el país de América en donde la Iglesia del Metal tiene más adeptos. En esta enorme nación sudamericana aún hay hordas de melenudos que vibran con el metal más clásico. Sin duda Sepultura ha sido la banda brasileña más trascendente de la historia, pero no la única. A Sepultura le antecedieron los blasfemos blackmetaleros de Sarcófago y los hardcoreros de Ratos do Porao. Hoy en día los deathmetaleros extremos de Krisun y los virtuosos casi progresivos de Angra y Shaman levantan en alto la bandera de Orden y Progreso.
Los brasileños, al igual que yo, saben gozar del buen futbol y del buen metal.
Como dato adicional diré que los hermanos Cavalera son fanáticos del Palmeiras, mientras que Andreas y Paulo son hinchas del Sao Paulo.
En su más reciente concierto en Brasil, donde son auténticos ídolos, los cinco integrantes de Primal Fear salieron a tocar cada uno con una camiseta de algún equipo de Sao Paulo (Palmeiras, Corinthians, Portuguesa, Sao Paulo y Santos)
En su última aparición en Río Iron Maiden acudieron como invitados especiales al estadio Maracaná a presenciar un partido del Vasco de Gama con la Torcida radical de este equipo.
Los torcedores de Vasco da Gama sacaron una enorme bandera monumental en la que aparecía Eddie (la calaca de Maiden para los no conocedores) vestido con el uniforme de la franja negra y el barquito.

Nadie me preguntó, nadie me dijo que lo contestara, pero yo me meto donde no me importa por primera vez incluiré en Eterno Retorno uno de esos cuestionarios tan populares entre la blogósfera.

Tres cosas que me asustan

- La vejez
- La mala salud
- Los empresarios capitalistas con mentalidad de M.A Cornejo


Tres personas que me hacen reír

- El blog del Chango 100
- Los libros de Nachón y de Vallejo
- La carrilla pesada de los colegas de la Redacción (mención honorífica Neto Álvarez)

Tres cosas que me gustan

- Sexo
- Vino
- Mar
- Libros
- Metal
- Futbol y chale, ya me pasé


Tres cosas que no me gustan

- Ser despertado luego de batallar un chingo para conciliar el sueño
- El tráfico de la 5 y 10 y la Internacional
- El rap, el hip hop y toda la basura negra


Tres cosas que no entiendo

- La gente que cree en los manuales baratos de calidad empresarial
- Las computadoras (les entiendo el 15%)
- La fascinación de la banda bloguera por el Zacaz.



Tres cosas en mi escritorio

Libros, libros, libros.
Fotos de Carolina y mías
Periódicos viejos y documentos que en su momento fueron reveladores.



Tres cosas que hago en este momento

Contestar un test estúpido que nadie me pidió contestar
Escuchando Sepultura en los audífonos
Terminando un reportaje de empresas piratas de seguridad



Tres cosas que quiero hacer antes de morir

Ir a Praga
Ir a Buenos Aires (concretamente a la Bombonera de Boca)
Recorrer los cinco países de Escandinavia



Tres cosas que puedo hacer

Hacerme pendejo
Acabar de escribir más temprano que todos
Moderar debates



Tres cosas que no puedo hacer

Aprender cómo chingados se suben fotos al blog
Terminar mis reportajes con tiempo de sobra
Leer un solo libro a la vez


Tres cosas que deberías escuchar

Toda la discografía de Black Sabbath y Iron Maiden (y mi nuevo disco de Sepultura)
Todas las canciones de Piporro
Los sonidos del silencio en un atardecer frente al Pacífico.


Tres cosas que NO deberías escuchar

El rap y la música de negros
La música sinaloense
Los discursos de los candidatos de cualquier partido

Tres de las cosas que digo más

Pegándole duro, tirando trancazos (cuando me preguntan qué he hecho)
Mire usted, voy a sacar para mañana una nota que lo involucra y mi Código de Ética me exige que...
ARRIBA LOS TIGRES


Tres cosas que te gustaría aprender

Todo lo referente a las computadoras
A tomar fotos más chingonas
A quedarme dormido con facilidad


Tres bebidas que consumas regularmente

Vino tinto
Cerveza (Tijuana, Heineken, Guiness etc)
Café



Tres programas que veías cuando niño

Reino Salvaje
El Chavo
La serie animada de Don Quijote



Tres películas que recomiendes


Sur
Señor de los Anillos (Toda la trilogía)
Ojos bien cerrados (la escena de la misa negra)


Tres lugares donde hayas tenido sexo

Un avión transatlántico (si por sexo se entiende orgasmo compartido)
En el monte vil
En una alberca


Tres pasatiempos favoritos

Estar con mi mujer (y todo lo que de ahí se deriva)
Leer, beber vino y escuchar metal (al mismo tiempo)
Bloguear



Tres canciones que te ponen en ambiente

Number of The Beast (Iron Maiden)
Sabbath, Bloddy Sabbath (Black Sabbath)
Natalio Reyes Colás (Piporro)

Tres pecadillos

Robar libros
Molestar a Morris hasta hacerlo rabiar
Reciclar reportajes cada cierto tiempo


Tres logros

Ganar la quiniela de la Eurocopa con Grecia
Ganar el premio de periodismo Tijuana para donarlo a la Cruz Roja
Ganar un chingo de concursos de oratoria

Tres aromas que disfrutes

El olor del mar
El aroma del vino recién descorchado
El olor de la piel de la mujer amada

Tres títulos para la novela de tu vida

Odiando a Dios en Tijuana
Daxdalia
¿Dónde es el reventón?