Mi amigo Hugo Fernández me pide una reseña de Nostradamus, el nuevo álbum de Judas Priest, para su revista La Guía. Es un absoluto placer para mí reseñar mientras escucho una y otra vez el mejor álbum del 2008 y uno de los discos de Heavy más complejos, profundos y ambiciosos de los últimos tiempos. Padre Judas, eres Supremo.
Judas Priest
Nostradamus
Epic
Por Daniel Salinas Basave
Está escrito en la profecía y el vaticinio se ha cumplido: Tras la retribución del ángel, cuando los comensales de la última cena del rock se levanten de la mesa, el Padre Judas volverá de las tinieblas para escribir su evangelio. Tras más de 35 años oficiando la ceremonia desde el altar supremo de la iglesia Metal, Judas Priest entrega el álbum más complejo, profundo y ambicioso de su larga historia. Por dónde se le vea, Nostradamus es simplemente una obra mayor. Un disco pensado, trabajado, maduro en extremo, basado en la vida, obra y profecías de Jean Michele de Notredame, mejor conocido como Nostradamus. El disco puede satisfacer o no y acaso divida opiniones, pero nadie con un mínimo de objetividad podrá calificarlo como un álbum del montón. Nostradamus no es ni podrá ser considerado un álbum más, no solo dentro de la discografía de Judas Priest, donde rompe paradigmas y destroza barreras, sino dentro del pandemonio metalero. De entrada la apuesta por un álbum doble y conceptual es extremo arriesgada. Fácil es para muchas bandas cumplir el trámite y sacar el compromiso con la disquera rescatando grabaciones sobrantes del estudio y componiendo un par de temas pegajosos que irán escoltados por seis o siete de relleno y algún viejo hit remixeado. El Padre Judas en cambio dio cátedra al escribir su último evangelio. Nostradamus es un álbum concebido como un todo, una unidad absoluta e indivisible. Un disco que para apreciarse en todo su poder e intensidad debe escucharse completo y en orden. Escucharlo en desorden o seleccionar unos cuantos temas haría perder todo su encanto. Más que de canciones, preferiría hablar de partes, pasajes, etapas de una misma sinfonía. Nostradamus posee el espíritu de las grandes “óperas rock” de los setenta y de hecho hay momentos en los que el coqueteo con el rock progresivo es descarado. Tal vez no pasará a la historia como el álbum emblemático de Judas Priest, el que define su esencia, pues ese lugar ya lo han reservado clásicos como “British Steel” y “Screaming for Vengance” o el canto de cisne de los ochenta, “Painkiller”, néctar puro del Heavy Metal, pero sí asegurará su lugar como el disco más trabajado, más diverso y contrastante de la banda.
Judas Priest ha enarbolado como pocos o acaso como nadie la ortodoxia en el Heavy Metal. Sin dejar de reconocer a sus paisanos de Birmingham Black Sabbath como los padres de la criatura metalera, es un hecho que Judas son los primeros en ejecutar Heavy en toda la extensión de la palabra y con todos los elementos del género, despegado ya del Hard Rock o el Rock Psicodélico. Hay quien dice que “Sad Wings of Destiny” de 1975, es el primer álbum hecho y derecho de Heavy Metal. Vaya, los clichés líricos e iconográficos del género, duelos guitarreros, doble bombo cabalgante, gritos agudos, cuero, metal y Harley Davidson, se los debemos a ellos y todo aquel que haya sido joven en los ochenta escuchó y tarareó el riff de “Breaking the Law” o “The Hellion”. Pero sin dejar de ser esencialmente un álbum de muy buen Heavy Metal, Nostradamus va mucho más lejos y bucea más profundo. Calmas y tempestades, balada e himno épico, sonido eléctrico y acústico, riff metalero y teclado progre, tristeza, furia y un rayo de esperanza definen a esta obra, la que más teclados tiene en la historia de Judas Priest junto con el polémico “Turbo”. Es también el álbum con más baladas y rolas lentas y, hay que decirlo, el álbum en donde más se extrañan los gritos agudos de Halford, quien sigue cantando muy bien, pero ya no llega a los tonos de antaño
