Bienvenido David. Lecumberri te saluda. Tarde o temprano tenías que venir a ocupar tu lugar en el Universo. Lástima que yo ya no estaré aquí para acompañarte
Lo que son las cosas, querido Ramón. Tú te vas y yo apenas llego. El destino nos tenía reservado un sitio particular en este infierno que Stalin nunca conoció.
Carajo David, no olvides yo me comí 20 años en este hotel barras de hierro por completar la tarea que tú dejaste pendiente. Tal vez si hubiera tenido un poco más puntería a la hora de tirarle a León Davidovich me habrías ahorrado estas dos décadas de sombra.
Claro, la mala puntería. ¿Sabes qué es lo que más me hiere? La burla y la maledicencia. Que cuál coronelazo ni que ocho cuartos, que yo no sé ni agarrar una carabina, que lo dejé ir vivo por inexperto. A veces creo que hubiera preferido caer preso por haber dejado como coladera a Trotsky con puro tiro de metralla y no tener que andar oyendo a los maloras hablando mal de mí.
Pero mientras yo estaba guardado en este calabozo, tú recorrías el mundo pintando aquí y allá. Habrías podido matarlo o dejarlo vivo y seguirías siendo Siqueiros. Yo en cambio no tengo nombre ni identidad. Por eso tuve muchas. No importa si me llamo Jacques Monard, Frank Jackson o Ramón Mercader. Tampoco importa cualquier otra cosa que haya hecho en el pasado o lo que pueda hacer en el futuro, si es que aún tengo alguno. Haga lo que haga yo seré siempre el asesino de Trostky. A más ya no puedo aspirar.
Bueno, entonces deberías darme las gracias por heredarte la tarea. Yo era el ejecutor designado por Stalin, yo iba a la cabeza del comando. Tú y tu madre solamente iban a realizar tareas de vigilancia. Entraste en escena porque yo fallé, pero a mí nunca me ha gustado perder en nada, ni siquiera en las cartas o el dominó.
Friday, January 17, 2020
Wednesday, January 15, 2020
Dicen que cada quien habla como le va en la feria y a nosotros en la feria de la inseguridad no nos había ido tan mal en nuestro microcosmos, en las comunidades aledañas a la carretera Escénica entre Tijuana y Rosarito. Inmersos en la catarsis del caos, durante años habíamos vivido con relativa tranquilidad en esta área. Habíamos (tiempo pasado) porque en los últimos días el crimen ha llegado en plan impune a esta zona. Ayer a las dos de la tarde, una señora que hacía fila en la escuela para recoger a su hijo fue encañonada con armas largas y bajada de su camioneta que le fue robada. El segundo atraco de este tipo que se registra exactamente en el mismo lugar en la última semana. El modus operandi es bajar al conductor a punta de fusca y llevarse el auto. El Oxxo y los puentes se han vuelto zonas de altísimo riesgo y ni hablar de los asaltos en plena carretera Escénica que se han incrementado (la semana pasada, el robo y posterior volcadura de un camión de gas en Real del Mar provocó el cierre de la autopista por varias horas en el tramo de Rosarito a Tijuana). Por fortuna, y justo es reconocerlo, la camioneta robada ayer a punta de pistola fue recuperada por la noche por pura casualidad en un alcoholímetro, pero la malandrada actuó con total desparpajo e impunidad a la luz del mediodía. Viéndole el lado bello al asunto, debo decirles que las estrellas y la luna llena nunca habían lucido tan hermosas como este invierno, así como en los idílicos ranchos, pues sucede que desde hace más de un mes carecemos de alumbrado. Cae la noche (aquí en diciembre y enero oscurece pasaditas las cinco de la tarde) y nuestras calles se sumergen en turbulentas tinieblas. Blacker than Darkness. Con decirles que mantuvimos la decoración navideña externa para que al menos hubiera un destello de luz en la boca de lobo. Creíamos que en Tijuana habíamos tocado fondo con el Patas Gastelum, que era imposible tener peor alcalde, pero al menos por lo que a nosotros respecta, los primeros meses de Arturo González Cruz han sido los peores en la historia de esta comunidad. Lo mismo aplica para Aracely Brown en Rosarito. Llevamos 17 años viviendo en esta zona y les juro que nunca antes nos habíamos sentido tan inseguros como ahora. Tiempo de ir armando las autodefensas. Ni modo: cada quien habla como le va en la feria.
Tuesday, January 14, 2020
Respirar el texto: a leer en voz alta se ha dicho
Aquí viene un capítulo polémico. Dijo Baudelaire que en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre debe estar consagrado el derecho a contradecirse. Pues bien colegas, yo aquí voy a sonar contradictorio. He dicho más de una vez que lo prioritario es concentrarse en contar una buena historia, en encontrar desde el primer párrafo su centro neurálgico y en abrir al puro estilo de los buenos reporteros, yendo al punto y sin rodeos. Pues bien, aquí viene la mayor contradicción de este taller: no basta con que el texto esté bien redactado y cumpla con la sintaxis. Hace falta que suene bien. Tu texto puede aparentemente no tener fallas estructurales, pero para ser un texto inolvidable a veces hace falta cierta cadencia y esa solo la da la lectura de poesía. Muy a menudo me sucede que he terminado un cuento y a la hora de respirarlo reparo en que no me gusta. No hay errores aparentes y sin embargo no me late cómo suena. El mejor ejercicio en esos casos es leerte a ti mismo en voz alta. Tu cuento debe ser respirable. Si a la hora de pronunciar las palabras te atropellas o te tropiezas y simplemente no das con el ritmo adecuado de lectura, es que algo hiciste mal. Tomen con reservas este apartado, que tiene más que ver con el hedonismo lector que con la efectividad. Me gusta leer prosistas rítmicos. Tal vez el caso más prototípico sea García Márquez y el punto más alto mi tocayo Daniel Sada. Con Sada importa muy poco qué historia me está contando. Me basta con abandonarme al ritmo de su prosa y a sus vocablos inventados. Yo mismo debo admitir que la mayoría de mis párrafos de apertura están hermanados por un mismo ritmo. Independientemente del tema, son frases que tienen la misma cadencia. Claro, estoy lejos de poder mantener el ritmo medido y cadencioso a lo largo de toda la narración, pero les juro que he muerto en el intento.