Imposible maquillarlo o jugar al relativismo. Hoy es un día triste y sepulcral, oscurísimo como el cielo que cubre Tijuana. Creo que nunca como hoy la humanidad ha estado tan plenamente consciente de estar padeciendo un retroceso burdo, un salto sin salvavidas al fondo de un pozo de mierda. Sí, también Calígula e Iván el Terrible tuvieron su liturgia de coronación, pero seguro estoy que jamás en la historia hubo tantos seres humanos con absoluta consciencia de estar cometiendo suicidio. En el fondo no somos tan distintos del adolescente que disparó a sus compañeros en Monterrey. Matamos y nos suicidamos como quien se entrega a un videojuego de masacres. Aquí no hay beneficio de la duda o un “vamos a esperar a ver qué pasa”. Nada. La era Trump significa entrar a un largo túnel pestilente. Más allá de ser mexicano y vivir en la frontera, en el punto exacto del mundo que más padecerá el ascenso de esta basura, para mí esto es una cuchillada al espíritu de la Ilustración. La coronación de este mórbido payaso encarna la derrota de la razón, las ideas y el libre pensamiento. Su llegada a la Casa Blanca es la entronización de los valores más burdos y retrógradas, del materialismo más grotesco, de la mojigatería más asquerosa. Es el triunfo del miedo, el egoísmo, la misoginia y la ignorancia. La victoria del pensamiento único, del dinero rey y los merolicos bíblicos. A veces me da por creer que mi único papel es sentarme a mirar el teatro del horror y del absurdo y materializar en narrativa las divinas contradicciones de este circo enfermo, pero tener un hijo te hace sentir la necesidad de pelear por algo parecido a un futuro.
“Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero nada teníamos; íbamos directamente al cielo y nos extraviábamos en el camino opuesto”. Cuánta razón tienes Dickens. Tú no viviste la era Trump pero no es muy diferente al claro-oscuro dieciochesco que retratas. En este mundo conviven los extremos de la imbecilidad y el fanatismo con mil y un expresiones de libertad de pensamiento y dignidad humana. Hoy por desgracia nos toca perder. Este 20 de enero nos toca la hora más oscura. In my darkest hour diría Megadeth. La tormenta que cae sobre Tijuana y San Diego es la representación de nuestro tiempo, de este invierno hostil tan infestado de demonios. No recuerdo un escenario en que todo estuviera tan descaradamente cuesta arriba. Y es tal vez esa condición de tormenta perfecta lo que me hace albergar un destello de esperanza. Acaso estas aguas negras rieguen semillas de dignidad y de los escombros empiece a brotar una nueva conciencia. No es tiempo de castrar la rabia. Aún bajo el pantano de mierda debemos levantar una bandera de dignidad.
Friday, January 20, 2017
Thursday, January 19, 2017
Nuestra vida entera es una delgada capa de hielo bajo la cual yace un abismo cuya profundidad ni siquiera alcanzamos a dimensionar. Nuestro entorno está sembrado por millones de infiernos individuales disfrazados con el rostro de la ordinaria ligereza. El horror es nuestro siempre oculto compañero de viaje, pero hay temporadas como este enero en que le da por irrumpir a la superficie y manifestarse en plenitud. Cuando conocí la desgracia del Colegio Americano en Monterrey imaginé a un adolescente atormentado por sus complejos, miedos e inseguridades. En mi mente dibujé una enfermedad mental o una depresión al límite, un auténtico punto de quiebre. Por un momento traté de dimensionar los últimos minutos de Federico Guevara habitado por sus demonios internos. Traté de imaginar su noche anterior, su posible insomnio y el momento en que guardó la pistola en la mochila. Hace falta cruzar un umbral para materializar los deseos oscuros. Hasta ayer por la tarde ese fue mi dibujo mental, pero mi perspectiva ha ido cambiando. Ahora sólo tengo preguntas, muchas más dudas que certezas. ¿Y si los disparos en el salón de clases fueron el resultado de un juego macabro? ¿Será verdad que Federico tenía al menos un par de cómplices en el colegio? ¿Qué tanta gente conocía sus planes? ¿La policía estará dando un mínimo de seriedad a la Legión Holk? ¿Están echando a saco roto los avisos y amenazas de que esto volverá a ocurrir en otras escuelas? Yo no me lo tomaría tan a la ligera. Acaso estamos ante una forma de crimen que los adultos no alcanzamos a descifrar. El proceso epistemológico primario de esta generación nacida en el Siglo XXI nada tiene que ver con el nuestro. Me pregunto si los maestros y psicólogos alcanzan siquiera a aproximarse o si avanzan dando tumbos a ciegas. Ya ni siquiera hablamos de narcocultura o pandillerismo barrial, sino del crimen lúdico, el asesinato como extensión del videojuego, la pistola 22 como un sustituto del control de XBOX. Hasta ahora la cobertura periodística me parece bastante pobre y limitada, muy lejos del centro neurálgico de esta tragedia y su posible réplica. Carajo, un Emmanuel Carrère que agarre el toro por los cuernos y escriba esta historia.