El teclado primigenio, la atmósfera mística de los primeros acordes y la irrupción escalonada de las guitarras en el intro “Down of Creation”, hacen presagiar desde los primeros minutos un trabajo envolvente, la calma que anuncia el arribo de la primera tempestad que es “Prophecy”, duelo perpetuo de dos guitarras tras un solo introductorio y la voz de Rob Halford presentando al profeta ante los comensales de la cena: “I,m Nostradamus”. Pero a la tormenta le sucede la paz acústica de “Awakening”, melancólico preludio de “Revelation”, donde el eterno desafío guitarrero entre Glenn Tipton y KK Downing toma niveles apoteósicos en el que “The Four Horseman” es sólo un breve puente de Halford cantando casi a capela antes de declarar la guerra y hacer sonar los tambores de combate con “War”. Baja la marea y vuelven las aguas calmas con “Sands of Time” para dar paso a “Pestilence and Plague”, con sus guitarras cabalgantes como jinetes apocalípticos en marcha épica para desbocar, en “Death”, una melodía densa, pesadísima, antes de la serenidad de “Peace”.
El segundo disco abre con “Solitude” una atmósfera quieta de teclados que desembocan en la poderosa balada metalera “Exiled” para dar paso al que en lo personal considero uno de los pasajes más poderosos del álbum: “Alone”, un tema simplemente perfecto. “Shadows In the Flame”, “Visions” y “Hope” bajan la descarga decibélica, antes de anticipar la tormenta final con “Calm Before the Storm” para descargar toda la furia metalera a lo “Painkiller” con “Nostradamus” y cerrar el álbum con una luz de esperanza para la humanidad en el tema más largo del disco: “Future of Mankind”. Punto final. Uno de los álbumes de rock duro más complejos y ambiciosos en lo que va del Siglo XXI se ha escrito. La profecía de Nostradamus se ha cumplido.
Judas Priest
Nostradamus
Epic
Por Daniel Salinas Basave
Está escrito en la profecía y el vaticinio se ha cumplido: Tras la retribución del ángel, cuando los comensales de la última cena del rock se levanten de la mesa, el Padre Judas volverá de las tinieblas para escribir su evangelio. Tras más de 35 años oficiando la ceremonia desde el altar supremo de la iglesia Metal, Judas Priest entrega el álbum más complejo, profundo y ambicioso de su larga historia. Por dónde se le vea, Nostradamus es simplemente una obra mayor. Un disco pensado, trabajado, maduro en extremo, basado en la vida, obra y profecías de Jean Michele de Notredame, mejor conocido como Nostradamus. El disco puede satisfacer o no y acaso divida opiniones, pero nadie con un mínimo de objetividad podrá calificarlo como un álbum del montón. Nostradamus no es ni podrá ser considerado un álbum más, no solo dentro de la discografía de Judas Priest, donde rompe paradigmas y destroza barreras, sino dentro del pandemonio metalero. De entrada la apuesta por un álbum doble y conceptual es extremo arriesgada. Fácil es para muchas bandas cumplir el trámite y sacar el compromiso con la disquera rescatando grabaciones sobrantes del estudio y componiendo un par de temas pegajosos que irán escoltados por seis o siete de relleno y algún viejo hit remixeado. El Padre Judas en cambio dio cátedra al escribir su último evangelio. Nostradamus es un álbum concebido como un todo, una unidad absoluta e indivisible. Un disco que para apreciarse en todo su poder e intensidad debe escucharse completo y en orden. Escucharlo en desorden o seleccionar unos cuantos temas haría perder todo su encanto. Más que de canciones, preferiría hablar de partes, pasajes, etapas de una misma sinfonía. Nostradamus posee el espíritu de las grandes “óperas rock” de los setenta y de hecho hay momentos en los que el coqueteo con el rock progresivo es descarado. Tal vez no pasará a la historia como el álbum emblemático de Judas Priest, el que define su esencia, pues ese lugar ya lo han reservado clásicos como “British Steel” y “Screaming for Vengance” o el canto de cisne de los ochenta, “Painkiller”, néctar puro del Heavy Metal, pero sí asegurará su lugar como el disco más trabajado, más diverso y contrastante de la banda.
