La Feria del Libro de Tijuana ya es treintona
Por Daniel Salinas Basave
La Feria del Libro de Tijuana llega a la treintena en este 2012. Eso significa que en esta ciudad tenemos ya una feria adulta, una feria con la madurez suficiente como para saber - o por lo menos para intuir- lo que le conviene y lo que no. Una feria con tres décadas de vida en las que en teoría tendría que haber asumido la experiencia para poder crecer e innovar. Vaya, a los 30 años una persona ha tenido generalmente el tiempo para fracasar y aprender de sus tropiezos. Tener treinta años es ya una antigüedad para tomar en cuenta. Para darnos una idea, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara cumplió 25 años y la de Monterrey 23. Les llevamos más de un lustro de experiencia y sin embargo da la impresión que en organización, alcance, trascendencia e influencia nos llevan varios años luz. El problema es que la Feria del Libro de Tijuana se recicla, pero no se reinventa. Se repite una y otra vez, pero no sorprende. Es constante, pero no perseverante. En afán de ver el vaso medio lleno, podemos decir que es un mérito que Tijuana siga teniendo, contra viento y marea, su Feria del Libro, mérito que corresponde exclusivamente a los libreros, con mención especial para don Alfonso López Camacho de Librería El Día. El empuje, la capacidad de sacrificio y sobre todo el amor por los libros, ha sido lo que ha hecho posible que la Feria del Libro de Tijuana no naufrague. Mantenerse a flote en una ciudad donde el apoyo oficial a la lectura es nulo es una hazaña quijotesca y aquí el Quijote ha sido don Alfonso. El problema es que mientras la organización del evento dependa únicamente del siempre magro presupuesto del IMAC, de las limosnas de Conaculta y del golpeado gremio de los libreros, la Feria del Libro de Tijuana seguirá siendo un evento menor, una feria provinciana sin mayor trascendencia que se limitará a llevar al estacionamiento de Plaza Río los mismos libros que podemos conseguir en esta ciudad los 365 días del año. Venga una odiosa comparación: la Feria del Libro de Madrid, que lleva celebrándose 70 años ininterrumpidos, es organizada por la Asociación de Empresarios del Comercio del Libro de Madrid y la Asociación de Editores de Madrid, pero colaboran el Ministerio de Cultura, las universidades Complutense, Politécnica y Autónoma de Madrid, la Carlos III, la Rey Juan Carlos, la Universidad de Alcalá, además de los periódicos El País, ABC, El Mundo y La Razón, las embajadas de los países participantes, además del Banco Sabadell y la Fundación Círculo de Lectores entre otras. La Feria del Libro de Monterrey nació en el Itesm y aunque este instituto sigue siendo el organizador y mantiene el control del comité directivo, hay un comité ejecutivo en donde participan empresarios. Mientras el éxito o fracaso de la Feria del Libro de Tijuana siga dependiendo del presupuesto del Instituto Municipal de Arte y Cultura, eternamente recortado por las diferentes administraciones y de los apoyos que puedan llegar de Conaculta, los resultados seguirán siendo mediocremente predecibles. Seguiremos teniendo una feria casera, con las mismas librerías y editoriales de toda la vida y con ventas pobres. Ahora bien: ¿Tijuana no es capaz de organizar grandes eventos? Pregúntenle a Tijuana Innovadora. ¿Cuál fue la clave para organizar un evento que dio de qué hablar a nivel internacional? Altas dosis de creatividad materializadas en presupuesto. Con la visión tradicionalmente mediocre y conformista de los ayuntamientos y la indiferencia de las grandes empresas hacia la cultura, será complicado aspirar a tener un evento cuya resonancia trascienda los límites del estacionamiento de Plaza Río. Con su cortísima visión, los alcaldes de la ciudad no han sido capaces de ver que la Feria del Libro de Tijuana puede ser nuestro mayor escaparate de promoción internacional, el gran evento que nos convierta en punto de referencia, tal como en la esfera industrial y tecnológica nos promovió Tijuana Innovadora. La ciudad de Guadalajara es nota en medios de todo el mundo durante la celebración de la FIL. Muero de envidia cuando leo a periódicos del tamaño de El País de Madrid o Clarín de Buenos Aires dedicando una sección diaria especial para hablar de lo que pasa en la feria tapatía. Enviados especiales y corresponsales de todo el mundo acuden a cubrirla y aunque oficialmente no es un evento para promover o realzar la imagen de la ciudad, lo cierto es que todo el mundo habla de Guadalajara mientras se celebra la FIL. ¿Quién sale ganando? La ciudad por supuesto. Eso es lo que ayuntamientos y empresarios deberían contemplar. ¿Alguna vez se ha publicado una nota de la Feria del Libro de Tijuana fuera de la prensa regional? Yo todavía no leo la primera. Vaya, imagínese que a la Feria del Libro de Tijuana viniera un Premio Nobel, digamos un Mario Vargas Llosa, o si el peruano les cae mal por neoliberal y reaccionario, qué tal un Coetzee o un o un Orhan Pamuk. Vaya, manejar en la agenda de presentaciones a un Paul Auster, un Ricardo Piglia, un Enrique Vila-Matas o un Carlos Fuentes. Sí, puede que estos autores le caigan mal, pero al menos se tiene la seguridad de que serán noticia y atraerán reflectores a Tijuana. ¿Quiere usted un evento a reventar de adolescentes? Vamos pensando en traer a la creadora de Crepúsculo o a la mamá de Harry Potter. Gustos literarios aparte, este par de señoras podrían dar mucho de qué hablar y sin duda nos traerían visitantes de otras ciudades. En fin, el espacio se acaba. En el próximo número de El Informador incluiremos propuestas para hacer crecer la Feria del Libro de Tijuana. Es un compromiso.