Monday, January 16, 2017
Haré como que estoy sentado en el diván del psicoanalista que jamás he visitado y le hablaré de mis primeras tentativas escriturales. Dado que en teoría pago por ello, el discípulo de Freud tendrá que chutarse enteras las historias de mis primeros naufragios literarios que han sido todos, o casi todos. La dispersión y el texto mocho han sido mi mayor ritual de perseverancia.
Mi relación con la escritura ha sido bizarra, contradictoria, acaso mórbida. Siempre he tenido una necesidad real de escribir, un impulso que ha brotado natural desde mi temprana infancia. No voy a caer en el ridículo de hablar de predestinaciones, pero lo cierto es que quise escribir desde antes de intuir que en el mundo existe la figura del escritor asociada a cierta aura de extravagancia e independencia, o (peor aún) de reconocimiento social. Durante muchos años escribí por escribir, por el puro y llano placer de hacerlo, sin siquiera esperar o considerar compartir mis textos con alguien. No esperaba ser publicado y ni siquiera leído. El fin de la escritura yacía en la escritura misma. Escribí algunos cuentos y tentativas que las más de las veces no llegaban a nada. Recuerdo alguna tentativa a lo Emilio Salgari de un barco perdido a perpetuidad en altamar donde se desarrollaba una suerte de colonia. Recuerdo una historia de un mago que huía de su pueblo, de un rey vanidoso que ambicionaba la inmortalidad y se obsesionaba con las cicatrices de la varicela (" se fue al cielo" fue la última frase); de una casa embrujada en Villa de García donde habitaba Doña Elvira. El gótico del adobe, muertas enamoradas entre norteñas polvaredas. Siendo aún más joven, a los seis o siete años pensé que era tiempo de escribir mi autobiografía. Comencé en un cuaderno azul de marca “Colonial”. Magra portada color azul con una fuente o un arco, papel delgadito, desmoronamiento en ciernes. Escribí tres hojas. A en mi primer año de primaria, viviendo aún en casa de mis abuelos, creí tener una vida lo suficientemente larga e intensa para ser narrada. Codiciadas y escandalosas revelaciones por las que cualquier editor mataría.
Sunday, January 15, 2017
Como reportero he cubierto mil y un protestas ciudadanas de todos los colores y tamaños, pero creo que esta es la primera vez en mi vida adulta en que salgo a la calle y me sumo a una marcha para gritar como un ciudadano agraviado. Hoy no fui a cubrir; hoy fui a marchar. Acaso mi antecedente más remoto fue una manifestación contra el fraude electoral de 1985 en Nuevo León cuando yo era un niño y mi familia me llevó a la Macro. Créanme, soy viejo zorro en estas lides y puedo decirles que lo visto esta tarde en Rosarito fue auténtico. La temperatura social no miente. La gente que salió a la calle lo hizo porque le nació, porque tenía necesidad de tomar la vía pública y expresarse y en ese río humano, se los juro, había de dulce, chile y de manteca. No fueron multitudes como en Tijuana, pero creo que fue una manifestación honesta. Hasta las consignas y los abucheos fueron democráticos. Hubo muchos “fuera Peña”, pero hubo igual número de “fuera Kiko” y “fuera Mirna”. Los tres órdenes de gobierno dignamente representados en la tabla del repudio. Tan corrupto el presidente como el gobernador y la alcaldesa. La protesta fue contra el gasolinazo, pero también contra la nueva Ley de Aguas y contra el incremento al sueldo de los altos funcionarios rosaritenses. Con el antecedente de la brutalidad desmedida y los abusos cometidos la semana pasada aquí en Rosarito, las cosas estaban tensas y se temía que la sangre pudiera llegar al río, pero todo se mantuvo en paz. Los federales se habían atrincherado en el Pabellón y estaban listos para repeler la manifestación, pues temían que volvieran a bloquear la salida de pipas de la termoeléctrica de Pemex, pero la marcha siguió por el puente rumbo a la casa municipal y todo transcurrió en calma. Salvo por la repentina y disruptiva irrupción de un grupúsculo autodenominado “jóvenes por Rosarito” que me dio muy mala espina y cuyo tono rompió con el espíritu pacífico y de unidad, creo que el ambiente fue de una civilidad loable.
