1- El mejor platillo de la primera ronda, al menos por el espectáculo en la tribuna, será el Argentina vs Islandia. ¿Recuerdan el gran coro de los guerreros boreales en la Euro? Será fascinante verlos frente a las barras bravas. Si la mitad de la población de Islandia fue a ver a su selección a Francia, creo que ahora veremos al país completo en Rusia.
2- Suecia y Alemania son los países con más representantes en mi colección de discos. Suecia, el país del mejor Death Metal melódico, con extraordinarios exponentes Black y Heavy, y Alemania, con su rabioso Thrash teutónico y su gloriosa tradición Power Metal. No sé cuál país elegiría en lo musical. Ahora que si a biblioteca vamos, Suecia está representado con no pocos exponentes Noir (la colección casi completa de Mankell, Ajvide Lindqvist, Lapidus, Lackberg, los Larsson) y el anarco-depresivo Stieg Dagerman. De Alemania hay de dulce, chile y de manteca. Desde mi tótem de pre adolescencia llamado Herman Hesse (es suizo pero escribe en alemán), Mann, Grass, el seminal Goethe, Hoffmann, Safransky. La lista es larga. De Corea no tengo ni un Samsung ni un Kia ni he leído un solo autor y lo que he escuchado de música es una vil mierda.
3- México y Suecia se enfrentarán en Ekaterimburgo, al pie de los Urales, justamente la ciudad donde fue masacrada la familia Romanov en 1918. Ahí se definirá todo. ¿Acabará México acribillado y disuelto en ácido como la familia de los zares? En la mítica Moscú contra el Panzer alemán y a orilla del río Don contra los coreanos.
4- Más allá de teorías conspirafóbicas, lo innegable es que la FIFA siempre consentirá al anfitrión. Eso va implícito. Rusia es un local particularmente débil y desangelado y es preciso asegurar que llegará por lo menos a octavos. Por ello le ponen el rival más débil de toda la copa, que es Arabia y otro que suponen a modo, que son los egipcios, aunque no serán sencillos. Otro eterno apapachado es Brasil, siempre con grupitos a modo en primera ronda.
5- Interesante el clásico de la Península Ibérica. Pueden levantar chispas el Inglaterra vs Bélgica, el Colombia vs Senegal, el Francia vs Dinamarca. Ojo con Serbia (Predrag andará suelto en Rusia con su cachiporra). Ojo con Egipto y Senegal.
6- Si México califica como segundo lugar de grupo, jugaría octavos el lunes siguiente a la jornada electoral, tempranito en la mañana, justo cuando esté la recta final del conteo de votos, entre impugnaciones y proclamaciones de triunfo de los candidatos. Será divertidísimo escuchar las teorías y peroratas de los chairos culpando de todo a la mafia del capitalismo mundial, la FIFA, las federaciones sueca y alemana, Salinas de Gortari, Trump, Putin, el FMI y el Banco Mundial por haber manipulado las cosas para que México juegue la mañana del lunes 2 de julio y en eso se caiga el sistema, funcione la alquimia, se altere el PREP, alinean los astros de Atlacomulco y zas que te zas… Meade triunfador y México al quinto partido. Me voy a reír tanto.
Friday, December 01, 2017
Wednesday, November 29, 2017
Los desgarros escriturales en torno a la figura paterna podrían ser un género literario en sí mismo. Los entreveros no resueltos con el padre tiránico, promiscuo, alcohólico, frío, ausente o muerto han dado lugar a cientos de miles de páginas de vena cortada. Todos hemos leído más de una. Ya el gran Federico Campbell ha horadado profundo en esta obsesión en su genial Padre y memoria. La galería es descomunal. Ahí están para muestra la kafkiana carta a papá y nuestro seminal Pedrito Páramo por no hablar del fundacional Hamlet como los clásicos de clásicos, pero tenemos también La invención de la soledad del buen Paulino Auster, Mi oído en su corazón de Kureishi, La muerte del padre de Knausgard o La clave Morse del mismo Fede. Si algo nos sobra en el mundo son escritores embroncados con el progenitor. Lo verdaderamente atípico, es encontrar una narración donde papá sea el héroe y se hable de una infancia feliz, plena y poblada de buenos recuerdos gracias a la presencia de un padre cariñoso, comprensivo, empático que siempre estuvo ahí para tender una mano. Por eso me supo a ráfaga de aire fresco leer El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince. Si alguien me pregunta en qué modelo de educación creo o qué estilo de paternidad aspiro a ejercer, les diría que por favor lean el libro de Héctor. Yo intento ser como fue su papá. Hoy que en las redes sociales me topo con tantas basuras nostálgicas de la mano dura y el método educativo basado en el terror, pienso en que tener un padre como el de Abad puede encausar una vida plena. Nadie puede garantizar la absoluta felicidad de un hijo o su triunfo en la vida (si es que alguien cree en tal utopía) pero sí creo que de los padres depende crear las condiciones para tener una infancia libre de miedos, violencia, autoritarismos estúpidos e inseguridades.
Un gran libro el de Abad Faciolince. Por las circunstancias del país y la época en que les toca vivir, el desenlace de la historia es trágico, pero al menos no triunfan los rencores y los traumas familiares. Aterrador leer la descripción del Medellín de mediados de los ochenta, sobre todo porque me parece que están hablando de la Tijuana actual. Y claro, lo más duro es reparar en la fuerza del olvido, imposible de conjurar pese a todo el amor del mundo.
Monday, November 27, 2017
La conclusión acaba por ser aterradora: no hay escritura sin dolor. No se trata solamente de acomodar palabritas como quien coloca un lego arriba de otro. Nombrar demonios punza y hiere. No se puede ir por la vida desdoblando mundos y pretender que no pasará nada. Escribir tiene (o puede tener) su dosis de hedonismo, pero en cualquier caso es más grande (o por lo menos más probable) el dolor.
Todo desparramador de palabrería, aún el más torpe e ingenuo, el más pretencioso e imbécil, conoce algún día aunque sea un destello, una pizquita del éxtasis, la sensación de estarse elevando a alguna cumbre desconocida, la intuición de un desdoblamiento interior, del inminente encuentro con una otredad que saldrá al paso. Puede ser un mentiroso resplandor, pero irrumpe (juro que irrumpe) aunque suele desvanecerse y evaporarse rápido. Al final queda el flagelo y la impotencia, pero acaso ese espejismo sea tan fuerte para justificarlo todo. ¿Por qué somos tantos los que nos arrimamos al desbarrancadero? ¿Cómo es posible que la catástrofe sea tan adictiva?