Judas Priest ha enarbolado como pocos o acaso como nadie la ortodoxia en el Heavy Metal. Sin dejar de reconocer a sus paisanos de Birmingham Black Sabbath como los padres de la criatura metalera, es un hecho que Judas son los primeros en ejecutar Heavy en toda la extensión de la palabra y con todos los elementos del género, despegado ya del Hard Rock o el Rock Psicodélico. Hay quien dice que “Sad Wings of Destiny” de 1975, es el primer álbum hecho y derecho de Heavy Metal. Vaya, los clichés líricos e iconográficos del género, duelos guitarreros, doble bombo cabalgante, gritos agudos, cuero, metal y Harley Davidson, se los debemos a ellos y todo aquel que haya sido joven en los ochenta escuchó y tarareó el riff de “Breaking the Law” o “The Hellion”. Pero sin dejar de ser esencialmente un álbum de muy buen Heavy Metal, Nostradamus va mucho más lejos y bucea más profundo. Calmas y tempestades, balada e himno épico, sonido eléctrico y acústico, riff metalero y teclado progre, tristeza, furia y un rayo de esperanza definen a esta obra, la que más teclados tiene en la historia de Judas Priest junto con el polémico “Turbo”. Es también el álbum con más baladas y rolas lentas y, hay que decirlo, el álbum en donde más se extrañan los gritos agudos de Halford, quien sigue cantando muy bien, pero ya no llega a los tonos de antaño
El teclado primigenio, la atmósfera mística de los primeros acordes y la irrupción escalonada de las guitarras en el intro “Down of Creation”, hacen presagiar desde los primeros minutos un trabajo envolvente, la calma que anuncia el arribo de la primera tempestad que es “Prophecy”, duelo perpetuo de dos guitarras tras un solo introductorio y la voz de Rob Halford presentando al profeta ante los comensales de la cena: “I,m Nostradamus”. Pero a la tormenta le sucede la paz acústica de “Awakening”, melancólico preludio de “Revelation”, donde el eterno desafío guitarrero entre Glenn Tipton y KK Downing toma niveles apoteósicos en el que “The Four Horseman” es sólo un breve puente de Halford cantando casi a capela antes de declarar la guerra y hacer sonar los tambores de combate con “War”. Baja la marea y vuelven las aguas calmas con “Sands of Time” para dar paso a “Pestilence and Plague”, con sus guitarras cabalgantes como jinetes apocalípticos en marcha épica para desbocar, en “Death”, una melodía densa, pesadísima, antes de la serenidad de “Peace”.
El segundo disco abre con “Solitude” una atmósfera quieta de teclados que desembocan en la poderosa balada metalera “Exiled” para dar paso al que en lo personal considero uno de los pasajes más poderosos del álbum: “Alone”, un tema simplemente perfecto. “Shadows In the Flame”, “Visions” y “Hope” bajan la descarga decibélica, antes de anticipar la tormenta final con “Calm Before the Storm” para descargar toda la furia metalera a lo “Painkiller” con “Nostradamus” y cerrar el álbum con una luz de esperanza para la humanidad en el tema más largo del disco: “Future of Mankind”. Punto final. Uno de los álbumes de rock duro más complejos y ambiciosos en lo que va del Siglo XXI se ha escrito. La profecía de Nostradamus se ha cumplido.