El que quiera entender que entienda. Algo está pasando y eso es innegable. El viento que sopla no se puede ocultar. Hay rabia, hay hartazgo, ganas de cambiar de raíz las cosas. Por supuesto, en semejante río revuelto hay mucha gente que quiere llevar agua a su molino y más de una versión fantasiosa y alucinada, pero lo que hasta este momento he visto es auténtico. Ojalá que la furia ciega, la ambigüedad y la carencia de objetivos concretos no hagan naufragar este espontáneo despertar. Hay muchísimas cosas que se pueden hacer utilizando herramientas legales. La clave está en la constancia, en no quitar el dedo del renglón, en ir sobre objetivos concretos. Pongamos a los políticos contra las cuerdas, vamos a acorralarlos en un callejón sin salida, a transformarnos cada uno en un afilado y tenaz cuchillito de palo que no les deje tranquilos, en una lupa con aumento, en una machacona voz lacerando sus dormidas conciencias. Nosotros somos el viento de cambio y apenas estamos empezando a soplar.
También el 14 de enero de 2006 fue sábado y también al anochecer, bajo el desnudo cielo que sucede a las lluvias invernales, me sumergí como ahora en Metafísica de la Muerte.
“Mi vocación filosófica está ligada, indisolublemente, a la meditación de la muerte. Cada momento vivido es un momento menos por vivir. El espacio libre de la vida se nos va angostando paulatinamente. Marchamos hacia adelante, en tensa agonía, dejando jirones de la propia existencia…La muerte, mientras vivimos, está siempre después”, escribió Agustín Basave. ¿Qué puedo decir? Gracias por heredarme la eterna duda. También mi vocación narrativa está ligada, indisolublemente, a la meditación de la muerte.
Hace once años murió mi Abuelo. Me aterra el tren bala de la vida. En mi interior su muerte sigue siendo un hecho reciente, aunque al mirar atrás caigo en cuenta de todo lo que se ha transformado desde entonces. En esta década han acaecido cosas trascendentes que me habría gustado poder compartirle. Jamás conoció a Iker y jamás leyó un libro mío. Por lo que a los libros respecta seguro estoy que no le habrían gustado, pero le habría alegrado verme aferrado a una vocación. La última vez que se dirigió a mí, ya en el lecho de muerte, fue para hacerme una pregunta: ¿Estás siguiendo tu vocación? Y mi triste respuesta en aquel 2006 era no, no la estoy siguiendo. En 2006 yo era un reportero asqueado de la piedra de Sísifo del periodismo. Creo que sus palabras tuvieron la fuerza para desencadenar todo lo que pasó después.
Cierto, nuestros ríos desembocan en arroyos distintos, pero la duda madre y la llama que alimenta el camino de vida es exactamente la misma.
“Si imagináramos por un instante que la poesía desapareciera de la faz de la tierra, la existencia humana se tornaría desolada, incompleta, triste. Careceríamos de uno de los elementos que contribuyen a nuestra felicidad, a nuestra dignidad y a nuestro valor. Aunque no sea la única razón de vivir, la poesía es una razón de vivir que dignifica y embellece la vida de los seres humanos”, escribió mi Abuelo y pienso que son certidumbres como esa las que dan sentido al aferre mío de andar arando los mares.